viernes, 23 de marzo de 2018

23 marzo: "Viernes de Dolores"


Liturgia:
                      No se celebra litúrgicamente el antiguamente llamado “Viernes de Dolores”, pero en la mente del pueblo sigue siéndolo. Y las “Lolas” (Dolores), en una mayoría, siguen conservando este día como onomástico. Algunas pasaron su celebración al 15 de septiembre, que es el día que la liturgia celebra a la Virgen de los Dolores. Por sí o por no, felicito a todas las que hoy celebran su día onomástico,

          La 1ª lectura de hoy es de Jeremías (20,10-13) y es también un referente mesiánico clarísimo. El profeta oye el cuchicheo de la gente. No precisamente un cuchicheo favorable sino que causa pavor en derredor del profeta, porque lo que se está tramando es contra él: delatadlo, vamos a delatarlo. Y no eran los enemigos; venía el peligro desde sus mismo amigos, que acechaban mi traspiés: «A ver si, engañado, lo sometemos y podemos vengarnos de él». Han cambiado la traducción tradicional, y seguramente se entiende mejor ésta que hemos transcrito del Leccionario.
          Lo que queda es la oración del profeta que se dirige a Dios y le pide su ayuda, seguro de que el Señor está junto a mí como fuerte soldado, y por tanto confía en que sus enemigos tropezarán y no podrán conmigo. Se avergonzarán con sonrojo eterno que no se olvidará. Todo esto es perfectamente transportable a la Pasión de Jesús y a su resurrección, donde los enemigos quedan avergonzados y con sonrojo eterno, porque es eterna la victoria de Jesús, anunciada en este pasaje profético.
          De ahí ese sentimiento de triunfo que expresa Jeremías en sus sentimientos posteriores: Señor del universo, que examinas al honrado y sondeas las entrañas y el corazón, ¡que yo vea tu venganza sobre ellos, pues te he encomendado mi causa! Evidentemente la oración “de venganza” no fue la que salió de los labios de Jesús, sino la oración que perdonaba y que hasta quería justificar a sus enemigos porque ¡no sabían lo que hacían”.
Cantad al Señor, alabad al Señor, que libera la vida del pobre de las manos de gente perversa. Es el final sereno del propio Jeremías, que ya no busca venganza sino se vuelca en alabanza a Dios.

El evangelio de Juan (10,31-42) es continuación del día anterior y comienza con el mismo versículo con que acababa ayer: Cogieron piedras para apedrear a Jesús. Y cuando Jesús pregunta por qué obra buena le quieren apedrear, la respuesta es obvia: No es por ninguna obra buena sino por una blasfemia, porque siendo un hombre, te haces Dios. La verdad era esa: que han considerado blasfemo que Jesús se defina como el “Yo-soy”, porque esa expresión es precisamente el nombre sagrado de Yawhé. Y además ha dicho Jesús que él existía antes que Abrahán… Estaba muy claro que Jesús estaba respondiendo a la pregunta que le hicieron: “¿Quién te crees que eres tú?”. - Pues: “Yo soy”.
Y Jesús se remite a las obras que hace. Si no las hago, no me creáis. Pero si las hago es para que comprendáis que el Padre está en mí y yo estoy en el Padre.
No arreglaba las cosas. Las iba poniendo cada vez más difíciles. Y la gente pretendió echarle mano, pero Jesús se escabulló. Eso sí: sabía él que había llegado muy lejos, y que el ambiente estaba muy tenso. Entonces Jesús opta por la solución que da muchas veces a  esos momentos difíciles: marcharse, quitarse de en medio, desaparecer. Se fue al otro lado del Jordán. Y allí vinieron gentes que se habían admirado de sus razonamientos y que no querían perderlo de su entorno. Y razonaban diciendo que todo lo que Juan Bautista había dicho de Jesús, era verdad.
Y muchos creyeron en él. Todo no era un fracaso. La fe iba haciendo su fruto, y hubo gentes que se dejaron ganar por la Palabra de Jesús, y ahora lo buscaban allí adonde se había ido para alejarse del foco de los que le discutían y negaban.

1 comentario:

  1. Los Padres de la Iglesia están convencidos de que Dios se hizo hombre para divinizarlo.Los cristianos de hoy, no necesitan milagros para creer porque el Señor se hace presente en todas las personas que se entregan al servicio de los demás. Nosotros mismos hacemos presente el amor de Dios cuando hacemos las cosas con delicadeza y cariño; cuando por una gracia especial del Señor, viven en su Presncia y pueden "verlo" en todo lo que hacen.

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