martes, 27 de marzo de 2018

27 marzo: Era de noche


Liturgia:
                      Volvemos al poema del Siervo de Yavéh (Is.49,1-6) en los versos que reflejan la confianza del Siervo en su Señor, porque él me llamó en las entrañas maternas y pronunció mi nombre; hizo de mi boca una espada afilada, me escondió en la sombra de su mano. Vive, pues, confiado en el Señor, quien no sólo lo considera “mi siervo” sino que lo dedica a restablecer la tribus de Israel…, luz de las naciones para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra.
          El “siervo” tiene una misión definitiva que abarca a Israel y se extiende al mundo, hasta el último rincón. Lo que siempre nos pone los ojos en Cristo, Salvador universal a través de su Misterio Pascual.

          El evangelio de Juan (13,21-33, 36-38) nos sumerge ya en los prolegómenos mismos de la Pasión. Situados ya para comer la Cena, con toda la solemnidad de una cena que adelanta la fiesta pascual, Jesús se descuelga con una afirmación que deja perplejos a los apóstoles: Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar. Los discípulos se miraron unos a otros como extrañados, como quien en ese momento quisieran averiguar de quién se trataba. Judas tuvo que disimular con cinismo, porque en realidad venía dando notas muy negativas en todos estos últimos días.
          Pedro ve que el discípulo amado está en posición ventajosa para intentar la confidencia, y le hace señas de que averigüe quién es. Y Jesús, no queriendo delatar a Judas, se limita a decirle por lo bajo que aquel a quien yo dé un trozo de pan untado. El gesto era de deferencia con un comensal y por tanto no podía Judas evitar aquel signo de ternura y cercanía.
          Pero había tensión en el ambiente y Judas estaba tan a punto de explotar, que Jesús le brindó la salida airosa en aquel momento de darle el trozo de pan. Le dijo: Lo que has de hacer, hazlo pronto. Con lo cual creyeron los compañeros que le encargaba ir a repartir alguna limosna a los pobres, y allí acabó aquel impasse.
          El evangelista, siempre dispuesto a encontrar dobles sentidos a sus palabras, apostilla, como “dato” que ERA DE NOCHE aquel momento en que Judas salió del Cenáculo. Era de noche porque ya estaban en las horas que se consideraban noche. Pero sobre todo está reflejando la oscuridad y tiniebla en el corazón de Judas. Y quizás poner una nota muy significativa del momento trágico que estaba sucediendo en aquel instante, una verdadera noche para la vida de Jesús y de aquella comunidad.
          Jesús lo traduce como “glorificación”… De una parte era liberarse de aquel peso tremendo que suponía Judas en aquellos instantes. De otra parte es equivalente a decir: “la suerte está echada”. Había llegado el momento en que ya se desencadenaba la fuerza maligna: Con el bocado entró Satanás en aquella alma atormentada de Judas. Era “la hora del poder de las tinieblas”. Y Jesús juega con el término “glorificación” como descanso y como punto de arranque de su pasión. Y Simón Pedro pregunta en medio de aquel laberinto de sentimientos: Señor: ¿a dónde vas? Y Jesús le responde con enigma: Donde yo voy no puedes venir tú ahora. Vendrás más tarde.
          Simón no se resigna a que Jesús pueda ir a algún sitio sin contar ya con él, pero vislumbra que allí hay tragedia. Y se envalentona muy fuerte y afirma: ¿Por qué no puedo acompañarte ahora? Daré mi vida por ti. La tragedia se hace más dura para Simón porque Jesús ahora le advierte del fallo que Simón va a tener: Conque ¿darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará hoy el gallo antes que me hayas negado tres veces.
          Ahí acaba hoy el evangelio. Deja una sensación dolorosa muy fuerte, y puede imaginarse en qué ambiente se desarrolla ahora la cena.           

          Mañana cambiaremos de evangelista y parecerá que hay como una moviola que vuelve atrás en todo el proceso que hoy hemos vivido. Pero será para mostrarnos –desde otro relato- el mismo cinismo de Judas. Pero no adelantemos acontecimientos: que mañana será otro día. Y si Dios nos da vida, ya lo trataremos en su dimensión propia.

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