lunes, 31 de diciembre de 2012

Moviola


BELÉN
Me han escrito muchos a mi correo personal diciéndome que en la contemplación de María y José, tras su boda, los he dejado en el camino, y que el relato que yo venía haciendo les había acompañado mucho su oración. No he cortado por ninguna razón externa sino por mi tiempo reducido, y porque el día de Navidad y siguientes no me parecía oportuno. HOY, con la moviola en ristre, me vuelvo hacia ese camino de Belén, donde podemos haber tenido la oportunidad de ser y hacernos “esclavitos indignos” para vivir junto a ellos y con ellos esos caminos y experiencias profundas- Y me han dicho que les hace mucho bien en sus vivencias de oración.  Yo me debo a esos que saben y pueden ayudarse de estas exposiciones, máxime si ellos han encontrado así un nodo de concretar lo que no sabían hincarle el diente, aunque pretendieran barruntar esas riquezas que pueden extraerse de un evangelio contemplado.  Pues ahí va.

José y María llegaban a Jerusalén tras aquellos varios días de camino pesado, de malas posadas, de cansancios…, tanto mayormente experimentados por María.  Seguramente la llegada estaba programada para la caída de la tarde, lo que obligaba a una noche más en posada,
Era temprano cuando María urgió a José a no demorar la partida hacia el destino. No debían tentar la suerte.  Ni siquiera había lugar a esperar algún grupo de caminantes que se dirigieran hacia allá.  José aderezó la mulilla, volvió a cargarle los bártulos y sentó a María en medio y emprendió el camino.  Iba ya preocupado.  María se mostraba cansada.  José prefirió no hablar, y al par que caminaba, iba haciendo planes…, pensando posibilidades adónde dirigirse, aunque no era fácil, porque poco recordaba de parientes, ni parientes que tuvieran memoria de José,
Y la verdad vino a demostrarlo tal cual.  José, como buen hebreo pudo identificarse recitando sus antepasados en muchas generaciones, con el fin de encontrar un punto común en esa genealogía donde hallar familiares. Le dirigieron a una de las familias y José se identificó con su recitación de antepasados.  Que no pudieran o que no estuvieran muy asegurados de ese parentesco –cosa rara en unas gentes judías- el hecho es que no sirvió siquiera mostrar a María que llevaba en su rostro el cansancio.  José se volvió a ella…  María le hizo el ademán de aceptación de la realidad. Se dirigieron a otra casa…, y fue igual.  Hasta esbozó María una sonrisa, quizás porque estaba viendo detrás esas “cosas de Dios” con las que estaba familiarizada.  José bajó los ojos. Sentía vergüenza por no poder ofrecer algo a aquella mujer tan necesitada de un reposo tranquilo.
Por eso sugirió el último recurso, del que poco cabía esperar, salvo un gesto caritativo del hospedero…  Y eso, en un negocio, no es muy de esperar. Y así fue.  La posada tenía su patio porticado, con su fuente en medio en donde abrevaban y ataban las bestias, mientras los pobres se arrebujaban en sus mantas allí en los soportales. “No había lugar para ellos”  porque no iba María en condiciones de quedar a la intemperie de cualquier mirada.
José estaba hecho polvo. María se esforzó por superar su sensación de agotamiento. No quedaba sino buscar “adónde” ir y guarecerse.  Y la verdad es que sólo Dios sabía…  Y lo que sabía Dios es que “no había lugar”. Para nacer Jesús no había un lugar…  Jesús no iba a ser ni de uno ni de otro…, ni de la posada ni de una casa de Belén.  Venía para ser de todos y por eso no quería que nadie monopolizara su “posesión”.  Es –en definitiva- el misterio que había detrás de todo.  María acabó viéndolo, y no hizo una muesca de contrariedad.
Donde fuera, hallaron “algo”…, allí donde había un pesebre. La piedad popular dedujo que era una cueva de pastores.  El pesebre mostraba a esas gentes piadosas que era una de las varias cuevas que había para rebaños y pastores a dos kilómetros de Belén.  Nos tendremos que situar “allí” junto a esa idea de siglos que, por otra parte, no es nada descabellada. Lo cierto es que el Evangelio sólo nos habla de ese pesebre.
A tal lugar me adelanto para limpiar un poco, a ver si es posible que cuando llegue el paso cansino de la borriquilla que José conduce con mucho cuidado para evitarle molestia a su esposa, esté un poquito más adecentado (si es que puede decirse así de un lugar donde podía haber estiércol y pajas mojadas).

EL FINAL Y EL PRINCIPIO


HJITOS, ES LA ÚLTIMA HORA
Así dice hoy San Juan en la carta suya que leeremos en la Misa. Y desde que yo la descubrí  -recuerdo que en un Retiro que di a la Comunidad de mi hermana (hace ya muchos años), es una expresión que me martillea cada final de año. Y me toca desde diversas vertientes de mi  consideración. Una, que caería de su peso, sería la que Juan me da el aviso o toque final.  La vida, como el año, tiene su punto final. Y la ventaja es que se me avisa, y que hay aún tiempo  -si Dios quiere- para rectificar.
Fue, durante muchos años el leiv motiv de esos Retiros reflexión que se solían enfocar con cierto masoquismo sobre el pasado, que yo  he padecido y que yo he producido, que consistían en un recorrido de las cosas que no se hicieron bien en ese último año.
No deja de tener una parte acertada. Los  comerciantes hacen también sus balances inventarios, que no son sólo de ganancias y aciertos sino de pérdidas o de inversiones inútiles que le trajeron pérdidas o rémoras al desarrollo de su negocio. Por tanto tampoco es una aberración tener en cuenta esa parte de nuestro año ya a punto de cerrar.  Hay cosas que desearíamos no haber hecho, o haberlas hechos de otra manera.  Y avisados ahora que es la última hora, merece la pena replantear para un futuro mejor. Y en ese sentido, invito a que hagamos ese balance de la vida del año que acaba.  ¿Qué me gustaría  que no hubiera sido?, ¿qué desearía yo haber hecho de otra manera?  Evidentemente esto deja ya el masoquismo de auto-flagelarse “por lo malo que he sido”, pero lleva la prudencia de los inteligentes, o el propósito de enmienda de los honrados y creyentes. Lo que no es honrado es mirar para otro lado…, y que todo siga  igual. A algunos blogistas (y yo me incluyo), no nos vendría mal esta catarsis purificativa.
Ya quisiéramos que nuestros políticos supieran hacer balances sinceros para enderezar  rumbos en vez de pata echarse incienso de lo bien que lo hacen. Una autocrítica es lo propio de quienes quieren mejorar.
Simultáneamente esa última hora anunciada por Juan es una profunda llamada a la acción den gracias:  ¡hemos vivido muchas horas, y hayan sido como hayan sido, siempre estuvieron protegidas por el paraguas de Dios, que estuvo ahí dándonos la vida!  Y bien merece convertir este día en acción de gracias a Dios, por tanto bien como hemos recibido,
Otra versión de esa expresión de San Juan es toda mirando adelante, Enterramos ya los meros golpes de pecho, y nos ponemos a construir, que es l o que procede, porque vivos en la confianza de que Dios nos siga dando vida (siga contando con nosotros), y lo que procede es mirar con ilusión la nueva oportunidad… No con un idealismo absurdo o con un sacudirse las pulgas irresponsable.  Cuando se hacen balances en los comercios es para caer en la cuenta del proceso  de ventas y stok paralizados en las estanterías, para corregir errores y para planificar un nuevo año. Y cuando el comerciante es lógico (que es lo propio de gente inteligente), buscará la manera de darle salida a lo estancado, aunque sea en forma de malvender…, de perder algo…, pero en orden a una mejor liquidez en la Caja. Que muchas veces es mejor saber perder para poder ganar. No es nuevo ese pensamiento: ya lo dijo Jesús, refiriéndose a realidades de la vida y en la búsqueda de una mayor sinceridad en el ”negocio” de vuestra alma.
Por eso no es inútil tomarnos en serio esa palabra del evangelista y discípulo del Señor, y hace una mirada honradamente inteligente…, una parada para revisar ciertas cosas, y poder reiniciar un año con unan ilusión bien fundada en que hay cosas que pueden ir mejor.
Vamos a citarnos en ese “lugar común”…, vamos a dejar hoy un espacio den “desierto” interior, y vamos hacer inventario. Como nadie nos ve de aquí abajo, vamos a ser capaces de llamar a lo blanco, blanco; a lo negro,  negro; a lo gris, gris.  Y vamos a salir reconfortados y animados (con bases sinceras) para decir:  esto lo hice mal;  en esto me encasquillé como un niño tonto  y mal educado; en esto puedo hacer tal cosa, en esto he acertado y debo seguir por este camino,  Y cuando  se es clarividente –y se tiene una dosis de humildad filias y fobias se detestan y arrojan a la gehena de fuego para que se deshagan allí.  Y otras cosas, en el crisol de la verdad, se podrán purificar para que, aun no habiendo sido malas, puedan ser mejores-

domingo, 30 de diciembre de 2012

Familia y Vida


SAGRADA FAMILIA
            Nacido Jesús, queda constituida familia completa el matrimonio de José y María. La Iglesia celebra hoy –dentro del ciclo de la Navidad- la fiesta de la SAFGRADA FAMILIA, que se hace a su vez, DÍA DE LA FAMILIA y de LA vida. Dos realidades que quedan fundidas en una sola, porque en realidad la vida surge y depende de la familia constituida.
                Imaginemos una familia que se crea con la gran ilusión de unos recién casados, pletóricos de ilusiones. ¿Có sueñan ellos esa vida que quieren vivir?  No cabe duda que una vida que se forma en un núcleo de amor. Del amor s parte y es el sueño a realizar y a vivir (que de otra forma no se constituiría un hogar, porque nadie hace algo para no ser feliz).
                Sobre ese amor se empieza a construir, sobre es amor empieza a nacer la vida nueva de unos hijos, de un hogar que sabe a caliente y cordial, y que sólo aí se sueña y se desea vivir.  Y luego los hijos crecen y se amplía el  ámbito el amor recíproco, y de la colaboración, en donde ninguno está a “verlas venir” sino donde cada cual aporta lo que sabe y puede.
                Así nos sitúa la 1ª lectura, con esa relación tan evidente de unos padres que tienen sus obligaciones y las realizan en sus hijos, y son garantes de ese bienestar familiar, y juntamente deben ser amados y honrados por sus hijos.  Amados y respetados mutuamente los esposos, y con toda la responsabilidad sobre unos hijos que han de crecer en ambiente cordial familiar.  Y llegará el día en que esos padres pasarán a depender de sus hijos, y todo el cuidado y desvelos que ellos vivieron por esos hijos, necesitan ahora los hijos vivirla hacia sus padres que, en la vejez, hasta perderán su agilidad física y mental. Son ahora los hijos quienes tienen el deber del amor de correspondencia, para tratar a sus padres mayores y poner en ellos la paciencia y el amor.
                La 2ª lectura, que considero la perla de las exposiciones sobre el amor, va poniendo una serie de características propias el amor verdadero: la comprensión,, la ternura, el cariño, el amor del corazón hasta la misericordia entrañable.  Son las bases que han de revestir todo sentimiento básico de familia. Pero no está pensando San Pablo en una familia de ángeles. Y dentro de la realidad humana, es necesaria la capacidad de sobrellevarse y –llegado el caso- hasta de perdonarse porque en algún momento puede tener uno quejas del otro.  Pero cuando todo eso está adobado por el amor, como esa realidad que ciñe profundamente y mutuamente, entonces se salvan los escollos de la convivencia con la madurez de personas con sentido. Se vivirá la paz de Cristo, que actuará siempre como árbitro  oculto pero real en los corazones para conservar el equilibrio del juego limpio. Y creará un sentido gozoso de hogar, donde los niños hallará clima pacífico, sereno, sin voces, sin que se alteren nunca  las buenas formas.
                Más aún: en que fomenten los detalles: porque cuando San Pablo dice: Y sed agradecidos, está diciendo una gama de delicadezas, de saber adelantarse al gusto el otro, de alabar lo que el otro hace, de crear un clima que estimula a ser mejor.  Y todo ello acabará siendo un grito de alabanza, que se trasmitirá alrededor y moverá a los de fuera a alabar a Dios por lo que ven y oyen.
                Lo que San Lucas quiere dejarnos patente en esta narración de su Evangelio de la Infancia es enormemente  clarificador. María y José no pueden reírle la gracia a Jesús, porque llevan tres días sufriendo por su causa. [día del viaje hacia Nazaret en la caravana], día de regreso a Jerusalén y primeras indagaciones; día del encuentro]. María se siente en la responsabilidad de llamarle atención a Jesús: por qué lo has hecho así con nosotros; tu padre y yo te buscábamos llenos de angustia.  La respuesta de Jesús que escribe Lucas (que en realidad pretende dejar claro en su evangelio que José no era el padre de Jesús), supone una contrariedad en María y José que no comprenden.  Pero que, en amor y comprensión respetuosa a lo que no se entiende, María prefiere callar y rumiar. Sobrellevaos, había escrito San Pablo. Y María y José sobrellevan, aunque sin poder comprender.
                Para desembocar en lo que queda de argumento familiar normal:  que marchan a Nazaret y que el Niño es sencillamente niño que obedece, que crece, que se desarrolla y progresa.  Y ese es el clima que hoy fomenta esta fiesta de la FAMILIA Y DE LA VIDA, porque la vida depende de la familia. Si bien es verdad que la vida no es simplemente “vivir” sino dar vida, dejar vivir, ayudar a vivir, y eso en todo el proceso familiar…, cuando los padres dan la vida a sus hijos.., cuando los hijos han de dar calidad de vida a sus padres ancianos…
                Lo que deja patente la EUCARISTÍA como Sacramento de vida, aunque en Jesús que da vida a cosa de la suya…; cediendo de sí para que los otros vivan; sacrificándose para bien de los demás.
                Y este concepto de familia –con sus variaciones evidentes- es el mismo que toda vivir en las familias de la VIDA RELIGIOSA,  y en toda forma que exige una convivencia que se vaya constituyendo sobre el amor y el respeto recíproco, y en donde siempre unos tendrán que ceder para hacer posible la vida a los que están formando parte de su entorno.

sábado, 29 de diciembre de 2012

Flecos de Navidad


CONSECUENCIAS DE NAVIDAD
          Los días de Navidad han pasado, pero permanece el ciclo de la Navidad.  Y hoy estamos en un día de la octava de Navidad. Como ya no hay más relatos  de ese acontecimiento, el evangelista pasa a contar los hechos  siguientes. Pasada la cuarentena de María, cumplieron con el ritual prescrito de presentar en el Templo al primogénito. En ese instante de entrar en el Templo a presentar  el Niño al Dios de Israel, sale al paso un anciano cuya petición a Dios más sentida era la de no morir sin ver antes al Salvador. Y Dios le concede ese favor. Por eso su emoción es inmensa y su canto es ya de estar dispuesto a entregar su vida, porque se han cumplido sus ilusiones.  Advierte a María y José que ante ese Niño va a haber dos posturas en la humanidad: los que aceptan –y lo aman a rabiar-, y los que se oponen y rechazan con un absurdo odio, también a rabiar.  Lo que va a originar en María un gran dolor, como una espada que le atravesará el alma.  Bien lo comprobará ella desde casi el principio hasta ese final de la cruz.
             La Lectura primera, que viene recogiendo la carta de san Juan, centrada en el AMOR, concreta perfectamente esa división de la humanidad.  No perdamos de vista que Juan se constituyó en evangelista del amor; que –como ya dije- un verdadero símbolo de su Evangelio es el lavatorio de los pies (en vez de la Eucaristía) y la lanzada que abre el costado de Cristo, tras su muerte, en expresión sublime y extrema de un AMOR que se deja hasta la última gota.
             Pues bien: quien ame a Jesús y viva de parte de Él, será el fiel cumplido de los mandatos del Señor, que son como principios básicos del amor, y que se concentran en el amor a Dios hasta el extremo (como Él nos ha amado), y en la necesaria proyección hacia el prójimo para que se muestre verdadero el amor que tenemos a Dios. Al prójimo es a quien tenemos delante (y “prójimo” no es ni por simpático, ni por amigo, ni por agradable, ni porque nos ame él, sino todo el que de una u otra manera entra en nuestro círculo y se hace así “próximo” a nosotros).  Si vivimos ese amor así, tenemos luz, la luz brillante de Belén, la Luz que es Cristo, la luz del mundo que somos llamados a ser.  Y cuando nos falta ese amor sin condiciones, estamos en las tinieblas.  Y tinieblas, oscuridad, “infierno” (=ausencia de Dios), es el emblema del desamor.

             Y hoy no puedo hacer más. Aunque creo que con esto ya hay suficiente.  Y cuando se aboca ya al fin del año, ahí os remito a quienes podáis verlo, a la última página del Boletín de enero, y que será la lectura de San Juan el día 31: Hijitos, es la última hora.  ¡Es para aprovecharla!

viernes, 28 de diciembre de 2012

Los SANTOS INOCENTES


INOCENTES
          Lo que hoy celebra l Liturgia son esos otros mártires que son masacrados precisamente porque ha nacido Jesús. Porque la ambición de un loco y enfermo de poder, no tuvo empacho de acabar con la vida de unos infantes, bajo la simple sospecha de la posibilidad de que dañaran su poder, sus privilegios, su tiránico dominio.
             Es evidente que la primera mirada se nos va a los niños que pudieron nacer y fueron igualmente masacrados (118,000 en 2011) por la brutalidad conjunta de unas mujeres que podrían llamarse madres; por la ambición de los poderes –políticos, económicos, “sociales”, “feministas”, mafiosos- que ocultan detrás la inhumanidad de muchos Herodes que sólo defienden su oscuro “poder”.
             Pero no me quedaría yo ahí. Porque esas matanzas están también colgando de la turba canalla de negocios adyacentes, que van desde un periodismo destructor de valores esenciales, pero que se han situado de parte de las ganancias espurias que mueven a la pérdida de la moral, de la vergüenza, de la ética profesional…; a una masa informe de seres que se llaman humanos pero que han bajado más abajo que los animales, convirtiendo el sexo en juego de distracción –que acaba siendo macabra- y en esa “suciedad” constituida por el placer, el dinero, la pornografía, la destrucción de la dignidad propia y ajena.
             Y otros inocentes en otros campos de la vida, a los que les han matado las ilusiones: una juventud (una generación entera que se ha perdido ya), sin futuro, sin perspectiva, sin estímulos, sin esperanzas. E incluyo esas muertes a fuego lento de generaciones jóvenes a quienes “los probos mayores” les cierran el paso, porque –ambiciosos como Herodes- esos mayores no ceden “sus derechos”, “sus méritos adquiridos”, su falsa “supremacía” de la edad (a la que –desde luego no hacen ningún honor, sino que la desprestigian con esa soberbia de casta intangible…)
             Inocentes ancianos “aparcados” por sus familias, por “nuevas generaciones” autosuficientes…, más de una vez en los propios “hogares”, pero dejándolos tiritando de afectos, de acogida, de consideración a sus limitaciones, sin voz ni voto, y realmente maltratados afectiva y psicológicamente.  Esos mayores a los que se les niega el derecho de ser y de opinar, porque otros “más listos” han descubierto ahora el Mediterráneo…, ese mar que surcaron los mayores para hacer sobrevivir a los señoritos que hoy creen saber más que nadie.
             Inocente mundo del trabajo, envenenados por los que dicen defenderlos, pero que engordan al cerdo para luego matarlo y sacarle mejor provecho.  Los trabajadores –inocentes del engaño que sufren- se quedan en la estacada, o son lanzados a las calles como carne de cañón y  “sus defensores” celebran su triunfo personal y engordan sus bolsillos.
             Inocentes familias que son desahuciadas de sus hogares, porque “el negocio” lo pide, las leyes lo permiten, y los poderes económicos y políticos juegan sus bazas a costa de los débiles.
             Y no dejo de pensar en los políticos honrados, con conciencia, que se les va relegando al ostracismo porque no entran por el falso juego de que la política todo lo justifica.
             Mi lista de hoy no es exhaustiva.  Detrás –o delante- podrán muchos poner a los otros inocentes que –precisamente porque son gentes sin malicia ni manos sucias- son tratados como tontos de la vida a los que se les puede quitar de en medio para hacerse los “listos” un lugar mejor. Que se lo pregunten a muchos valiosos que opositan para una misión médica, jurídica, puestos para los que están mucho más cualificados…, o sencillamente para poder formar un hogar o dar de comer a una familia ya constituida…, pero que no “cubren el requisito”  de un “dedo” que les aúpe o un carné que les avale.
             ¿Seguimos la lista?  ¡Bien que se puede!  Y podremos contra no ya 118,000 fetos masacrados, sino 118 millones de hambrunas, de pueblos robados, quemados, desplazados, abandonados a su suerte…, a su desgracia habrá que decir mejor…, porque esos no son rentables en el tablero criminal de un mundo sin humanidad.
             Y no he querido poner a los creyentes en Dios y en Cristo, también ridiculizados y postergados en tertulias públicas, en la ignorancia de meritorio hacer, en la inmensa labor social (y a la vez de grandes ventajas económicas para la sociedad y el Estado)…, por el delito de ser personas de bien, de principios inalterables, de valores humanos y cristianos, que no se casan con el diablo…, que no pueden ser manipulados por la jerga de los “liberados” de hoy…, “los superhombres del siglo XXI”, capaces ya por sí mismos de hacer hominoides en laboratorio…, ¡e incapaces de crear una simple hormiga!
             Rindamos culto a todos esos inocentes que son destruidos por las espadas de los Herodes redivivos que brotan hoy de debajo de las piedras.

jueves, 27 de diciembre de 2012

Juan Evangelista


EL EVANGELISTA DEL AMOR 
          Hoy celebramos al apóstol del amor; al autor de cartas centradas en el amor que Cristo enseñó; el evangelista que recogió en su evangelio una narración única que sintetiza toda la vida y la acción de Jesús: el lavatorio de los pies de sus apóstoles, como el sustentáculo para expresarnos el nuevo amor que habría de ser el amor cristiano: no ya amar al otro como me amo a mí mismo y no querer para otro lo que no quiero para mí.  Reveló el secreto más profundo de Cristo y su doctrina:  que os améis unos a otros como Yo os he amado.
             Y porque entendió el amor, nos da un Evangelio que no se parece  a los otros tres, porque para San Juan prevalece lo simbólico sobre lo narrativo. Los hechos que narra no se narran por ellos mismos ni por darnos a conocer algo que ocurrió sino para salir desde ahí hacia lo que intenta enseñar. Y así su evangelio es un evangelio muy elaborado y teológico, de manera que cuando uno lee, tiene que saber que hay mucho más allá de lo que está leyendo.
             Uno de los posibles inmensos secretos de su evangelio es la amplitud abierta hacia la Iglesia, concretada en aquella primera comunidad, que forma parte del entramado vivo de este evangelio, como sujeto activo el mismo.
             Hoy en diversos textos litúrgicos –que provienen de la antigüedad- nos irán identificando al otro discípulo, el discípulo amado, el que recostó su cabeza sobre el pecho de Jesús…, y demás expresiones parecidas, con la persona de Juan, que es “tan humilde” que no se nombra a sí mismo…, como esas costumbres cúrsiles y “piadosas” que han llegado a nuestros días que sustituyen el “yo” por “servidor” o “servidora”.  Poco favor le hacen a un evangelista de altos vuelos, y muchísimo más evangelista y portador de Buena Noticia que para esas cosas.
             Por el contrario la gran fuerza de sus expresiones “anónimas” es la oportunidad que ofrece a cada seguidor de su evangelio de ir situando su propio nombre, su propia realidad, en cada experiencia de su seguimiento de Jesús:  y así seré yo el “otro discípulo” que –junto a Andrés- tuvo la dicha de ir a ver dónde vivía, y ser yo quien me extasío al conocerlo, y quien me queda ya con Él para siempre.  Será yo –poniendo mi nombre- el que cada día puede recostar su cabeza sobre el pecho de Jesús…, que nada tiene de mero símbolo piadoso cuando en realidad puedo orar en la profundidad de experimentar el sentir de Jesús, “los pálpitos de su Corazón” cuando oro, cuando contemplo, cuando comulgo.
             Voy a ser yo, quien en la cruz esté presente y reciba el testamento más grande del amor de Cristo: tomar a María en mi casa, como Madre.
             Y yo el afortunado testigo de que Cristo vive, porque pude correr más al ir al sepulcro, VER Y CREER.  Yo y toda la Iglesia estamos ahí presentes, porque nuestra vida nace en ese momento, adelantándonos a la misma fe del pobre Pedro que aún no ha llegado a experimentar la fe en la Resurrección.
             Y seré yo, el afortunado de la barca de aquella noche que, sin acabar de ver con los ojos, ya me hace descubrir que ES EL SEÑOR, el hecho mismo de que la vida ha cambiado, y las actitudes, saltando ya las pequeñeces de quien quiere ser el “primero, o más grande, u ocupar un puesto de honor y de mando. en un inventado “reino” de privilegios” señalados.
             Y por eso, como evangelista que ve con una profundidad y amplitud que sobrepasa los horizontes, sabrá expresar en hipérbole aparentemente exagerada, que si se escribiera todo lo que Jesús dijo o hizo, no habría estanterías en el mundo para contener esos libros.  En realidad era un evangelista que escribía ya desde el seno mismo de una comunidad viva que tenía conciencia de que era una realidad de que cada cristiano, cada persona creyente en Cristo, cada persona orante, ESTÁ ESCRIBIENDO HOY EVANGELIO VIVO, hechos vivos que extienden la BUENA NOTICIA y dan vida a cada nueva realidad donde se vive la vida según Cristo.

Desde luego no es el evangelista melifluo que nos ha legado la iconografía, jovencito y barbilampiño. Ni el suave muchachito el grupo. Cuando los otros evangelistas nos lo presentan, nos dicen que Jesús llamó a él y a su hermano Santiago como hijos del trueno, lo que queda avalado por los detalles que nos cuentan de sus actuaciones. 

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Grandeza de Dios


OTRO NACIMIENTO
          Al lado del NACIMIENTO DE JESÚS, como adherido a él, celebra la Iglesia hoy otro nacimiento: el del primer mártir de Cristo, el primer fruto de amor consciente y hasta la muerte por la defensa de la fe en Cristo Salvador. Formaría trilogía con Santiago, el primero de los apóstoles que murió por razón de su fe, y el menos conocido martirio del niño SAN TARSICIO, a quien aquellos momentos difíciles de arranque de la fe cristiana, era el portador no sospechoso para las gentes, pero que iba encargado de llegar la Eucaristía de una comunidad cristiana a otra, como era práctica primitiva para expresar de forma significativa que quien comulga a Cristo da lo mismo que sea de una comunidad que de otra, porque Cristo es el mismo para todos y el aglutinante de toda comunidad y comunidades que tienen una misma fe.
             Pasaba Tarsicio junto a las gentes sin ser advertido de su misión, hasta que unos niños lo invitaron a jugar y Tarsicio no aceptó jugar entonces. Alguno se dio cuenta cómo estrechaba en su pecho algo, y puso en ascuas a otros.  No consta que Tarsicio hablara. Sólo vivió un silencio, aunque le costara la vida.  Lo que es significativo, porque revela ese valor del silencio interior, el silencio profundo, que sería siempre el arma de quien lleva a Jesús.  Hasta el mismo nacimiento de Jesús ha venido a situarse en el pleno silencio de la media noche, como un símbolo de que Jesús se hace presente cuando hay silencio, aunque –a la vez- su silencio tenga la elocuencia que hace saltar a la vista los valores y contravalores de su venida al mundo (como recoge la liturgia de Nochebuena): una renuncia a lo superficial, lo hedonista, lo mundano vacío, la vida sin Dios…; pero no para dejar un vacío sino para tener todo el espacio disponible a los esencial: la honradez, la sobriedad (la que lleva a cada uno a ser dueño de sí y no pelele ni de dichos ni de hechos), y la profundidad de una vida interior, que es la única en la que el silencio puede oírse y puede revelar que Dios está en medio.
             El silencio de la paz, del respeto mutuo, de dar cancha al otro para ser tan libre como uno mismo para expresar su pensamiento, como uno puede querer ser libre para expresar el suyo.  Pero en simplicidad, en la riqueza de la variedad de la fe. No espetando “contra” sino construyendo “a favor”; no cerrando direcciones sino abriendo cauces…, y hasta alabando la mucha variedad de cada alma para poder expresarse libremente, porque Dios no nos ha cortado con la misma tijera, y Dios es mucho más grande que la pequeñez del corazón humano o la cortedad ridícula del YO, que parece emerger como dardo contra… ¡Y mira que es grande Dios, y que nos deja amplios espacios para ser fieles, pero distintos!
             Lo único que pide esa honradez, sobriedad y re-lación con Dios (=re-ligión), es que hayamos renunciado a lo contario: las actitudes mundanas donde privan los egoísmos, los celos, las fobias, el “yo” por delante, o la pretensión de que los demás sean “en serie” conmigo mismo. Dios es más ancho que el mar, más inmenso que los montes, más sublime que el cosmos…, ¡y vaya si caben estrellas!
             Cuando uno piensa las guerras que han asolado y creado tantas muertes y penurias y que se hicieron por dos bandos que sacaron a relucir a Dios “a su favor”…, cuando uno ve los cismas y herejías que se levantaron porque cada uno blandió la espada de una frase evangélica, traída a su molino para “defender la gloria de Dios”, ve uno la pobreza (y no bienaventurada) que hay en las mentes y los corazones de una humanidad que se cree “dueña de Dios”…
             Bendito sea Dios que no es nada de eso, que no es tuyo ni mío, que no esta por mí más que por ti, y que por algo no se describe lugar alguno en el Evangelio para poner el nacimiento de Jesús: ¡para que nadie se lo pudiera apropiar!..., para ser Dios de todos y posesión privada de ninguno. Y si algo se nombra y se repite tres veces en unas líneas, es un pesebre que es lugar común de comida de muchos… Y que muy posiblemente –señalan los estudiosos- la intencionalidad expresa del evangelista para irnos conduciendo a UNA COMUNIÓN CON CRISTO, UNA EUCARISTÍA, en la que todos somos iguales, y nadie se lleva más porque haya llegado antes, ni menos porque llegue después.  El que es de Cristo es una nueva criatura, y eso cambia todas las coordenadas que trazamos los humanos, dividiendo el mundo –como aquel fariseo- en yo y “los demás”.

martes, 25 de diciembre de 2012

NAVIDAD


DÍA DE NAVIDAD
          La Liturgia de la Navidad es muy rica. Me voy a repetir de algo que tengo expresado ya en otros años, pero no me resigno a que se pierda el sentido amplio de esta celebración, que va mucho más allá de celebrar la fiesta del Niño Jesús.
             La liturgia de set día de compone de 4 Misas que van en orden progresivamente ascendente. Una PRIMERA (que hoy se difumina al adelantarse tanto la que es MISA DE MEDIANOCHE, es la correspondiente a la tarde del día 24, y que es MISA DE LA VIGILIA DE LA NAVIDAD. En ella se hace –por así decirlo- la presentación del Misterio, poniéndonos el árbol genealógico de Jesucristo.  Jesucristo, el Mesías esperado, e “Hijo de David” –símbolo de Israel-, es el hombre que abarca toda la gama humana, los buenos y los pecadores, los que son el pueblo judío y los que no lo son. Ese hombre pleno, que pertenece plenamente a la humanidad, es el Hijo de María por la obra divina del Espíritu Santo.
             Y la MISA DE MEDIANOCHE, o de NOCHEBUENA, nos narra el nacimiento de Jesús, de María la Virgen, en un lugar no determinado, ambiguo, y por decirlo así “de nadie, o también podemos decir: universal.  La posada no ha tenido sitio para contenerlo a Él. Sí fueron llamados los pobres pastores que dormían al raso en las inmediaciones, y A ELLOS LES HA NACIDO UN NIÑO, QUE ES MESÍAS Y SEÑOR.  Los “intelectuales” (que no es igual que inteligentes), ni son capaces de captar semejante misterio). Pero ellos –los sencillos- son capaces de venir a ver al hijo pobre de unos padres pobres, que está recostado en un pesebre, entre los pañales humanos que le ha puesto su madre.  Inmensa lección para la fe, la única que puede aprender la gran lección de ese Niño: la sobriedad, la honradez plena hacia Dios y los hombres, y –por tanto- poniendo la Dios en el centro de la vida,.
             A LA AURORA continúa la Liturgia presentándonos a los pastores que han sido capaces de adorar a ese Niño, y aceptar que es EL MESÍAS Y EL SEÑOR.  Lo que ni sospechan los grandes y poderosos. Lo que no hubieran aceptado los dirigentes religiosos de Israel, pero que los pastores aceptaron, se admiraron y adoraron.  Y ya nos advierte una Lectura que ese aparecer de Dios en la humanidad, es para que la humanidad se lave en el bautismo que regenera…, que hace nuevo lo humano…, la humanidad, que ha sido salvada por ese Niño.
             ¡Ha sido salvada por Dios!  Porque la MISA DEL DÍA –que puede dejar un poco fríos a quienes acuden a las Misas del día de Navidad-, lo que está es llevando a la inmensa realidad y profundo misterio de lo sucedido: El Niño indefenso y delicado que María arrulla en Belén, es Dios mismo, Hijo de Dios, existente desde la eternidad, y Creador de cuanto existe. Ese Niño no es simplemente el atractivo infante de nuestra devociones, sino el Dios infinito y cargado de amor a la humanidad, que se ha venido a plantar su tienda de campaña entre nosotros, y que –desde ahí- nos envuelve en una lluvia de gracia y de bondad.  Que ha venido a los suyos, a la humanidad que ha querido hacer tan suya…, pero que no lo ha recibido. Aunque a quienes lo reciben, los convierte en HIJOS DE Dios, llenos de gracia y de verdad.  Este nacer de un Niño en Belén no reduce el sentido del año a uno entre 365 días, sino que transforma todos y cada uno de los días del año en un Cielo que nos aboca a la eternidad, donde viviremos el amor de Dios como la vida misma nuestra, como el destino al que hemos sido llamados.
             Mientras tanto, Jesús sigue naciendo para todos y cada uno en la EUCARISTÍA…, y sigue convocando desde ahí a todos los sencillos de corazón, para revelarles que es SEÑOR Y DIOS, HOMBRE COMO NOSOTROS Y SALVADOR DEL GÉNERO HUMANO.  Y con esta Misa queda cerrado el círculo…, si no es que con más realidad, queda abierto para que cada uno vayamos incorporándonos a este misterio y nos sintamos en la actualidad como los mensajeros y enviados de Jesús al mundo para ser TESTIGOS y EVANGELIZADORES, porque muchos siguen todavía al margen…: todavía hay muchos que no lo han recibido, aunque están también llamados a subir a ese carro de la libertad y el sincero amor.

lunes, 24 de diciembre de 2012

Se preciptan los acontecimientos


El
APOSTOLADO de la ORACIÓN
os desea una
NAVIDAD
en la que JESÚS sea el invitado principal  de vuestra fiesta.

          EL CAMINO QUE LLEVA A BELÉN
          El día siguiente era un momento esperado. José vendría a formalizar los preparativos para la boda, para ese momento en que él, recogería solemnemente.  Y se concertaron para una fecha cercana próxima.
             Los días aquellos fueron vertiginosos en las dos familias. Y llegó el día. Y José –ataviado con sus ropas festivas y su turbante de distinción- se presentó en casa de María con el séquito de sus íntimos. Hizo a Ana con el saludo particular que correspondía al momento, y Joaquín le entregó, a modo de dote, la ofrenda simbólica que correspondía. José, por su parte, ofrendó lo suyo, que era la manera de expresar que María pasaba a ser ya parte del nuevo hogar en que José era el cabeza de familia.  María salió de su aposento y Joaquín la tomó de la mano y puso la mano de José sobre la de María, con esa alegría y esa contenida emoción del padre que entrega a su hija.  José no cabía dentro de sí y la tomó de la mano ya la condujo junto a él, en medio del séquito de sus amigos o familiares jóvenes, y la condujo a su casa. La hizo entrar primero, como símbolo de su posesión sobre aquel hogar.
             La boda, con sus solemnidad propia judía, y su sobriedad correspondiente a los recursos de ambas familias, comenzó muy poco después, extendiéndose un tiempo entre la alegría y algazara de todos, y la satisfacción de los esposos que estaban en esa ansiada realidad de tiempos atrás.  Cierto que ellos sabían que no era como la hubieran pensado antes y que había misterios por descifrar y que en este momento no les tocaba pensar. Compartieron con sus invitados, y finalmente se retiraron.


             La vida de aquellos primeros días tenía toda la novedad de una situación tan especial como la de unos esposos que están “cubiertos” por un manto especial, con el que Dios era el verdadero dueño de su hogar y de sus vidas.  Todo eso llevaba la satisfacción de personas de fe y la incertidumbre de muchos interrogantes humanos.  Aquel matrimonio se sabía distinto, y como tal habían de vivir sus vidas.  Y así lo hicieron, compaginando el misterio con el cariño de dos enamorados que se sabían invadidos por Dios para una misión especial.


             Por otra parte, pasados los momentos de acomodación, les surgió una nueva interrogante de no poca envergadura:  lo que ellos leían en las Escrituras sagradas era que el Mesías había de nacer en Belén.  Y eso no era algo que podían pasar por alto.  ¿Deberían marcharse ya a Belén como una iniciativa racional y al mismo tempo obediente a un anuncio profético?  ¿Significaría “Belén” la raíz familiar que se realizaba ya en José, y que eso era ya bastante?  Una interrogación que dejaba una perplejidad. ¿Y a quién iban a consultar?  Sólo Joaquín y Ana eran sabedores de la situación. Y aunque llegaron a plantearle sus dudas, no supo Joaquín decirles más de lo que ellos podían pensar…  Y pasaban los días. Y rogaban a Dios. Y José espero un posible sueño clarificador… Y María estuvo atenta en su silencio del alma a esa “señal” de Dios que le manifestara… Y avanzaba María en sus días y no se movía una hoja que les orientara.


             Una mañana escucharon la cuerna de un mensajero civil que convocaba a la plaza del pueblo.  Acudieron como todos los paisanos del pueblo.  Y se encontraron con la noticia: Cada cual que tuviera sus raíces familiares en otro lugar, había de ir allí a empadronarse.  Así rezaba el edicto de Herodes (aunque el evangelista lo atribuya al César, pero los cálculos hechos por los estudiosos no encuentran más edicto que coincida con estas fechas que las de uno que hizo Herodes).  Para el pueblo, conocedor de la malicia sanguinaria de aquel hombre, el edicto era protestado, maldecido, escupido…  Pero María y José –que se habían quedado un poco fuera el grupo de las gentes- no sólo quedaban fuera del alboroto sino que se miraron y se admiraron, porque era impresionante el modo de respuesta que les estaba dando Dios.
             Se retiraron antes de que la avalancha de los comentarios llegara hasta ellos.  Era evidente que José tenía que marchar a Belén. Y lo que es seguro es que sólo tenía que ir él. Pero el edicto, leído con la fe, abarcaba a María de una forma directa: ¡era la palabra oculta de Dios para responder a las preguntas que se habían venido haciendo!  Con razón hay que entender que Dios tiene mil lenguajes, mil manera…, infinitos diversos modos para comunicar su voluntad.

             Y una vez en casa lo que quedaba evidente es que tenían que disponer rápidamente el viaje. Recoger lo imprescindible, lo necesario, mientras José hacía las otras gestiones para poder sumarse a la caravana que pasara por esos días en dirección a Jerusalén.  Había que calcular unos dos meses de ausencia, si se cuentan los casi 10 días del viaje de ida y regreso, el momento en que llegara el parto, y la cuarentena posterior de María. Luego –ya tan cerca de Jerusalén-, habrían de pasar por el templo para presentar al primogénito y cumplir con la Ley.  María tenía que echar el hatillo para el niño; algunos elementos de cocina, algunas ropas… José recogería instrumentos de su trabajo más habitual de carpintería, porque había que estar para cualquier trabajillo que pudiera ofrecerse, porque había que sobrevivir en circunstancias imprevistas. Y montado aquel equipaje sobre una borriquilla, salir a la encrucijada con el camino real en el día y hora previstos.  Ya conocían esto, y no es extraño que les acompañaran en ese trayecto Joaquín y algún familiar de José.


             Esta vez había variaciones notorias en el viaje.  Viajaba el matrimonio y aunque lo normal sería que los hombres viajasen por una parte y las mujeres por otro, en diversas carretas, también es verdad que algunos trechos del camino desearan los recién casados poder compartir conversación, puntos de vista…, y en el caso de José y María, tantas y tantas cosas de diferente envergadura superior, que estaban detrás de ese viaje.
             Algunos tramos los hacía María sobre la borriquilla y José llevaba las riendas del animal.  Otras, siguiendo la idea que San Ignacio sugiere en los Ejercicios, yo me hago esclavito indigno para servirles en sus necesidades, y puedo ser yo quien conduzca al animal, mientras José y María más juntos y en voz más baja, pueden hablar entre ellos.  Y yo, que voy cerca, muy ceca, pego el oído porque –aunque sea un poco indiscreto, necesito empaparme de esas profundidades de la fe de ambos.  O tomando José las bridas, apegarme yo a María y sentirme muy cerca del hijo de sus entrañas, porque necesito a voces recibir esa fuerza que sale del Él, y lo empapa todo. Y luego están las paradas de rigor, bien sea en medio del trayecto, bien en las posadas donde hay que pernoctar, donde yo –esclavito indigno- quiero ayudarles, servirles, prepararles lo que pueda ser un algo de menor incomodidad.  Sobre todo que, junto a José, eso se me hace una obligación, porque María necesita de especiales atenciones por su mayor cansancio y pesadez en su avanzado estado de gestación.

domingo, 23 de diciembre de 2012

Completando el domingo


Hoy estuvo el tema de reflexión dedicado a la liturgia del domingo.  Pero las fechas invitan a avanzar alguna materia, porque NOCHEBUENA ya está ahí..., y vamos a acercarnos lo más posible al misterio en Belén.
       
      NAZARET, HACIA NUEVA VIDA
             El viaje de regreso no podía tener muchas novedades al de la venida a la montaña. Claro: nuevas caras, nuevas situaciones, la necesidad de casi volver a empezar en lo que es  una larga convivencia de días en una carreta reducida.  Por otra parte, una especial ilusión de encontrarse con los suyos y una emoción interior honda porque María sabe que empieza una nueva vida.  La boda que había quedado pendiente por su marcha a la casa de Zacarías e Isabel, ahora ya se realizaría y dejaría su casa de siempre, sus padres, rincones muy suyos, muy íntimos, y –naturalmente- empezaba a ser ahora esposa, ama de casa, con nuevos vecinos aunque evidentemente conocidos en el pueblo.  Era toda una novedad y creaba la doble sensación de determinada forma de recelo y de ilusión.
             Aproximadamente a la hora prevista la caravana llegó a la encrucijada de Nazaret.  Hubo despedidas muy bonitas, lágrimas, palabras de felicitación a aquella muchacha con la que habían compartido varios días, y en la que habían encontrado esa dulzura y equilibrio que pone paz y bienestar en medio de la variedad de sentimientos y reacciones que se producen en situaciones semejantes. María había dejado un gozoso recuerdo por su simpatía y juventud, tan impregnada –a su vez- de inusitada madurez.
             El encuentro con su padre  y con José fue muy emotivo.  María se había echado al cuello de su padre y allí hubo un abrazo prolongado. José supo esperar. Luego ese encuentro gozoso con José, unos prometidos que desearon un hogar común, que ahora permanecen en ese mismo deseo, pero sabiéndose dos elegidos por el Señor, para una misión y una obra privilegiada que sólo Dios podía saber cómo la llevaría adelante. Encerraba aquel encuentro todo el misterio de un futuro tan distinto del que hubiera tenido una pareja enamorada y que ve su boda ya a la inmediata.  Pero eso no quitaba que el mismo misterio fuera un estímulo con un plus de interés y de ilusión, cuando se sabían con Dios en medio de una manera tan peculiar, y bajo la voluntad y dirección del Altísimo.
             Así recorrieron aquel camino de vuelta a casa, contando María tantas experiencias vividas en casa de los parientes, desde su primera sorpresa por la mudez de Zacarías, al muy especial momento de la imposición del nombre al hijo, a Juan, otro elegido de Dios. Joaquín y José también contaron novedades o sucesos del pueblo.  Y la verdad es que se hizo corto el trayecto, que llevaba –a la par- el deseo grande de María de encontrar a su madre.
             Ana, por su parte estaba asomándose a la puerta y mirando impaciente ya el momento en que aparecieran los tres por el tramo que ella divisaba desde allí.  Por fin llegó ese instante y María ya corrió hacia su madre y se fundieron en un largo abrazo.
             Invitaron a José a entrar pero con la delicadeza de aquel hombre, declinó la invitación y dijo que ahora era un momento muy familiar y que él volvería al día siguiente. De hecho dejó ya el pensamiento suyo de que entonces hablarían ya de esa boda a la que Dios mismo le había movido desde aquella noche especial.
             María contó a sus padres mil detalles, sus experiencias tan variadas desde que dejó Nazaret, y muy especialmente lo mucho que había disfrutado en los meses que pasó con los parientes de Judea, que se habían volcado en delicadezas, y con los que ella había vivido momentos tan emocionantes.  Porque lo más grande que había conocido era que aquel hijo de Zacarías e Isabel era también un regalo de Dios.  Más aún: había sido enviado por Dios para anunciar a Jesús, el hijo de sus entrañas.  Ya le había “traducido” Isabel lo que a lo largo de meses pudo ir leyendo en los gestos de su esposo.  Pero Zacarías, finalmente, una vez que pudo hablar, la puso al corriente de los detalles tan concretos que había vivido (y que en realidad, así como ahora podía contarlos, también eran una novedad para Isabel).  Ana, Joaquín y María hablaron mucho aquel final de la tarde y dieron muchas gracias a Dios por cuanto habían podido acertar en los deseos no explicitados por el Señor.

A un paso de la Navidad


4º ADVIENTO-C
          Las circunstancias de esta mañana no me van a permitir demasiada explicación,, pero sí, por supuesto, todo el contenido esencial de este domingo que ya nos aboca a la Navidad.
             La primera lectura, aparte de hablarnos ya de Belén como ese lugar pequeño pero privilegiado de donde va a salir el jefe de Israel, fue precisamente el texto de la Escritura del que se sirvió Herodes más tarde (según la tradición escrita por San Mateo en su Evangelio) para orientar primero a los Magos y para él mandar la matanza de los niños. Ese jefe de Israel es designado en Miqueas como quien tiene su origen desde antiguo, desde tiempo inmemorial.  Bien está ahí asomando –aun más allá de lo que el profeta podría vislumbrar- un Mesías que es mucho más que un nacido en Belén. Por ese Mesías retornarán a Dios los hijos de Israel, y Él pastoreará con la fuerza del Señor.
             En la carta a los Hebreos está poniéndose la característica de ese Mesías, centrado ya en la persona de Cristo, cuya obra no va a ser un “poder” divino sobrenatural para situarse por encima de todo, sino una actitud de obediencia rendida a Dios.  Habían roto los planes primeros de Dios la desobediencia flagrante de Eva, que echa mano del árbol de la vida, desobedeciendo, a quien sigue Adán igualmente desobedeciendo a Dios. Y ahora fue María –nueva Eva, MUJER enemiga del pecado- la que se rendirá sin condiciones a la voluntad de Dios: Hágase en mí, según quieres Tú..  Y será Jesús, el Cristo, quien en ese primer pensar misterioso de su instante primero al entrar en el mundo, supera todo el mundo de cumplimientos externos de leyes, sacrificios, holocaustos, y se ofrece también incondicionalmente a Dios: Aquí me tienes, oh Dios, para hacer tu voluntad.  Y la nueva relación de todo fiel hacia el Dios del Cielo, se concentra en esa actitud: Hacer la voluntad de Dios.
             María se había entregado absolutamente en las manos de Dios. No quiso saber más, y se sintió como la esclava que –en su caso- entrega voluntariamente a Dios su misma voluntad, su ser entero. Ahora la podríamos pensar como una mística espiritual que se queda en oración y ya eso le basta.  Pero no es como se resuelve el tema. Porque ha sabido en el momento del anuncio que ha recibido de Dios que su pariente Isabel, ya mayor, está de seis meses.  Y María sabe que la voluntad de Dios es dejar ahora su transida devoción espiritual y salir hacia la montaña de Judea, a ayudar a Isabel.  Porque esa es ahora la clara voluntad de Dios.  Porque Jesús viene no sólo en la devota figura del Niño que va a nacer sino en la realidad diaria que ya “ha nacido”, que está ahí delante, que pone el concreto de ese “nacer Dios” en cada persona y en cada acontecimiento, tal como lo expresa uno de los Prefacios del Adviento.  Y son las circunstancias reales, el vivir diario, los sucesos reales que tenemos al lado, los que nos van diciendo dónde nos nace Jesús a cada uno de nosotros.
             Será muy hermoso reunirse en familia, será muy bonito cantar villancicos, ayudará tener un cierto aire de fiesta en la navidad. Pero lo que habrá que plantear (y la experiencia de otras veces nos lo dice), es si eso es un servir al Señor haciendo la voluntad de Dios;  si eso nos saca un poco más de nuestro egoísmo y posturas ancestrales y anquilosadas para saber que estamos creando familia, que estamos poniendo bases para una mejora en la vida familiar, con un respeto mayor a la diversidad, y a su vez si esa “diversidad” respeta a las otras diversidades…
             Si vamos a saber descubrir en las personas y en los acontecimientos (en el trabajo, en los vecinos, en cualquier prójimo) que no es nuestra “agua bendita” la que hace santa una cosa, sino nuestros saber estar atentos qué es más acorde con la voluntad de Dios, que hace mejor ese “mañana”, y por consiguiente, qué está preparándonos más de veras al verdadero encuentro nuestro con Jesucristo, para quien nuestra navidad está más cerca, y a la que llegaremos por vía directa si vamos buscando en nuestra vida hacer lo que agrada a Dios, vivir haciendo la voluntad de Dios.
             A eso es a lo que nos conduce el nacer diario de Jesús en el sacramento, en el Sacrificio santo de la Misa, que hoy podríamos condensar en la palabra que Jesús puso en nuestro corazón cuando nos enseñó lo que es una verdadera manera de relacionarnos con Dios:  hágase tu voluntad ahora en la tierra, como ya se hace en el Cielo.

sábado, 22 de diciembre de 2012

La estancia en casa de Zacarías


AIM KARIM
Tenemos a María ya situada en casa de Zacarías e Isabel. Y pasado el primer momento de emociones y sorpresas, entra a hacer lo que ha venido a hacer: prestar un servicio en aquella casa de una pariente mayor y embarazada.  María aporta, además, su jovialidad, su alegría, sus posibilidades de muchacha joven.  Como un aire de frescura en la casa de dos personas mayores y sin hijos que, quieras que no, han quedado menos baqueteadas en la vida que el resto de los hogares vecinos. María es un nuevo aire, una muchacha tan joven que les aporta mucho a ellos, y a quien muy pronto están considerando como una hija.
Por su parte, María, no es de quienes llegan a casa ajena a innovar y cambiar, a hacer las cosas a su manera por creerla mejor. María tiene una delicadeza suprema de preguntar los gustos, las costumbres, los detalles que son `propios de cada casa, máxime cuando esa casa es la de sus parientes, y parientes mayores, que tienen ya hecha su vida a su modo y manera.  María ayuda, y hasta puede sugerir lo que fuere en mayor comodidad para ellos.  Lo que no podemos pensar es una sobrina que viene pretendiendo hacer las cosas a su manera y cambiarles las costumbres y los modos a quienes están en su propia casa.
Así pasaron aquellos meses.  Y así llegó el momento del parto. Isabel dio a luz. Y cuando vinieron vecinos y parientes a dar la enhorabuena, todos empezaron a llamar “Ben Zacarías” (hijo de Zacarías) al recién nacido. Isabel intervenía cada vez muy decididamente: No;  que se va a llamar Juan. Y como siempre la gente se mete tan fácilmente donde no la llaman, venían a decirle que “nadie en tu familia se ha llamado así”.  Isabel no tenía que dar más explicaciones. Estaba dicho lo dicho.  Pero llegado el momento de la circuncisión, volvieron a la carga cuando ya estaban reunidos y como a la mujer no se le daba crédito, se dirigieron a Zacarías para preguntarle. Y Zacarías pidió una tablilla y escribió con rasgo firme: JUAN ES SU NOMBRE. Ni siquiera dijo que se fuera a llamar Juan… La cosa iba mucho más honda que eso y lo que declaraba –una señal muy seria para un judío- que ese niño traía ya un nombre. No es si ellos le querían llamar o no, sino que JUAN ERA YA SU NOMBRE, independientemente de otra cualquier cosa.  [El nombre de JUAN significa: Yawhé hace misericordia, o puede simplificarse en “ misericordia de Dios, respuesta a la oración  de Zacarías “que ha sido escuchada” y que en definitiva era pedir con ansias la venida del Mesías. Y ha llegado –con este hijo que se le anuncia- el momento inmediato de la gran misericordia divina]
Advierto una curiosidad que se escapa en la narración: que los se dirigen a Zacarías para preguntarle, lo hacen por señas.  En realidad Zacarías estaba mudo pero no sordo.  Y por tanto no necesitaban ellos las señas, aunque Zacarías sí necesitara la tablilla.
             Es evidente que para unos judíos aquel nombre que viene ya dado, y no es al arbitrio de unos padres, expresa que allí hay algo sobrenatural. La Biblia presenta diversos casos de esa realidad. U cuando Dios es quien pone el nombre, ahí hay algo mucho más grande que lo que pueda aparecer a simple vista. No es de extrañar que cuando Zacarías circuncida al niño, como era prescrito, y le pone el nombre de JUAN, y en ese instante recobra Zacarías el habla y alaba y bendice a Dios, haya un sentimiento de sagrado temor en los circundantes, y se pregunten admirados: qué va a ser de este niño,  están claramente ante una realidad que les rebasa, que les produce esa perplejidad y admiración del encuentro con lo divino, con lo misterioso. [Cuando hoy día vemos a muchos reaccionar contra las situaciones que no comprenden, y que tantas veces acaban convirtiéndose en quejas contra Dios, estamos asistiendo a esa  dolorosa experiencia de un pueblo que ya “no sabe leer” más allá de sus narices…; del ser endiosado que pretende saberlo y dominarlo todo al modo que cada cual cree y piensa que sería mejor. Y así nos va. Al perder la dimensión de la trascendencia, lo humano se choca de bruces con lo que no cabe en su corta cabeza].
             María asistió a todo aquello con hondo reconocimiento de la mano de Dios. Tenía ese “sentido interior” que sabe ir leyendo más allá, más profundo.  Y todo aquello le admiraba con un sentimiento de alabanza y amor crecido hacia su Señor, porque en Ella había la capacidad para “leer más lejos”, sin la miopía del que se ha quedado pegado a la tierra.

             Estaba cumplida su misión. Pasados pocos días, asistidas las necesidades de primera mano que hay tras los días del parto, María expresó su  necesidad de regresar a Nazaret.  Y aunque Zacarías e Isabel gustarían de que quedara más tiempo con ellos, comprendían que a María le esperaban también sus propias obligaciones… Que José aguardaba su regreso porque había quedado pendiente su boda, con ese momento solemne y significativo de conducir a María a su casa.
             Zacarías, hombre con cierto influjo por su misión sacerdotal, puso en movimiento sus conocimientos para que se preparara en Jerusalén el viaje de regreso de María, así como el aviso previo a Nazaret del día en que ella llegaría a la encrucijada de Nazaret.  Que desde Aim Karím a Jerusalén, sería él mismo quien acompañara a aquella criatura que el Cielo les había enviado Dios.  No sólo por la ayuda que ha prestado a Isabel y l alegría que ha aportado, sino porque en ella está –como había declarado Isabel, por inspiración divina- la Madre de mi Señor.  El grito de Israel…, la oración de Zacarías: Ven Señor, ven Salvador…, esa ilusión por la llegada del MESÍAS, estaba ya realizado en María

viernes, 21 de diciembre de 2012

Final de trayecto


             JERUSALÉN             
             Era el último día (¿cuarto?) del viaje. Cada día más cansados, como es natural. Por una parte con menos ganas, con menos temas que hablar porque ya se había hablado de muchas cosas. Aunque por otra parte con toda la ilusión de acercarse ya a la Ciudad Santa de Jerusalén.  Se conversaba posiblemente con menos bríos, aunque yo imagino siempre el genio alegre de María, su juventud, su capacidad para dar la vuelta a las cosas y sacar luces de las sombras. Porque además de su alegría natural, María tiene otro foco principal de gozo, que es su fe, su intimidad de alma, con la que conecta inmediatamente con Dios.  Y eso da sentido a todo.
             En un determinado momento avistó la caravana la gran Ciudad, cúpulas doradas del Templo, iluminadas por los rayos del sol poniente. El jefe de caravana detuvo la marcha e hizo bajar a los viajeros. Sabía él que era un momento sublime para todos ellos, hombres y mujeres llenos de emoción ante la vista del Templo del Señor.  Bajaron todos, ajenos a la vista que iban a tener delante, y sintieron el escalofrío de aquella vista que tenían delante. Prorrumpieron en cantos de los Salmos de peregrinación que eran precectivos y –por otra parte- explosión espontánea de la religiosidad de ese pueblo.  Se extasiaron entre cantos y alabanzas, y lágrimas de emoción. Entremezclado todo ello con la enorme alegría de la muy cercana llegada al punto de destino. Cierto que había quienes –como María- no habían acabado su viaje, pero Jerusalén era punto de referencia obligado, con la visita al Templo y la emoción de pisar tierra sagrada, de tanta veneración para un judío.
             Cuando se reanudó la marcha volvió la alegría y los buenos ánimos a todos. Las carretas parecían bullir con esa euforia que se les había infundido en el interior de sus corazones. Por fin la caravana se detuvo ante el portalón de la posada que era punto obligado de referencia de todos los caminantes que se habían de dirigir a sus diversos puntos de origen. Aquel hombre del turbante, que iba responsabilizado de María, se le acercó, se interesó por ella, y le dijo que ahora indagaría él quién podrías ser sus acompañantes hasta Aim Karím.  Sería mucha casualidad que alguien de aquella caravana llevara el mismo destino. La posada era el lugar más seguro para hallar a alguien, pero evidentemente habría que esperar para ello.
             Cuando se encontró a quien tomara esa responsabilidad tan encomendada por Joaquín, se le dejó en las manos ese tesoro que era la muchacha aquella. Y en el día fijado emprendieron camino, muy posiblemente a pie, porque la realidad es que ese pueblo judío estaba muy hecho a las caminatas.
             Llegados al pueblo, quienes acompañaron a María preguntaron por esa casa del sacerdote Zacarías y su mujer Isabel. Era muy fácil de dar con ellos. Y la condujeron hasta la misma casa, esperando que salieran a recogerla los parientes.  Como en los pueblos, y en esos tiempos, las puertas estaban abiertas y las gentes podían  entrar sin mucho protocolo hasta el interior.  María  delicadamente llamó desde el portal a Isabel. Y allí se produjo la reacción más inesperada.
             Isabel salió casi a trompicones, gritando con grandes gestos de admiración y acogida: Benita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vienten.  Quienes acompañaron a María estaban que no salían de su asombro. La verdad es que nadie había preguntado nada mi dicho nada, y sin embargo la dueña de la cada había salido casi enloquecida con alabanzas sublimes hacia aquella jovencita.  Comprendieron ellos que ya no hacían nada allí, pero se hubieran despedido si hubieran tenido ocasión. María les echó un reojo rápido, les hizo con la mano una señal de agradecimiento y despedida. No había lugar a más.  Zacarías había salido a la puerta movido por los gritos de alegría y alabanza de su esposa.  Si él conocía a María o no, no lo sé.  Pero ante las nuevas palabras de Isabel a María quedó verdaderamente transido por la emoción. Isabel –no sabía él ni por qué ni como- estaba diciendo algo inaudito: ¿De dónde a mí que venga a visitarme la madre de mi Señor? En cuanto tu voz llegó a mis oídos, salto de gozo la criatura en mi vientre.  Dice el texto que ella misma, Isabel, quedó llena del Espíritu Santo. Y no cabe duda porque estaba siendo profeta que proclamaba a gritos la llegada del Mesías.  Zacarías estaba profundamente emocionado.  Estaban encajando las piezas de forma maravillosa.  [Los que acompañaron en el viaje no se habían ido y observaban atónitos a distancia].  Zacarías hizo señales de que entrasen a la casa María e Isabel, porque había observado que acudían algunas vecinas y curiosos, atraídos por las exclamaciones de Isabel.  Una vez dentro, Zacarías hizo ademanes a maría para expresarle su mudez, e Isabel explicó ya a María lo que había detrás de esa mudez temporal de su esposo.
             Y como dentro de la casa siguieron las emotivas alabanza s de Isabel, María recogió todo aquello que la pariente le dirigía, y con la mayor sencillez las aceptó (porque respondían a plena verdad que no iba María a negar.  Pero por supuesto no se las quedó para ella. Con la grandeza de la madurez de un espíritu y valor interior, volteó cada una de aquellas alabanzas hacia Dios.
                La expresión que uso: “volteó” no tendrá técnicamente el sentido que quiero expresar, pero la uso como una experiencia que tuve en una ocasión con una persona religiosa que en sus alegrías y sufrimientos –sobre todo en el sufrimiento- acababa diciendo: lo volteo hacia Dios… La imagen de esa expresión que yo me hice era como quien ve venir hacia él algo que se le echa encima y se da el arte de hacerlo elevar por encima de su propia cabeza para que aquello se eleve hacia Dios…  Sea o no un sentido aceptable de la expresión, a mí me dijo mucho y me significó muy de lleno la gran realidad de quien mucho recibe pero no se envanece ni envalentona, porque sabe de inmediato referirlo a Dios.
 Y María –como buena mujer judía- convirtió todo aquello en un cántico salmodiado, que recogía expresiones bíblicas y construía una gran alabanza a Dios, que siempre acoge y bendice a los pobres y humildes o sencillos, remontándose al gran padre de la fe, Abrahán, que supo sacar de su humilde obediencia a Dios, la mejor alabanza de un creyente: creer contra toda razón, pero creer en Dios porque Dios es la suprema razón de creer.

jueves, 20 de diciembre de 2012

Sr hace camino al andar


             El camino
             Avanzó la caravana a su paso lento, con su traqueteo propio, con la curiosidad de la nueva compañera, con lo que son las presentaciones espontáneas de unas y otras, y el interés de María por cada una, por los motivos del viaje de cada cual (que era –de suyo- la conversación que ya traían desde que arrancaron en Cafarnaúm.  Los comienzos son siempre más fáciles en la convivencia de personas en un espacio reducido y siendo cada cual quien es y como es. Es evidente que los caracteres de unas y otras se iban definiendo a simple vista: la persona sufrida y la sufriente (que no es igual); la de corazón más ancho y la vive su pequeño mundo (que para ella es más grande que el de las demás); la retraída que huye las preguntas y se reduce a su monosílabo que mantiene un hermetismo en el que nadie puede entrar; la “sensible” (decimos en lenguaje coloquial “la picajosa”) a la que hay que “tratar con gasas”… (muy semejante a la persona celosa, envidiosa, sabelotodo, con afán de protagonismo), y la persona serena que busca poner ambiente propicio, con corazón abierto y comprensivo; quien acapara o quien sabe ceder de sí porque –cuando hay que convivir- sabe que es preferible dar algo que mantenerse en sus trece…  La persona que sabe salpicar de alegría y optimismo una relación humana, y la que sirve de erizo y “casa-sola”…  No perdamos de vista que han de permanecer en aquel pequeño habitáculos muchas horas de tres días (por lo menos), en aquellos ciento cincuenta kilómetros, y que esta observación que hago aquí es de mucha importancia para imaginar a María en su viaje, e ir descubriendo en ella su bondad, su buen saber hacer, su humor alegre, su madurez (aunque pueda ser –quizás- la más joven de aquel viaje. Y para captar al vuelo la riqueza humana de quien tiene una vida interior profunda, que le da un equilibrio para superar y atemperar los efectos de la convivencia obligada…  Es esa persona que –sin aspavientos- muestra muy pronto esa autoridad moral para que todas moderen sus expresiones, sus reacciones…, y los mismos conatos de explosión de carácter que puede sobrevenir en el momento más inesperado.
             Cuando al cabo de un par de horas el jefe de caravana dio la orden de parada, para que todos bajaran de su carretas y caminase, se movieses o recostasen…, destensaran músculos o desfogasen energías negativas acumuladas, María está por allí, bien acercándose a quien más le puede necesitar…, a la que ha visto que puede ayudarle un poco de alguna manera…, o retirada en un aparte en el que María explaya su alma con el Dios del Cielo…, y con el Hijos de sus entrañas (el que el Dios que se le ha venido a su seno).  Eran momentos que agradecía María con todas sus fuerzas, porque le reproducían mucho mejor su propio ambiente, el de casa pacífica y el de sus ocasiones de interiorizar sus pensamientos e ilusiones, sus ofrecimientos yn peticiones.
             Luego seguirá de nuevo la marcha de la caravana. Todos vuelven a sus puestos, y reinician otra etapa que durará hasta la hora de la comida. Los ánimos más nuevos, las oportunidades de “volver a empezar” que son tan valiosas y tan valientes cuando –tras un rato de calma- han podido racionalizarse un poco los sentimientos que son traicioneros en muchas ocasiones.
             Uno de a caballo se va acercando a las carretas para cerciorarse de que van todos bien, para ver si hay alguna necesidad, y también para ayudar a variar un poco el panorama monótono de ls horas que se van haciendo cada vez más pesadas.  Sin mostrarlo mucho hacia afuera, también con una atención hacia María, que va bajo la tutela del que se ha hecho responsable de conducir a aquella muchacha hasta su destino.
             A la caída de la tarde –ya están calculados los tiempos y las horas- llegan a la posada “de carretera” donde lo hacen habitualmente las caravanas, y donde ya existen mutuos acuerdos para esos traslados de personal, cuido de los animales de enganche, y todos esos detalles que ya están acostumbrados quienes conducen habitualmente aquellas caravanas.
             Luego aquellos lugares de acomodo suficiente para la noche, el descanso, y esa prudente vigilancia para que todo transcurra en paz y respeto al sueño y a las personas.
             Me he detenido a conciencia en la primera descripción porque la vida se hace en esos pequeños habitáculos” que son la familia, el hogar, el grupo, la comunidad, la clausura, el centro de trabajo, el colegio, las asociaciones…, y todo modo donde caemos muchos tipos de personas.
             Y esas convivencias se dan normalmente con personas muy diversas, estilos muy distintos, psicologías muy variadas. Ahí hay traumas, filias, fobias, caracteres apacibles y también los dominantes, los que saben ser y estar en ese equilibrio y equidistancias indispensables, y quienes tensan las situaciones por sus egoísmos, su oculta o abierta soberbia que les pone siempre como la yema (y son incapaces de no serlo), los celosos, los que siempre tienen “más derechos”, los acomplejados, los que sufren sus propias patologías psicológicas y se imaginan a sí mismos como postergados… Todos esos “tipos caracteriológicos” (y los muchas más…) se dan en la vida real…, existen en la convivencia de cualquier clase.  Y todos necesitamos conocer y conocernos, saber servir de colchón que atempere, tener “cintura” para soslayar tensiones, soportar con paciencia las flaquezas de nuestro prójimos (lo mismo que les pedimos a ellos para con nosotros.
             Y me quiero a imaginar a Maria en medio de esta “carreta” nuestra (cada cual en la suya y en sus circunstancias), y encontrar su sonrisa, su madurez, su saber emplear el sentido del humor, su templar sentimientos (los propios y los ajenos)…, y mostrarnos la riqueza profunda –y la gran almohadilla que es la vida interior verdadera- para saber estar y saber dejar estar…, que son normas esenciales de convivencia, en la que unas veces el silencio oportuno, y otras la vaselina de una palabra buena a tiempo, nos ayudarán tanto a hacer viable esta “caravana” en la que estamos caminando y en la que tenemos que caminar.  Y hacer que nos sobrellevemos con suficiente prudencia hasta ese término del viaje que será la Ciudad Santa, a la que nos encaminamos, como aquella caravana que lleva a María a su destino en este viaje hacia las montañas de Judea.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

LA FE formada y fundamentada


La “fe” y LA FE
          Lo que el Evangelio dice sobre el nacimiento de Jesús: “Y sucedió que mientras estaban allí [la ciudad de Belén] se le cumplieron a María los días del parto, y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, pues no había para ellos lugar en la posada”.  Y a continuación cuenta el anuncio a los pastores. Puede leerse en San Lucas 2.
          Lo que el Papa ha escrito en su libro: La infancia de Jesús”:  Como se ha dicho, el pesebre hace pensar en los animales, pues es allí donde comen. En el Evangelio no se habla en este caso de animales. Pero la meditación guiada por la fe, leyendo el Antiguo y el Nuevo Testamento relacionados entre sí, ha colmado muy pronto esta laguna, remitiéndose a Isaías 1,3: «El buey conoce a su amo, y el asno el pesebre de su dueño; Israel no me conoce, mi pueblo no comprende.»
             Lo que los medios de comunicación han filtrado:  el Papa dice que no hubo en Belén ni mula ni buey.

             La distorsión del texto es flagrante.  El Papa ha dicho sencillamente lo hay en el Evangelio y lo que no hay.  Y a su vez completa que la meditación guiada por la fe, leyendo las Sagradas Escrituras ha colmado pronto esta laguna.  Y cita el texto de Isaías que da lugar a la tradición popular y devota que hablaba (en otro contexto, 8 siglos antes) de la mula y el buey “que conocen el pesebre de su amo”.  Y precisamente queda claro con eso un aspecto: lo que era un pueblo conocedor de los Libros Sagrados para ser capaz de que un texto le pueda evocar a otro y encontrar un “objeto” propio de meditar guiados por la fe.
             Por consiguiente, el revuelo levantado es postizo, absurdo y calumnioso.  Creo que es fruto de “mala fe”  Y me explico: Una fe mal formada. Una fe ignorante. Una fe que no es tal fe en Dios porque ha puesto el objeto de la fe en donde no es.   U otro estilo de mala fe, que supone ya una intencionalidad:  determinados medios de comunicación, al servicio de determinadas mafias anticatólicas, sean políticas, masónicas, o “sociales”…, infestan la verdad con las mentiras con las que buscan sacar  adelante “sus fines”.  ¿Conocen Vds. que un Sindicato ha tildado a CARITAS de “mafia” para ganar adeptos dando comidas a necesitados, cuando ellos no dan nada, y dicen estar “por los débiles”?  Es evidente que ahí no hay buena fe. La intención es minar y confundir la ignorancia de muchas gentes buenas, pero evidentemente sin bases en su mundo religioso tan prendido con alfileres.

             Sólo desde ahí se puede entender que haya personas que dicen “tener fe” y que hagan más caso de un periódico panfletario, o de las habladurías que corren de unos u otros, y se pongan a criticar a un “profesional”  de una inmensa altura científica y teológica. Ni que se discuta si es oportuno o no, porque lo inoportuno es no saber y no querer saber.  Y la FE, cuando es auténtica y real, agradece conocer la verdad de cada realidad, precisamente porque en la verdad es donde Dios se hace más patente. Y donde la fe se purifica de esas adherencias que no son el objeto de la fe. Y que en un caso como éste no se niega lo que es meditación guida por la fe, fruto –precisamente- del conocimiento de los textos sagrados, que encierran riquezas inigualables para poder enriquecer piadosamente lo que el Evangelio no dijo ni pretendió decir. Y que sin embargo se puede meditar con fruto, sabiéndole dar a cada cosa su punto y valor.

             Pongo por caso: el Evangelio no se mete en describir costumbres, lugares, caminos, formas…, porque ese no es su objetivo. Pero quien haya ido a Tierra Santa iluminará mucho lo que no expresan los textos.  Quien haya leído y conocido las costumbres de aquel pueblo donde vivió María, José, Jesús…, podrá utilizar lógicamente esos datos como situaciones reales que se pueden aplicar perfectamente en una contemplación sobre Jesús, sobre sus modos de actuar, o sobre el desenvolvimiento normal en que pudo desenvolverse un dato que, por otra parte, es escueto o ni siquiera expresado en el Evangelio.
             Ésta es una de “las artes” que enriquece la oración para quien ora en la humildad y sinceridad de querer llegar lo mejor posible a un interior de las personas, situaciones o hechos evangélicos…, o sencillamente quiere saber algo más de lo que sabe. Por supuesto que hay otras muchas formas de oración, y son válidas en cuanto que ayuden a sentir internamente  el misterio de Jesús.
             En realidad lo que está en juego es “la fe o LA FE.

María irá a casa de Isabel


          PROGRAMANDO EL VIAJE
             A la tarde de ese mismo día que había sido tan decisivo para José, volvió a la casa de Joaquín. José, en la parte que a él le tocaba, estaba dispuesto a realizar ya el proyecto de Dios, para llevar a María consigo y que se realizase la boda.
             Joaquín expresó ante Ana y María, lo que ya le había dicho en la difícil entrevista del día anterior: que María había sabido –de parte de Dios- que una pariente ya mayor, que vivía en las montañas de Judea- también había quedado embarazada.  Y que María había pensado que esa comunicación de Dios la llevaba a ella al deseo de poder echar una mano a esa prima (o parentesco indeterminado) por ser mayor y embarazada, y que podría necesitar una mayor ayuda.  Y que siendo María tan joven, pensaba que Dios podía haberle puesto delante una misión que ella sentía podía realizar. Eran tres meses los que quedaban a Isabel, y tampoco era mucho tiempo de espera para la boda, aunque tuviera esa dificultad de la ausencia. Evidentemente Joaquín, Ana y María sabían que José tenía sus derechos adquiridos en la vida de María, desde aquel anterior compromiso  y desposorio que había tenido lugar en tiempos anteriores.
             José era noble y era persona razonable. Comprendía que tan de Dios era la misión que se le había encomendado a él, como la manifestación tenida por María.  Y asentía plenamente.  Además, le gustaba ese detalle de su prometida esposa, que revelaba la finura de sus sentimientos.
             Quedaba ya que Joaquín, desde sus influencias y conocimientos, tratara en Cafarnaúm, el centro comercial de la nación, quién y cómo podría hacerse responsable del encargo de conducir a María hasta Jerusalén en alguna de las caravanas que partían a diario desde Cafarnaúm hasta la Ciudad Santa, con sus productos, y los viajeros que normalmente podrían tener que desplazarse, y tenían ese medio que daba seguridad a tan lago viaje de más de 150 kilómetros.  Pudo contactar con personas de garantía, experimentadas en esas caravanas, y se convino precio, día y hora en que la caravana avanzaría por la calzada real, y donde Joaquín y María esperarían en la confluencia con el camino que unía a Nazaret con esa calzada principal, que era columna vertebral de la vida de esa nación. La debían a los romanos, que eran prácticos y avezados en estas realidades necesarias en la vida de un país.

             Se le comunicó a José. Él estaría también presente ese día y acompañaría a Joaquín y a su esposa en ese camino desde el pueblo al camino real.   Ana y María prepararon el hatillo que llevaría María consigo, y algunas viandas que podría necesitar, aunque los gastos del viaje y manutención los abonaría Joaquín al jefe de caravana en el momento del embarque. Y así, al llegar ese momento, Ana los despidió con la emoción de esa ausencia y el sentimiento contenido. Los tres partieron, Ana los siguió con la mirada hasta que desaparecieron tras el primer recodo, sorbiendo esa lagrimita incontrolable que se lleva siempre un momento como éste. Los tres siguieron su camino; María mostraba su jovial alegría que compensaba esos otros sentimientos de una despedida, y aguardaron en la encrucijada la llegada de la caravana.
             No tardó mucho en aparecer en el horizonte. Al llegar a la altura de nuestra viejera, se detuvo la caravana, y bajó de una de las carretas un hombre con su turbante a la cabeza, se dirigió a Joaquín, presentó “sus credenciales” como el responsable de aquel encargo. Éste presentó también al jefe de caravana, a quien Joaquín hizo el pago de los gastos correspondientes, y encargó con mucho énfasis el cuidado de su hija –y prometida de aquel que les acompañaba, José-, para que se le cuidara y protegiera hasta Jerusalén, y que desde alí  tenían que seguir responsabilizados hasta que llegara a su destino en las montañas de Judea. El del turbante condujo a María a la carreta donde iban las mujeres. Quedó acomodada María, quien pronto se ganó la buena acogida por su desparpajo y alegría.  Se dio la orden de marcha y María y los que quedaban en tierra se dieron ese emocionado adiós agitando sus manos y disimulando el nudo en la garganta que supone esa ausencia y vacío que deja el dejar “a la otra parte” un trozo del propio corazón.