domingo, 29 de noviembre de 2015

29 noviembre: llega el ADVIENTO

Liturgia. ADVIENTO
          Ha acabado un año litúrgico, con toda su fuerza puesta en ese momento del encuentro último con Jesús, encuentro al que caminamos todos. Y acabó con unas palabras de exhortación y toque de atención: Manteneos en pie ante el Hijo del hombre. Una “traducción” de aquella otra palabra: Vigilad y estad preparados porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre. Y es evidente que ahora está más cerca que cuando empezamos el camino. Se nos marca ya cercana la “línea de meta”.
          Pero la realidad es que hoy estamos situados en una línea de salida. Un nuevo comienzo. Una llamada a la esperanza de algo que está por construir y que –por este momento- se nos pone en las manos para que lo reempecemos a dibujar.
          La liturgia de hoy va marcando los diversos momentos de esta carrera. Jer 33, 14-16: Mirad que llegan días en que se cumplirá la promesa…; suscitaré a David un vástago legítimo que traerá justicia y derecho (=santidad y bondad) a la tierra. El foco está puesto en el Mesías que fue prometido y que ahora es anunciado como cercano. Esta lectura abre la expectativa del adviento, que desembocará históricamente en el nacimiento de Jesús, el Mesías, Hijo de Dios.
          Es claro que este hecho ya sucedió, y que nuestra mirada al acontecimiento de Belén ya no se queda en un nacer de un niño, puesto que aquello ya sucedió y no sucede cada año. Pero cada año es una mirada al CRECER de ese Niño que vino a llenar una historia divina y humana, que a nosotros nos llama a incorporarnos con nuestro propio crecimiento. Por eso el adviento vuelve cíclicamente a nosotros, para tomarnos el pulso de ese crecimiento nuestro, que debe llegar a la estatura del adulto. No podemos aniñarnos en nuestra fe y en nuestro vivir cristiano. Cada adviento comienza en un nuevo tramo de escalera de este rascacielos que nos va llevando a Dios.
          Porque se trata de ir realizando una ascensión por nuevas etapas en las que la fuerza que impulsa es el núcleo de la vida cristiana, como nos pone delante la 2ª lectura (1Tes 3, 12-4, 2): Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos, y que así. Cada tramo nuevo de la escalera debe estar adornado de ese color especial que da el amor cristiano, concretado en realidades propias de la vida de cada persona. Pero no es para quedarse en el trayecto, sino que al final de esa ascensión está el encuentro: para que cuando Jesús nuestro Señor vuelva acompañado de sus santos, os presentéis santos e irreprensibles ante Dios nuestro Padre. Nueva mirada del adviento, y en definitiva, la verdadera para nosotros. Porque Belén ya ocurrió. A Jesús lo hemos de hacer vivo desde el amor que pongamos en los otros…, y desembocaremos en el encuentro final…, ese que no hay que situar “al fin de los tiempos” sino mucho más próximo a cada uno, cuando dejemos este mundo y en ese instante nos encontremos con el Señor, realidad que está más cercana que cuando empezamos la escalera.
          Todavía el Evangelio (Lc 21, 25-28. 34-36) nos lleva a unir la cadena que acababa ayer y que vuelve hoy advirtiéndonos: Manteneos en pie ante el Hijo del hombre. Ayer miraba a ese momento de quien comparece para recibir el veredicto del “año” (de la vida ya vivida). Hoy es todo un planteamiento de futuro: Mantenerse en pie  equivale –ha quedado dicho- a Tened la cintura ceñida y estad alerta para abrir al señor apenas llegue y llame. Ahora esa exhortación a mantenerse en pie es una postura activa, de disponibilidad, de bastón en la mano y las sandalias calzadas parta salir de inmediato. Ahora es una llamada urgente a no quedarse parados como si ya estuviese todo conseguido…, la postura del falso rico que cree tener ya sus graneros repletos y que sólo piensa ahora en tumbarse y disfrutar… La postura del cristiano que da por hecho todo lo que tenía que hacer y se duerme en sus laureles.
          Pues no: ADVIENTO es todo un botón de fuego que llama a mantenerse activo, a saber que hay que recomenzar, y que esa escalera está para irla subiendo hasta poder descansar un día en la cima, junto a Dios. Para esa ascensión hay nuevas venidas diarias de Jesús, que van haciendo palpable su venida en la Eucaristía, en la Palabra, en la Oración, en la búsqueda de nuevas oportunidades para hacer crecer conocimientos y vivencias espirituales. Mantener en pie con la ilusión de esa nueva versión de “Belén”, que ya es el estado del alma que vamos preparando con nuestras obras y vida interior, para ofrecerlo a Jesús que continuamente viene.

          Os voy a faltar durante 3 días en que me ausento de mi base, y no podré acompañaros con el comentario de cada mañana.

          OS REMITO a mi libro QUIÉN ES ESTE, que os aseguro que os va a acompañar en ese avance del tiempo de adviento.

sábado, 28 de noviembre de 2015

28 noviembre: Las "fieras" actuales

Liturgia
          Ahora cerraremos ya el año litúrgico que, tras el domingo anterior, ha ido desarrollando la profecía de Daniel. Hoy (Dan 7, 15.27) pide Daniel explicación de aquellas fieras que había visto (y que se recogieron ayer en la lectura correspondiente). En efecto aquellas fieras y aquellos cuernos (signo de poder) representan dominios humanos contra el pueblo de Dios. Por todo eso tiene que pasar “el pueblo de los santos”. Pero la cuarta fiera, la más maligna y poderosa, es la que le ha llamado más la atención a Daniel, y quiere saber quién es, y cuál es ese cuerno de en medio y más poderoso.
          Por el primer libro de los Macabeos sabemos que fue Antíoco Epifanes, el que desató la persecución más sanguinaria, y el que prohibió las fiestas y leyes judías (cambiar el calendario y las leyes, que la lectura de ayer nos fue exponiendo). Dominio que duró un año y otro año y año y medio más…: 3 años y medio… Es decir, cosa que se acaba, puesto que es la mitad del simbólico “7” que indica totalidad. Porque al final triunfa el pueblo de los santos del Altísimo, un reino eterno que será el definitivo.
          Así se anuncia el final del tiempo desastroso y la llegada del reinado de Dios. El final del año litúrgico y el aterrizaje en la novedad que debe llevar un nuevo comienzo; el final de la vida de cada uno y el desemboque en la eternidad. Que es la pedagogía a la que nos ha ido pretendiendo llevar el curso del año litúrgico en sus ciclos diarios, dominicales y los fuertes y especiales de Adviento, Navidad, Cuaresma, Pascua.
          El peligro que solemos tener al leer estas profecías y aun los mismos libros históricos, es el de “ver los toros desde la barrera”, o ver la película desde nuestra butaca…, sin implicarnos en nada. Se lee la Sagrada Escritura, pero SE LEE simplemente. Y cuando pretende uno “orar”, lo hace desde un espiritualismo que no aterriza. La labor que nos toca es la de “traducir” la substancia a una realidad en la que nos sintamos implicados. Ayer les llevaba a cuatro FIERAS ACTUALES, que devoran lo más sagrado: ataque frontal a la familia, a la Patria, al Ejército…, o sea, todo lo que tiene una fuerza intrínseca para poner valores en la vida. Finalmente había que atacar a la Iglesia, y en definitiva, arrancar a Dios de las conciencias. Había que cortar la trama fundamental de unos valores objetivos, unos puntos de referencia inalterables. Y se ha acabado por inventar ese diabólico engaño de que todo es bueno, nada es malo, todo vale, todo es igual. Se ha eliminado (y mofado) el sentido del pecado, de la muerte, del compromiso de una vez para siempre… Y como Dios es inmutable y eso no iba con la voluntad de merengue, se ha eliminado a Dios.
          Y esto no es “lectura superficial” que podemos pasarla por alto. A un mundo sin valores, lo mismo le da eliminar a un anciano que a una mujer, que a un niño, que a un grupo anónimo (víctima del terrorismo). Pero ¿a quién nos quejamos? No queríamos quitar de en medio a Dios? –Pues ahí tenemos “los frutos” (que para el caso son iguales). ¿Por qué vamos a reaccionar con unos más que con otros? Si a Dios se le ha quitado de en medio, TODO VALE. Y que no vengan ahora los hipócritas a hacer manifestaciones por la violencia de género y se callen por los miles de niños destrozados (y vendidos por piezas) en el macabro negocio de determinados tanatorios, en connivencia con clínicas abortistas. Que no vengan “escandalizados” por los crímenes terroristas, y se estén callando ante los ancianos eliminados porque ya no son útiles a la sociedad…, o ante la profanación de lo más sagrado, llevada a cabo por mujerzuelas que invaden una Capilla de Universidad…
          La terrible fiera de 10 cuernos y del más peligroso cuerno que sale por medio, no se ha quedado en la profecía de Daniel. La estamos viendo a diario. [Y no lo vemos más porque los medios de comunicación son “muy prudentes” en comunicar semejantes cosas, mientras airean a bombo y platillo cualquier modo de desprestigiar a la Iglesia, a los Sacerdotes…]

          Una palabra final nos tiene que hacer respirar en la esperanza: Lc 21, 34-36 cierra el ciclo de anuncios de final con una exhortación que debe quedar por encima de todo lo demás. Dice Jesús: Manteneos en pie ante el Hijo del hombre. No se os embote la mente con el vicio, la bebida, la preocupación por el dinero… Mantenerse DE PIE ante Jesús, que viene un día definitivamente (y ahora más cercano que antes), es poder presentarse con las manos libres de tanta cloaca como brinda la sociedad. Es poner la mano en el pecho y no dejarse manchar por esos “cuernos” de maldad que lleva en su frente un monstruo terrible y contagioso, de mente embotada por la  pasividad que no quiere complicaciones. 

viernes, 27 de noviembre de 2015

27 novbre.: Yemas y primavera

Liturgia
          Dan 7, 2-14 nos trae una lectura fea y desagradable, llena de monstruos amenazadores, para llegar a un final –que es el pretendido- de ese como hombre, que viene sobre las nubes del cielo, que avanza hasta el trono de Dios y que recibe poder, honor y gloria, y un reino eterno, que no cesará.
          Pero es evidente que la Sagrada Escritura se nos da para algo y que esos monstruos feos y esa narración desagradable no está puesta ahí para asustarnos con el “coco”, sino para adentrarnos en algo muy importante. Por lo pronto esos seres llenos de cuernos están representando reyes y pueblos, y situaciones que atentan contra el pueblo de Dios.
          Y para no perdernos en lo que fue en otro tiempo, lo que nos puede interesar es descubrir los monstruos destructores del momento actual. Y es muy fácil identificarlos: un plan muy estudiado de destrucción de valores fundamentales: ataque y destrucción de LA FAMILIA. Ruptura de lazos y dependencias familiares, y de los valores e influencias de ese núcleo en donde se cuece la vida de los brotes nuevos. Monstruo de las ESCUELAS y centros de educación, que actúan contra enseñanzas familiares y se constituyen en focos de influencia ideológica en vez de su labor de educación y formación.
          Un segundo monstruo va a la destrucción de la PATRIA. Romper conceptos de honor, nación, bandera, valor, unión… Y con la caída de la patria, la destrucción del EJÉRCITO: disciplina, ideal, sentido de la responsabilidad, de ir más allá que los propios intereses personales y egoístas.
          Y como, en definitiva, el gran bastión de todo lo noble, justo, recto, permanente…, es la IGLESIA, LA RELIGIÓN, el ataque furibundo del monstruo de más cuernos está dirigido contra ese valor esencial. Y en definitiva, contra Dios. La labor del monstruo ha sido lavar las mentes de los niños, jóvenes y adultos para arrancarles el sentido de Dios, de la referencia a lo supremo, eterno, inmutable…, que eran los pivotes esenciales para unos criterios firmes.
          Al monstruo espantoso e invisible del “ambiente”, “la sociedad”, le era necesario tener una masa amorfa manipulable, a la que llevar como borregos por donde mejor soplara el viento para los intereses de las mafias humanas. Y como a la fiera se le alimenta con carnaza y sexo, libertinaje y anulación de toda traba, esa fue y es la fácil labor de ese “cuerno” diabólico que se destacó sobre todos los demás.
          El mundo se ha hecho amorfo, débil, facilón, fofo… Va a la deriva arrastrado por los vientos que se le ocurre al “cuerno” de turno, bien aliado con la telebasura, la falsa Universidad, la sucia política…
          Era fea la lectura…, pero no hacía más que reflejar esa fealdad de la realidad. Lo que pasa es que esa no es toda la realidad. Al final de la visión, el profeta ha visto venir a uno como hombre, que se dirige a Dios, y que recibe poder, honor y reino, y al que obedecerán todas las naciones de la tierra, y cuyo reino no acabará.
          Todo lo cual engarza perfectamente con el Evangelio de Lc 21, 29-33, en el que Jesús pone esa esperanza de las yemas de la higuera que anuncian la primavera. Esos brotes que advierten que vuelve la vida…, que el invierno ha pasado, que los campos se vestirán de color y que habrá nuevos frutos. Pues cuando veáis que todo esto sucede, sabed que está cerca el Reino de Dios. La visión que vale es la última. Y en medio de todo ese mundo zafio que estamos viendo y viviendo, algo se mueve en la dirección contraria… El firmamento y la tierra pasarán…, MIS PALABRAS NO PASARAN. Y la Palabra de Jesús es palabra de esperanza, palabra “de primavera”, palabra de optimismo. Es cierto todo lo que estamos viviendo, y cómo esa mano diabólica ha conseguido meternos en este hoyo de un mundo sin valores de referencia, sin respeto a la vida, sin consistencia…, con unas generaciones que marchan embebidas en sus borracheras egoístas, injustas, plagadas de abusos de todas clases en los de arriba y en los de abajo…, un mundo al que le cuadra muy bien el calificativo de LOCO, inane…

          Pero algo y ALGUIEN nos está haciendo mirar las yemas que brotan, la primavera que se anuncia… Y que nos dice abiertamente que todo esto va a pasar y deshacerse como azucarillos, precisamente por su inconsistencia… Pero que, como un amanecer nuevo y lleno de esperanza, MIS PALABRAS NO PASARÁN, no quedaran baldías. Sabed que está cerca el Reino de Dios.

jueves, 26 de noviembre de 2015

26 nov.: Se acerca vuestra liberación

Liturgia
          Cuando lee uno la 1ª lectura (Dan 6, 11-27) acaba uno con un deseo interno de que esa historia se repitiese hoy en nuestra realidad actual mundial. Y no menos en la que tenemos más cercana: la que estamos viviendo en los últimos acontecimientos internacionales, y la que tenemos ahí nosotros a pie de calle… Darío es el tercer rey persa que nos viene en 3 días de lectura de Daniel, y representa a un hombre de buena fe, que se inclina más a la verdad que a las leyes. Pero están los extremosos del régimen que se aferran más a las leyes…, y sobre todo en lo tocante a aplastar una Religión que tenga una entidad por sí misma.
          Han observado a Daniel y los tres compañeros que oran a Dios. Y lo han denunciado al rey, bajo la acusación de que adoran a su Dios en vez de al rey. La ley está en vigor y presionan al rey para ejecutarla, nada menos que con la pena de muerte. Darío intenta la manera de salvar a Daniel –hombre benemérito con los reyes anteriores- pero los incitadores no le dejan salida. Y Darío tiene que dar la sentencia de que sean arrojados al foso de los leones. No sin antes desear y encomendar que ese Dios de Daniel le salve.
          El rey no pudo pegar ojo aquella noche. De madrugada se acerca al foso y pregunta: Daniel, siervo del Dios vivo: ¿ha podido salvarte de los leones ese Dios a quien veneras fielmente? Y Daniel le responde que sí; que Dios envió un ángel que cerró las fauces de los leones, que no les han podido hacer ningún daño.
          El rey manda sacar del foso a quienes sabía que eran inocentes y manda echar al foso a los acusadores, que no llegan al suelo y ya los han descuartizado los leones.
          Esta historia la desearíamos ver repetida en la actualidad. Para los que son violentos (desde el plano religioso), la desearían con la violencia incluida. Para quienes tenemos o queremos tener el espíritu de Jesús, querríamos ver restituido el honor de Dios sin llegar a ese final violento (porque la violencia no es admisible ni en acusadores ni en acusados). Pero que Dios enviara ese “ángel” que liberara a sus fieles de tanta persecución abierta o solapada…, que Dios interviniera para poner en su sitio la verdad frente a la mentira…, la bondad frente a los odios ancestrales contra la Religión Católica…, ¡eso sí que querríamos verlo! Y es legítimo desearlo.
          Lo que pasa es que el tiempo de los milagros ya tuvo su momento, y lo que nos ha quedado es el tiempo nuestro, ese que debe salir adelante desde la sensatez, el equilibrio humano, la inteligencia, la convivencia pacífica de unos con otros, aunque pueda haber diferentes maneras de pensar. Y lo terrible es que ese “tiempo” ha perdido el norte y a la sensatez ha sucedido la locura, al equilibrio han sucedido los apasionamientos irracionales, a la inteligencia la falta del sentido común, a la convivencia pacífica le ha sustituido una carencia de paz de dentro de los corazones que ya no se aguantan a sí mismos y arramblan con lo que cogen por delante, con pérdida total del respeto al otro e incluso a la vida.
          ¡Cuánta falta nos haría un Darío que –cuando menos- sospeche que hay un Dios más fuerte al que se debe respetar!, un Dios como referente, que pone vida donde podría haber muerte, y pone bondad y misericordia done habían surgido las violencias humanas.
          Pero ese Darío no existe ahora. Y cundo Jesús plantea el final de la vida, tiene que pedir la autodefensa de las personas, no atacando sino poniéndose a salvo: dado que los ejércitos enemigos invadirán la Ciudad, que los que están en el campo, no vuelvan; que los que estaban en la ciudad se vayan cuanto antes…, porque lo que se avecina es espantoso. Los invasores, que adoran al sol, la luna y las estrellas, también se van a quedar sin sus falsas divinidades. Ellos van a destruir pero ellos no van a salir vencedores. Los poderes humanos no prevalecerán.
          Por encima de todo ese final espantoso, lo que brilla es la luz de los que permanecen fieles a Dios. Entonces, cuando veáis suceder todo eso (todo eso que es tan desastroso), alzad la cabeza… Entonces será la hora de la verdad y los que habíais sido humillados y perseguidos, seréis los que podéis mirar con la cabeza alta. Ahora os ha tocado la humillación, pero levantareis la cabeza con el alma llena de esperanza, porque ESTA CERCA VUESTRA LIBERACIÓN.

          Esta esperanza y certeza es el “Darío” que nos devuelve a la verdad y a la justicia, a saber que cuanto sufrimos no es en balde; que la muerte no dominará la historia…, que el año litúrgico que ya se extingue, es aurora de nueva vida y de nueva realidad. Pero que es EL HIJO DEL HOMBRE, viniendo sobre las nubes del Cielo, quien  SALVARÁ VUESTRAS ALMAS.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

25 novb.: CONTADO, PESADO..., RESUCITADO

Liturgia
          Seguimos avanzando en este caminar hacia la manifestación de los tiempos mesiánicos. Caminamos hacia esa escatología final en la que cada uno nos hemos de encontrar con Dios. A eso apunta esta recta final de la semana última del período litúrgico que comenzó en el pasado adviento.
          Hoy es protagonista Baltasar, hijo de Nabucodonosor. [Dan 5, 1-6. 13-14. 16-17. 23.28]. Da un banquete a sus nobles, mujeres y concubinas. Beben. Y en los vapores del vino tiene Baltasar la ocurrencia de hacer traer los vasos sagrados que su padre había expoliado del Templo de Jerusalén, para brindar con sus cortesanos. Y en medio de la orgía aparecen unos dedos que escribe en la pared a la vista del rey, quien se aterra ante aquella visión. Y pide que le traigan a Daniel para que le lea lo escrito y se lo interprete.
          Daniel lee: CONTADO, PESADO, DIVIDIDO. Y la interpretación es: Dios ha CONTADO los días de tu reinado y les ha señalado límite. Te ha PESADO, y te falta peso. Tu reino será DIVIDIDO y entregado a medos y persas.
          Con la que está cayendo hoy día, desearíamos los creyentes que aparecieran los dedos misteriosos que escribieran en muchas paredes las palabras con las que Dios hace balance de la historia actual. ¡Cómo desearíamos que Dios interviniera y dejara “escrita” su Presencia y su juicio ante tantos desmanes de toda índole que se están llevando a cabo contra Dios y contra los creyentes en Dios! Y que quedara ya claro que han sido contados los días del mal, que ha pesado el corazón de muchos y que queda dividido y abocado a su final el conjunto de odios y maldades con que se trata a los fieles a Dios.
          Pero como no parece que es la táctica de Dios ir apareciendo de esa manera que nosotros desearíamos, sí me parece que puede aprovecharse esta enseñanza de la profecía de Daniel si en el revoco de nuestra conciencia dejamos que se escriban esas tres palabras. Que Dios nos dice que HA CONTADO nuestros días. No sabemos hasta cuándo. Nuestra vida es la gran pared en la que se han escrito tantas y tantas cosas…, y se siguen escribiendo. Y Dios está viendo la respuesta que damos a esa “escritura de Dios”.
          Dios ESTÁ PESANDO la densidad de nuestra vida. Y nuestra vida no es un abstracto sino una realidad concreta que se desenvuelve entre tales paredes, entre tales personas, en medio de tales actuaciones nuestras…, en tal actitud de comprensión y acogida, en tal honradez para hacer el bien y eliminar lo que está mal (o los peligros que pueden inclinar al mal)… A Baltasar le dijo Daniel que “le faltaba peso”. Nosotros hemos de pararnos serenamente para ver esa densidad de nuestra vida.
          Porque lo que conduce al desastre aquel reino de Babilonia es LA DIVISIÓN. Y es una llamada al interior nuestro, pues hemos de evitar esas divisiones que nos ponen a caballo entre lo que debemos de hacer y lo que hacemos, entre lo que pensamos y lo que queremos vivir en la realidad (que no se corresponde muchas veces). Y dentro de lo pequeño de nuestro radio de acción, muchas veces es más eficaz este examen que los lamentos por lo mal que está el mundo.
          Lc 21, 12-19 continúa el pensamiento de Jesús ante esa destrucción de Jerusalén (que para un judío era igual que acabarse el mundo). Jesús nos advierte de esa locura final en la que los fieles a Él van a ser apresados y maltratados… Tendréis ocasión de dar testimonio de mí. En efecto: en la tribulación y en la dificultad es donde queda claro el temple de cada persona. Y eso se va a necesitar dentro de la misma vida familiar, porque unos atacarán la fe de otros y los llevarán ante los tribunales… No os preocupéis por lo que tenéis que decir; el Espíritu de Dios os sugerirá la respuesta. Quiere decir que –aun en medio de esa situación hostil que os toca vivir- algo mucho más grande que lo humano va a salir triunfador. Que podrán haceros daño física y humanamente. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestra almas.

          Ahí está el meollo de estos párrafos anunciadores de un final: que ese final no será un desastre para los creyentes, para los fieles a Dios. Ni se augura una luna de miel en la tierra. Estamos en medio de una persecución, porque el discípulo sigue las huellas de su Maestro, y Jesús fue perseguido y maltratado hasta morir. Pero aparecieron los dedos que escribían sobre su vida una palabra que trasciende los tiempos y las luchas: RESUCITADO. Y a esa realidad estamos llamados nosotros.

martes, 24 de noviembre de 2015

ZENIT 24 novb.: Profanación de la Eucaristía

Pamplona: misas de reparación por profanación de la eucaristía

Un 'artista' ha utilizado 240 formas eucarísticas para su 'performance'. El arzobispo de Pamplona: 'Profanación gravísima que ofende la fe, sentimientos y atenta contra la libertad religiosa'
 (ZENIT.org) 

El arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela, Mons. Francisco Pérez, ha convocado este miércoles dos misas de reparación en respuesta a la exposición sacrílega “Desenterrados” del artista Abel Azcona, que ha utilizado más de 240 formas eucarísticas para escribir la palabra “pederastia” en un proyecto denominado “Amén”.

La manifestación que el autor define de 'artística' se inauguró el pasado viernes en la Sala de Exposiciones de la plaza Serapio Esparza de la capital navarra, un local propiedad del Arzobispado que en los años 90 fue cedido al Ayuntamiento de Pamplona.

En un comunicado, el arzobispo metropolitano “informa y convoca a todos a la santa misa de reparación que se celebrará el miércoles 25 de noviembre, a las 19 horas, en las Catedrales de Pamplona y de Tudela”.

Asimismo, la archidiócesis ha señalado en su nota que esta muestra “supone una profanación gravísima de la Eucaristía, hecho que ofende profundamente la fe y sentimientos católicos, y atenta contra la libertad religiosa”.

Por este motivo, ha manifestado “su enérgica condena de estos dolorosos hechos, que constituyen un atentado contra la fe de la citada comunidad católica, de los fieles de esta Archidiócesis y de todos los católicos”.

También ha explicado que “un católico que cometiera un hecho semejante incurriría en excomunión inmediata reservada a la Sede Apostólica, según lo indica el Código de Derecho Canónico”, que establece que “quien arroja las especies consagradas, o las lleva o retiene con una finalidad sacrílega, incurre en excomunión latae sentenciae, reservada a la Sede Apostólica”.
Por último, Mons. Francisco Pérez ha agradecido a todos los fieles diocesanos y de otras partes "sus manifestaciones ante el acto de profanación realizado”.

Según ha asegurado el propio Abel Azcona, para realizar el proyecto “Amén” el artista habría asistido a 242 celebraciones eucarísticas en Pamplona y Madrid. En todas ellas, se acercaba a comulgar y guardaba el pan consagrado sin ser visto.

En unas fotografías, Azcona aparece escribiendo la palabra “pederastia” con las obleas consagradas en el suelo de una galería de arte, y con su cuerpo desnudo junto a la composición, como parte de la performance.

24 novb.: La fragilidad de lo humano

24, 25 y 26: Conferencias sobre
el Evangelio de San Lucas.
Aula Arrupe, Málaga. 8 de la tarde
Liturgia
          No son días de fácil desarrollo de las ideas y vivencias que nos quiere trasmitir la liturgia de la Eucaristía. Partimos de un foco esencial que se pretende: conducirnos al pensamiento de un mundo que se acaba. Y por ende, a lo que será el final de la vida de cada uno. Pues la intención profunda del desarrollo del “año litúrgico” es irnos preparando –en círculos concéntricos anuales- a lo que será el final de nuestra propia existencia.
          La profecía de Daniel (2, 31-45) es una larga exposición del sueño de Nabucodonosor, que Daniel le clarifica e interpreta. Arranca de la idea de una estatua que tiene la cabeza de oro y va degenerando por pecho, vientre, muslos hasta quedar en unos pies de barro  y hierro. Sobre esa estatua viene desprendida, sin intervención humana (dato muy importante) una piedrecita que al dar con la estatua la derriba, y la estatua se hace añicos de cabeza a pies.
          Daniel explica: la cabeza es Nabucodonosor, y lo demás son reinos que van siendo menos valiosos, hasta llegar a un reino dividido e imposible de alear como no se alean hierro y barro. Toda la grandeza primera ha quedado en una debilidad.
          Pero es que, además, aquella piedrecita desprendida de lo alto sin intervención humana, que está representando al Reino mesiánico, viene a chocar contra lo que había sido tan gran estatua y la deja inútil.
          Éste es el destino que le espera a Nabucodonosor y a su dominio y a su fuerza avasalladora de este momento en que ha preguntado a Daniel. Ésta es la profecía mesiánica que hace ver que mientras los más poderosos reinos de la tierra van a desplomarse, el reinado del Mesías va a prevalecer.
          El mundo se acaba, los poderes humanos se acaban y todos vamos a acabar juntamente. Pero el que se ha subido a ese Reinado del Mesías –Reino que durará siempre-, tiene anunciado poder eterno. Todo lo cual quiere ser en este momento una espuela que mueva al creyente para vivir esperanzadamente el triunfo de Jesucristo, que se convierte en el propio triunfo del que se dio a Él.
          Lc 21, 5-11 sigue esa misma línea. Aquella maravilla del Templo, con sus medallones de oro y todas las ofrendas riquísimas que le han ido ofreciendo los devotos, no va a prevalecer. Todo va a ser destruido por otra potencia extranjera más fuerte –Roma- que no va a dejar piedra sobre piedra.
          Y los apóstoles se echan las manos a la cabeza. ¿Cómo puede ser eso? ¿Cuándo va a ocurrir eso? ¿Qué señales nos van a avisar de que eso se viene encima?
          Y Jesús no responde a esas preguntas de índole material. Lo que hace es advertir que también cada persona llega a su fin, y que va a tener muchas señales para que se prepare… Pero no son las señales externas las principales. Lo que tenéis que tener cuidado es con que nadie os engañe…, y con que vosotros nos os engañéis a vosotros mismos.
          Aparecer falsas señales, va a ocurrir. Cada una se va a presentar como “aparición mesiánica”, siempre con mensajes catastrofistas…: “el momento está cerca”. Pero no os paralicéis por el pánico. Van a ocurrir muchas cosas. El mundo se va a manifestar envuelto en una enorme locura….

          Lo que hace falta es vuestra propia reacción, vuestra confianza, vuestro abandono en los brazos de Dios. Porque ese es el verdadero final al que os quiero conducir…, para el que venido, donde desemboca y se realiza plenamente EL REINADO DE DIOS. Habrán caído destruidos, desaparecidos los reinados y poderes de la tierra; todo eso que parecía ganar la batalla…, todos esos triunfos aparentes del mal, de las ofensas contra la vida y la dignidad…, todo lo que creyó ser el nuevo dios de la historia, con todos sus ídolos de barro. Todo eso se va a deshacer como un azucarillo. La piedrecita desprendida de lo alto, sin intervención humana va a prevalecer sobre el oro, la plata, el bronce, el hierro y el barro…, que caerán destrozados por tierra, como todo lo meramente humano. Y surgirá un reino nuevo, que ya no acabará nunca, al que estamos destinados todos los que luchemos la batalla diaria para vivir la fidelidad a Jesucristo, EL REY PLENO DEL UNIVERSO ENTERO.

lunes, 23 de noviembre de 2015

ZENIT 23 novb.: Jesús, tesoro d la Iglesia

La Iglesia es fiel si su tesoro es Jesús'

En la homilía de este lunes, el Santo Padre reflexiona sobre la figura de la viuda en el Evangelio que representa a la Iglesia que espera el regreso de su Esposo
 (ZENIT.org) Redacción | 619 hits

La Iglesia es fiel si su único tesoro y su único interés es Jesús, pero es tibia y mediocre si busca su seguridad en las cosas del mundo. Esta ha sido la advertencia del papa Francisco en la homilía de la misa celebrada este mañana en Santa Marta.
El Evangelio del día habla de la pobre viuda que deja en el tesoro del templo dos monedas de cobre mientras los ricos muestran sus grandes ofrendas. Por eso, Jesús afirma que “esta viuda tan pobre ha dado más que todos”, porque los otros han donado lo superfluo, mientras que ella, en su miseria, ha entregado todo lo que tenía para vivir”. El papa Francisco ha explicado que en la Biblia “la viuda es la mujer sola, que no tiene marido que la cuide; la mujer que debe salir adelante como pueda, que vive de la caridad pública”. Y la viuda de este pasaje del Evangelio era “una viuda que tenía su esperanza solamente en el Señor”. Al respecto, el Santo Padre ha confesado que le gusta ver en las viudas del Evangelio “la imagen de la ‘viudez’ de la Iglesia que espera la vuelta de Jesús”.
De este modo, ha explicado que “la Iglesia es esposa de Jesús, pero su Señor se ha ido y su único tesoro es su Señor. Y la Iglesia, cuando es fiel, lo deja todo esperando a su Señor. Sin embargo, cuando la Iglesia no es fiel o no es tan fiel, o no tiene tanta fe en el amor de su Señor, trata de salir adelante también con otras cosas, con otras seguridades, más del mundo que de Dios”.
Al respecto, el Papa ha asegurado que “las viudas del Evangelio nos dan un bonito mensaje de Jesús sobre la Iglesia”.
Y lo ha explicado recordando como la viuda "que salía de Naín, con el ataúd de su hijo: lloraba, sola. ¡Sí, la gente, muy buena la acompañaba, pero su corazón estaba solo! La Iglesia viuda llora cuando sus hijos mueren de la vida de Jesús. Hay alguna otra que, para defender a sus hijos, va al juez injusto: le hace la vida imposible, llamándole a la puerta todos los días diciendo ‘¡hazme justicia!’ Al final hace justicia. Es la Iglesia viuda que reza, intercede por sus hijos. Pero el corazón de la Iglesia está siempre con su Esposo, con Jesús. Está ahí arriba. También nuestra alma --según los padres del desierto-- se parece mucho a la Iglesia. Y cuando nuestra alma, nuestra vida, está más cerca de Jesús, se aleja de muchas cosas mundanas, cosa que no sirven, que no ayudan y que alejan de Jesús”.
La “viudez” de la Iglesia se refiere al hecho de que la Iglesia está esperando a Jesús. Puede ser --ha explicado-- una Iglesia fiel a esta espera, esperando con confianza la vuelta del marido o una Iglesia no fiel a esta ‘viudez’, buscando seguridad en otras cosas… la Iglesia tibia, la Iglesia mediocre, la Iglesia mundana”.
Para finalizar ha preguntado: “¿Nuestras almas buscan seguridad solamente en el Señor o buscan otras seguridades que no le gustan al Señor?”
En estos últimos días del Año Litúrgico --ha precisado Francisco-- nos hará bien preguntarnos sobre nuestra alma: si es como la de esta Iglesia que quiere a Jesús; si nuestra alma se dirige a su esposo y dice: "¡ven señor Jesús. Ven!"
Y nos hará bien "dejar de lado todas estas cosas que no sirven y no ayudan a la fidelidad”.

23 novb.: Los pobres de Yavhé

Liturgia
          Esta semana va cerrando el ciclo que comenzamos en el Adviento pasado, y lo hace con el libro de Daniel, uno de los profetas que más han retratado la escatología (o el paso hacia el encuentro con la salvación, a través de las vicisitudes de la historia).
          Lo que hoy nos ha dejado la 1ª lectura (1, 1-6. 8-20) es el hecho original de toda esa situación. Nabucodonosor, rey de Babilonia, invade Israel, expolia el Templo y comete la profanación de llevarse los utensilios sagrados al templo de su falso Dios. También se lleva consigo a jóvenes agraciados, que quiere poner a su servicio. Y acabará por deportar a todo el pueblo, llevándoselo a Babilonia.
          Detrás de todos estos hechos se va dibujando el proyecto de Dios, que aun de loas males saca bienes. Entre todos los jóvenes que están preparando para que el rey escoja a los que él quiera, vendrán a ser 4 judíos los que mejor aspecto presentan. Y eso, a pesar de que no han aceptado ellos los manjares del rey sino que han logrado congraciarse con el encargado de su custodia, para que sólo les sirvan legumbres y agua. ¡Pues al final tienen mejor aspecto que los otros, tratados con manjares del rey!
          Todo va mostrando una acción de la providencia que desemboca en la elección de ellos, y en las cualidades de Daniel para resolver enigmas.
          Adelantándome a todo lo que está porvenir, hay finalmente un efecto de trascendental importancia en toda la historia del exilio del pueblo hebreo, que vive mucho tiempo en ese estado de migración, perdida su nación, profanado su templo, y en un ambiente pagano y hostil a su fe. Y es que allí se decanta la verdad de la fe de cada uno, porque se va produciendo una relajación de costumbres, una violación de las leyes religiosas que identificaban a Israel, y una apostasía de una buena parte del pueblo, que acaba emparentando con las mujeres babilónicas, y perdiendo la fe en el Dios Yawhé.
          Pero al mismo tiempo se acendra la fe de los verdaderamente fieles, que constituyen un resto (así se les llama, aunque son muchísimos), que permanecen en su fe y sus costumbres en medio de un ambiente y una cultura extranjera.
          No deja de ser un espejo para nuestros tiempos. ¡Cuantos que fueron ejemplares en su expresión religiosa en tiempos de bonanza, se dieron la vuelta cuando cambiaron las tornas y “emparentaron” con las costumbres paganas…! ¡Y cómo ahí es donde se vio a los verdaderos creyentes y fieles, que –aun en ambiente contrario- mantienen su fe y su fidelidad a los principios y exigencias de su fe!
          Aquel resto es el que acabó llamándose pobres de Yawhé, porque –desposeídos de toda otra seguridad- se echaron confiadamente en los brazos de su Dios, y conservaron su religión, y fueron los trasmisores a nuevas generaciones de aquella fe que recibieron de sus padres, Abrahán, Isaac y Jacob. A este grupo de los pobres pertenece María, esclava del Señor, que acepta todo el misterio que Dios le pone delante, y que ella acoge sin dudar, porque toda su confianza está puesta en el Señor.
          El evangelio de hoy, Lc 21, 1-4, nos presenta un caso concreto de POBRE DE YAWHÉ en aquella viuda, pobre económicamente, pero sobre todo POBRE que todo lo da a Dios…, pobre que vive en toda su intensidad la fe de Israel, y que atrae la atención de Jesús porque no es la persona que hace su ofrenda porque puede hacerla y aun le sobra, sino porque ha dado en ofrenda lo que tenía para su sustento. Ella ha comprendido lo que es el valor de desposeerse de sí misma si eso ha de ser en ofrenda a Dios.
          Otra vez, sin más remedio, volvemos la mirada sobre nosotros: nuestra vida espiritual, nuestras prácticas religiosas, nuestras limosnas…, pueden ser todo lo profusas que se quiera, pero lo que nos toca plantear es en qué medida entregamos nuestro sustento. O sea: si más allá de todas nuestras respuestas espirituales, hay un desposeimiento del YO, de lo personal, de lo que nos asegura nuestros pies para nuestra satisfacción y tranquilidad.

          Porque la verdad es que estamos dispuestos a mil sacrificios, pero muchas veces –dicen los autores espirituales- somos como la serpiente que es capaz de dejar que le machaquen el cuerpo por tal de salvar la cabeza, porque al final el cuerpo se va a regenerar. Y lo que nos separa de ser santos y nos deja sólo en “buenos” es que hemos hecho muchas cosas pero hemos dejado “la cabeza” intacta. O sea: no hemos dado el paso. Nos hemos reservado lo más íntimo nuestro. Aun no hemos puesto TODA NUESTRA CIONFIANZA EN EL SEÑOR. Por supuesto que todo eso no es cuestión de “esfuerzos” sino de disponibilidad a la Gracia de Dios.

domingo, 22 de noviembre de 2015

ZENIT 22 novb.: La fuerza del reino de Cristo

'La fuerza del reino de Cristo es el amor'

Texto completo. Francisco señaló este domingo que "la majestad de Jesús no nos oprime, sino que nos libera de nuestras debilidades y miserias, animándonos a recorrer los caminos del bien, la reconciliación y el perdón"
 (ZENIT.org) Redacción | 883 hits

Como cada domingo, el papa Francisco rezó el Ángelus desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico, ante una multitud que le atendía en la Plaza de San Pedro. Dirigiéndose a los fieles y peregrinos venidos de todo el mundo, que le acogieron con un largo y caluroso aplauso, el Pontífice les dijo:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En este último domingo del año litúrgico, celebramos la solemnidad de Cristo Rey. Y el Evangelio de hoy nos hace contemplar a Jesús mientras se presenta ante Pilatos como rey de un reino que “no es de este mundo”. Esto no significa que Cristo sea rey de otro mundo, sino que es rey de otro modo, pero es rey en este mundo. Se trata de una contraposición entre dos lógicas. La lógica mundana se apoya en la ambición, en la competición, combate con las armas del miedo, del chantaje y de la manipulación de las conciencias. La lógica del Evangelio, es decir, la lógica de Jesús, en cambio se expresa en la humildad y en la gratuidad, se afirma silenciosamente pero eficazmente con la fuerza de la verdad. Los reinos de este mundo a veces se sostienen con prepotencias, rivalidades, opresiones; el reino de Cristo es un “reino de justicia, de amor y de paz”.
Jesús se ha revelado rey, ¿cuándo? ¡En el evento de la Cruz! Quien mira a la Cruz de Cristo no puede no ver la sorprendente gratuidad del amor. Pero alguno de vosotros puede decir: “Pero padre, ¡esto ha sido un fracaso!” Es precisamente en el fracaso del pecado, que el pecado es un fracaso. En el fracaso de las ambiciones humanas, ahí está el triunfo de la Cruz, está la gratuidad del amor. En el fracaso de la Cruz, se ve el amor. Y este amor que es gratuito, que nos da Jesús. Hablar de potencia y de fuerza, para el cristiano, significa hacer referencia a la potencia de la Cruz y a la fuerza del amor de Jesús: un amor que permanece firme e íntegro, incluso ante el rechazo, y que se muestra como el cumplimiento de una vida gastada en la total entrega de sí en favor de la humanidad. En el Calvario, los transeúntes y los jefes se burlan de Jesús clavado en la Cruz, y le lanzan el desafío: “¡Sálvate a ti mismo bajando de la Cruz! ¡Sálvate a ti mismo!”. Pero paradójicamente la verdad de Jesús es precisamente aquella que en tono de ironía le lanzan sus adversarios: “¡No puede salvarse a sí mismo!”. Si Jesús hubiera bajado de la cruz, habría cedido a las tentaciones del príncipe de este mundo; en cambio Él no puede salvarse a sí mismo precisamente para poder salvar a los demás, porque precisamente ha dado su vida por nosotros, por cada uno de nosotros. Pero decir: “Jesús ha dado su vida por el mundo”, es verdad. Pero es más hermoso decir: “¡Jesús ha dado su vida por mí!” Y hoy, en la Plaza, cada uno de nosotros diga en su corazón: “Ha dado su vida por mí, para poder salvar a cada uno de nosotros de nuestros pecados”.
Y esto, ¿quién lo ha entendido? Lo ha entendido bien uno de los dos malhechores que son crucificados con Él, llamado el “buen ladrón”, que Le suplica: “Jesús, acuérdate de mí cuando entres en tu Reino”. Pero este era un malhechor, era un corrupto, y estaba precisamente allí, condenado a muerte por todas las brutalidades que había cometido en su vida... Pero ha visto en el comportamiento de Jesús, en la mansedumbre de Jesús, el amor. Y esta es la fuerza del reino de Cristo, el amor. Por esto la majestad de Jesús no nos oprime, sino que nos libera de nuestras debilidades y miserias, animándonos a recorrer los caminos del bien, de la reconciliación y del perdón. Miremos la Cruz de Jesús, miremos al “buen ladrón”, y digamos todos juntos lo que ha dicho el “buen ladrón”: “Jesús, acuérdate de mí cuando entres en tu Reino”. Juntos: “Jesús, acuérdate de mí cuando hayas entrado en tu Reino”. Y pedir a Jesús cuando nos sintamos débiles, pecadores, derrotados, que nos mire y decir: “Pero, Tú estas ahí. No te olvides de mí”.
Frente a tantas laceraciones en el mundo y demasiadas heridas en la carne de los hombres, pidamos a la Virgen María que nos sostenga en nuestro compromiso de imitar a Jesús, nuestro rey, haciendo presente su reino con gestos de ternura, de comprensión y de misericordia.
Al término de estas palabras, el Santo Padre rezó la oración mariana:
Angelus Domini nuntiavit Mariae...
Al concluir la plegaria, el Papa recordó la beatificación de veintiséis mártires capuchinos, una ceremonia que tuvo lugar este sábado en la catedral de la Ciudad Condal:
Ayer, en Barcelona, han sido proclamados beatos Federico de Berga y veinticinco compañeros mártires, asesinados en España durante la feroz persecución contra la Iglesia en el siglo pasado. Se trata de sacerdotes, jóvenes profesos en espera de la ordenación y hermanos laicos pertenecientes al Orden de los Frailes Menores Capuchinos. Encomendemos a su intercesión a muchos de nuestros hermanos y hermanas que lamentablemente también hoy, en diferentes partes del mundo, son perseguidos a causa de la fe en Cristo.
A continuación, llegó el turno de los saludos que realiza tradicionalmente el Pontífice:
Saludos a todos los peregrinos, llegados de Italia y de diferentes países: las familias, los grupos parroquiales, las asociaciones. En particular saludo a los de México, de Australia y de Paderborn (Alemania). Saludo a los fieles de Avola, Mestre, Foggia, Pozzallo, Campagna y de la Val di Non; así como a los grupos musicales, que he escuchado, y que festejan a santa Cecilia, patrona del canto y de la música. Después del Ángelus, que os oigan, porque tocáis bien.
Además, el Santo Padre se refirió a su inminente viaje apostólico al continente africano:
El próximo miércoles inicio el viaje a África, visitando Kenia, Uganda y la República Centroafricana. Os pido a todos que recéis por este viaje, para que sea para todos estos queridos hermanos, y también para mí, un signo de cercanía y de amor. Pidamos juntos a la Virgen que bendiga a estas queridas tierras, para que allí haya paz y prosperidad.
Y acto seguido, Francisco rezó un Ave María en italiano.
El Obispo de Roma concluyó su intervención diciendo:
Os deseo a todos un buen domingo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto! Y a los músicos, ¡que os oigan!

22 novb.: JESUCRISTO REY

JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO
          El broche de oro del año litúrgico es la FIESTA DE JESUCRISTO REY. Todo el año, toda la razón del proceso del año litúrgico, va orientada hacia este momento, que sitúa a Cristo como el punto omega del plan redentor de Dios. Estamos redimidos porque Jesucristo reina; porque ha puesto a sus enemigos como estrado de sus pies. Porque Jesucristo es todo en todos. Porque toda la existencia va dirigida hacia este punto en el que Jesucristo aparece ya sobre las nubes del Cielo y se establece en el mundo el reinado universal del Redentor.
          Fue anunciado a muchos siglos de antelación por la profecía de Daniel (7, 13-14) en la que el profeta ve, entre velos, a una especie de hombre que avanza hasta el trono de Dios, y todos los pueblos le sirven. Y ya se vislumbra que su reinado no acabará.
          También en visión profética de lo que no es visible con los ojos de la cara (Apoc 1, 5-8), ese hombre es constituido Príncipe de los reyes de la tierra, muy superior a todo lo terreno, al que le sirven todos los pueblos y reyes, el mundo entero.
          Pero cuando llegamos a la realidad, hallamos a ese HOMBRE real, a JESUS, a ese preso que los judíos presentan a Pilato para que lo juzgue y lo envíe a la muerte, porque se ha hecho rey. Y Pilato, que ve a un pobre hombre caído en desgracia, le pregunta entre sorna y admiración: ¿Tú eres el rey de los judíos? Y se encuentra con la sorpresa de que le responde afirmativamente: YO SOY REY. Y le añade a renglón seguido: Pero mi reino ni es de este mundo. Nueva insistencia de Pilato, ahora mucho más admirado: Luego, ¿tú eres Rey? Sí, lo soy. He venido a dar TESTIMONIO DE LA VERDAD. Ya hay un matiz de enorme importancia: el reinado de Jesús es un reinado de la verdad, tan contraria a la mentira del mundo y de todo aquel simulacro de juicio que le están haciendo a Jesús.
          Ya es digno de parada esa concreción de Jesús. Jesús reina desde LA VERDAD. Él no entiende de falsías, de medias verdades, de justificaciones que ocultan o disimulan la verdad. Jesús reina donde hay una verdad clara, un encuentro claro con lo que es verdad. Y el testimonio de verdad que Jesús ha dado, ha quedado plasmado en el evangelio de su vida; todo lo que ha hecho, lo que ha dicho, lo que ha enseñado, y lo que ha pedido a sus seguidores, ESO ES LA VERDAD. Y quien quiera seguirlo, ha de ir por ese camino, sin sordinas ni disimulos, acogiendo TODO EL EVANGELIO, sin espigar unas cosas sobre otras. Y así es como será verdaderamente Rey de los corazones.
          Reina por el instrumento de la PAZ. Una paz que se vive dentro y que expande hacia afuera, con los que piensan distinto, con los que siguen otros credos, con los que son diferentes. Una paz que supone mucha guerra al egoísmo personal, sin la cual no habrá dominio de sí y rendimiento ante la verdad de Jesús.
          Reina por la BONDAD, EL AMOR, LA SANTIDAD, que son las formas en que se expresa y realiza la JUSTICIA DE ESTE REY. Reina cuando  la persona asume la enseñanza de Jesús y va luchando para que día a día pueda ir consiguiendo nuevas conquistas…, con paciencia, con humildad, pero sin cejar en esa búsqueda del reinado de Jesús.
          Eso es hoy la fuerza de la Eucaristía, y de la Comunión, cuando ofrezcamos a Jesús el trono de nuestra alma para que entre y se asiente en ella. Pero eso no es una mística espiritual: es toda la llamada que Él hace y todo el compromiso que cada uno adquirimos de ofrecerle un trono en el que reine como Rey del corazón nuestro.

          Hasta aquí nos ha traído la liturgia a través de todo el año, pasando por una “gestación” de un “adviento” que debía desembocar en el “nacer” y “crecer” de Jesús en nosotros. Y saber muy a las claras que ese proceso requiere enfrentarse a la propia pasión personal, con sus sufrimientos y sus carencias y muertes de muchas cosas (el YO, el egoísmo que tanta resistencia ofrece para ser dignos discípulos de Jesús). Pero en nuestro padecer no nos quedamos derrotados sino que en el morir diario hay también un rehacerse y renovarse diario que, con la fuerza del Espíritu Santo, desemboca en una vida que tiene que desarrollarse de acuerdo con el Evangelio de Jesús, para desembocar en la dicha mayor que puede darse: ver a Jesús triunfante, Rey, que tira de cada uno de nosotros para hacernos también reyes en su Reino. A eso estamos abocados, hacia eso caminamos, en un reinado que no tendrá fin.

sábado, 21 de noviembre de 2015

21 noviembre: EL CIELO

Liturgia
          Una conclusión de las fechorías de Antíoco, el rey que tanto daño hizo a los judíos, es la lectura 1ª de hoy (1Mac 6, 1-13). Antíoco ha sido derrotado y cae en depresión. Y lo que ahora le remuerde la conciencia es el expolio que hizo en el Templo de los judíos, y el daño que infligió a la población. Él atribuye a un castigo esa depresión mortal que ahora padece. Y como no tiene fe ni tiene cómo salvar el daño hecho, su depresión se hace cada día peor.
          Es evidente que la depresión no es un castigo. Ni la depresión se corrige por mucho rezar. La depresión va por otro camino, y Antíoco lo que tiene ahora son enormes remordimientos del mal que ha hecho. Lo que sí es verdad es que el deprimido que tiene un sentido hondo espiritual tiene un agarradero fuerte en su fe. Porque si algo lo hizo mal, en Dios hay siempre perdón y misericordia. Y eso atempera mucho el remordimiento. Lo malo que se hizo, se hizo. Pero Dios está muy por encima de ese mal y lo cubre con su misericordia. Y la persona que hizo el mal puede descansar y apoyarse en esa grandeza del Corazón de Dios, hacer por reparar en lo posible las consecuencias de ese daño, y echarse abandonadamente en los brazos del Dios misericordioso. Y ahí sí es un colchón que atempera, el hecho de poder orar confiadamente y elevar la mente a otras realidades confortadoras, que son las que nos trae la fe, la confianza, el abandono en las manos de Dios nuestro Padre.
          Cuando los saduceos se presentaron a Jesús para echarle la zancadilla y burlarse de la enseñanza sobre la resurrección (Lc 20, 27-40), le presentaron una burda casuística de una mujer que había ido teniendo consecutivamente 7 maridos. ¿De quién será esposa en la resurrección? [Da lo mismo 7 que 2 para el caso que presentan ellos]. Y Jesús les responde que andan equivocados, porque en el Cielo no se casarán; serán como ángeles, son hijos de Dios. Aquí está la clave. El Cielo ni es un lugar ni allí serán las cosas como aquí. Desde el momento que hablar del Cielo es estar en otra realidad inmaterial, los conceptos humanos materiales no tienen entrada. Serán como ángeles es el símbolo más cercano a lo que sea el Cielo, lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el entendimiento puede alcanzar. Sencillamente estamos en otra realidad.
          Recuerdo aquella pareja de recién casados que hizo ejercicios conmigo y se les presentó la duda de si ellos seguirían gozando de su amor en el Cielo. Yo les dije que sí. Porque aunque el Cielo es otra cosa, lo que puede afirmarse es que allí no quedará ninguna apetencia por cubrir. Allí estarán repletos todos los deseos, todos los goces. Por la sencilla razón de que EL CIELO ES DIOS MISMO y quien se encuentra envuelto en Dios y abarcado por Dios, ya no necesita más ni puede pensar en otra cosa porque en Dios las tiene todas. Cuando Santa Catalina de Ricci aprendió a pensar en el Cielo, ya no necesitó de más. ¡Lo tenía todo y aquello le llenaba todo! Y eso que aun estaba en la tierra.
          Lo terreno entiende de cantidades materiales (mucho, poco, alto, bajo) y al pensar en el Cielo no puede proyectar otros conceptos que los que tiene. Pero también es verdad que somos capaces de pensar en el amor, la felicidad, la eternidad…, que son conceptos inmateriales. Pues en el momento que podamos medio comprender un amor tan pleno que hace feliz sin carencias ni deseos, y eso, vivido por siempre sin fin, estaremos barruntando lo que es el Cielo. Nos estaremos acercando al valor del ABRAZO DE DIOS que ya nos posee para siempre, y al que nosotros poseemos, sin que quede ni una brizna de otro deseo. Dios y la persona se han fusionado en un inefable encuentro, en el que Dios lo será todo en todo.
*** ***
LA PRESENTACIÓN DE LA VIRGEN EN EL TEMPLO. 21 de noviembre.
          Es una devoción. No hay ningún dato para más. Debe ser una idea atraída por el hecho de la Presentación de Jesús… Pero no tiene nada que ver, porque Jesús era varón y primogénito. Y la mujer no era presentada. Puede proceder de la piadosa idea de las doncellas entregadas a los sacerdotes para una más esmerada educación. Tampoco es un dato histórico de María, sino fruto de la piedad oriental, que es donde nace esta conmemoración, que no entró en la Iglesia occidental hasta el siglo XVI.

          Prescindiendo, pues, del valor histórico, sí queda un sentido espiritual para los fieles: la importancia de hacerse presentes a Dios para que Dios tome posesión de la persona. Un modo de “adelantar” el Cielo a la tierra, por cuanto que el Cielo es ese momento de la plena posesión de Dios. A Él nos entregamos con entera libertad.

viernes, 20 de noviembre de 2015

ZENIT 20: El "santo soborno" en la Igesia

El Papa en Sta. Marta critica el 'santo soborno' en la Iglesia

En la homilía de este viernes, el Santo Padre advierte sobre el apego al dinero y al poder. La alegría solamente viene de la fidelidad a la Alianza
 (ZENIT.org) Redacción | 1807 hits

El papa Francisco ha pedido que la Iglesia no se apegue al dinero y al poder y no adore el “santo soborno”, sino que su fuerza y su alegría sea la palabra de Jesús.
Haciendo referencia a la primera lectura del Libro de los Macabeos, que cuenta la alegría del pueblo por la consagración del Templo profanado por los paganos y el espíritu mundano, el Santo Padre ha reflexionado sobre la victoria de los que son perseguidos por parte del “pensamiento único”. El pueblo de Dios hace fiesta, se regocija, porque encuentra de nuevo la “propia identidad”. De este modo, ha explicado que la fiesta “es algo que la mundanidad no sabe hacer, no puede hacer”. El espíritu mundano --ha añadido-- nos lleva como mucho a tener un poco de diversión, un poco de ruido, pero la alegría solamente viene de la fidelidad a la Alianza.
Asimismo, ha recordado que en el Evangelio Jesús expulsa a los mercaderes del Templo, diciendo: “Está escrito: ‘Mi casa es casa de oración’, pero vosotros la habéis convertido en una ‘cueva de bandidos’” . De este modo, ha señalado que durante la época de los Macabeos, el espíritu mundano “había suplantado el lugar de la adoración al Dios Viviente”. También ahora --ha añadido-- esto sucede, aunque “de otra forma”.  
Y el Pontífice lo ha explicado así: “los jefes del Templo, los jefes de los sacerdotes --dice el Evangelio-- y los escribas había cambiado las cosas un poco. Habían entrado en un proceso de degradación y había ‘ensuciado’ el Templo. ¡Habían ensuciado el Templo! El Templo es un símbolo de la Iglesia. La Iglesia siempre --¡siempre!-- sufrirá la tentación de la mundanidad y la tentación de un poder que no es el poder que Jesucristo quiere para ella. Jesús no dice: ‘no, esto no se hace. Hacedlo fuera’. Dice: ‘¡Habéis hecho una cueva de ladrones aquí!’ Y cuando la Iglesia entra en este proceso de degradación el final es muy feo. ¡Muy feo!”.
A continuación, el Santo Padre ha advertido del peligro de la corrupción. “Siempre está en la Iglesia la tentación de la corrupción. Es cuando la Iglesia, en vez de estar unido a la fidelidad al Señor Jesús, al Señor de la paz, de la alegría, de la salvación, se apega al dinero y al poder. Esto sucede aquí, en este Evangelio. Estos jefes de los sacerdotes, estos escribas estaban apegados al dinero, al poder, y habían olvidado el espíritu”.  Y para justificarse y decir que eran justos, que eran buenos --ha indicado-- habían cambiado el espíritu de libertad del Señor por la rigidez.
El Santo Padre ha observado que Jesús, en el capítulo 23 de Mateo, habla de esta rigidez. “La gente había perdido el sentido de Dios, también la capacidad de alegría, también la capacidad de alabanza: no sabían alabar a Dios porque estaban apegados al dinero y al poder, a una forma de mundanidad, como el otro en el Antiguo Testamento”, ha explicado.
Tal y como ha recordado el Papa, Jesús expulsa del Templo a los sacerdotes, a los escribas, a los que hacían negocios allí. “Y los jefes de los sacerdotes y los escribas estaban unidos entre ellos: ¡estaba el ‘santo soborno’ allí!  Y lo recibían, estaban apegados al dinero y veneraban esta santa”, ha advertido. De este modo, el Santo Padre ha asegurado que el Evangelio es muy fuerte. Dice: “los jefes de los sacerdotes y los escribas trataban de destruir a Jesús y así también a los jefes del pueblo”. Era lo mismo que había sucedido en el templo de Judas Macabeo. ¿Y por qué? Por este motivo con Jesús “no sabían qué hacer porque todo el pueblo le escuchaba”.
El Pontífice ha explicado que la fuerza de Jesús era su palabra, su testimonio, su amor. “Y donde está Jesús no hay sitio para la mundanidad, no hay sitio para la corrupción”, ha asegurado.
Del mismo modo, Francisco ha observado que “esta es la lucha de cada uno de nosotros, esta es la lucha cotidiana de la Iglesia: siempre Jesús, siempre con Jesús, siempre escuchando sus palabras; y nunca buscar seguridad donde están las cosas de otro dueño. Jesús nos había dicho que no se puede servir a dos señores: o Dios o las riquezas, o Dios o el poder”.
Para finalizar la homilía, el Obispo de Roma ha asegurado que nos hará bien rezar por la Iglesia. “Pensar en tantos mártires de hoy que, por no entrar en este espíritu de mundanidad, del pensamiento único, de la apostasía, sufren y mueren. ¡Hoy!”. Hoy --ha concluido-- hay más mártires en la Iglesia que en los primeros tiempos. Pensemos. Nos hará bien pensar en ellos. Y también pedir la gracia para no entrar nunca, nunca en este proceso de degradación hacia la mundanidad que nos lleva a apegarnos al dinero y al poder. 

20 novb.: El templo y sus dependencias

Liturgia
          Estamos hoy en un remanso del libro segundo de los Macabeos. Judas Macabeo ha restablecido la paz en Israel. Los enemigos, invasores y profanadores han sido derrotados (4, 36-37), y ahora toca que rehacer tantas cosas esenciales que habían quedado destruidas o profanadas. Y el trabajo se centra ahora en purificar el Templo (52-59), reconstruir el altar de los holocaustos y ofrecer un sacrificio de expiación de acuerdo con la ley santa.
          Todo eso se lleva a cabo con festejos, músicas, alabanzas a Dios, y el pueblo postrado en tierra. Ocho días de celebraciones, ofrecimiento de holocaustos y sacrificios de alabanza y comunión con la Ley sagrada de Israel.
          Y no sólo el Templo: también las dependencias adyacentes fueron consagradas, y Judas determinó que cada año se conmemorara esta fiesta. El Templo era el símbolo sagrado de una religión y el lugar de la presencia de Dios, y merecía todo ese respeto.
          Casualmente el Evangelio de hoy se refiere también al Templo. (Lc. 19, 45-48). Un relato simple, el de San Lucas, sin todos los simbolismos añadidos por San Juan. Jesús llega al Templo y ve con dolor que se han establecido allí unos comerciantes para hacer su negocio a costa del lugar santo. Jesús los echa, y les dice que “Mi casa es casa de oración”, pero vosotros la habéis convertido en cueva de bandidos”. La realidad es que esa expresión final no iba precisamente dirigida a los vendedores. El dolor de Jesús es que los responsables de todo son los propios encargados del Templo, que son los que hacen su negocio alquilando puestos de venta y sacando ventajas económicas a propósito del Templo.
          No dan la cara aquellos sacerdotes y Doctores y Senadores del pueblo, pero muy –a lo judío- lo que se les viene a la mente (para resolver el tema) es acabar con Jesús, “quitarlo de en medio”. No hay para ellos ni otra ni mejor solución: si Jesús es quien les rompe sus planes, con quitarlo de en medio se resuelve el tema.
          Pero Jesús enseñaba todos los días en el templo y las gentes le estaban siguiendo y vivían admiradas con Él, y favorables a la nueva manera de concebir la religión. Y los jefes del Templo se dan cuenta que no pueden actuar contra Jesús sin buscarse la animadversión del pueblo. Y todo quedó así, por el momento.
          No puedo menos que traspasar estas dos escenas (de las 2 lecturas) a nuestros templos de ahora y a nuestras gentes de ahora y a nuestros “dirigentes” de ahora. Porque pienso qué sensación produciría en Jesús entrar en una iglesia donde los fieles (o “menos fieles”) están hablando como en la plaza del pueblo… Cuando viera a las gentes que han convertido el templo –mi casa de oración- en un lugar de turismo o curiosidad. Donde tantas veces la oración de unos queda dificultada por la falta de respeto de otros. Cuando se pasa ante la presencia misma de Jesús Sacramentado como se pasa ante los puestos del mercado… Cuando entran dos personas a “descansar” y contarse sus cuitas como si estuvieran en los bancos del parque…
          Pero voy a más: hablaba la 1ª lectura de las dependencias del templo, que también fueron purificadas y consagradas. Podríamos referirla a nuestras sacristías… ¡También Jesús nos llamaría la atención dolidamente cuando viera que se habla a voz plena, molestando a quienes oran en la iglesia! Las sacristías donde se viste o desviste el Sacerdote para oficiar la Eucaristía y no se está guardando el respeto a ese momento previo o subsiguiente al gran misterio… Momentos sagrados en los que debiera ser todo casi como un paso al lado del Altar…
          No puedo comprender que la Capilla, la Iglesia, sea lugar de chanzas o de expresiones y comentarios fútiles e inútiles, que se pueden guardar para otro lugar y momento.

          Sencillamente veo la tristeza de Jesús ante esas situaciones en “su casa de oración”… Y comprendo muy bien que echara a los mercaderes y les dijera que habían convertido aquello en cueva de bandidos. La expresión puede resultar demasiado fuerte, pero está expresando un sentimiento en el Corazón de Jesucristo (que ha tomado tal dicho de una profecía de Jeremías 7, 11). Pudo haberlo dicho de otra manera, pero el hecho es que lo expresó así. Y yo me meto en el fondo de sus sentimientos y me hago cargo de lo que supone en el Corazón de Cristo una falta de respeto al recinto sagrado… Por eso no lo dijo con sus palabras (que podrían haber sido más suaves), sino que el pensamiento se le fue a lo que ya estaba escrito hacía siglos. Respondía al dolor que había experimentado.

jueves, 19 de noviembre de 2015

ZENIT 19 noviembre: Dios llora, Jesús llora

'Dios llora ante la guerra en el mundo'

En la homilía de este jueves, el Santo Padre asegura que quienes trabajan por la guerra son delincuentes y recuerda a los operadores de paz que están dispuestos a dar su vida por los otros
 (ZENIT.org) Redacción | 1116 hits

Todo el mundo está hoy en guerra, y ésto no tiene justificación. Más aún, rechazar el “camino de la paz” hace que Dios mismo llore. Lo ha asegurado el papa Francisco en la homilía de la misa celebrada esta mañana en Santa Marta.
Haciendo referencia al Evangelio del día, el Santo Padre ha explicado que Jesús se acerca a Jerusalén y la observa y llora, dirigiendo a la ciudad estas palabras: “¡Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz! Pero no: está escondido a tus ojos”. Y ha añadido que “Jesús también hoy llora. Porque hemos preferido el camino de las guerras, el camino del odio, el camino de las enemistades”.
El Santo Padre ha recordado que estamos cerca de la Navidad y habrá luces, fiestas, árboles luminosos, pesebres… “todo maquillado: el mundo continúa haciendo la guerra, haciendo las guerras. El mundo no ha comprendido el camino de la paz”.
También ha querido recordar las recientes conmemoraciones de la segunda Guerra Mundial, las bombas de Hiroshima y Nagasaki, su visita a Redipuglia el año pasado por el aniversario de la Primera Guerra.  “Matanzas inútiles”, ha precisado repitiendo las palabras del papa Benedicto XV. Así, ha advertido que “hay guerra por todas partes, hoy, hay odio”. Por eso ha planteado una pregunta: “¿qué queda de una guerra, de ésta, que estamos viviendo ahora?”
El Papa ha respondido que deja: “ruinas, miles de niños sin educación, tantos muertos inocentes, muchos, y mucho dinero en los bolsillos de los traficantes de armas”.
A propósito, el Pontífice ha precisado que la guerra es precisamente decidir de las riquezas: “hagamos armas, así la economía se equilibra un poco, y vamos adelante con nuestros interés”. Y ha recordado que hay una palabra fea del Señor: “¡Malditos!”. Porque Él ha dicho: “bienaventurados los que trabajan por la paz”. Por eso, Francisco ha indicado que los que trabajan por la guerra, los que hacen guerra, son malditos, son delincuentes.
A continuación, el Santo Padre ha observado que una guerra se puede justificar --entre comillas-- con muchas, muchas razones. “Pero cuando todo el mundo, como hoy, está en guerra, ¡todo el mundo! es una guerra mundial por partes: aquí, allí, allí, por todas partes …, no hay justificación. Y Dios llora. Jesús llora”, ha precisado.
Por otro lado, el Santo Padre ha advertido que mientras los traficantes de armas hacen su trabajo “están los pobres trabajadores de paz que solamente por ayudar a una persona, a otra, a otra, a otra, dan la vida”.
A este punto, ha puesto como ejemplo a “un símbolo de nuestro tiempo: Teresa de Calcuta”. Contra la cual se podría decir, con el cinismo de los poderosos, “¿pero qué ha hecho esa mujer? ¿Ha perdido su vida ayudando a la gente a morir?” Por eso el Papa ha reconocido que “no se entiende el camino de la paz”.
Para finalizar la homilía, el Pontífice ha asegurado que nos hará bien pedir la gracia del llanto, “para este mundo que no reconoce el camino de la paz. Que vive para hacer la guerra, con el cinismo de decir que no quiere no hacerla”. Por eso, ha invitado a “pedir la conversión del corazón. Precisamente a la puerta del Jubileo de la Misericordia, que nuestro júbilo, nuestra alegría, sea la gracia que el mundo encuentre de nuevo la capacidad de llorar por sus crímenes, por lo que hace con las guerras”.