sábado, 31 de marzo de 2018

31 marzo: Sábado Santo


Liturgia:          El pésame a la Virgen
            Lo que para nosotros es –en realidad- “Sábado Santo” es un día de luto en la Iglesia. En todo el día no hay culto. Incluso los templos permanecen cerrados.  La muerte de Jesús se ha vivido intensamente el Viernes Santo.  Después podríamos decir que estamos retirados en el Cenáculo, en el silencio doloroso de la muerte del ser querido.  No hay velatorio porque no hubo tiempo para poder velar el cadáver de Jesús.  Y como el sábado era día grande de los judíos y ellos estaban de fiesta mayor y en reposo sabático absoluto, no cabía otra cosa a los amigos de Jesús que permanecer en esa espera.  La vida litúrgica también queda así paralizada desde la tarde del Viernes, y durante todo el sábado.

          He tenido la bonita experiencia de un pueblo en el que sus fieles se congregaban el sábado en la Iglesia para dar el pésame a la Virgen. Algo así podría haber sucedido en el Cenáculo, una vez pasada la noche aquella, tan dura, tras la sepultura de Jesús.  Por la mañana es María quien sale a la Sala donde están todos.  Y respetuosamente se acercan a Ella aquellos amigos de Jesús, para darle el pésame, unirse a su dolor, apoyarla. También ellos son directamente afectados y, si cabe, se podría decir que están mucho más afectados. No porque puedan sentir un dolor más fuerte que el de la Madre, sino porque les falta a ellos la longitud de mirada que le da a María su fe, su meter todo en su corazón, su abandono absoluto en el misterio de Dios…  Es que ellos ahora mismo no ven más allá.  Ellos viven una experiencia de vacío y de fracaso absoluto. Han seguido a un líder que creyeron invencible, y ahora están completamente en el aire.  O, mejor dicho, por los suelos. No saben ahora qué serán sus vidas, ni para qué vivieron aquellos años en el seguimiento del Maestro, que en definitiva ha sido ajusticiado por las fuerzas religiosas y por las civiles.  Los de Emaús son los que expresan al vivo el sentimiento que les embarga: Nosotros esperábamos…  ¡Ya no esperan!  Se les ha hundido la vida.  Por eso digo que dan el pésame a María, pero ellos se consideran muy desgraciados.
De una parte es el propio dolor de la Madre. Ella vive en su Corazón la ausencia del Hijo de sus entrañas, que ha quedado allí arriba en el sepulcro. Ella ahora rumia todo lo que ha sufrido Jesús en las últimas horas. Ella, a la prudente distancia, le ha seguido los pasos, y ha podido vivir en sus entretelas del alma, cada dolor, cada tormento, cada expresión del rostro del Hijo…  Cada expresión de aquellos que intervinieron en ese trance.  Ella ha ido sintiendo entrarle el puñal en su propia alma, hasta clavársele hasta la empuñadura.  Ella ha dejado a su Hijo cadáver, puesto en un sepulcro de modo precipitado porque no hubo tiempo ni para los últimos detalles que se dedican a cualquier cadáver.
Acompañar hoy a María me es una obligación filial…, un encargo que he recibido de Jesús, allí al pie de su Cruz.  Mi compañía no puede tener palabras, que me resultarían ridículas. Sólo compañía.  Sólo estar allí. Sólo acoger si algo me quiere Ella expresar.  Y no puedo negar, que mi luto personal necesita también de Ella, y que sé que Ella tomó muy en serio el encargo de Jesús en la Cruz.
El mundo interior de María es un pozo sin fondo.  María pasó su vida con mil lagunas que no pudo entender, pero que supo ir guardando en su Corazón.  Y si muchas veces rumió tantos y tantos aspectos vividos misteriosamente en su vida, hoy –en ese silencio doloroso de su orfandad- parecen irse regurgitando y aclarando…
Aquellos misterios lejanos desde el momento del anuncio del ángel…, a aquel Belén inexplicable… Aquellos años silenciosos de Nazaret en los que parecía como esfumarse todo sentido especial de su Hijo allí escondido en una vida como cualquiera de la aldea. El extraño gesto del hijo de 12 años, que bien les dio a entender que ese Hijo no les pertenecía…, aunque aquello fuera un fogonazo suelto en medio de tantos años. O aquella despedida costosa cuando su Hijo sintió el impulso que le movía.
          Todo eso estuvo en los sentimientos de María aquel sábado. Acogía el pésame para Ella, pero abría resquicios para los pobres discípulos y amigos, allí todos encerrados, por el mismo miedo de que su amistad y seguimiento de Jesús, se pudiera traducir en la propia ruina personal de cada uno.  La obra de María es dejarles esa rendija a la espera…, a la esperanza…, a que tengan todavía la capacidad de aceptar y sobrellevar esa terrible duda que les embarga…  Porque aún el alma está desolada, pero Dios sigue mirando desde el Cielo, y no dejará caer sin su permiso un solo cabello de sus cabezas.

viernes, 30 de marzo de 2018

30 marzo: VIERNES SANTO


Liturgia: EN TUS MANOS ME ENTREGO

          Cuando todo está acabado, completo, perfecto, cuando –aun en medio de esa tortura de la muerte inminente- puede tener constatado que ha hecho cuanto debía de hacer, según los misteriosos proyectos de Dios-, Jesús se sabe ya en la última hora.  Pero nadie me quita la vida, sino que Yo la doy. Y en plena conciencia de ello, toma su vida en sus manos (por decirlo así) y lo deposita en las del Padre: En tus manos pongo mi espíritu. Todavía no es la muerte.  Ahora, da un grito tan fuerte, impropio e imposible en un crucificado, que queda admirado el centurión que estaba al frente de aquella patrulla de vigilancia (y tan acostumbrado a ver morir crucificados, con casi leves suspiros, sin poder sacar ya fuerzas de sus pechos). E inclinó la cabeza, como gesto previo del que se va a echar a dormir cuando “ha llegado SU HORA”, y expiró.  Dueño total de la vida y de la muerte.  El centurión, pasmado, exclama:  Verdaderamente este hombre era HIJO DE DIOS.  Había abierto San Marcos su Evangelio diciendo: “Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios”.  Concluye ahora el centurión romano afirmando que “verdaderamente era Hijo de Dios”.
          Y por si fuera a quedar duda, la naturaleza entera se conmueve ante la muerte de su Creador. El sol de mediodía se eclipsa totalmente y suceden las tinieblas; un terremoto hace chocar las piedras y abre los sepulcros. Los muertos salen deambulando por Jerusalén.  Y las gentes se aterrorizan y echan a correr en aquella oscuridad hacia la ciudad dándose golpes de pecho. Si el demonio había dejado a Jesús “para otra ocasión” pensando entonces vencerlo, y se había creído vencedor en la muerte de su adversario Jesús, ahora también ha perdido la partida.  La estampida de aquellas turbas que se habían mofado de Jesús, es la confesión más clara de que –por decirlo así- “el Hijo de Dios ha bajado de la Cruz”, porque realmente ese Hombre, Jesús, ha aplastado la cabeza de la serpiente, y las lenguas viperinas y blasfemas que se valieron del anonimato de la masa para retar al propio Dios, tiene que golpearse el pecho en actitud de arrepentimiento estremecido.
          Todavía hay una señal más fuerte que todas éstas. El velo del Templo se rasgó por medio. ¡Aquello tocaba de lleno en los jefes religiosos que promovieron la injusticia! Ellos, los defensores” del Dios Yawhé, a quien guardaban celosamente en sus símbolos más sagrados contenidos en el Arca, en el Santuario, oculto a las miradas profanas con aquel velo, ven rasgarse su Presencia sublime, como el Dios mismo que rasga el misterio porque ahora se ha hecho patente y tangible en la persona de aquel Crucificado que ellos han despreciado y han pretendido quitar de en medio.  Lo que ahora ha quedado superado ha sido el período de la Alianza Antigua, y Jesús ha inaugurado una nueva y ya eterna Alianza de Dios con la humanidad, en la persona de Jesús, Hijo de Dios. El “velo” que era Jesús-Hombre ha quedado desvelado y Dios ha quedado al descubierto en JESÚS. Se aterrorizarán los demonios y los que le hicieron de diablos humanos. Descansará Jesús en los brazos de su Padre. Y María –con el grupo de incondicionales-, abrazada ahora a los pies de ese hijo muerto, dejando correr sus lágrimas serenas por sus mejillas, también entran en ese regazo de serena paz que da el final de unos tormentos tan terribles de la persona querida. Ni huyen ni se asustan, ni se sorprenden. Allí están contemplando la gloria de Dios.
          Los malhechores crucificados también guardan imponente silencio. Hasta el que había atacado con sus palabras. Ahora está callado. Mirando en todas direcciones como quien está viendo lo que nunca pudo sospechar. El otro sabe ahora que es hoy mismo cuando volverá a encontrarse con ese “Rey de los judíos” que está desplomado en la cruz de al lado, pero que tiene un Reino diferente.  Los soldados, pasmados.  Sin atreverse a moverse de donde están. El centurión, anonadado.  El silencio, que sólo rompe el jadear agónico de los otros crucificados, y quizás los sollozos más expresivos de María Magdalena, es la adoración del mundo hacia aquel JESÚS NAZARENO, QUE VERDADERAMENTE ERA EL HIJO DE DIOS.

jueves, 29 de marzo de 2018

29 marzo: Jueves Santo


Liturgia: LA INSTITUCIÓN DE LA EUCARISTÍA
          La institución de la Eucaristía, con su doble vertiente de dar vida eterna a quien come su cuerpo y bebe su sangre (aquel anuncio que escandalizó otrora a discípulos suyos), y anunciar su muerte: vivirla de antemano en forma misteriosa incruenta, y al mismo tiempo absolutamente real. Un verdadero misterio que constituía el momento definitivo de la anunciada (desde antiguo) NUEVA Y ETERNA ALIANZA, nuevo testamento, pacto ya irrompible del amor de Dios a la humanidad, a la que Dios podrá mirar ya rescatada del fango en que la había sumido el pecado.
          Jesús tomó pan de la mesa. Dio gracias a Dios, y extendió sus manos sobre ese pan, en signo de bendición, y se lo dio a sus discípulos diciendo: TOMAD Y COMED: ESTO ES MI CUERPO QUE SE ENTREGA.  Y bien era conocido el sentido de ese vocablo: entregar a la muerte  Y los apóstoles fueron pasando aquel “pan”… También hizo Jesús lo mismo con una copa de vino. Y les dijo:   TOMAD Y BEBED TODOS DE ÉL, PORQUE ÉSTE ES EL CÁLIZ DE LA NUEVA ALIANZA EN MI SANGRE, QUE SE DERRAMA POR VOSOTROS Y POR EL MUNDO ENTERO, PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS.  Y otra vez aquellos hombres, envueltos en un ambiente de misterio, bebieron de la copa.
          Mi pregunta siempre es: ¿qué estaban entendiendo aquellos hombres?  ¿Hasta dónde podía llegar su “conocimiento espiritual” para hacerse cargo de lo que acababan de hacer?  Mucho dudo de que fueran conscientes de ser testigos al vivo de la acción salvadora de Jesús, de asistir a su muerte, de pensar que en aquel momento Jesús había entrado dentro de ellos.  Pienso que tendrían que recibir el Espíritu Santo de Pentecostés para entender la sublimidad de lo había ocurrido.  Y no sólo que “había ocurrido” sino que Jesús acabó aquel momento tan especial con una nueva palabra no menos maravillosa: CUANTAS VECES HAGÁIS ESTO EN MI NOMBRE, ANUNCIÁIS MI MUERTE HASTA QUE VUELVA  Porque Pentecostés les reveló que aquella acción que habían vivido, era una acción actual, permanente, que se trasmitía y se prolongaba –se revivía- cada vez que ellos repitieran aquel mismo gesto y palabras de Jesús.
          Para nosotros todo esto  es ya algo “casi natural”. Y también necesitamos Espíritu Santo para concienciar la inexplicable realidad a la que asistimos y en la que participamos los católicos en cada “Misa”.  Aunque les llevamos de ventaja a aquellos hombres toscos de la Santa Cena, toda la fe de la Iglesia, ¡la maravilla de la fe que hemos recibido!, y con ella la capacidad para asentir sin dudar que la Palabra del Señor ha transformado el sentir y pensar de nuestra mera capacidad “intelectual” humana.  Tenemos el llamado “sentido de la fe”, que nos hace “fácil” lo más difícil, cuando se desenvuelve bajo el manto del poder de Dios y de la acción en nosotros de Jesús a través de su Espíritu Santo.  En definitiva, de la Iglesia.
¿Cuál era el sentir íntimo, profundo del propio Jesús? Jesús estaba entrando en las entrañas del alma de cada uno. Jesús estaba viendo un horizonte de siglos, entrando en corazones del mundo entero. Y -personalizando- Jesús vio mi momento concreto en que yo acepto su entrada en mí. La pregunta es obligada: ¿Qué ve? ¿Qué efectos descubre de esa su divina "medicina", su Presencia en nuestra alma, que no es un caramelo para endulzarse un rato...?
Vio su llegada sacramental a aquellas primeras comunidades de cristianos ardientes por vivir la vida de su Maestro y Señor, que fueron sus Testigos que hacían exclamar a los paganos: "Mirad cómo se aman". Era el distintivo. Era el testimonio. Nadie tenía nada como propio, sino que quien tenía, ponía lo suyo a disposición de quien no tenía. Había una emulación por contender quién podía ser más "doble" de Cristo Jesús, más hostia que se inmola dándose y compartiendo. Un solo corazón, una sola alma, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos.
Vio aquella certera advertencia de Pablo al grupo corintio que se reunía para la Eucaristía, en dos grupos diferenciados: pobres necesitados, y "cristianos" satisfechos de sí. Y Pablo ratificó que "eso no es Eucaristía", no es la Cena del Señor. Él está ya ausente, por mucho que externamente parezca que "celebran". Es un pan vacío, huero. La levadura del amor efectivo es ingrediente esencial del Sacramento
Sigue viendo nuestras Eucaristías. Grandes momentos de su acción santificadora. Penosos momentos de comuniones aparentes en que parece recibirse a Jesús, mientras se albergan recelos y odios y negativas a perdón..., y se sale con el juicio negativo, la crítica e incluso envenenamientos del alma por algún motivo personal... ¿Qué panorama vio Jesús desde aquel Cenáculo, cuando miró hacia los otros cenáculos de la historia?

miércoles, 28 de marzo de 2018

28 marzo: El relato de San Mateo


Liturgia:
                      Repetimos parte del tercer cántico del Siervo de Yavhé que tuvimos el domingo de Ramos. Is.50,4-9, en el que el Siervo –que anuncia al Mesías- se presenta con una lengua de persona que ha aprendido en las fuentes de Dios: Cada mañana me espabila el oído para que escuche como los iniciados; el Señor me ha abierto el oído y no me he rebelado ni me he echado atrás. Permanece fiel en medio de la lucha, en fidelidad completa respecto de Dios.
          Y en esa fidelidad ofrecí mi espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que mesaban mi barba; no oculté el rostro a insultos y salivazos. Un presagio de la noche del prendimiento de Jesús, entre los criados del Sumo Sacerdote. En medio de esa situación, tengo cerca a mi abogado. Tiene la seguridad de su inocencia y de que nadie podrá argüirle de pecado, nadie podrá declararlo culpable. Son pinceladas que van preparando el clima espiritual de los fieles ante la Pasión de Jesús.

          El evangelio cambia hoy a Mateo (26,14-25) y hace un poco de vuelta atrás sobre lo que hemos ido siguiendo en San Juan. En Juan habíamos llegado ya a la salida del traidor. Hoy San Mateo nos reproduce aquel momento tan tenso en el que Jesús anuncia que uno de vosotros me va a entregar. Jesús había sido informado, posiblemente por Nicodemo, uno del Senado judío pero que era amigo de Jesús, que uno del grupo, un tal Judas, le había vendido a los sacerdotes; que se había presentado a ellos para tratar la traición: ¿qué me dais y yo os lo entrego? En parte era la venganza por lo ocurrido en casa de Lázaro en la que Jesús le corrigió y en donde defendió la acción de María que había derramado sobre los pies de Jesús el perfume de nardo puro. En parte era ya la salida de un hombre que no estaba de acuerdo con los planteamientos mesiánicos de Jesús, y pretende apartarlo de la vida pública. Lo más seguro es que Judas no calibró el alcance que podía tener su venta.
          Jesús, informado ya de la situación, tiene que resguardarse y a la hora de preparar la Cena en la que va a reunirse con sus discípulos, lo hace de manera que no se sepa dónde. Él se ha puesto ya de acuerdo con el discípulo dueño del Cenáculo, y crea un entramado en el que los dos apóstoles que van a preparar la cena han de encontrarse con Fulano, quien les llevará a la casa y les mostrará la sala espaciosa y amueblada. Allí acudirán a la caída de la tarde, sin que ninguno sepa –por tanto, tampoco Judas- dónde iban.
          Y puestos ya a la mesa, Jesús se descuelga con una afirmación que les hiela la sangre: Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar. Ya sabemos detalles de ese momento por el evangelio de ayer. Pero quedaban otros detalles que nos cuenta San Mateo, uno de los discípulos que vivió aquello. Todos empezaron a preguntar con horror: Soy yo acaso, Señor. Estaban bien convencidos de que no porque ellos amaban a su Maestro. Pero en este momento no se fían de sí mismos y preguntan con dolor.
          Responde Jesús –aquí varía la versión que nos dio San Juan- que uno que moja en la misma fuente que yo. El Hijo del hombre se va, como está escrito, pero ¡ay de aquel que le va a entregar! Más le valdría no haber nacido. Pero lo que es curioso y mordaz es que el propio Judas se atreve a preguntar con un cinismo exagerado: ¿Soy yo, acaso, Maestro?
          Imagino que la respuesta de Jesús fue tan disimulada que no se hicieron eco los demás. Jesús respondió a Judas: Así es. Lo que juntamente con aquello de “más le valdría no haber nacido”, Judas se encuentra con que Jesús sabe que él es quien le va a entregar, y que peor que no haber nacido equivalía al desastre de su propia persona. Se comprende ahora perfectamente el relato de ayer, en el que Judas, con el bocado, tuvo también dentro a Satanás, y debió ponerse muy alterado. Ya no tenía sitio allí. Estaba descubierto y Jesús se lo había hecho saber con aquel escueto: ‘así es’. Se comprende que Jesús le diera salida, como nos contaba Juan, para que Judas pudiera salirse del grupo aquel, en el que los demás estaban de parte de Jesús.
          Lo que sigue en Mateo es ya la institución de la Eucaristía. Pero eso ya queda para mañana, día de Jueves Santo.

martes, 27 de marzo de 2018

27 marzo: Era de noche


Liturgia:
                      Volvemos al poema del Siervo de Yavéh (Is.49,1-6) en los versos que reflejan la confianza del Siervo en su Señor, porque él me llamó en las entrañas maternas y pronunció mi nombre; hizo de mi boca una espada afilada, me escondió en la sombra de su mano. Vive, pues, confiado en el Señor, quien no sólo lo considera “mi siervo” sino que lo dedica a restablecer la tribus de Israel…, luz de las naciones para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra.
          El “siervo” tiene una misión definitiva que abarca a Israel y se extiende al mundo, hasta el último rincón. Lo que siempre nos pone los ojos en Cristo, Salvador universal a través de su Misterio Pascual.

          El evangelio de Juan (13,21-33, 36-38) nos sumerge ya en los prolegómenos mismos de la Pasión. Situados ya para comer la Cena, con toda la solemnidad de una cena que adelanta la fiesta pascual, Jesús se descuelga con una afirmación que deja perplejos a los apóstoles: Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar. Los discípulos se miraron unos a otros como extrañados, como quien en ese momento quisieran averiguar de quién se trataba. Judas tuvo que disimular con cinismo, porque en realidad venía dando notas muy negativas en todos estos últimos días.
          Pedro ve que el discípulo amado está en posición ventajosa para intentar la confidencia, y le hace señas de que averigüe quién es. Y Jesús, no queriendo delatar a Judas, se limita a decirle por lo bajo que aquel a quien yo dé un trozo de pan untado. El gesto era de deferencia con un comensal y por tanto no podía Judas evitar aquel signo de ternura y cercanía.
          Pero había tensión en el ambiente y Judas estaba tan a punto de explotar, que Jesús le brindó la salida airosa en aquel momento de darle el trozo de pan. Le dijo: Lo que has de hacer, hazlo pronto. Con lo cual creyeron los compañeros que le encargaba ir a repartir alguna limosna a los pobres, y allí acabó aquel impasse.
          El evangelista, siempre dispuesto a encontrar dobles sentidos a sus palabras, apostilla, como “dato” que ERA DE NOCHE aquel momento en que Judas salió del Cenáculo. Era de noche porque ya estaban en las horas que se consideraban noche. Pero sobre todo está reflejando la oscuridad y tiniebla en el corazón de Judas. Y quizás poner una nota muy significativa del momento trágico que estaba sucediendo en aquel instante, una verdadera noche para la vida de Jesús y de aquella comunidad.
          Jesús lo traduce como “glorificación”… De una parte era liberarse de aquel peso tremendo que suponía Judas en aquellos instantes. De otra parte es equivalente a decir: “la suerte está echada”. Había llegado el momento en que ya se desencadenaba la fuerza maligna: Con el bocado entró Satanás en aquella alma atormentada de Judas. Era “la hora del poder de las tinieblas”. Y Jesús juega con el término “glorificación” como descanso y como punto de arranque de su pasión. Y Simón Pedro pregunta en medio de aquel laberinto de sentimientos: Señor: ¿a dónde vas? Y Jesús le responde con enigma: Donde yo voy no puedes venir tú ahora. Vendrás más tarde.
          Simón no se resigna a que Jesús pueda ir a algún sitio sin contar ya con él, pero vislumbra que allí hay tragedia. Y se envalentona muy fuerte y afirma: ¿Por qué no puedo acompañarte ahora? Daré mi vida por ti. La tragedia se hace más dura para Simón porque Jesús ahora le advierte del fallo que Simón va a tener: Conque ¿darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará hoy el gallo antes que me hayas negado tres veces.
          Ahí acaba hoy el evangelio. Deja una sensación dolorosa muy fuerte, y puede imaginarse en qué ambiente se desarrolla ahora la cena.           

          Mañana cambiaremos de evangelista y parecerá que hay como una moviola que vuelve atrás en todo el proceso que hoy hemos vivido. Pero será para mostrarnos –desde otro relato- el mismo cinismo de Judas. Pero no adelantemos acontecimientos: que mañana será otro día. Y si Dios nos da vida, ya lo trataremos en su dimensión propia.

lunes, 26 de marzo de 2018

26 marzo: El perfume de nardo


Liturgia:
                      Nos vamos centrando en los misterios de la Pasión y los textos, incluso en las primeras lecturas, son ya referentes al anuncio expreso de la Pasión. Así tenemos hoy una parte del poema del Siervo de Yavhé, que es como un anticipo de Jesús, porque en Jesús se cumplen en plenitud lo que se dice en Isaías de ese Siervo. (42,1-7)
          Mirad a mi siervo, a quien sostengo, mi elegido, a quien prefiero. Es muy claro. Todo eso se realiza preeminentemente en Cristo. Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones. El “derecho” es la salvación, es poner derecha la vida de la nación y del mundo entero: “las naciones”.
          Características de ese Siervo es que no gritará, no clamará, no voceará por la calles. Jesucristo no grita. Va exponiendo su doctrina y va repartiendo sus dones, no sólo no vociferando sino pretendiendo silencio de sus propios hechos milagrosos. Y en cuanto a los débiles, no quebrará la caña cascada ni apagará el pabilo vacilante. Todo lo contrario: consolidará las piernas de los cojos y paralíticos y levantará las esperanzas de quienes las tenían perdidas, como las de aquellos enfermos que llevaban años en su postración y Jesús les cura.
          Promoverá el derecho en la tierra y sus leyes que esperan las islas. Que posiblemente quiere expresar que también allí donde el mar todo lo rodea (el mar es símbolo del mal en muchos pasajes bíblicos), se va a establecer su ley de misericordia y perdón.
          Y con una serie de expresiones que se refieren al Dios misericordioso, que creó y desplegó los cielos, siguen unas afirmaciones a favor del Siervo (y que miran derechamente a Cristo) por las que se dice que te ha llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones (las mismas palabras que Simeón pronunciará sobre Jesús el día de su presentación en el templo). Todo ello para que saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan en tinieblas. Prisión terrible de los vicios y pecados; tinieblas que mantienen cercenada la libertad de los hombres.

          El evangelio es como el marco que explica más directamente las causas más inmediatas a la Pasión del Señor. (Jn.12,1-11). Celebraban en la casa de Lázaro, el resucitado, ese acontecimiento singular de la vuelta a la vida del muerto de 4 días. Marta servía a la mesa, como es muy propio del carácter de aquella mujer que siempre aparece como mujer activa. Lo mismo que María aparece en otra dimensión: la mística, la espiritual, la de la persona que mira por los ojos de Jesús.
          En efecto, María se viene a Jesús con un frasco de perfume de nardo auténtico, y lo derrama sobre la cabeza de Jesús. No se lo ha pensado. Ella conservaba aquel perfume como un tesorillo de mujer. Y en un arrebato de emoción agradecida, se va a su tocador, toma el frasco de perfume y se viene a la mesa y lo derrama sobre Jesús. El amor no discurre. Actúa como se viene al alma. Y María lo hace así.
          Dice el texto, con doble sentido, que la estancia se llenó de la fragancia de aquel perfume. Lo cual tiene un sentido directo y lógico, que es el olor que se expande de una esencia tan buena. Pero hay otro sentido simbólico y es que aquella acción de María –como dirá Jesús- se va a propagar por el mundo entero.
          Pero frente a esa “fragancia” surge la “peste” de Judas. Judas no llevó a bien aquello. Pensó crematísticamente que aquel perfume se podía haber vendido y repartir su dinero entre los pobres. Era su señuelo. El evangelista, que bien lo conocía de convivir tres años con él, aclara que a Judas poco se le importaban los pobres, y que en realidad lo que le ocurría era que –como él era el encargado de la bolsa del grupo- de lo que se echaba en ella él se llevaba su parte.
          Jesús salió en defensa de la mujer y alabó su gesto e hizo la clarificación de que a los pobres siempre los tenemos ahí, pero que a Jesús no lo tendremos siempre a la mano. Y que aquel ungüento era ya un presagio del embalsamamiento de su sepultura.
          Le molestó a Judas aquella defensa por dos razones: porque Jesús le había quitado la razón y porque lo había hecho en parangón con el hecho de una mujer. Aún no se dice nada en este evangelio de hoy pero la realidad es que esta situación exacerbó a Judas y lo distanció de Jesús. Y le puso de mal talante con él.
          Del hecho salieron dos reacciones: los que creyeron en Jesús y la de los sacerdotes que vieron que perdían pie con hechos como aquellos. Por lo que decidieron ya matar a Jesús e incluso matar a Lázaro que era el testigo vivo del hecho maravilloso de la vuelta a la vida.

domingo, 25 de marzo de 2018

25 marzo: Comienza la Semana Santa


Liturgia: DOMINGO DE RAMOS
                      Entramos en la Semana Santa y concretamente en la conmemoración de la entrada del Señor en Jerusalén. Hay diversas formas de celebrar esa liturgia: una es haciendo PROCESIÓN, que sería desde otra Capilla o lugar apto hasta la iglesia. El sacerdote  con ornamentos rojos bendice los ramos. Tras un saludo del Sacerdote a los fieles y una oración, lee el evangelio de la Entrada de Jesús en Jerusalén (que este año correspondería a la narración de San Marcos). Los fieles tienen los ramos en las  manos. En la procesión se cantan Salmos y un breve himno a Cristo Rey: Gloria, alabanza y honor. Gritad hosanna y haceos como los niños hebreos al paso del Redentor. Gloria y honor al que viene en nombre del Señor.
          Una segunda fórmula se realiza todo dentro de la única iglesia, y se siguen prácticamente los mismos pasos que la primera. Llegados al altar empieza la Misa por la Oración, omitiendo lo anterior.
          Y la tercera fórmula no tiene procesión. Bendecidos los ramos, comienza la Misa como de costumbre, con una amplia antífona de entrada.
          La LITURGIA DE LA PALABRA comienza con Is.50,4-7. La segunda parte es ya abiertamente tema de pasión: Ofrecí la espalda a los que me golpeaban la mejilla a insultos y salivazos. Mi Señor me ayudaba, por eso no quedaba confundido, por eso ofrecí el rostro como pedernal, y sé que no quedaré avergonzado.
          La 2ª lectura es el himno cristológico por excelencia, que escribió Pablo a los fieles de Filipos. (2,6-11). En él se describe todo el Misterio Pascual, empezando desde la misma Encarnación: Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios. Cristo es Dios. Pero no retiene esa realidad como un paraguas de seguridad por el que hiciera las veces de hombre pero a resguardo de su propia “categoría de Dios”. Al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo (de hombre). La expresión original es: “se vació”. Algo así como si el sol escondiera sus rayos para poder acercarse  a la tierra. “Se anonadó”…, pasó de serlo todo a no ser “nada más que hombre” (=esclavo), pasando por uno de tantos, y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y muerte de cruz. He ahí el enorme incomprensible misterio, el que escandalizó totalmente a los judíos.
          Pero el MISTERIO PASCUAL no acaba en la cruz, ni el anonadamiento de Jesús acaba en esa nada. La obediencia de Jesús hasta la muerte, acarrea el triunfo: Por eso Dios lo levantó sobre todo, y le concedió el ‘Nombre-sobre-todo-nombre’, el “nombre” y realidad de DIOS, de modo que al nombre de JESÚS toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: “¡Jesucristo es Señor!”. Y eso se convierte en la GLORIA DE DIOS PADRE que ha ensalzado al Hijo por su obediencia.
          Ese Misterio de muerte y vida es el que ahora se proclama en la PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTIO, que se lee este año según San Marcos (14,1 a 15,47).

          Cada evangelista tiene sus propios acentos en determinados pasajes, y no agotan todos los hechos, que conocemos por otros evangelistas. Por eso puede ser un objetivo de la Semana Santa de los fieles el seguir la Pasión completa en alguna Sinopsis (en la BAC, la del P. Leal) o Concordancia (la de Codesal) en la que están situados los textos de manera que va fluyendo el proceso de la Pasión, de forma completa, en una secuencia de hechos que hace más posible hacernos una idea de la misma.
          También puede seguirse en mi libro: “Quién es Este” donde he expuesto la Pasión del Señor en modo y forma que resulte muy asequible y profundo su seguimiento. El hecho es que vivamos la Semana Santa desde los misterios evangélicos bien desmenuzados y por su orden. Eso, más las celebraciones litúrgicas de Jueves, Viernes y Sábado Santos, nos aportará una vivencia de los misterios de la Pasión y su desemboque en la Resurrección, que es lo que deja completo el PASO (=Pascua) de Jesús.

          La “otra Semana Santa” de las Procesiones carece muchas veces de pedagogía porque las imágenes no guardan el proceso histórico de la Pasión, con lo cual se convierte en un museo de imágenes ante los ojos de la gente, que contempla un crucificado antes que la Santa Cena, o la Oración del Huerto en un Domingo de Ramos. Y se puede quedar en mera visión de imágenes pero sin la catequesis de los misterios en su momento correspondiente.






          Pedimos al Señor saber y poder vivir la Semana Santa con espíritu religioso.

-         Para que tengamos el gusto de releer despacio y sosegadamente la Pasión del Señor. Roguemos al Señor.

-         Para que sepamos comprender que Cristo pasó todo esto por nosotros…, POR MÍ: Roguemos al Señor.

-         Porque el símbolo de los ramos nos lleve a una realidad de acompañar a Jesús, Roguemos al Señor.

-         Para que vivamos en la Eucaristía intensamente el Misterio Pascual de Cristo, Roguemos al Señor.


Te pedimos, Dios de misericordia, que nos hagas sentir el amor que tuviste por nosotros, al enviar a tu Hijo para nuestra salvación.
          Te lo pedimos a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

sábado, 24 de marzo de 2018

24 marzo: Hacia el desenlace


Liturgia:
                      La 1ª lectura es toda ella una profecía de bendición por parte de Dios (Ez.17,21-28), en la que ya se está preparando el terreno para el reinado de David que será pastor único de una nación única, donde Dios cerrará definitivamente su alianza de paz, alianza eterna, y santuario donde se establecerá el Señor. Se está anunciando ya el momento de la nueva realidad que se verificará en Cristo.
          He aquí la lectura: ESTO dice el Señor Dios: «Recogeré a los hijos de Israel de entre las naciones adonde han ido, los reuniré de todas partes para llevarlos a su tierra. Los hará una sola nación en mi tierra, en los montes de Israel. Un solo rey reinará sobre todos ellos. Ya no serán dos naciones ni volverán a dividirse en dos reinos
No volverán a contaminarse con sus ídolos, sus acciones detestables y todas sus transgresiones. Los liberaré de los lugares donde habitan y en los cuales pecaron. Los purificaré; ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios.
Mi siervo David será su rey, el único pastor de todos ellos. Caminarán según mis preceptos, cumplirán mis prescripciones y las pondrán en práctica. Habitarán en la tierra que yo di a mi siervo Jacob, en la que habitaron sus padres: allí habitarán ellos, sus hijos y los hijos de sus hijos para siempre, y mi siervo David será su príncipe para siempre.
Haré con ellos una alianza de paz, una alianza eterna. Los estableceré, los multiplicaré y pondré entre ellos mi santuario para siempre; tendré mi morada junto a ellos, yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Y reconocerán las naciones que yo soy el Señor que consagra Israel, cuando esté mi santuario en medio de ellos para siempre».

El evangelio ya empieza la secuencia que conduce al hecho de la pasión. Recoge las primeras consecuencias de la resurrección de Lázaro. Muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él. Era lo propio, después de ver el hecho excepcional que había realizado Jesús con un muerto de 4 días (y tiene importancia eso de los 4 días porque significa que estaba muerto, bien muerto y oficialmente muerto).
 Pero algunos acudieron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús. Es la cizaña. Es el tomar el rábano por las hojas. En vez de aceptar el hecho sobrenatural y reconocer en Jesús el poder de Dios, optan por crear el problema, yéndose allí donde estaba el foco de oposición abierta a Jesús.
Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron el Sanedrín y dijeron: «¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos signos. Si lo dejamos seguir, todos creerán en él, y vendrán los romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación». Es llegar a la solución al revés. Si “este hombre hace muchos milagros” es que el poder de Dios está en él, y por tanto se deberían preguntar en su línea de espera del Mesías salvador. Pero se van por la parte negativa y lo que temen ahora es que el poder romano al ver a un hombre con tales poderes –en realidad, los del Mesías-, pueda provocar una reacción política contra el pueblo
De ahí la conclusión –completamente política y humana de Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, que les dijo: «Vosotros no entendéis ni palabra; no comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera». Insisto en que la reacción era política y humana, aunque el evangelista la lea ya en clave religiosa: Esto no lo dijo por propio impulso, sino que, por ser sumo sacerdote aquel año, habló proféticamente, anunciando que Jesús iba a morir por la nación; y no solo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos. La verdad es que Juan va a su catequesis y que su evangelio es profundamente teológico. Por eso su interpretación va en esa línea, que luego engarzará con la Pasión del Señor.
Y aquel día decidieron darle muerte. Por eso Jesús ya no andaba públicamente entre los judíos, sino que se retiró a la región vecina al desierto, a una ciudad llamada Efraín, y pasaba allí el tiempo con los discípulos.
Jesús ya se resguarda porque ve que las cosas han llegado ya a su extremo y que tiene que quedar claro que el día que lo prendan los enemigos no es el día que a ellos se les ocurra, sino el día que Jesús se entregue. Porque la pasión de Jesús no es una consecuencia simplemente humana sino el efecto de que ya ha llegado su hora, que es la del poder de las tinieblas, que él permite.

viernes, 23 de marzo de 2018

23 marzo: "Viernes de Dolores"


Liturgia:
                      No se celebra litúrgicamente el antiguamente llamado “Viernes de Dolores”, pero en la mente del pueblo sigue siéndolo. Y las “Lolas” (Dolores), en una mayoría, siguen conservando este día como onomástico. Algunas pasaron su celebración al 15 de septiembre, que es el día que la liturgia celebra a la Virgen de los Dolores. Por sí o por no, felicito a todas las que hoy celebran su día onomástico,

          La 1ª lectura de hoy es de Jeremías (20,10-13) y es también un referente mesiánico clarísimo. El profeta oye el cuchicheo de la gente. No precisamente un cuchicheo favorable sino que causa pavor en derredor del profeta, porque lo que se está tramando es contra él: delatadlo, vamos a delatarlo. Y no eran los enemigos; venía el peligro desde sus mismo amigos, que acechaban mi traspiés: «A ver si, engañado, lo sometemos y podemos vengarnos de él». Han cambiado la traducción tradicional, y seguramente se entiende mejor ésta que hemos transcrito del Leccionario.
          Lo que queda es la oración del profeta que se dirige a Dios y le pide su ayuda, seguro de que el Señor está junto a mí como fuerte soldado, y por tanto confía en que sus enemigos tropezarán y no podrán conmigo. Se avergonzarán con sonrojo eterno que no se olvidará. Todo esto es perfectamente transportable a la Pasión de Jesús y a su resurrección, donde los enemigos quedan avergonzados y con sonrojo eterno, porque es eterna la victoria de Jesús, anunciada en este pasaje profético.
          De ahí ese sentimiento de triunfo que expresa Jeremías en sus sentimientos posteriores: Señor del universo, que examinas al honrado y sondeas las entrañas y el corazón, ¡que yo vea tu venganza sobre ellos, pues te he encomendado mi causa! Evidentemente la oración “de venganza” no fue la que salió de los labios de Jesús, sino la oración que perdonaba y que hasta quería justificar a sus enemigos porque ¡no sabían lo que hacían”.
Cantad al Señor, alabad al Señor, que libera la vida del pobre de las manos de gente perversa. Es el final sereno del propio Jeremías, que ya no busca venganza sino se vuelca en alabanza a Dios.

El evangelio de Juan (10,31-42) es continuación del día anterior y comienza con el mismo versículo con que acababa ayer: Cogieron piedras para apedrear a Jesús. Y cuando Jesús pregunta por qué obra buena le quieren apedrear, la respuesta es obvia: No es por ninguna obra buena sino por una blasfemia, porque siendo un hombre, te haces Dios. La verdad era esa: que han considerado blasfemo que Jesús se defina como el “Yo-soy”, porque esa expresión es precisamente el nombre sagrado de Yawhé. Y además ha dicho Jesús que él existía antes que Abrahán… Estaba muy claro que Jesús estaba respondiendo a la pregunta que le hicieron: “¿Quién te crees que eres tú?”. - Pues: “Yo soy”.
Y Jesús se remite a las obras que hace. Si no las hago, no me creáis. Pero si las hago es para que comprendáis que el Padre está en mí y yo estoy en el Padre.
No arreglaba las cosas. Las iba poniendo cada vez más difíciles. Y la gente pretendió echarle mano, pero Jesús se escabulló. Eso sí: sabía él que había llegado muy lejos, y que el ambiente estaba muy tenso. Entonces Jesús opta por la solución que da muchas veces a  esos momentos difíciles: marcharse, quitarse de en medio, desaparecer. Se fue al otro lado del Jordán. Y allí vinieron gentes que se habían admirado de sus razonamientos y que no querían perderlo de su entorno. Y razonaban diciendo que todo lo que Juan Bautista había dicho de Jesús, era verdad.
Y muchos creyeron en él. Todo no era un fracaso. La fe iba haciendo su fruto, y hubo gentes que se dejaron ganar por la Palabra de Jesús, y ahora lo buscaban allí adonde se había ido para alejarse del foco de los que le discutían y negaban.

jueves, 22 de marzo de 2018

22 marzo: La alianza para siempre


Liturgia:
                      La escena del Génesis que está sintetizada en la 1ª lectura -17,3-9- tiene una belleza muy grande. El pacto de Dios con Abrán se firma con el “protocolo” propio de la época: se tomaban unos animales y se partían por medio y se colocaban una parte frente a otra, dejando un espacio intermedio. Los que firmaban el pacto pasaban por entre esas dos hileras y eso equivalía a un “acta notarial” de compromiso por el que  quedaba el pacto sellado.
          Abrán ha tomado varios animales y ha creado ese “camino” intermedio. Y por entre las dos hileras pasa un torbellino que expresa la presencia de Dios, quien pacta con Abrán: serás padre de muchedumbre de pueblos. No dice que Abrán pasase por medio, sino que espantaba a las aves que venían. Y es que en los pactos de Dios, es Dios quien asume la iniciativa plena, no dependiente de la otra parte.
          Y como propio de esa presencia de Dios, viene el cambio de nombre: Ya no te llamarás ‘Abrán’ sino Abrahán porque te hago padre de muchedumbre. Te haré crecer sin medida, sacando pueblos de ti y reyes nacerán de ti. Cumpliré mi pacto contigo y con tu descendencia en futuras generaciones, como pacto perpetuo.
          Es de una contundencia total, como Dios sabe hacer las cosas. Luego le pide: Guardad mi alianza tú y tus descendientes por siempre.

          El SALMO (104) nos hará repetir –como un coro que subraya el argumento- que El Señor se acuerda de su alianza eternamente…, de su palabra dada, por mil generaciones, de la alianza sellada con Abrahán.

          Y en el Evangelio (Jn.8,51-59) Jesús vuelve a sacar a Abrahán como testigo en la distancia de ese día de Cristo, que le llenó de gozo.
          Los judíos se lo toman a broma porque ¿cómo va a ser que Abrahán viera el día de Cristo y se gozara en él? Porque Abrahán había vivido muchos siglos antes. Y sin embargo en la promesa de alianza perpetua que se inicia en Abrahán y se perpetúa en sus descendientes, ya había vislumbrado el santo patriarca ese triunfo de Dios en la persona del Descendiente definitivo.

          Por lo demás, hago como ayer: transcribo el texto y parafraseo sin pretender hacer una profundización teológica más allá de lo que el texto lleva en sí.
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: «En verdad, en verdad os digo: quien guarda mi palabra no verá la muerte para siempre». Ya dijo ayer que el que guarda su palabra no peca, porque el que guarda su palabra es LIBRE con la verdadera libertad del que elige lo que debe hacer y no lo que se le viene en gana. Habla, pues, Jesús del pecado que da muerte. Y los judíos lo toman por la muerte natural.
Los judíos le dijeron: «Ahora vemos claro que estás endemoniado; Abrahán murió, los profetas también, ¿y tú dices: “Quien guarde mi palabra no gustará la muerte para siempre”? ¿Eres tú más que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron, ¿por quién te tienes?». “Por quién te tienes?”. Ya se está vislumbrando el escándalo que les produce que Jesús se dé  una importancia superior. Por eso responde Jesús
Jesús contestó: «Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien vosotros decís: “Es nuestro Dios”, aunque no lo conocéis. Yo sí lo conozco, y si dijera “No lo conozco” sería, como vosotros, un embustero; pero yo lo conozco y guardo su palabra. Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría».
Los judíos le dijeron: «No tienes todavía cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?».
Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: antes de que Abrahán existiera, yo soy». Jesús declaraba su propia eternidad, su existencia anterior al propio Abrahán, Y aquello lo comprendieron muy bien los judíos y vieron “la blasfemia” que cometía Jesús haciéndose Dios. Y como la blasfemia estaba castigada con el apedreamiento, entonces cogieron piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo.

miércoles, 21 de marzo de 2018

21 marzo: La verdad hace libres


Liturgia:
                      Voy a transcribir el evangelio de Jn.8,31-42 para ir parafraseando, más que para meterme en explicaciones, porque la verdad es que no admite  muchas explicaciones, sino más bien ir entendiendo el discurrir de Jesús y las dificultades del pueblo para entenderlo.
Dice Jesús: «Si permanecéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres». Condición de conocer la verdad es ir a la Palabra de Jesús, meterse en ella y dejar que la Palabra vaya tocando y empapando el espíritu. Y no sólo será una “meditación” sino un encuentro con la verdad y, consecuentemente, con la libertad. Porque libre no es el que hace lo que quiere sino el que quiere hacer lo que debe hacer. Y lo que debe hacer cada uno es responder en verdad y sinceridad a la Palabra de Jesús.
Le replicaron: «Somos linaje de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: “Seréis libres”?». Ser linaje de Abrahán, “hijos de Abrahán”, era su título principal. Y si ellos siguen (dicen seguir) a Abrahán, quiere decir que son libres, no esclavos de nadie ni de ninguna idea.
Jesús les contestó: «En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado es esclavo. [Gran principio de conciencia; el que peca es siempre esclavo de su pecado: de su instinto, de su soberbia, de su egoísmo…] El esclavo no se queda en la casa para siempre, el hijo se queda para siempre. Y si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres. Ya sé que sois linaje de Abrahán; sin embargo, tratáis de matarme, porque mi palabra no cala en vosotros. Yo hablo de lo que he visto junto a mi Padre, pero vosotros hacéis lo que le habéis oído a vuestro padre». Ahí hay una acusación muy fuerte. No es Abrahán el padre vuestro, pues vosotros no seguís los principios y enseñanzas de Abrahán. Vuestro “padre” es un principio de mal, es un demonio, es algo o alguien que os desvía del camino de Abrahán.
Ellos replicaron: «Nuestro padre es Abrahán». Se reafirman. No admiten la palabra que acaba de decirles Jesús. Pero Jesús va a meter más el dedo en la llaga: Jesús les dijo: «Si fuerais hijos de Abrahán, haríais lo que hizo Abrahán. Sin embargo, tratáis de matarme a mí, que os he hablado de la verdad que le escuché a Dios; y eso no lo hizo Abrahán. Vosotros hacéis lo que hace vuestro padre». “Tratáis de matarme”, cosa que ellos no niegan en medio de esta disputa. Lo que sí les repite Jesús es el tema de “vuestro padre”, que lleva una intención muy clara de declararles lo lejos que están de la verdad y del espíritu de Abrahán.
Evidentemente se dieron por aludidos directamente y por ofendidos… Comprendieron que Jesús les estaba sacando los colores y le replicaron: «Nosotros no somos hijos de prostitución; tenemos un solo padre: Dios». Han comprendido muy bien la intención con que Jesús les ha hablado de “vuestro padre”.
Jesús les contestó: «Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais, porque yo salí de Dios, y he venido. Pues no he venido por mi cuenta, sino que él me envió». Aquí quería llegar Jesús. ¿Realmente sirven al Padre Dios? ¿No es que no han aceptado la Palabra de Dios y que por eso mismo no aceptan a Cristo? ¿No es que han echado a las espaldas los muchos anuncios mesiánicos y que cuando ha llegado esta hora de la verdad ellos no aceptan la Palabra de Dios que a anunciaba al Mesías?

No sé la intención del liturgo al escoger la 1ª lectura (Dan.3,14-20.91-92.95) que ha tomado para hoy, porque la verdad es que se despega esa historia del planteamiento base de este evangelio, o de la orientación de estos días de Cuaresma. Pienso que todo ese episodio de los tres jóvenes en el horno de fuego, sin arder ni siquiera oler a chamusquina, viene a concluir en lo que quiere enlazar con el evangelio de hoy: el reconocimiento del Dios verdadero, que es la conclusión a la que llega Nabucodonosor al comprobar el gran milagro que se ha realizado. El propio rey pagano llega a reconocer y adorar al Dios de aquellos tres jóvenes que llegaron a desobedecer y despreciar el mandato real, con tal de obedecer a su  Dios.
Y mientras el rey pagano se pliega a la verdad, el pueblo que escucha a Jesús ha sido incapaz de reconocer a Cristo.

martes, 20 de marzo de 2018

20 marzo: Puesto en alto


Liturgia:
                      Un pueblo absolutamente teocéntrico, que no puede imaginar que algo ocurra sin que Dios sea el autor de lo que sucede, interpreta  que si pasan por una región del desierto donde hay víboras, es Dios quien ha enviado las víboras, máxime cuando ellos no  tienen la conciencia tranquila porque han hablado contra Dios y contra Moisés (Num.21,4-9) por las carencias que están encontrando en el desierto.
          Cuando sienten la muerte de muchos como consecuencia de las mordeduras de serpiente, entonces se vienen a pedir clemencia a Moisés, y que Moisés suplique al Señor para que les libre de esa muerte. Ahora, cuando están constatando el dolor en carne propia, es cuando se acuerdan de sentirse castigados y por tanto de que hay que orar a Dios para que aparte la plaga,
          Moisés se presenta ante Dios y Dios, que hablaba con Moisés como de amigo a amigo, le dice que haga una imagen de serpiente (“venenosa”) y que la ponga en un estandarte en alto, y que los mordidos de las serpientes miren a esa imagen elevada y quedarán sanados.
          En efecto Moisés hace esa imagen y los afectados van obteniendo la curación. La imagen es mesiánica porque hace referencia a la cruz, el instrumento que pone a Jesús en alto y quien recurre a la cruz de Cristo a través de los Sacramentos de salvación, va obteniendo la curación de su pecado.

          A ello se refiere Jesús en el evangelio de hoy (Jn.8,21-30) cuando explica a los judíos que cuando levantéis al Hijo del hombre, sabréis quien soy yo. Hay dos sentidos de ese “levantar” o “poner en alto”: uno es la crucifixión, en la que los hombres lanzan hacia arriba a Jesucristo en el tormento más ignominioso que podía darse a un condenado. Y otro es el sentido de exaltación, por el que el conocimiento que tendrán de quién es Jesús, será el que viene en el triunfo definitivo de la Resurrección. En realidad es ahí donde pueden tener conciencia evidente de que Jesús es el Cristo vencedor.
          Mientras tanto surgen las discusiones, los intentos de Jesús por darse a conocer y la resistencia de la gente a creer en él. Que ya he expresado hace unos días que no tiene nada de extraño ni –en principio- de mala fe, esa resistencia porque era muy difícil compaginar al hombre que vive su plenitud humana, con un Hijo de Dios que, por serlo, nunca debería padecer. Es más: Dios hubiera tenido otras formas de hacerse presente y visible, si así lo hubiera decidido, en vez de hacerlo desde la pequeñez de lo humano.
          Pero eso son los misterios de Dios, y se vino a presentar en debilidad, en humanidad plena, que fue lo que provocó ese escándalo cuando Jesús se definió a sí mismo como Hijo del hombre, Hijo de Dios. Y si encima habla de que van a levantarlo en alto, que era una concreción evidente de un ir a la Cruz, mucho más escandaloso resulta para la idea mesiánica que el pueblo tenía.
          Pero es que lo que dificulta y clarifica a la vez es que vosotros sois de aquí abajo y yo soy de allí arriba, vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Por eso ese pueblo va a morir en su rechazo a Cristo porque no puede entenderlo, y su pregunta, mitad deseos de respuesta, mitad de rechazo, es: ¿Quién eres tú?, cuya pregunta Jesús responde que lo saben. Y también: ¿Para qué seguir hablando?
          Esa última pregunta a mí me da siempre escalofrío. Que Jesús pregunte para qué sirve seguir hablándole a un pueblo que no quiere escuchar y que no quiere saber la verdad y menos aún admitirla, me causa un terror que me invade el alma. Porque yo pido al Señor siempre que siga hablando aunque lo que hable me pueda doler; que siga corrigiéndome. Que nunca desespere de mí. Que me zarandee lo que sea necesario, ¡pero que nunca me deje por cosa perdida!
          Y me pongo a mirar al mundo de hoy, y dentro del dolor que me causan los sucesos luctuosos, los desastres naturales, las barbaridades de algunos inhumanos, doy gracias a Dios de que no nos ha dejado por perdidos y que sigue mirando a la tierra y que todavía quiere llamarnos la atención y hacernos ver que somos una pequeña cosa que nos quedamos anonadados ante las causas mayores que suceden a nuestro alrededor. Todo, Señor, por doloroso que nos resulte, pero que levante reacciones en el mundo.
          Y ojalá que este mundo sea capaz de escuchar la voz del Señor y que de una manera o de otra pueda tener respuesta a esa pregunta: ¿Quién eres tú?

lunes, 19 de marzo de 2018

19 marzo: Día grande en la Iglesia


Liturgia:  SAN JOSÉ
                      Hoy es el día de San José. San José es una figura de enorme envergadura en la historia de la salvación, dentro del máximo silencio y del más hondo ocultamiento. Es el personaje que aparece en un momento álgido –su esposa está encinta y él no ha tomado parte-, y desaparece de improviso después de aquel momento en que Jesús declara que su Padre es Dios.
          José ha pasado por ese momento tan difícil de discernimiento sobre su papel en su matrimonio, cuando resulta que Dios ha tomado posesión de su esposa María, y Josñe queda perplejo sobre su futuro. Su primera idea es abandonar el campo, no disputarle a Dios, no actuar contra María…, huir. Y allí Dios lo esperaba para decirle que tenía un papel directo en aquella nueva historia y que debía ser el ángel protector y encubridor del embarazo de su esposa y el velo que ocultara a los hombres el misterio del nacimiento del Niño. Es más: el va a aparecer como padre de ese niño, porque él va a ser quien le imponga el nombre en la circuncisión, y así deje manifiesto qsu papel de padre de familia.
          José se pliega totalmente a los proyectos impensables de Dios y asume toda la responsabilidad, con todos los sinsabores que también encierra, sabiéndose el menor y tomando por delante toda la responsabilidad de la defensa de aquella familia.
José es el hombre que nos muestran los evangelios –lo poco que dicen de él los evangelios- como el hombre dócil a Dios hasta el extremo, sin tener más iniciativa que la de una fe inquebrantable y una obediencia ciega a los proyectos misteriosos de Dios, que van surgiendo de la forma más inesperada y humanamente –a veces- más absurda. Pero José no rechista (no conservamos ni una sola palabra de él) sino que se somete sin más a los planes de Dios, conforme surgen en el momento concreto.
Asume la responsabilidad  de la crianza, alimentación, educación y formación de aquel niño, y el papel de esposo de una mujer a la que ya no ha de llegar nunca como varón. Trabajar para sacar adelante a la familia, y en el momento oportuno, desaparecer sin dejar rastro en la Escritura Sagrada.
            La primitiva Iglesia “lo ignora” por el temor al error de que puedan tomarlo los incipientes cristianos como el padre de Jesús, y así permanece en el ostracismo litúrgico hasta mediado el siglo XX, cuando San Juan XXIII lo introduce en el Canon Romano y ya entrado el siglo XXI en que entra en diversas plegarias litúrgicas (no en todas). Y eso que es el Santo prócer que recibe un culto especial por su especial papel en la Historia de la salvación.

La liturgia de hoy lo introduce como perteneciente a la familia de David, línea básica por la que Jesús es el Mesías, hijo de David. (1ª lectura -2Sam.7,4-5.12-14.16-). Y como perteneciente al linaje de Abrahán (en la 2ª lectura: Rom.4,13.16-18-22), y por tanto hombre de plena fe que, como Abrahán, creyó en lo imposible. Para desembocar en uno de dos evangelios que pueden escogerse hoy; el de sus dudas ante la esposa encinta sin su intervención, y el de su momento final –después ya no se vuelve a hablar de él- del niño que en el templo, a los 12 años, manifiesta que su Padre es Dios.

La Iglesia, con el sentir popular. ha ido viendo en José un modelo para muy diferentes situaciones de la vida. Empezando por la vida se la Iglesia que es continuación de aquel Jesús que José educó y protegió. Patrono de los Seminarios de sacerdotes, porque José formó a Jesús humanamente, que es el primer sacerdote de la historia. Patrono de la buena muerte porque se supone que fue asistido en la suya por el propio Jesús. Modelo de trabajador y patrono del mundo del trabajo porque él hubo de ganar el pan con el sudor de su frente. “El carpintero”, el obrero manual de muchas actividades, porque había que llevar el jornal de cada día.
Patrono de los padres de familia, puesto que fue padre de familia, a la que mantuvo y de la que fue el varón-cabeza de esa familia.
Y las letanías de San José lo van resaltando como es figura excepcional que tiene una importancia sin igual entre los santos de la Iglesia de Dios.
FELICITACIONES, pues a todos los que lleváis el nombre de José, bien sea en primer plano, José María, José Manuel…, José Ignacio, bien en 2º  lugar: María José, Juan José…, etc. FELICIDADES  a los Sacerdotes, formados bajo ese modelo del esposo de María y formador de sus espíritus. FELICIDADES  a los padres de familia.