Liturgia:
Una nueva vertiente de la Cuaresma:
la preparación para los catecúmenos que van a recibir el Bautismo. Por eso las
dos lecturas están centradas en el tema del agua con mil imágenes maravillosas
que expresan la riqueza del Bautismo.
Ez.47.1-9.12 describe el agua que sale del santuario, que
va aumentando su caudal conforme se avanza en su curso. Del agua hasta los
tobillos y hasta la cintura, se pasa a un torrente que ya no se puede vadear. Y
cuando se hace el recorrido hacia su origen, lo que se observa es que las dos
orillas han fecundado ampliamente y sus frutos se repiten cada luna.
Es la profecía abierta a un futuro, en el que las aguas del
Bautismo, procedentes del Santuario del Costado de Cristo, son un verdadero
torrente de gracias que humanamente no se puede vadear porque ningún ser humano
puede poner coto a la riqueza del Corazón de Cristo, Dará fruto a cada paso,
dejará verdes y jugosas las plantas a derecha e izquierda, y purifican el mar de las aguas podridas donde ahora
podrán crecer frutales, y no se marchitarán sus hojas.
Hacer el traslado de esa lectura de Ezequiel a la realidad
cristiana es poder barruntar las riquezas de ese Bautismo que van a recibir los
neófitos en la Vigilia Pascual, y la vivencia que nosotros, los ya bautizados
debemos tener en la renovación de las promesas del bautismo, que no son un mero
ritual sino deben despertarnos el gran valor de que somos UNOS BAUTIZADOS, unas
personas que deben hacerse notar purificando aguas, creando vida, dando muchas
cosechas… Releer ahora el texto de Ezequiel puede tener una fuerza mayor y
levantar en cada uno la vida sobrenatural que el Bautismo ha llevado consigo.
Jn.5,1-3.5-16 aporta otro caso de sanación a través del
agua (aunque en realidad es directamente desde Jesucristo). En aquella piscina
de 5 pórticos se apiñaban enfermos, que curaban si entraban los primeros en
aquellas aguas medicinales.
Hay un paralítico que lleva muchos años intentando llegar a
tiempo, pero la realidad es que –por su parálisis- siempre se demoraba, y
cuando él podía entrar en el agua, ya había habido otro que se le había
adelantado. Acertó a pasar por allí Jesús, y no sería la primera vez. Ni la
primera vez que encontró a aquel hombre en las mismas circunstancias. Esta vez
Jesús entra en acción y pregunta al paralítico si quiere curar. No dijo un “sí”
pero expresó su queja de no tener a alguien que le eche al agua en el momento
oportuno.
Quizás se hizo la ilusión de que aquel hombre que le
preguntaba y se interesaba por él podía ser el alma enviada del cielo para
lanzarlo al agua y así poder quedar curado.
La solución era más fácil y sin la lotería de entrar en el
agua antes que otro. Jesús se queda parado ante él y le dice: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.
¿Imaginamos la cara de aquel hombre, 38 años sin poner el pie en el suelo, y
que ahora de pronto recibe la orden de levantarse,
tomar la camilla e irse a su casa? Aquel hombre pudo pensar que su
interlocutor bromeaba, una broma poco respetuosa para su estado…
Pero Jesús le ayudó a sostenerse en pie, a consolidar sus
piernas, a tomar confianza en sí mismo. Y cuando se ha convencido, sale por
aquellos pasillos lanzando sus admiraciones, con la camilla a cuestas.
La “piscina” ha sido la oportunidad para presentar el tema
del agua, concordando con la 1ªlectura. Y que sea en sábado y origine el
altercado con los fariseos es algo que aquí no tiene trascendencia. Lo
importante es que ha llegado Jesús a solucionar la enfermedad (=pecado) del
individuo, y que Jesús acaba siendo el protagonista de la curación.
Estamos ante un efecto que se va a producir en los
catecúmenos, cuya vida espiritual va a quedar renovada desde la base por el
Bautismo, que perdona todos los pecados.
Por el Bautismo, hemos entrado en el camino de la Gracia.La incapacida para ser útiles a los demás es la peor de todas las parálisis. El paralítico nos muestra como si somos fieles a nuestro Bautismo, y nuestra FE nos permite tener unas actitudes solidarias y somos capaces de valorar todo lo bueno que hacen los demás, seremos capaces de abandonar nuestra parálisis, caminando por el camino de la Gracia, con Jesús; Él es nuestra fuerza.
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