Liturgia. ADVIENTO
Ha acabado un año litúrgico, con toda su fuerza puesta en ese momento
del encuentro último con Jesús, encuentro al que caminamos todos. Y acabó con
unas palabras de exhortación y toque de atención: Manteneos en pie ante el Hijo del hombre. Una “traducción” de
aquella otra palabra: Vigilad y estad
preparados porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre. Y
es evidente que ahora está más cerca que
cuando empezamos el camino. Se nos marca ya cercana la “línea de meta”.
Pero la realidad es que hoy estamos situados en una línea
de salida. Un nuevo comienzo. Una llamada a la esperanza de algo que está por construir
y que –por este momento- se nos pone en las manos para que lo reempecemos a
dibujar.
La liturgia de hoy va marcando los diversos momentos de
esta carrera. Jer 33, 14-16: Mirad que
llegan días en que se cumplirá la promesa…; suscitaré a David un vástago
legítimo que traerá justicia y derecho (=santidad y bondad) a la tierra. El foco está puesto en el
Mesías que fue prometido y que ahora es anunciado como cercano. Esta lectura
abre la expectativa del adviento, que desembocará históricamente en el
nacimiento de Jesús, el Mesías, Hijo de Dios.
Es claro que este hecho ya sucedió, y que nuestra mirada al
acontecimiento de Belén ya no se queda en un nacer de un niño, puesto que
aquello ya sucedió y no sucede cada año. Pero cada año es una mirada al CRECER
de ese Niño que vino a llenar una historia divina y humana, que a nosotros nos
llama a incorporarnos con nuestro propio crecimiento. Por eso el adviento
vuelve cíclicamente a nosotros, para tomarnos el pulso de ese crecimiento
nuestro, que debe llegar a la estatura
del adulto. No podemos aniñarnos en nuestra fe y en nuestro vivir
cristiano. Cada adviento comienza en un nuevo tramo de escalera de este
rascacielos que nos va llevando a Dios.
Porque se trata de ir realizando una ascensión por nuevas
etapas en las que la fuerza que impulsa es el núcleo de la vida cristiana, como
nos pone delante la 2ª lectura (1Tes 3, 12-4, 2): Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos,
lo mismo que nosotros os amamos, y que así. Cada tramo nuevo de la escalera
debe estar adornado de ese color especial que da el amor cristiano, concretado
en realidades propias de la vida de cada persona. Pero no es para quedarse en
el trayecto, sino que al final de esa ascensión está el encuentro: para que cuando Jesús nuestro Señor vuelva acompañado de sus santos, os
presentéis santos e irreprensibles ante Dios nuestro Padre. Nueva
mirada del adviento, y en definitiva, la verdadera para nosotros. Porque Belén
ya ocurrió. A Jesús lo hemos de hacer vivo desde el amor que pongamos en los
otros…, y desembocaremos en el encuentro final…, ese que no hay que situar “al
fin de los tiempos” sino mucho más próximo a cada uno, cuando dejemos este
mundo y en ese instante nos encontremos con el Señor, realidad que está más cercana que cuando empezamos la
escalera.
Todavía el Evangelio (Lc 21, 25-28. 34-36) nos lleva a unir
la cadena que acababa ayer y que vuelve hoy advirtiéndonos: Manteneos en pie ante el Hijo del hombre.
Ayer miraba a ese momento de quien comparece para recibir el veredicto del “año”
(de la vida ya vivida). Hoy es todo un planteamiento de futuro: Mantenerse en pie equivale –ha quedado dicho- a Tened la cintura ceñida y estad alerta para
abrir al señor apenas llegue y llame. Ahora esa exhortación a mantenerse en
pie es una postura activa, de disponibilidad, de bastón en la mano y las
sandalias calzadas parta salir de inmediato. Ahora es una llamada urgente a no
quedarse parados como si ya estuviese todo conseguido…, la postura del falso
rico que cree tener ya sus graneros repletos y que sólo piensa ahora en
tumbarse y disfrutar… La postura del cristiano que da por hecho todo lo que
tenía que hacer y se duerme en sus laureles.
Pues no: ADVIENTO es todo un botón de fuego que llama a mantenerse activo, a saber que hay que
recomenzar, y que esa escalera está para irla subiendo hasta poder descansar un
día en la cima, junto a Dios. Para esa ascensión hay nuevas venidas diarias de Jesús, que van haciendo palpable su
venida en la Eucaristía, en la Palabra, en la Oración, en la búsqueda de nuevas
oportunidades para hacer crecer conocimientos y vivencias espirituales. Mantener en pie con la ilusión de esa nueva
versión de “Belén”, que ya es el estado del alma que vamos preparando con
nuestras obras y vida interior, para ofrecerlo a Jesús que continuamente viene.
Os voy a faltar durante 3 días en que me ausento de mi base,
y no podré acompañaros con el comentario de cada mañana.
OS REMITO a mi
libro QUIÉN ES ESTE, que os aseguro
que os va a acompañar en ese avance del tiempo de adviento.