lunes, 12 de marzo de 2018

12 marzo: No mirar al pasado


Liturgia:
                      Continuando un aspecto de ayer –domingo “Laetare”, o de alegría- hoy vuelve la 1ª lectura (Is.65,17-21) a incidir en ese tema del gozo, que proviene de la promesa de Dios de crear un mundo nuevo y una tierra nueva en la que lo pasado ya no cuenta y lo que viene nuevo es de gozo y alegría perpetua.
          Tiene su importancia para muchas almas esa afirmación de Dios: “de lo pasado no habrá recuerdo”, siendo así que hay personas –y no pocas- para quienes el pasado pesa excesivamente. Y en cierto modo se vive más que el presente, y no con buenos recuerdos sino con evocaciones angustiosas de lo que se hizo o no se hizo.
          El pasado ya no contará, porque lo que Dios plantea es un mundo nuevo de gozo y alegría.
          Y eso se concreta en transformar a Jerusalén en alegría y su pueblo en gozo, donde no habrá niños malogrados ni adultos que no colmen sus años. Y con la hipérbole típica oriental, nos afirma que será joven el que muera a los cien años. Construirán casas, plantarán viñas y comerán de sus frutos. Una imagen de esa felicidad que Dios promete y que nos debe llevar a una visión gozosa de la Cuaresma, demasiado encorsetada muchas veces en el sentimiento de la mortificación, pero que tiene otras vertientes que nos deben crear sensaciones de optimismo. Por eso es el mirar hacia adelante y no empecinarse con el pasado, el cual Dios mismo olvida para crear ese mundo nuevo que ha prometido.
                        [La verdad es que hoy nos hiere la noticia de la muerte del niño Gabriel. Y nos hiere más cuando hemos leído que “no habrá niños malogrados”. Lo que nos da a sentir la diferencia del proyecto de Dios y la realidad humana, tan cruel, que es capaz de anular la palabra de Dios, y toparnos con la tremenda noticia de un niño que comenzaba a vivir y que le han truncado la vida por causas que más o menos pueden sospecharse pasionales]

          Afianzando el sentimiento de esperanza de la 1ª lectura, el evangelio (Jn.4,43-54) nos aporta un caso de alegría profunda en aquel funcionario que había llegado a Jesús con el alma en los pies, porque su hijo estaba muy grave, y ya no tenía más recurso que Jesús. Jesús acababa de llegar a Galilea, donde los habitantes lo recibieron muy bien por todo lo que había hecho allí durante la fiesta. En ese clima de fiesta se presenta compungido el funcionario porque su hijo está muriéndose.
          Jesús comentó que siempre estaban necesitando ver signos, y el funcionario prescinde ahora de eso e insiste: Baja antes de que se muera mi niño. Y Jesús le afirma con rotundidad: Anda, tu hijo está curado. El hombre creyó en la palabra de Jesús. Ésta es una afirmación hermosa. Destrozado anímicamente como estaba y necesitando –según él- que Jesús bajara a su casa, le acaba tranquilizando la fe plena en la palabra que le ha dicho Jesús.
          Y se fue para su casa y conforme iba bajando le vienen al encuentro unos criados para comunicarle que su hijo está sano. Y comprobando la hora de la mejoría, coincide precisamente con la hora en que Jesús le dijo que su hijo estaba sano.
          Concreta el evangelista que éste fue el segundo signo de Jesús en Galilea. El primero había sido el de la conversión del agua en vino.

          Ha sido una confirmación del espíritu de alegría que se respira en este lunes de Cuaresma. La alegría que se plasma en aquel hombre que ha pasado de estar rozando la muerte a sentir la vida. La alegría que se vive cuando la fe es tan grande que se fía uno de la palabra de Jesús sin dudar en absoluto y fiándose del corazón del hombre bueno que le ha dicho: Tu hijo está curado.


          Como ayer no quedó espacio para otro comentario, no me detuve en el SALMO, que ciertamente no llena el alma. Esa repetición de “Que se me pegue la lengua al paladar, si no me acuerdo de ti” equivaldría en una expresión occidental a: “Antes morir que pecar”. Hay que entender en qué contexto se pronuncian aquellas frases del Salmo, mucho más llamativo si se lee entero. El pueblo judío estaba deportado y preso en Babilonia. Los naturales del país le piden a los judíos que les canten canciones típicas judías. A lo que el pueblo, destrozado responde con esa expresión: Antes se me peque la lengua al paladar que cantar canciones de Dios en tierra extranjera.

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