domingo, 31 de marzo de 2013

DOMINGO DE RESURRECCIÓN


JESUCRISTO HA RESUCITADO
             Hoy es el día más grande de la fe cristiana. JESUCRISTO HA RESUCITADO. No pidieron derrotarle ni los hombres ni los demonios. Ni los sacerdotes –estamento religioso- ni los políticos (el estamento civil de cualquier nivel). JESUCRISTO HA RESUCITADO.  Lo tenía anunciado y la Palabra de Jesús y la Palabra de Dios no vuelven nunca vacías. JESUCRISTO HA RESUCITADO. Y nosotros resucitamos con Él.

             La liturgia de este DOMINGO DE RESURRECCIÓN es muy expresiva. Pedro habla a las muchedumbres y les hace historia: Conocéis, judíos, lo sucedido. Dios envió a Jesús de Nazaret como “el Ungido”, y Jesús vivió su vida haciendo el bien por donde pasaba, porque Dios estaba con Él.  Somos testigos directos de lo que hicieron con Él: Lo mataron, colgándolo de un madero, la muerte peor que podía sufrirse porque pretendía eliminar de la historia su existencia.  Pero Dios lo resucitó, y somos testigos porque lo hemos visto resucitado u hemos comido con Él después de la resurrección. Nos encargó comunicar al mundo esta realidad, y que ese que despreciaron, es ahora el Señor de los vivos y los muertos, y los que creen en Él, reciben el perdón de sus pecados. (Hechos 10, 14-31).
             San Pablo saca las consecuencias de ese hecho: Los que habéis resucitado con Cristo, buscad ya las cosas de arriba; no las de la tierra, porque ha muerto en vosotros “lo viejo” y vuestra vida está ya encerrada con Cristo en Dios. Y con Él, gozaréis de su gloria.  (Colos 3, 1-4) [No se perdería el tiempo si siguierais leyendo despacio ese capítulo, con sus aplicaciones bien prácticas].
             En el Evangelio de San Juan (20, 1-9), hay –como en todo lo de este evangelista- una larguísima mirada y proyección, más allá de la narración en sí.  Suben al sepulcro dos: un Simón al que le pesan las piernas, y va retrasado. Un discípulo amado” que va delante y llega antes, aunque respetuosamente no entra al sepulcro sino que espera a Pedro. Los dos ·ven” igual en lo que se ofrece a los ojos de la cara.  Vendas o sudario plegados… Nadie se había llevado el cadáver (porque no iba primero a perder el tiempo deshaciéndolo de sus envoltorios funerarios). Los ojos dee Simón siguen perplejos. Ve lo que ve y no se explica nada. Es la visión de lo inmediato y de lo que no ha tenido tiempo para reaccionar.
             Juan, en una comunidad de muchos años después, ve en ella al discípulo amado” que ha tenido tiempo de “ver más allá”…, de recordar que todo aquello estaba escrito…, que todo eso lo había anunciado Jesús… Por eso el discípulo amado no queda perplejo en la inmediatez sino que VE Y CREE. Y “la bajada del sepulcro” es ya para él la certeza plena de que Jesñus HA REESUCITADO.
             Nosotros ahora, “discípulos amados”, con la experiencia honda de siglos de Iglesia y habiendo visto con ojos más perspicaces que los del rostro, nos encontramos plenamente identificados con la FE EN LA RESURRECCIÓN, y celebramos ya LA EUCARISTÍA con la mayor naturalidad y convicción de que estamos celebrando la vida y no la muerte; de que CRISTO VIVE AQUÍ ENTRE NOSOTROS, y que participamos con Él, y con Él comemos y bebemos como Pedro testificaba ante los judíos.  Lo que nos queda es ese “después” del día a día, de cada situación concreta de HOY, en la que quede bien patente que hemos resucitado con Cristo, y que nuestra vida está escondida con Cristo en Dios…; ¡que cambian en nosotros muchas realidades concretas y diarias!..., que en nosotros se ha producido una RENOVACIÓN.

             La noche aquella, del gran Sábado al “primer día de la semana (y por tanto ya el tercer día tras la muerte), María durmió con ese sueño propio de las madres que duermen y velan al mismo tiempo… Que oyen hasta la caída de un papel de fumar. Porque el “tercer día” estaba anunciado por Jesús como el día de su RESURRECCIÓN.  María vio una aurora que no se correspondía al alma… Era otro resplandor. Se echó al suelo y se puso como la novia que espera… Y la luz aquella se hizo brillo de día y JESÚS APARECIÓ ANTE ELLA.., ¡estaba allí con Ella!  Un interminable abrazo comenzó en ese instante.  Esa “aparición” que los evangelistas no narran expresamente, es ese abrazo sin fin de la Iglesia a Jesús…, de Jesús a su Iglesia…, ¡que sí consta por los Evangelios!  Es el CREER del discípulo amado, que perdura ya para siempre. Es el ALELUYA que la Iglesia incorpora como permanencia de esa única regla de amor. La que san Pablo defiende constantemente para mostrar que el pedagogo deja de ser necesario cuando el amor está en su madurez. El pedagogo hace falta mientras “es niño” el tutelado, mientras necesita carriles para funcionar. En cambio, cuando se ha recibido el Espíritu de AMOR, ya no hay vuelta atrás. Persiste al abrazo de Jesús.

sábado, 30 de marzo de 2013

El final de VIERNES SANTO


TRAS LA MUERTE
             Podría pensarse en sana lógica que cumplido el deseo de aquella masa, inoculada de odio por los sacerdotes y jefes…, y tras los fenómenos de una naturaleza herida en su Creador y Señor, pudiera darse fin a esta trágica realidad que ha vivido Jesús, y de la que ahora queda el dolor de una Madre destrozada.  Y que junto al dolor natural (que sobrepasa todo otro sentimiento), también queda en el corazón de aquella madre la pena de que ese hijo suyo pueda ser echado a la fosa de los malhechores. Ella no tiene cómo darle sepultura…
             Por la ladera sube un grupo de hombres.  Soldados que traen orden superior. Dado que los crucificados no deben permanecer esa tarde en la cruz, vienen a acelerar su muerte. A los malhechores, que aún viven, con ese macabro rito de quebrarles las piernas para que no puedan apoyarse para respirar.  De esa bárbara escena no se libra María y los amigos.
             Ahora vienen a Jesús. Quizás alguno de aquellos amigos les advierte a los soldados que ya está muerto.  Y sin venir a qué, con una acción absurda e inhumana, uno de ellos toma su lanza con la mano izquierda y asesta un golpe certero en el costado derecho de Jesús. Tan certero que no tropieza con ninguna vértebra sino que llega derecho al mismo corazón.  La lanza dolió mucho en el corazón de las otras personas, su Madre y sus amigos, precisamente por estúpida e innecesaria, inhumana y cruel.
             Pero más arriba Dios estaba abriendo un venero de inmensa riqueza, un manantial de vida… De aquel Corazón de Cristo brotó Sangre y Agua. Era lo último que quedaba, y el agua sanguinolenta del pericardio dejaba constancia de que había dado hasta la última gota. Así es el amor.
             Pero hay más: esa agua lava, limpia y consagra… Es agua bautismal para que con ella podamos ser parte de Cristo por nuestra pertenencia a la Iglesia.  La Sangre, esa fuente de Eucaristía salvadora, que blanquea de los pecados y mana sin cesar a través de nuestra participación activa en el Sacrificio de Jesús.
             A María le saltaba el alma…  Cuando vio subir otro grupo de hombres por aquella ladera, pensó qué le tocaba añadir a su dolor.  Pero aquellos eran dos amigos ocultos de Jesús –ya primer fruto de su muerte redentora-que habían solicitado de Pilato el permiso para sepultar el cadáver de Jesús.  Pilato se extrañó que hubiera muerto tan pronto (y seguramente por eso envió a aquellos anteriores soldados para cerciorarse).  Ahora pedían autorización a Maria para realizar esa caritativa misión.  Se encendió en Ella una acción de gracias a Dios y a esos amigos, y accedió sin dudarlo.
             Desclavaron el cuerpo ayudados de unas sábanas pasadas bajo los brazos para que el cuerpo no se les viniera hacia adelante. Primero los pies, luego los brazos. Y acabaron depositándolo en el regazo de María. Ahora es cuando Ella puede ver de cerca el destrozo que han hecho en su Hijo.
             Lo tiene en su regazo.  Se le vienen recuerdos de aquella escena cuando Jesús era niño… ¡Qué terrible diferencia!  Hubieran querido los íntimos evitarle aquel sufrimiento, pero bien evidente es que una Madre sufre con especial sentido resignado y pacífico una situación así.
             No dio tiempo a lavar el Cuerpo de Jesús. La hora avanzaba y había que depositarlo en el sepulcro…, el que precisamente se había hecho para sí José de Arimatea, y que estaba a unos pasos de la Cruz.  Tomaron a Jesús y lo pusieron en una sábana grande, al efecto, que cubría por detrás y por delante al cadáver. A Jesús no le llegó a cubrir los pies por delante, porque Jesús debía ser de estatura especial.  De momento lo trasladaban descubierto por la parte delantera del cuerpo para poder llevar así los extremos entre José, Nicodemo, el discípulo y alguna ayuda de las mujeres. Caminaba María detrás con el alma hecha jirones.
             Depositaron el cuerpo en el lugar elevado al efecto en la segunda cámara; José lo roció con la mirra y áloe que traía. No había lugar a más. Era evidente que aquello no satisfacía a Magdalena y las otras mujeres, que hubieran deseado las honras funerarias y los bálsamos propios de un enterramiento.  No había tiempo para otra cosa. María dio su último beso a Jesús. Salieron, y entre los varones rodaron la piedra de gran tamaño que dejaba inaccesible el sepulcro.
             Y emprendieron el camino de regreso, pasando por delante de las tres cruces; los malhechores –casi seguro-ya habían expirado. Nuevo vía crucis en el sentido contrario al antes recorrido.  Ahora ya falta Jesús en esa vía.  Pero también consuela que reposa después de tanto como ha sufrido.
             Acompañaron a María hasta la casa donde se había tenido la última Cena.  Todos los apóstoles, que estaban refugiados allí, se pusieron en pie al ver llegar a la Madre dolorosa.  Ella se retiró… Llevaba el dolor clavado en su alma y necesitaba esa soledad que deja rienda suelta a los sentimientos, y desahoga el corazón en la presencia del Dios misterioso que dejó que todo aquello fuera así.  Una vez más, María daba su a Dios…, envuelta en el misterio de lo inexplicable.  Es lo propio de la fe, de la verdadera fe. Y por eso es Dios la fuerza que sostiene y el apoyo de quien no tiene apoyo. No hay una sola razón humana… No hay un solo motivo humano de cosnuelo. Pero DIOS ES DIOS, y María cree en DIOS.

viernes, 29 de marzo de 2013

VIERNES SANTO


EL FINAL DE UNA HISTORIA
                VIERNES SANTO. Acercándonos a las 3 de la tarde. La realidad inmediatamente anterior es desoladora. Jesús ha sido “lanzado” por los hombres, que no lo quieren en la tierra de los vivos. Dios, en el Cielo, enmudece. No se manifiesta. Aún no se muestra, y cabría decir –en lenguaje coloquial- “no lo acepta” todavía.  Del alma dolorida de Jesús ha nacido el rezo duro del Salmo 21, que expresa sus íntimos humanos sentimientos. No hombres ni Dios…  Y en Jesús se provoca esas ansias ardientes que le llevan a expresar que TIENE SED.  Es una sed que no puede saciarse. Una sed que, si bie es verdad que viene prolongándose años, ahora ha llegado al momento terrible del hombre que muere dejado a su suerte.  [No estoy diciendo, ni puedo decir, que esto es “así”; estoy expresando ese sentimiento de desolación de quien puede estar totalmente sumido en Dios y sin embargo sentirse como alejado de Él  Esa “noche obscura” que nos describen los místicos con sensaciones desgarradoras y angustiadas, a la vez que saben perfectamente que Dios está a su lado.  Esa desolación espiritual que también nos explicita San Ignacio de Loyola –al fin y al cabo místico- en la que el alma se siente como separada de su Creador y Señor. Son experiencias reales, hirientes, dolorosas, terribles, sin que la fe quede mínimamente alterada en la Presencia de un Dios misterioso que no aparece ni se muestra].
                Esa misa SED DEL CRUCIFICADO lo sume en un íntimo “examen de conciencia·…, un balance des u vida… Desde la atalaya de la cruz, entre casi sollozos de quien no puede ya apenas respirar, con los músculos del pecho casi paralizados, y sin fuerzas ya para apoyarse en los clavos de manos y pies para levantar el pecho…, JESÚS REPASA SU VIDA: Belén, Nazaret, Jordán, Galilea, Jerusalén…; enfermos que llegaron a Él, masas de gentes que quedaron colgadas de sus palabras, muertos que resucitaron…, y estas horas finales en las que su boca no ha dejado salir una queja… ¡Realmente ha ido haciendo en cada instante lo que tenía que hacer, obedeciendo en todo al Padre!  Y con un suspiro de alivio y paz del alma, puede ver que TODO LO HA CUMPLIDO.  Nada ha quedado por hacer. Le queda un mínimo aliento en su pecho, y se traduce en el gran acto de fe y confianza del que se siente feliz por haber hecho todo.  Y dice con la fe más firme de su vida: EN TUS MANOS ENTREGO MI ESPÍRITU.  Ha llegado la hora de su verdad, y Él, en la plena posesión de su vida, Él es quien –por decirlo así- toma su alma en sus manos y las alarga hacia el Corazón de Dios, y se la entrega con toda confianza y seguridad.
                Ya no queda más. Ni fuerzas para hablar. Pero a Jesús no le quitan la vida. Él la da. Él decide el momento. Da un gran grito como si sus pulmones estuvieran henchidos de aire, inclina la cabeza como el niño que quiere ponerse en posición de sueño en el regazo de su madre, y entonces, sólo entontes, EXPIRA.  Ha sido SU HORA.  Ni antes ni después.
                El Centurión romano, tan avezado en aquel “arte” de ver morir un crucificado como mera llama que se extingue sola por falta de oxígeno, se espanta ante aquel grito –humanamente imposible- y declara: Verdaderamente este hombre ERA HIJO DE DIOS.
                Y la naturaleza reacciona ante la muerte de su Creador. El sol se oscurece a las 3 de la tarde y deja la tierra en tinieblas. Un terremoto sacude las entrañas del lugar, y de los sepulcros surgen resucitados los muertos, que caminan por las calles de Jerusalén.  Las gentes no vieron bajar de la cruz al crucificado pero ahora se dan cuenta de que era tal Hijo de Dios, y se bajan precipitadamente a la ciudad dándose golpes de pecho.
                Los sacerdotes podrían no tener sensibilidad para otras cosas, pero se encontraron con lo que más podía dolerles: el velo sacrosanto del Templo que cubría el secreto del Sancta Sanctorum, se rasgó en dos, dejando al descubierto el misterio sagrado… O lo que es igual, dejando aquellos símbolos al descubierto…, porque ahora ya estaba patente la realidad.  El que ellos pretendieron eliminar del mundo de los vivos, es –sin embargo- el que ahora abre las puertas de una nueva realidad…: la  NUEVA ALIANZA EN SU SANGRE.  Lo antiguo ha pasado, lo nuevo se ha mostrado.
                En el Calvario, María, la madre dolorosa, se ha echado ahora a los pies de su Hijo, amoratados y bárbaramente hinchados. Ahora ya puede cogerlos en sus manos sin aumentar el dolor del Hijo.  Y con llanto sereno, pero ya incontenido, se abraza a los pies del Hijo que acaba de morir.  Las tinieblas cubren todo aquello como un momento sublime e inenarrable.
                Y no está todo acabado. Queda más que sufrir aún…, y que recoger como testamento vital de Jesús. Pero hoy ya he llenado el cupo.  Si Dios quiere, mañana –día de luto profundo en la Iglesia- espero entrar en él. Y atisbar los primeros frutos positivos y palpables de la Redención de Jesús.

jueves, 28 de marzo de 2013

¿Obligación o amor?


¿”OFICIOS” de Semana Santa, OBLIGATORIOS?
             No será una sola persona quien lo pregunte o se lo platee, o liego le quede la sensación de “haber faltado”?
             Hago una contrapregunta: ¿Es obligatorio AMAR? ¿Se concibe el amor –a un hijo, a una novia o novio…, como obligatorio?  ¿No es más ALGO que sale de dentro y se vive desde dentro como pedido por el corazón?
Pues esa es la respuesta a la pregunta primera. Para quien tiene la fe y su expresión religiosa como acto de amor, NO HABLARÁ de “obligaciones” en su relación con Dios y lo que lleva a Dios.
Para quien la religión es una carga que cumplir…, un “pecado que evitar”, naturalmente la pregunta puede ser “necesaria”. Pero esa su religiosidad es muy vacía.
En SEMANA SANTA revivimos –con la fuerza de la Liturgia- los misterios  de la Pasión, muerte y Resurrección de Jesús. Y por tanto la salvación nuestra de la esclavitud del pecado y el mal.  Eso se vive con amor o no tiene mucho sentido.

Sigue comentario a fondo del JUEVES SANTO.

Liturgia y comentario


JUEVES SANTO
             No sé si me equivoco al pensar que el JUEVES SANTO tiene para muchos un sentido más festivo que en lo que en realidad es. Puede ser que nos quedemos en la parte que de verdad hemos de celebrar como fiesta suprema, pero que no acabemos de llegar al fondo de lo que contiene, hacia donde va, en donde acaba.
             La liturgia del día nos sitúa. En el Éxodo 17, 1-8; 11-14, encontramos el origen de la celebración de la pascua judía, el paso de la esclavitud a la libertad, la fiesta sacrificial con la que los hebreos (judíos) preparan a prisa el momento de su liberación.  Su casi huida.  Porque mientras los primogénitos egipcios van cayendo heridos por una plaga inexplicable para ellos, los hebreos comen de pie, báculo en mano significando marcha, un cordero, al que se le ha extraído la sangre y con ella se han marcado las puertas de sus casas, como una sangre que es seguro de vida.
                Me detengo en un punto que fácilmente puede pasar desapercibido. El cordero o cabrito que han de ofrecer al Señor en acción de gracias y como símbolo de liberación, no puede ser el primero que se coge, ni el que pueda ser menos útil para criarlo.  Ha de ser animal sin tacha.  Y esto me suscita muchas cosas. Y es que a Dios no se le puede ofrecer algo a medias, algo que pueda estar manchado, algo que fuera como lo menos útil, o lo que sobre o lo que queda para el final.  A mí no se me pasan estos detalles. Porque me temo mucho que no tengamos el mismo cuidado en nuestros modos de relacionarnos con Dios. Que no ofrezcamos las primicias del día, que “no tengamos tiempo”, que Dios se nos quede como “devoción” (es antes la obligación que la devoción), y que al final estemos viviendo ante Dios sin contar sinceramente con Él en realidades muy concretas de la vida real: familiar, mirando al sentido del matrimonio, cuidando formas de trato a cualquier nivel, con nuestros egoísmos a cuestas, y con esas mezquindades con las que fácilmente nos “dispensamos” de aspectos básicos doctrinales y morales, personales y sociales, en lo individual y en lo relacional…  ¿Realmente podemos decir que el mejor cordero de mi rebaño es el que ofrezco al Señor cada día?

             San Pablo [1 Co 11, 23-26] nos pone ahora en la realidad de lo que fue un símbolo anunciador de aquella salida de Egipto. Aquel paso=pascua que variará la vida de un pueblo y lo pondrá en libertad, era un trasunto de una realidad de orden infinitamente superior. Porque lo que nosotros celebramos ya no es la pascua judía, ni una liberación de esclavitudes humanas.  Lo que ahora celebramos es el PASO desde una realidad de esclavitud del pecado a la libertad de una vida nueva y radicalmente diferente.  Pablo lo ha recibido de los que lo vivieron directamente y así –tal cual- lo trasmite: ahora no hay cordero (que era un símbolo). Ahora es Cristo el que se sitúa como Cordero en el centro de la celebración. Ahora no hay sangre de animal para asegurar la vida del pueblo de Dios. Ahora es LA SANGRE DE JESÚS, la que se derrama por vosotros y por todos para el perdón de los pecados.  Ahora no se come a prisa, sino que lo que allí está haciendo Jesús, quedará para todo el tiempo de la existencia terrena del nuevo pueblo de Dios.  Y el PASO va a ser el que Jesús mismo lleva en sí: morirá pero su muerte no será definitiva, porque en su misma muerte lleva ya la semilla que germina en Resurrección. Y así es Pascua del Señor, que da el paso de la muerte a la vida, del pecado a la salvación, del dolor a la posesión.  [He dicho que quedará para todo el tiempo…  Y eso es nada menos que el inenarrable momento en que Jesús instituye el Sacerdocio cristiano, el de la NUEVA ALIANZA, para perpetuar su único sacrificio, cuya potencia es tal que seguirá teniendo eco perenne mientras la vida sea vida: Cuantas veces lo hagáis, revivís la muerte del Señor hasta que Él vuelva].
             Pero el Evangelio –tenía que ser de Juan (13, 1-15)- nos traslada a la profundidad mayor de la Eucaristía, su misterio de sacrificio y amor. Y es que donde esa Eucaristía tiene su plenitud y a donde conduce- es a repetir el amor el Maestro y Señor, que si lava los pies de sus apóstoles, es para que ellos sepan lavarse los pies [servirse, amar al prójimo más que a sí mismos…] los unos a los otros.  Si Él lo ha hecho, ha sido para que nosotros así lo hagamos.  ¿Y no pone un poco de escalofrío pensar la falta de amor que palpamos a derecha e izquierda? ¿No nos está matando el egoísmo y el afán competitivo, el falso protagonismo, el espantoso egocentrismo en el que nos estamos desenvolviendo… (¡y el que esté sin pecado que tire la primera piedra!)?
             Pero es que la celebración del Jueves Santo no se acaba cuando hemos vivido los Santos Oficios de la Cena del Señor.  El Señor permanecerá en el “Monumento” toda la noche y hasta los Oficios del Viernes.  Es el tiempo en que se desarrolla la Pasión cruenta de Jesús… Es la terrible noche de las burlas, los salivazos, los juegos con el preso…, y las negaciones –hasta con juramento- del amigo: No conozco a ese hombre.  Y Simón cayó en la cuenta y lloró. ¿Nos hemos puesto a pensar si lloró Jesús en su soledad de espera hasta el juicio de la madrugada?   [Por eso aquella costumbre que tantos hemos vivido de pasar la noche en adoración y cercanía de amor y acompañamiento junto a ese “Monumento”, como una necesidad del alma a acompañar a Jesús en momentos tan fuertes… Porque al fin y al cabo, cuanto sucede en esta noche y en la mañana siguiente, no hubiera tenido que suceder si no fuera porque se hizo Cordero que quita mis pecados y los pecados del mundo].  Que de alguna manera buscáramos hacer de esa noche algo más que un sueño, o un pasarla como si nada ocurriera…, y la supiéramos “adornar” de algún aspecto o formas más íntimas cristianas, no sería una mera “piedad”.

miércoles, 27 de marzo de 2013

TENGO SED


¿Acaso soy yo?
             Comienzo como acabé ayer:  ante el anuncio de Jesús de que Él sabe ya que uno de ellos, de los suyos, lo va a entregar, Judas osa hacer la cínica pregunta: ¿acaso soy yo, Maestro?  Así nos lo da  hoy San Mateo (26, 14-28) al describirnos la cautela de Jesús aquel día en que iba celebrar su Pascua, y –para evitar un mal sorpresa por parte del traidor- se mueve con sigilo al dar a sus discípulos las instrucciones para preparar el lugar de la celebración.  Es que ya Judas había cometido la fechoría de ir  a los sumos sacerdotes y traicionar a su Maestro. Estamos en la antesala de la Pasión. Esa que la 1ª lectura barrunta al darnos aquellos detalles anticipados de siervo de Yawhé que expresa cómo ofrecí mi espalda a los que me golpeaban (flagelación), la mejilla a los que mesaban mi barba, y no oculté mi rostro a insultos y salivazos (la noche de la prisión, a manos de aquellos criados que se burlaron jugando con Él), y sé que no quedé avergonzado Tengo cerca un abogado… ¿Quién probará que soy culpable?   Ha recibido una lengua de plenitud por la que –desde su sufrimiento y padecimientos- va a poder decir al abatido una palabra de aliento.  En efecto, la Pasión de Jesús no va a ser tan negativa como pretenden quienes la inflingen.  De Jesús, que padece hasta la extenuación, va a salir una fuente de consuelo y apoyo a todo el que sufre.

TENGO SED
             Tras la oración de Jesús con el Salmo 21…, tras su espantosa experiencia de sentir ese estar como separado de Dios (desolación  espiritual en el máximo grado), Jesús se sume en un silencio.  Ardía su lengua reseca por la sed que provoca la, pérdida de sangre y la fiebre alta por todo el traumatismo de su cuerpo destrozado.  Y Jesús expresó que tenía sed.
             Yo pienso que su primera ardorosa sed era precisamente el ansia de sentir a Dios, que se había escondido, que no aparecía, precisamente en los momentos más ardientes de su dolor. Y la sed de ese “sentir a Dios” es una sed que hace clamar, levantar la voz, querer hacerse oír de quien más necesidad se tiene.  [Dios nos dé esa ansia del alma; que entre todas las ausencias o carencias, la que más nos traspase sea la de no experimentar a Dios.  Y esto no es tan imposible, porque la desolación espiritual es posible, y porque precisamente es más sensible en las almas espirituales].
También Jesús estaba pidiendo una ayuda humana porque se abrasa de sed. Hasta que no comprendamos la plena humanidad de Jesús, no estaremos creyendo de verdad en Él, y nos estaremos escandalizando de su plena humanidad. Y nos aferraremos a sacar por encima “que es Dios”, como si con ello dejáramos a salvo la teología pura.  Que Jesús afrontó su pasión sin “paraguas”, sin engaño, sin ir a cubierto de su divinidad, es algo que un puritanismo espiritual no es capaz de asumir.  Y lo malo es que detrás de ello no saben preguntarse éstos si no les haría comprender mejor el misterio de Cristo el SABER DUDAR, el saber siquiera plantearse la hipótesis de qué hubiera sido la pasión si Jesús no tuviera bajo el brazo su “seguro de divinidad”.  Será muy difícil que la Pasión pueda sentirse desde el propio interior de Jesus, y hasta de Jesús que siente abandono de Dios, si no somos capaces de ponernos en esa experiencia cruda del Cristo gusano y desecho de la gente, ante quien se vuelve el rostro…  Ante Jesús que se queja musitando aquella petición tan simple: Tengo sed.  Y puede verse a un soldado que tiene un gesto de humanidad –pese a las burlas de los compañeros- de mojar una esponja en vinagre –que se usaba como más refrescante- y se la acerca a los labios a Jesús con la punta de su lanza. La mirada de Jesús hacia él debió ser inmensa…, agradecido, valorando el gesto…, aunque poco podía alivairle.
             Luego está toda la profundidad de San Juan, con sus sentidos múltiples en estas expresiones lapidarias, con las que el evangelista del, agua deja constancia de una realidad tremenda: Jesús ha vivido tres años entre un pueblo al que dio torrentes de aguas vivas…, al que le cambió los cauces de un agua insípida en un vino nuevo y llamativo (en Caná), o que –sudoroso y cansado del camino- pidió agua a una mujer samaritana, que en ningún momento se dice que le diera de beber.  Se le fue el tiempo en discusión y preguntas, pero no acercó su cántaro a ls labios de Jesús…
             Tenía Jesús una sed espantosa, y no era ya la sed de su lengua seca sino como la visión de la esterilidad de sus esfuerzos por llevar a aquel pueblo a la verdad de Dios, a la abundancia del manantial del reino. Tenía una sed ardiente, con la que muere, sin que haya visto el fruto del amor intenso y las delicadezas que puso a través de mil momentos de su vida.
             Han pasado siglos. Y la palabra de Jesús: TENGO SED sigue ahí… Y nos llega a nosotros. Y ME LLEGA A MÍ, y me cuestiona, me hace preguntar en el fondo de mi alma, si no hay algo –y quiero decir algo concreto- en lo que es posible que yo no esté llevando a los labios de Cristo el cántaro de mi vida…, la esponja –siquiera- que exprese mi buen deseo, mi intento de satisfacer la sed suya.  Ya no hablamos de “grandes cosas”. Hablamos de eso pequeño del día a día, donde cada uno nos estamos retratando continuamente en los detalles de la vida.

martes, 26 de marzo de 2013

El Evangelio de hoy. AMPLIACIÓN


             EL EVANGELIO DE HOY
Evangelio de Jn 13, 21-33; 36-38 es una pieza dramática de enorme magnitud. Nos trae el momento en que Jesús se decide ya a desvelar que sabe por dónde van las cosas. Y ante la perplejidad de sus apóstoles, y posible pánico de Judas, dice: Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar. Dice el evangelista que se miraron unos a otros perplejos. Y yo los imagino con una mirada de sorpresa, de horror, de sospecha, de costar trabajo admitir aquella palabra.  Y en Judas, un corazón de pedernal que intenta mantener el tipo, aunque ya está cargado de un nerviosismo hondo, y a punto de explotar, aunque todavía –nos dice otro evangelista- con la desfachatez de preguntar, como lo hicieron otros compañeros: Acaso soy yo.  Hasta ahí llegó en cinismo de ese hombre. Simón no se aguanta y quiere aprovechar la cercanía de ese discípulo amado que está muy cerca de Jesús, para hacerle señas a ver si él se entera quién es ese traidor. Ardía el corazón de Simón y hubiera estallado de maña manera si se topa tan de cerca como lo tenía, con ese traidor que iba a ser capaz de traicionar al Maestro. Lo curioso es que el tal discípulo amado ni dice nada, ni actúa en otro modo que en gesto íntimo y pregunta secreta, que no deja pistas tampoco.  Jesús le dio una: al que diere yo el trozo de pan untado (en la salsa amarga con que se acompañaban las verduras). He leído que este gesto era un signo de deferencia con el invitado al que se le deja una muestra de afecto más particular.  Pero San Juan nos expresa, con esa fuerza tan típica de su evangelio (de muchos sentidos bajo una palabra de apariencia simple) que tras el bocado entró en él Satanás.  La verdad que no era algo muy distinto a lo que ya sentía Judas dentro de sí. Podría él mismo decir que “estaba endemoniado” con esta escena.
 Jesús, que está viendo la violencia del momento, tiene la finura infinita de darle salida disimulada, sin que ninguno advierta ni sospeche. [Yo digo que tenían una extraña venda en los ojos].  Jesús le dice a Judas, como si allí no pasara nada, lo que ibas a hacer hazlo enseguida.  Y el corazón de Judas, ya llevado de los demonios pero más aún ahora en que –dice el evangelista- que entró en él Satanás-, sale en plena noche de su alma,.
ERA DE NOCHE. Evidentemente era ya la noche, una hora avanzada en aquellas latitudes para que hubiera caído ya la noche. Pero el lenguaje de simbolismos que usa San Juan constantemente, estaba entrando en la negrura cerrada de aquella alma para la que se había hecho oscuridad absoluta, esa noche sin aurora, que le llevará a la tiniebla sin amanecer. La que ya nunca volverá a ver la luz. “Más le valía no haber nacido”.
                Entonces se produjo un movimiento interior de doble sentido en el Corazón de Jesucristo. De una parte es la costatación de que la suerte está echada.  La salida de Judas pone en movimiento la máquina de la muerte, y ya es imparable. Ante eso “Ahora el Hijo del hombre es glorificado y Dios glorificado en Él”.  ¡La Redención está en marcha en su trayecto final!  Pero no sólo es la muerte que se avecina y se cierne ya como ave de presa, como gavilán sobre a paloma. Es mucho más: el Padre pronto lo glorificará, lo que anuncia ese PASO triunfal hacia la vida que no se acaba. La Resurrección está ya ahí, como la glorificación plena y definitiva.
             Por su parte, y porque Juan quiere dejar claro que allí había más tragedia de la que parecía, pone aquella extrañeza de Simón que quiere saber adónde va a ir el maestro, que afirma que adonde yo voy, ahora vosotros no podéis venir.  Simón hace uno de esos actos tan suyos de reafirmación de su fidelidad, diciendo que él si puede ir porque él daría la vida por Jesús. Debió sentir el Maestro un doble sentimiento de complacencia y de dolor. Sabía Él que Simón hablaba con el corazón y esos impulsos que le eran tan propios. Sin embargo tenía que darle un mal rato, haciéndolo caer en la realidad con una dolorida pregunta: ¿Con que darás tu vida por Mí? Y entonces le anuncia a Simón Pedro que le va a negar. Simón se revuelve, Eso no puede ni concebirlo. Y aunque todos te negaren, yo no te negaré.  Cierto que en su corazón estaba seguro, segurísimo, de ello. Pero Jesús no tenía más remedio que hacerle bajar de esa nube. Y le ratifica: Yo te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces.  Se mascaba la tragedia. Mateo y Marcos nos dicen que los otros discípulos también dijeron lo mismo que Simón.  ¡Cómo podía caberles en la cabeza que ellos llegaran a negar haber conocido a Jesús? ¿Quién podía decirles que ellos no amaban hasta estar dispuestos a la muerte antes que negar al Maestro?
             La vida es así, y no cabe duda que para todos es una lección de prudencia y humildad.  Y en palabras de Pablo, quien cree estar de pie, ¡tenga cuidado que no caiga!  Somos santos en nuestro pensamiento. Pero somos de barro en nuestra constitución… El espíritu está pronto, pero la carne es débil.  Yo no sé hasta qué punto haya calado una llamada que he repetido varios días: TENEMOS QUE SABER DUDAR.  Los fariseos fueron maestros en el arte de “no dudar”. Y así fueron lo que fueron.  Muchos de nosotros hasta sienten cierto escándalo de que hayan de SABER DUDAR, cuando tan aferrados está a sus formulaciones. También lo estuvo Pedro. Y por eso mismo cayó redondo.  SABER DUDAR  es el arte esencial de no fiarse de uno mismo; de aceptar que otro puede llevar razón. 

Para abrir boca


Picando la antífona
             Es un término antiguo para indicar un comienzo inacabado. Yo hoy no podré más que picar la antífona, porque no dispongo de tiempo, aunque no renuncio a poder completar en el transcurso del día.
             Quiero dar mi interpretación de la liturgia de la Misa de hoy.
             Y empiezo –como ayer- por el Evangelio, una pieza dramática de una fuerza imponente. Jn  13, 21-33; 36-38 nos trae el momento en que ya se decide Jesús a levantar la liebre. Y ante la perplejidad de sus apóstoles, y posible pánico de Judas, dice: Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar. Dice el evangelista que se miraron unos a otros y yo los imagino con una mirada de sorpresa, de horror, de sospecha, de costar trabajo admitir aquella palabra.  Y en Judas, un corazón de pedernal que intenta mantener el tipo, aunque ya está cargado de un nerviosismo hondo, y a punto de explotar.  Y Jesús, que tiene finura hasta el infinito, le da salida disimulada, sin que ninguno advierta ni sospeche. [Yo digo que tenían una extraña venda en los ojos].  Jesús le dice a Judas, como si allí no pasara nada, lo que ibas a hacer hazlo enseguida.  Y el corazón de Judas, ya llevado de los demonios pero más aún ahora en que –dice el evangelista- que entró en él Satanás-, sale en plena noche de su alma, esa noche sin aurora, que le llevará a la tiniebla sin amanecer.
             Por su parte, y porque Juan quiere dejar claro que allí había más tragedia de la que parecía, Jesús le anuncia a Simón Pedro que le va a negar. Simón se revuelve, hace acto de seguridad en sí de estar dispuesto hasta a morir, y Jesús le ratifica: Hoy me negarás.  Se mascaba la tragedia.
             Y es la 1ª lectura la que viene a poner luz sobre el fondo obscuro, anunciándose en el Siervo de Yawhé esa elección amorosa de Dios desde el mismo seno materno, para que ese siervo sufriente sea, sin embargo el que va a dar luz no sólo al Pueblo de Dios sino a todas las naciones.  Se apunta ya un amanecer luminoso, que en Cristo se convertirá en su propia PASCUA triunfal.  La tragedia no acaba en muerte sino en Luz.

lunes, 25 de marzo de 2013

Lunes de Semana Santa


          Hoy es en el calendario el día de la Encarnación. Pero la liturgia lo pospone porque estamos en una semana SANTA, cuyo centro está en la Pasión de Cristo y su Misterio Pascual. Pasará la celebración litúrgica al 8 de abril, lunes tras la semana de PASCUA

LOS POBRES
             Esta mañana, en el breve espacio de reflexión que Radio Nacional dedica a un pensamiento cristiano, expresaba el ponente el fácil recurso de todos los que atacan a la Iglesia con el consabido recurso a los pobres…, mientras que ellos no es que alargan su mano para dar a los pobres… porque encima de todo, Judas, el “defensor de los pobres”, lo que hacía era robar de la bolsa común. Pero era su recurso para atacar a Jesús. Recurso tan viejo como la vida: que los otros hagan…, mientras uno se queda en su butaca a verlas venir y a criticar lo que venga. La víctima fue Jesús, porque aquellos trescientos denarios que Judas no pudo aprovechar, acabaron colmando el vaso en su aversión contra Jesús.  María, la de Betania, fue una persona agradecida, una persona que hubiera dado su vida. Pero como eso no podía hacerlo, tomó su más preciado perfume para derramarlo sobre los pies de Jesús.  El que tiene buen corazón, hace lo que sabe y puede, y ofrece lo mejor que tiene.  Jesús se desenvolvió entre esos dos mundos…, pero el que más grita es el mundo de los protestones…
             La primera lectura (Is 42, 1-7) nos traslada a la confianza al mismo Dios, quien sostiene a sus elegidos, y pone en ellos su espíritu, para que pongan esa balanza en equilibrio.  Y no lo hace ni gritando ni imponiendo, ni rompiendo…  Promueve la bondad y esas leyes que brotan del fondo del alma sana, sin necesidad de códigos.  Lo hace dando vista a los ciegos, libertad a los cautivos y luz a los que están en tinieblas.
             Así comienza la semana del dolor, la semana de la muerte de Jesús. Lo que ocurra después, será “a lo Judas”. Porque “a lo Dios”, las cosas son de otra manera.

             Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado
             ¿Realmente se sintió Jesús abandonado de Dios? De una parte es un misterio que no podremos descifrar. Aquel “preámbulo” que San Ignacio pone al entrar a contemplar la Pasión: “considerar cómo la divinidad se esconde” es algo que hace comprender la Pasión en su justo medio. Porque Jesús no hizo “comedia de Pasión” sino que la vivió como uno de tantos, hasta la muerte de cruz. Por eso no podemos negar por una devoción que Jesús no tuviera esa dura experiencia de la desolación espiritual, que define San Ignacio como un sentirse como apartado de Dios. ¿Fue esa la sensación de Jesús en esos instantes espantosos de su padecimiento, casi ya entre estertores de la muerte?  A mí no me escandalizaría. Si Jesús pasó por ahí, me crea una profunda actitud de amor y agradecimiento hacia Jesús, que nunca hizo teatro de su vida humana.
             ¿Fue una oración, recurriendo al SALMO 21, que le reproducía mejor su estado personal, donde se narran los terribles padecimientos de quien sufre las mayores humillaciones y dolores…, pero con sus “plataformas” intermedias de abandono, fe, reconocimiento del Dios que nunca abandona y que –pese a todo el sufrimiento humano- siempre está ahí, siempre sostiene, siempre apoya la fe del que padece por la injusticia, la enfermedad, o por cualquier causa?  Porque aun en los casos de sufrimiento culpable, Dios no está ausente, y siempre deja el resquicio para que la persona pueda entrar en ese estadio de paz personal.
             Jesús REZÓ. Eso no cabe duda. Y su rezo no podía ser ahora una oración alegre, gozosa, agradecida…, cuando su vida se le iba de las manos en plenitud  de su edad. Donde se le fue el alma fue a ese Salmo de dolor. Y hasta es curioso que lo rezó en la lengua materna, el arameo. Eso que los psicólogos saben que es muy normal en personas que están en últimos momentos y vienen a expresarse en el lenguaje, casi balbuciente, aprendido en la niñez.  Eloí, Eloí…, un modo íntimo de dirigirse a Dios, que se le vino a Jesús a los labios en este momento.  Servirá de mofa a los soldados (que no conocían el arameo) y que creen que Jesús está pidiendo la ayuda de Elías…  La verdad es que Jesús estaba sumido en ese último rincón de la fe, ahí donde parece que ya no queda nada y sin embargo el alma está tocando a Dios en las fibras últimas del corazón.  Ya no hay remedio humano. Ya no queda sino ese abrazo del alma al Dios misterioso, que está por encima de todo.
             Será ahí donde se irán dirigiendo esos momentos finales de la vida de Jesús.  Ahí donde tenemos nuestro fuerte agarradero quienes tenemos el don de la fe.

domingo, 24 de marzo de 2013

INICIO DE LA SEMANA SANTA


DOMINGO DE RAMOS
             Lo que hoy celebra la Liturgia con l fuerza de su sentido religioso es la entrada que hace Jesús en Jerusalén el domingo anterior a su Pasión y muerte.  Como un último cartucho en su intento de que el pueblo y los jefes tengan conocimiento de su mesianismo, porque viene en el nombre del Señor, y porque viene como hijo de David. Dos referentes mesiánicos que deben despertar las conciencias cegatas de aquellos dirigentes religiosos.
             En el proceso litúrgico completo de hoy hay una parte triunfal, festiva, solemne, que repite aquel júbilo de quienes han sentido en entusiasmo por el Mesías, y así lo acompañan con sus cantos, sus palmas, sus ramas cortadas y puestas como alfombra al paso de Jesús. Incluye la lectura del Evangelio correspondiente a ese hecho.
             Acabado el momento especial, se entra en la celebración de la Santa Misa. En ella se da la panorámica cmpleta. Comienza conectada con ese momento de triunfo y pasa sobre el mismo texto a expresar rasgos de lo que será el padecimiento que se viene encima: maltratos, burlas, golpes y salivazos, a los que no se opone el Siervo de Yawhé. Más aún: la liturgia lleva hasta esa realidad misteriosa y sublme de ese Hijo de Dios que no va a mostrarse como tal en su entrada en el mundo de la humanidad, porque Jesús es ese Hijo de Dios que se desnuda de sus ropajes divinos y se abaja hasta adentrarse en plenitud en la realidad humana, como uno cualquiera, y por tanto en esa capacidad de sufrimiento y obediencia que llega hasta la muerte, y muerte de cruz, que es lo más abyecto a los que se podía llegar. No deja el texto ahí esta situación, porque concluye con la exaltación que hace Dios de ese Jesús abatido por los enemigos : Dios lo eleva y le da un Nombre todo nombre, y presenta a ese Hijo como el que adoran todos, y adorarán en el Cielo y en la Tierra.  Pero es que –aunque contra su misma voluntad-, también lo adorarán en el abismo, porque al Nombre de Jesús se dobla toda rodilla.  En breves palabras se ha presentado la esencia misma del Misterio Pascual.
             Finalmente en el lugar del Evangelio, se hace lectura de la PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, que expresa detenidamente lo que fue en la realidad ese haberse hecho un hombre como cualquiera de los hombres. Un cúmulo de sufrimientos, vejaciones, maldades e injusticias…, que le llevan hasta la muerte.  Y hoy nos quedaremos con ese dolor de Cristo sepultado.  Pero San Lucas nos hace brillar un destello que deja abierta la esperanza. En medio de tanto humano, con tanta malicia, aquel malhechor recibe de Jesús –el aparentemente derrotado-una promesa que sobrepasa el desastre humano: hoy mismo estarás CONMIGO EN EL PARAÍSO. Por consiguiente ese Jesús que muere como un fracaso humano, tiene poder para prometer algo tan substancial como el Paraíso, y CON ÉL. Volvemos a esa realidad de MISTERIO PASCUAL en donde la muerte no vence, donde la maldad no triunfa, donde ese Jesús (que parece gusano de la tierra) en realidad es Dueño del mismo Cielo de Dios.
             Realidad que se acaba viviendo sacramentalmente en LA EUCARISTÍA, porque a la par que celebramos el sacrificio de Jesús, y que anunciamos su muerte hasta que Él vuelva, también estamos proclamando y viviendo SU RESURRECCIÓN.  Y eso, cada vez que participamos de la Eucaristía, Pero que hoy, en el Domingo de Ramos, adquiere la fuerza de todo un comienzo que va a ir desarrollándose en los días solemnes del Triduo Pascual hasta desembocar en eso que está más allá del sepulcro en que hoy dejamos a Jesús en la proclamación solemne que haremos de su Pasión.
             Continuando la Pasión. Jesús está sufriendo tanta burla, y ese reto burdo y doloroso con el que se le ha desafiado, que le llega hasta lo hondo del alma. Sabe Él que podría bajarse de la Cruz, si fuera a actuar desde su última prinda realidad. T sabe Él que –precisamente porque es obediente hasta la muerte- se queda allí cosido a esa cruz, mientras le desafían. Y desde su sentimiento más profundo, desde su corazón sangrante, reza –como reacción espontánea- el Salmo 21, porque sus primeras palabras le vienen como anillo al dedo. Ora –no se queja- pero expresa ese duro sentimiento que le brota en el alma Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Ríos de tinta han corrido para poder explicar estas palabras en boca de Jesús. Sentimientos extrañados y siempre con referencia al misterio: ¿omo pudo Jesús sentirse abandonado de Dios? ¿Cómo pudo Jesús echar mano de esas palabras? ¿Es posible siquiera eso que dice? 
             Siempre quedaremos en el sentido del misterio. Y a la par, se puede pensar muy fácilmente en que tanto sufrimiento acumulado, físico y moral, llevó a Jesús a rezar. Y como judío, su rezo habital eran los Salmos. Y entre los salmos, el que podría expresar ese cúmulo de sentimientos doloridos, era el Salmo 21.  Y ese salmo es una inmensa composición de quien sufre en el máximo grado hasta experimentar algo así como si Dios abandonara al alma fiel…, y sin embargo el propio Salmo va descansando cada varios versículos en unas estrofas que son de absoluta seguridad en ese Dios que no abandona, que sostiene, que apoya, que ayuda.  Un Salmo de un realismo maravilloso, que puede venírsele al alma a todo el que sufre situaciones extremas, que mira a Dios como quien se queja, y sin embargo permanece aferrado a la confianza en ese mismo Dios

sábado, 23 de marzo de 2013

Bajar de la Cruz


INVIRTIENDO EL ORDEN
             Hoy habría que leer las lecturas en orden inverso. San Juan (11, 45-56), como la sentencia de muerte de Jesús…, aunque sin juicio previo. Que ya dice mucho para comprender después el juego infame del proceso religioso en que fue condenado “formalmente”.  Ahora es Caifás y los dirigentes judíos quienes legan a la inaudita conclusión de que si Jesús hace muchos milagros, hay que acabar con Él, no sea que la gente se vaya tras Él.  Lo que no se preguntan es por esos milagros, por quién está detrás de esos signos de poder y divinidad. NO DUDAN (¡gran pecado de tantos…! Y lo que ahora tienen ya decidido (que obliga a Jesús a retirarse para evitarlo), será adonde llegarán en el momento que puedan realizar su decisión tomada.
             La 1ª lectura pasaría a ser la luz tras el ocaso. Porque lo que se anuncia en Ezequiel  37, 21-28 es el triunfo definitivo de David, con reinado eterno, gozando de una alianza eterna de Dios, que multiplicará su descendencia y morará entre ellos, que serán pueblo de Dios, consagrado a Dios para siempre.  Lo que en David no se podía realizar, se realiza en el Hijo de David…, el que viene en el nombre del Señor, cuyo reinado será para siempre.

             “Rey de los judíos”
             Fue el título de la Cruz que Pilato sostuvo, pese a las protestas de los ancianos y sacerdotes. Ahí acertó Pilato. Por una vez fue hombre. Ese Cristo agonizante que muere en una cruz, en el tormento físico más duro y en lo más humillante para una persona…, y ese hilito de aire cada vez más tenue que puede alimentar sus pulmones y corazón, tiene aún que soportar los vergonzosos insultos de la chusma que –alimentada por los propios sacerdotes- hacen leña del árbol caído.  Porque no le bastaba a Jesús su propio sufrimiento…, sino que esa turba sin corazón y ávida de sangre todavía hace más doloso aquel momento.  El demonio que lo dejó “para otra ocasión” está metido en esa gente que retan al crucificado con la ya vieja tentación del desierto de lanzarse desde el tejado del templo…, solo que ahora, sin fantasías ni composiciones catequéticas, se vive a lo crudo en el desafío a Jesús: Si eres Hijo de Dios, baja de la cruz y creeremos en ti,  Era también el engaño diabólico del “yo soy el dueño del mundo y lo doy a quien quiero;  si tú quieres tener parte, dobla tus rodillas ante mí y adórame, y te lo doy”.  “Baja de la cruz y creeremos en ti”.  ¡Qué tentación más fuerte!  Jesús había venido a que creyeren en el Hijo del Padre, que viene a salvar.  Le están ofreciendo creer en Él si baja de la cruz…, si hace el gran milagro de un crucificado que vuelve la vida junto a los demás… Y todos caerán de rodillas adorándolo…, ¡adorando a Dios que dio tal fuerza los hombres!.
             ¡Cuánto engaño, cuanta mentira, cuanta falsa promesa, cuánto infeliz que se deja seducir por la bagatela que le ofrece cualquier novela moderna o cualquier debate o espacio televisivo, o cualquier inventor de panfletos periodísticos que cuenta son contrastar, que envenena sin conciencia, que vende más cuantas más tonterías dice!  ¡Cuántos creyentes que se dejan embaucar por la primera novelería que publica un llamado “periodista” o “novelista” que lanza su invento malintencionado contra los valores sagrados de la Religión!  “Si eres el Hijo de Dios, baja de la cruz”…, y muchos, ¡demasiados!, se bajan de ella al instante para irse tras las fantasías de último cuño.
             ¿No era eso la pasión que HOY vivió Cristo…, en ese HOY que permanece, mientras que EL HOMBRE, el verdadero Hombre,  el HOMBRE por antonomasia, no se baja de la cruz y no se deja engañar por la mentira del mundo…, por la esclavitud vergonzosa de un mundo que está enredado en las redes de su hedonismo…, su egocentrismo patológico, su endiosamiento?
             Jesús no bajó de la cruz.  Y bien que tenemos que agradecerle. Porque de la cruz que cada uno hemos de llevar no nos podemos bajar aunque queramos, y hubiera sido muy desmoralizador que hubiéramos visto que Jesús abandonaba su puesto al primer desafío.  ¡Gracias, Señor, porque sigues ahí en tu cruz!  Porque ahora la cruz, aunque instrumento de martirio, ya empieza serlo también de victoria.  Porque la cruz no es de quita y pon al gusto del momento.  Porque yo necesito QUE SIGAS EN LA Cruz, porque voy a tener que aferrarme a ella –a la mía- en mil momentos de mi vida… Porque si estoy enfermo, o si me surge una contrariedad…, si sufro en mí mismo o veo cómo sufren tantos…, porque al asomarme la vida veo ese reguero de cruces de mil tamaños…, miro al Calvario y veo que TU NO TE BAJAS DE TU CRUZ.  Y al contrario de aquellos mentirosos retadores, yo CREO EN TI, precisamente porque no te bajas de la cruz.  Porque sigues ahí desde la fuerza mucho más grande de tu fidelidad a la misión, de tu obediencia al Padre, de tu dignidad de hombre que no deja las cosas a medias.           Pero entiendo, Jesús mío, que aquel momento fue para ti muy doloroso. Por la mofa…, por el reto…, porque podrías haber bajado y dejado sin aliento a aquella chusma…  Y sin embargo llevaste dentro de tu pecho el consuelo de tu misión cumplida…, y de tantos que veníamos detrás y precisamente encontramos la fuerza de nuestra fe en que Tú no bajaste de la Cruz.

viernes, 22 de marzo de 2013

Pasión a la vista


FELICITACIÓN
A quienes celebran hoy su día onomástico:
Lolas, María Dolores
             en el que fue tradicionalmente Viernes de dolores, que no permanece actualmente con celebración litúrgica.

Mascamos Pasión
             La lectura de Jeremías 10, 10-13) es un grito de dolor del Profeta ante la persecución  a muerte que padece, porque  no son sólo los enemigos sino los mismos amigos quienes están al acecho. Siente el Profeta pavor; escucha aquellas amenazas de hacerlo caer: de seducirlo y de vengarse de él.  Y no tiene más recurso que dirigirse a Dios, a quien reconoce como fuerte soldado que está junto a él y no dejará que sus enemigos triunfen.  Un anticipo claro de la Pasión de Jesús.
             En Juan 10, 31-42, la discusión de Jesús con los judíos  está llegando a un término en que ellos no entran en razones.  Y Jesús ha de optar por escabullirse y marcharse al otro lado del Jordán.  Ante la ofuscación del que sólo tiene una idea, y esa idea va abocada a acabar con Jesús, el recurso es irse. No sirve de nada hablar, explicar y querer hacerse entender cuando una de las partes tiene sus ideas tan cerradas que nada les hace DUDAR y pensar.

             AHÍ TIENES A TU HIJO
             Ha quedado a los pies de Jesús su Madre y el pequeño grupo de sus leales amigos. Un discípulo amado, sin nombre propio, y con las dimensiones larguísimas que el evangelista está pretendiendo en esta narración.  Sabemos que está allí María, su madre. Jesús se dirige a ella pero mucho más allá que a ella como madre suya. Le llama MUJER, traspasando lo humano y lo íntimo personal…, abarcando la obra de la Redención universal. Conociendo la construcción del Evangelio de san Juan, con una “reproducción” de la Historia de la salvación, aquí hace reaparecer a la MUJER clave en los planes de Dios, la anunciada en el Paraíso tras el pecado de Eva.  Una MUJER que será quien dé el mundo el Descendiente que restañe el desgarro de Adán.  Y ya tenemos al nuevo hombre y la nueva mujer…, en clave de obediencia perfecta para hacer posible el “plan B” de Dios, en orden a una humanidad que camine en la dirección de Dios.
             La MUJER está ya presente en el Calvario.  El Descendiente está en la cruz, aplastando a la serpiente que engañó y que buscó la ruina de lo que Dios había soñado. Pero a su vez a Él le ha costado su victoria la propia vida, porque eñ demonio que lo dejó en las tentaciones para otra ocasión, ahora ha tomado la venganza mordiéndole en el talón. Morirá Jesús, pagando el tributo humano de hombre mortal, pero su Sangre ya ha derrotado a ese dragón infernal.  Y la MUJER está ahí como vehículo de Dios en toda esta obra, asociada por el Hijo a la Redención universal.  No es, pues, el sentido filial ante la madre, sino la realidad redentora ante el mundo entero.  De ahí que el discípulo amado aparezca sin nombre porque allí es el mundo quien está ante la Cruz de Cristo, recibiendo una herencia primordial:  ese mundo, o esa comunidad de los que están al pie de la cruz, recibe el encargo de acudir a LA MUJER y acogerla y seguirla como Madre: Ahí tienes a tu madre…, a la par que LA MUJER recibe al “hijo”, a la humanidad, porque le queda la gran labor de reconducir a esa humanidad: Ahí tienes a tu hijo. La muerte de Jesús no deja huérfana a la naciente Iglesia, porque María será Maestra y Madre, Testigo vivo de Jesús y de su obra.
             Ya en el plano de la realidad que hay en el Calvario, María, la madre de Jesús, está allí, y está de pie.  No está ni destruida ni derrumbada por su dolor, aunque la espada ya le ha rasgado el corazón. María está allí en su silencio impresionante, aunque el alma le sangre. ESTÁ ALLÍ. Es su sitio. Y hay buenas personas –pocas- que le acompañan y que también tratan de asumir la situación si aspavientos.  Viven la realidad. Saben que ya no hay otra salida. Acompañan en sagrado silencio, aunque las lágrimas estén corriendo por sus mejillas.
             A poca distancia los soldados se reparten los vestidos… La verdad que poco podían repartirse de Jesús. San Juan vuelve  su lenguaje simbólico y habla de la túnica sin costura. En la devoción está que su Madre le había hecho aquella pieza tan especial que llamó la atención a los soldados y deciden no rasgarla.  En Juan hay mucho más: la túnica de una sola pieza es símbolo de Jesús, Jesús enterizo, sin añadidos ni costuras… Jesús ÚNO y ÚNICO. La Iglesia UNA. Una realidad que jamás podrá entenderse desde los divisiones internas, desde el “tuyo y el mío”. Jesús no puede estar dividido. El escándalo de la vida es que haya facciones, tensiones, divisiones…, y no digamos “iglesias” que sigue cada uno su “credo” a su modo y manera. Lo que no hicieron los solados romanos –no rasgar la túnica inconsútil­- han sido capaces de hacerlo los creyentes en Cristo. Y adonde se nos ha de ir la mirada es a los detalles concretos nuestros en los que podemos ser parte de ese rasgado…

jueves, 21 de marzo de 2013

Una promesa eterna


PROMESA DE DIOS
             De los textos más hermosos del Antiguo Testamento, el que hoy presenta el Génesis 17,3-9 se lleva mis preferencias. Tiene en sí la belleza del cambio de nombre que Dios le hace a Abrán y que representa la clara intervención de Dios que elige a ese santo varón para una misión de suma trascendencia: Yo hago mi pacto contigo y con tu descendencia en futuras generaciones, como pacto perpetuo.  Encierra un pacto, que es un compromiso de Dios, desde su libre y decisiva liberalidad (la grandeza del amor gratuito de Dios). Y el pacto es perpetuo, y abrazará a las generaciones.  Y en ese pacto hay un elemento vital para ese pueblo: le dará la tierra que peregrina, como posesión perpetua.  Lo que implica que no sólo es una tierra geográfica sino la tierra entera. De modo que descendientes de Abrahán somos también nosotros, y beneficiarios de aquella promesa.
             Cuando Jesús –en Juan 8, 51-59- Jesús dice que Abrahán quiso ver mi día, lo vio y se llenó de alegría, los judíos se mofan de Jesús porque Abrahán vivió tantos siglos antes…  Y sin embargo ese día de Jesús estaba ya implícito en la promesa perpetua, en la descendencia prometida, y por tanto en el descendiente al que iban orientadas todas las promesas de Dios. Además –y es lo que exacerba a los judíos es la afirmación de Jesús –igualándose a Dios- de que antes que Abrahán existiera, existo yo.  No podía esperarse otra reacción de aquellos oyentes que la de coger piedras para apedrear al “blasfemo”.  Jesús que, en definitiva es un hombre y que en su realidad en la tierra ha de actuar como hombre- ha de huir, esconderse, escabullirse del Templo.  Aquí Juan “baja” a la realidad; antes ha construido un discurso apologético para enseñanza de sus comunidades cristianas.

             Me he detenido mucho en la materialidad de un hecho tan brutal como la crucifixión.  Pero esa práctica se puede mirar desde el estudio y la asepsia de una forma de tortura, el modo en que aquello se realizaba, un estudio de sus consecuencias, o la parada de espectador ante el crucificado.
             Pero quien está allí es Jesús. Ya bastaría que fuera un hombre torturado. Pero es que es Jesús que, evidentemente es inocente…; que es el Hombre que siempre fue bueno e hizo el bien. El Maestro que enseño a amar, a perdonar siempre, y cuyas idas y venidas por Palestina fueron siempre para derramar bondad.  Para un creyente, para una persona que ora con el Evangelio, es aún mucho más: es un Amigo, un hermano, una Persona que enamora, Alguien que ha arrancado los más heroicos actos de amor…  En Alguien nuestro, Alguien muy querido.  Y Alguien que tiene sus sentimientos y que no es un robot ni un actor que representa un papel en una película de la Pasión.  Y la mirada nuestra hacia el Crucificado es necesariamente una mirada cargada de afecto, de dolor interno nuestro, de esa compasión que no es la de tener lástima sino la de padecer con…, la de tener en nosotros los mismos sentimientos de Cristo en la Cruz.
             Todo eso que ha sucedido y está sucediendo no lo podemos mirar “desde fuera”.  El alma necesita entrar dentro del Corazón mismo de Jesús. Nuestra oración íntima debe tratar de ponerse en Él…, lo que Él está viviendo, los dolores y la tortura que Él está sintiendo, las experiencias de aquella espantosa situación.  Los brazos y los pies atravesados por toscos clavos que, además, son el único punto de apoyo para poder elevar un poco el pecho para respirar y seguir viviendo.  El pecho angustiado porque no puede tomar aire.  Querer y no poder…, y lo que “puede” es con un dolor que inhibe el mismo intento… ¿Habéis experimentado alguna vez –por un rato- lo que es no poder respirar…, necesitar que el aire entre en los pulmones y ver que no puedes?  Porque eso o lo vive uno desde la experiencia o no es concebible.  ¡Y Jesús estaba padeciendo esa angustia! Y con la seguridad de que cada momento será peor…; de que morirá.  El aire no entra, el corazón no se oxigena…  El alma está puesta en el Cielo pero la vida se le acaba. En ese momento un hombre que está en su mismo suplicio, se le viene encima a pedirle ayuda…, a pedirle que se acuerde de él cuando esté Jesús en su Reino…  Y Jesús, que no puede tirar de sí…, que ya hace mucho con estar viviendo –luchando contra la muerte-, sale de sí, y responde amorosamente al hombre aquel…
             Y todavía Jesús tiene a sus pies a quienes le acompañan: su madre y unos discípulos, mujeres y un innominado discípulo amado, que es la representación de cada uno de nosotros que sepa estar ahora en esa mirada fija al Amigo que muere ajusticiado…, y que a través de la historia ha de ser testigo de aquella brutalidad de los hombres y aquella paz sublime del que muere sin rebelarse contra la injusticia y el desamor.  Y tanto la madre de Jesús como los pocos otros, velando al Amigo, acompañando, poniendo el alma, llorando disimuladamente…, y –ojalá-que sabiendo volver la vista a tantos crucificados del mundo, de los que unos pocos están muy cerca, muy al alcance…, y de los que somos capaces de no darnos cuenta.  Y está también que no respiran, que no se les deja respirar, que carecen de cariño o de pan, que están ahí y no lo advertimos…, y acabamos culpando unas veces, criticando otras, o pensando que su cruz no merece la pena…, o contraponiendo inmediatamente “mis penas”… que  -mira por dónde- son siempre más grandes o más importantes que la mía.  Jesús está viendo cada detalle desde la atalaya de su cruz, desde la verdad incuestionable de su muerte inminente.

miércoles, 20 de marzo de 2013

Los que son fieles hsta la muerte


La fidelidad
             Dos lecturas nos llevan hoy a un tema esencial de la vida del creyente ante Dios: la fidelidad.  Los tres jóvenes hebreos [Daniel 3, salpicados los versículos), deportados a Babilonia con su pueblo, a  los que se les había distinguido mucho con grandes favores del rey, y a quienes ahora se les acusa de no cumplir la orden del rey de adorar su estatua y ofrecerle incienso como a un dios. Declaran que sólo adoran al Dios de Israel. Y Nabucodonosor, encendido en rabia, manda echarlos al horno de fuego donde perezcan abrasados.  Más ocurre que el fuego no les roza ni les chamusca.  Cantan allá entre las lamas y –avisado Nabucodonosor del extraño hecho- descubre que no sólo no han ardido  sino que incluso hay entre ellos un nuevo personaje que es sobrenatural. El rey manda sacarlos y reconoce que el Dios de Israel es único y verdadero Dios.  La fidelidad de aquellos jóvenes –aun arrostrando la muerte, si les llegara- ha hecho el milagro.
             El Juan 8, 31-42, lo que Jesús pone de manifiesto es la diferencia absoluta que hay de ser fieles a Dios –Él hace lo que manda su Padre- a ser los que hacen su propia voluntad…, sus conveniencias que van dictadas por el padre de la mentira, del camuflaje…: “vuestro padre”.  Los judíos se defienden con eso de que “nuestro padre es Abrahán”, y Jesús les pone delante una prueba incontrovertible:  “Si Abrahán fuera vuestro padre, haríais lo que hizo Abrahán”.  Abrahán vivió la fidelidad a Dios, Abrahán fue libre de prejuicios, Abrahán vislumbró el día de la Promesa –Jesús- y creyó. Y si Dios fuera vuestro Padre, me aceptaríais a Mí, porque yo salí de Dios.

             Han cavado las manos de Jesús al madero horizontal.  El vástago vertical solía estar ya fijado y bien fijado al agujero abierto en el suelo de la roca del calvario.  Quedaba el espantoso momento de izar aquel cuerpo péndulo –sólo cogido por los clavos de los brazos- hasta el palo ya hincado al suelo.  Y aunque es de suponer que para evitar el desagarro sostuvieron el peso del cuerpo hasta que los pies pudieran apoyarse en el saliente que para ello tenía la cruz, aquella operación era brutal.  El cuerpo de Jesús quedó ahora “en su sitio”…, pero había que clavar entre sí los dos palos…, que se cimbreaban de mala manera, reproduciendo dolores sin cuento. Más luego, los clavos de los pies, igualmente, moviéndose toda la cruz que golpeaba sobre el propio cuerpo… -las propias llagas abiertas de la espalda- de Jesús.  Era una barbarie.  La cruz llevaba un sedil, un saliente a la altura de la entrepierna, para un mínimo apoyo del cuerpo. Aunque el cuerpo, por ley normal, se venía hacia adelante por su propio peso, y aunque los brazos estirazados brutalmente ya mantenían un poco. Y aún quedaba, aunque fuera detalle menor, el golpe que fijaba a la cabecera de la cruz la causa de la condena.  La de Jesús había sido –como una venganza infantil de Pilato- la de “Rey de los judíos”.
             Acabó aquella macabra acción, y –si se pudiera hablar así- fue un instante de “respiro” del crucificado, aunque ahora empieza a jadear porque los músculos tensados del pecho dificultan la respiración progresivamente.
             Hay que pensar que el que estaba crucificado preferiría morir ya, porque sabe perfectamente que su final va a ser esa muerte…, pero la crucifixión no tocaba ningún órgano vital, y la muerte era tan lenta como la de unos pulmones que llegan a la asfixia lentamente.  Entre dolores y la dificultad de respirar el crucificado se sumía en un silencio…, en un –llamémoslo así- un “retiro” que aísla  en una soledad sufriente.  Jesús no tuvo ocasión de ello.  Por una parte, ya habían dejado a los familiares de los ajusticiados acercarse al pie de sus respectivas cruces.  Por otra, uno de los malhechores había ido amainando en sus protestas porque se había ido pasmando ante aquella serna manera de Jesús, que hasta era capaz de pedir perdón para los que lo han puesto así, que hasta los disculpaba…, y por otra era toda la grandeza en el dolor, toda la dignidad en la humillación más tremenda.  Y por si faltaba algo, Dimas pudo leer sobre la cabeza de aquel extraño “malhechor” que su causa era ser Rey…
             Dimas estuvo observando en medio de su propio dolor… Dimas supo también entrar en “retiro”…, y llegó el momento en que hasta se enfrentó al otro crucificado que blasfemaba, protestaba, ofendía a Jesús, y le hizo ver que mientras ellos padecían por sus fechorías, aquel hombre ¿qué había hecho mal?  Y como el ajusticiado que se apoya en un moribundo, llega a dirigirse a Jesús y pedirle reverentemente: Acuérdate de mí, Señor, cuando estés en tu reino.  No podía Jesús tirar de sí.  Su dolor sobrepasaba lo soportable. Pero Jesús ha recibido como una bocanada de aire fresco en medio de aquella fiebre abrasadora… Y Jesús se vuelve al malhechor (siempre se le ha definido “ladrón”, y posiblemente le cuadre muy bien ese “oficio”, porque está en su última hora y todavía sabe robar…) y le dice unas palabras consoladoras y definitivas: Hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso.  “HOY MISMO”…: la muerte estaba cercana, inmediata…, HOY.  Y SE CONSUMÓ EL ROBO DE SU VIDA POR PARTE DE Dimas…, la gran misericordia del REY otorgando su propio Paraíso.  Que aunque no podía tirar de sí, todavía le quedó alma y grandeza para apuntalar el sufrimiento del otro.

martes, 19 de marzo de 2013

Fiesta en la Iglesia


SAN JOSÉ
             He de confesar que es de las liturgias que más trabajo me cuestan explicar, porque más bien hay que explicar términos, puesto que en las dos primeras no está directamente el Santo. ¡Y sin embargo lo está de lleno! Si es la primera (2 Sam, 7, versículos salpicados), José está ahí porque el reinado eterno prometido a David, es evidente que no lo fue en David, que murió. José es descendiente de David y José fue el esposo de María. De la cual nació Cristo.  En él se hace eterno ese “reinado de David”.  En la 2º (Rom 4, versículos salpicados), se alude a Abrahán, cuya fe sobrepasó todas las razones humanas. Pero creyó.  Y en José, el esposo cuya esposa está encinta –y él no ha intervenido- y agacha la cabeza en actitud de fe total cuando Dios le advierte que aquello que hay en María viene del espíritu Santo, pero que José será “padre” en la tierra a todos los efectos, con todas las responsabilidades… Y José se pliega y CREE contra toda razón, y afectándole en lo más hondo de sus ser de varón judío. Por decirlo así, ni padre ni esposo efectivo…, y sin embargo, esposo y padre.  El Evangelio (Lc 2, 41) incide en esa realidad que sería, en sí misma, humillante, cuando el evangelista pone en boca de Jesús una corrección a las palabras de María: Tu padre y yo te buscábamos… Y Jesús responde: Yo tenía que estar en las cosas de mi Padre, quedando –pues- San José fuera de esa paternidad. Luego se apresurará San Lucas en dejarnos claro que el Niño bajó con ellos a Nazaret, que era un niño obediente a ellos, y que crecía como un niño normal. Por tanto, un niño que tuvo en María y José a sus padres, los que le cuidaron y educaron, le alimentaron y le enseñaron…
             Por todo esto, que entra en la profundidad de misterio de Dios, San Jose queda elevado como la figura más importante de la Iglesia y de la vida de Cristo, hijo de María –la MUJER esencial anunciada desde el comienzo-. Con muchos “títulos” ensalza la Iglesia a San José: Patrón de la Iglesia, de la Buena Muerte, ejemplo de padre, patrón de los Seminarios donde se forman y educan los que han de seguir la obra de Jesús…, y muchos títulos más que ensalzan su amor casto, su fuerza contra toda tentación…

             JESÚS DESNUDADO en el Calvario.
             Va Jesús tan agotado, los pies se le cruzan ya de no poder caminar, y llegar a la cima es como un descanso. Duro descanso porque llegar hasta allí equivale a ese punto culminante de dolor, físico y moral. Porque lo primero fue desnudarlo.  Y eso ya era muy costoso cuando todo un mundo había hecho espectáculo de aquella ejecución. Pero además era más que desnudarlo: era desollarlo vivo, después que su túnica se había pegado a sus llagar y se habían resecado con el aire durante el camino. Como arrancarle la piel (lo que le quedaba de piel…) y renovarle todo el dolor de la flagelación.
             No quiero seguir sin hacer parada en el primer aspecto, porque me hace evocar momentos de mi vida, de los que igualmente han sido “sufrientes” en su propio caso, tantos y tantos enfermos que llegan a un Hospital y quedan “despersonalizados” cuando se les hace desnudar. Y hay que decir que no siempre ni con finura ni con miramiento. Cuando no es que se les deja solos sino con varios ojos encima y sabe el enfermo que eso es como es y acaba olvidándose de sí y teniendo que dejar a un lado su sentido de pudor.  Y sólo me refiero a ese instante: desnudarse. Y sentirse convertido en “nadie” y “nada”, porque allí uno es simplemente “un ingresado”.
             Cuando la tradición devota nos ofrece la idea de aquella mujer que acerca el paño de pureza a Jesús, puede pensarse el alivio moral y humano que suponía para Él.  Sufriendo todos sus dolores –que no se podían evitar- pero agradeciendo la delicadeza. Porque igualmente encuentra uno esas personas que han de atender al enfermo y que el enfermo cuenta ya con su desnudez, pero palpa la delicadeza, y la agradece.  Porque los hechos no son tan asépticos que sólo sean “sucesos” de la vida, sino realidades humanas que se humanizan con las formas. Y hay paños de pureza virtuales que son un descanso para quien los recibe.
             Y pensando en Jesús, en su momento del suplicio, ahora afronta la parte más espantosa de su dolor. Se le manda echarse sobre el suelo desigual y rocoso, y viene el primer paso, brutal, de estirazamiento de los brazos para que quede el lugar donde irán los clavos sobre los agujeros ya abiertos en el madero. Descoyuntados los músculos del pecho, afectando la respiración, y dos hombres, avezados en el oficio que con golpes secos de maza atraviesan los antebrazos de Jesús y cortan con ello el tendón, con lo que agarrota el dedo pulgar. Necesariamente un movimiento de convulsión general de todo el cuerpo, que vuelve a rasgar las espaldas.  Un grito contenido, pero instintivo. Ni una queja. Musitando una oración que apenas puede expresar porque ahora mismo ya tiene bastante con lo que está sufriendo todo su ser.
             Lo que piensa, lo que quiere expresar, es su perdón a tantos que no saben lo que hacen.  Los que no necesitan ni perdón son los verdugos cuyo oficio es ese y no tienen más alternativa. Pero sacerdotes, judíos que vociferaron, Pilato el pelele…, no saben lo que hacen. Eso es claro como el agua.  Y Jesús quiere dejar constancia de que quiere el perdón para todos.

lunes, 18 de marzo de 2013

Dios es Dios


Dios defiende al inocente
             Daniel 13, 1-62, aunque muy acotado.  Y además con posibilidad de reducirlo mucho más para entrar en el meollo de la cuestión. Y la cuestión es la pasión incontrolada de dos ancianos que pretenden seducir a una muchacha israelita, Susana. Al no conseguirlo, pretenden la sucia venganza de acusar que se ha dejado seducir por un joven. Aportan falsos testigos y la condenan a muerte.  Surge un niño, Daniel, cuando ya la conducen al castigo mortal, y Daniel grita que es una ignominia condenar sin haber pruebas.  La gente se arremolina, y logra Daniel que vuelvan a juicio, y él se encargará de demostrar la verdad.  Y deja convictos de pecado a los dos viejos, y queda libre Susana.  Dios se ha valido de un chiquillo para liberar a la que es inocente.  Al haberse leído ayer el Evangelio de la adúltera –a la que Jesús no condena, se sustituye por otro evangelio, aunque el fondo del argumento es la actitud de perdón y misericordia de Dios, que se vale de alguna forma para liberar. Susana era inocente. La adúltera no. Pero Dios es el mismo y libera al inocente y perdona al culpable, aunque siempre queda que en adelante no puede seguir siendo adúltera.
             Se ha sustituido en este “ciclo C” por otro párrafo del c. 8 (12-20) de San Juan, en el que se abre con la afirmación decisiva: Yo soy la luz del mundo. La luz se opone a la tiniebla. Tiniebla de pecado, tiniebla de mentira, tiniebla de medias tintas, de engaños, de cerrazones del corazón.  Y afirma Jesús que quien le sigue no camina en las tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.  En relación con la 1ª lectura nos bastaría. Jesús es siempre luz, pone luz y nos encamina a la luz.  Por eso Él sigue hablando y actuado aunque no paran sus enemigos que querer prenderlo y quitarlo de en medio. Pero aun no ha llegado su hora.  La hora de las tinieblas la declara Jesús en el Huerto. A partir de entonces los hombres se hacen tiniebla y sucede la muerte del Inocente.

             Me quedé en Verónica. Lo que son las cosas. Un hecho tan humilde que quedó sólo para la tradición y devoción popular, pero no recogió el Evangelio. Al menos el pueblo sencillo necesitaba de esa mujer. Simón de Cirene ya tenía su entidad propia por aquella humillación suya y aquel servicio que acabó prestando con cordialidad.  En un mundo de varones, él quedó ahí.  Pero era necesaria una mujer para poner el toque de ternura y de humildad. Ni tiene que aparecer porque tu mano izquierda no se entere de lo que hace tu derecha. Verónica hizo lo que tenía que hacer. La apartaron de un empujón, pero se llevó –aunque todavía no lo sabía ella- la imagen de Jesús.
             El ya famoso juez granadino, Sr. Calatrava, ha ideado una pedagogía muy útil: al mozalbete que ha dejado tullida a una mujer por un “tironazo”, lo “condena” a servir en un Hospital, en la sección de parapléjicos. El ladronzuelo tiene que mascar ahora la imagen del dolor de quienes sufren por su causa o por la de otros como él.  Pretende el Sr. Calatrava que la imagen del dolor sirva de revulsivo y pedagogía.  La mujer Verónica se llevó a su casa el rostro de Jesús…  Y nos está diciendo a los que no sabemos comprender a quienes sufren de una u otra manera, que sólo acercándose al que sufre es como puede uno cambiar su idea…  Que tras cada persona que nos da en rostro, que nos fastidia, que no puede tirar de sí (por la causa que sea…, que incluso puede ser culpable de situación), aun queda una imagen que no podemos perder… Y seguro que no lo descubrimos en el momento, pero al “llegar a casa”, al serenar el espíritu, al reflexionar, al DUDAR de nosotros mismos, ese “lienzo!” nos está mostrando el rostro de Cristo, aunque sea el rostro contrahecho que caminaba con espasmos de dolor, hasta repugnante a la vista…  Pero seguía siendo Cristo.
             ¡Y lo que son las cosas!  El Evangelio narra a continuación la aparición de aquellas mujeres plañideras, llorosas, que se limitan a acompañar con sus ostensibles gestos de dolor.  Esta vez no es que les pagan. Pero su oficio está ya tan arraigado en ellas que –ante aquella figura de Jesús- gritan y se tiran del pelo.   ¿Y Jesús?  Se sintió igual de solo que sin ellas. Ellas no acompañaron.  Ellas no hicieron nada útil.  Ellas estaban en línea con los leños secos de sus propios hijos judíos.  Y más bien deberían llorar por ellos. Y por ellas.  Porque si en el leño verde de la Vida se hace lo que hacen con Él, ¿qué pasará en el seco?  Un día hubieran preferido ellas que se hubiera desplomado sobre ellas y sus hijos una montaña entera antes que ver lo que le queda que ver a aquel pueblo.
             Por tanto: yo sé que hay gentes cuyo masoquismo les lleva a meter los dedos en la llaga, unas veces propia y otras en la ajena.  Que parece que sacan provecho de revolver el dolor.  Que vuelven a contar y a rememorar “lo que pasó”, “lo que sufrió”…, y parece que se alimentan de esos “lamentos” y recuerdos.  Sinceramente dan en rostro. Se me antoja al que mete el dedo en el ojo ajeno y retuerce dentro a ver si puede hacer soltar el gemido del otro.  Por eso “las mujeres de Jerusalén” (y quienes ni son mujeres ni de Jerusalén) no ayudan nada, y más bien meten los dedos en las llagas, que sería mucho mejor cubrir y no poner al viento como un penoso regodeo del que no se saca ningún provecho.

domingo, 17 de marzo de 2013

VÍA CRUCIS


BOSQUEJO DEL VÍA CRUCIS
                      del último acto de los
                      EJERCICIOS que hemos tenido.
             Me han pedido que ponga en el blog el breve vía crucis que tuvimos en la Iglesia del sagrado Corazón de Málaga, en los Ejercicios espirituales de la semana del 11 al 15 de marzo.  Pero tengo que advertir que la exposición fue más allá de lo que estaba en el esquema.

1º.- CONDENADO INJUSTAMENTE
             Por las pasiones humanas de cada cual.  Criticado sin razón. La crítica es una forma de condena injusta
2º.- TOMANDO LA CRUZ
             No la suya (que no le correspondía a Jesús ninguna cruz) sino la Cruz que nos van echando encima…; cada sufrimiento que yo provoco en otros.
3º.- CAYENDO
             Porque la cruz siempre pesa.
             Pesa la mía. La que me echan encima.
             La que yo cargo sobre otros.
4º.- CIRENEO
             Es todo el que se pone en lugar de otro para suavizarle su peso.
5º.- VERÓNICA
             es todo el que no puede ayudar físicamente, pero es capaz de poner ternura, amor, en vez de estar cerrado sobre sus problemas.
6º.- LABOR DE MADRE
             No la madre que llora y gime, sino la que alienta vigorosamente.
             Presente. Sólo presente.  Y basta.
7º.- NUEVA CAÍDA
             Porque la cruz pesa.
             Unirse a Jesús caído, y no desanimarme porque caigo.
8º.- LAMENTOS
             Llorar, lamentar, plañir.
             Hincar más el clavo dando vueltas al dolor.  Al propio o al ajeno.
9º.- TERCERA CAÍDA
             Lo importante es levantarse.
             Pero hace falta mucha moviola para saber recapacitar por qué tropieza uno en la misma piedra.
10º.- DESNUDOS
             No se dejará crucificar quien mantiene “la vestidura” y la coraza de su propio YO, su propia idea, sus propias “razones”.
             Aunque desnudarse después de llagado, suponga a veces despellejarse.
11º.- CRUCIFICADOS
             A golpe de martillo.
             Como la vida misma.
             Los Cristos de procesiones son arte.
             La cruz diaria es más arte todavía, pero bien distinto.
12º. MUERTE
             Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, no dará fruto
             Quien conserva su vida, la pierde.  Y tendemos como las serpientes a aceptar “muertes”… que no hieran “la cabeza”.  Por eso nunca muere el amor propio egoísta.
                El mayor amor: dar la vida por el que se ama
13º.- DESCENSO
                Fue necesario subir a la cruz para ahora poder descender.
                Y desciende Jesús con el Corazón abierto, y habiendo sembrado la vida…: Agua purificadora y consagradora del Bautismo.  Sangre de Eucaristía, que es siempre ceder, descender, abajarse…, para poder darse.
                En el regazo de María está el cadáver de Jesús. Él ya no sufre. La espada de dolor se ha hincado profundamente en el corazón de la Madre. Ella nos dio un Jesús en Belén. Ella se desprendió del hijo en Nazaret para que lo recibiéramos nosotros.  Le devolvemos caso una piltrafa de hombre.
14º.- SEPULTADO
                El día que me deje sepultar y no intente sacar la cresta aun después de muerto, será semilla fecunda para otros.
                Sepultura que quede en gusanera, es triste. Huele a muerto. Sepultura que alumbra hacia la luz, es VIDA.  El Bautismo cristiano por inmersión es el sepulcro donde es sepultado el hombre viejo…, pero consagrados en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, renacemos para vivir en adelante en la santidad misma de Cristo.
                Por eso el dejarse sepultar es esperanza de VIVIR.