domingo, 30 de septiembre de 2018

30 septiembre: No escandalizar


Liturgia:
                      Tanto en la 1ª lectura como en el evangelio encontramos a discípulos celosos que pretenden que las obras buenas sean cerradas al grupo, y que nadie pueda hacerlas si no pertenece al grupo. En Num.11,25-29 han recibido el espíritu de Moisés los setenta ancianos, que empezaron a profetizar inmediatamente. Había dos que no habían estado presentes y que sin embargo también profetizaron. Josué siente celos y le pide a Moisés que se lo prohíba. Moisés, con una visión mucho más ancha, le pregunta si está celoso… Y entonces Moisés exclama: ¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el espíritu del Señor! Moisés buscaba la gloria de Dios y no el privilegio de pertenecer o no pertenecer al grupo.

          En el evangelio (Mc.9,3742.44.46-47) tenemos otro caso parecido. Juan se ha encontrado con uno que no era apóstol que estaba echando demonios en el nombre de Jesús. Y Juan se lo quiere impedir porque no es del grupo. Otra vez la cerrazón sobre el grupo, como si sólo el grupo pudiera recibir la gracia de Dios.
          Jesús lo corrige y le dice que no lo impida, porque uno que actúa en nombre de Jesús no va a ponerse luego en contra de Jesús. Uno que no está contra nosotros, está a favor nuestro.
          Y siguen una serie de afirmaciones que constituyen doctrina que da Jesús a sus apóstoles: el que os dé de beber un vaso de agua, porque seguís al Mesías, os aseguro que no quedará sin recompensa. Y por lo mismo si sois vosotros los que dais ese vaso de agua por amor a mí y por amor a la persona que está sedienta: no quedará sin recompensa. Un vaso de agua es algo material, y sin embargo tiene valor. ¡No digamos lo que es dar compañía a uno que esta solitario, atender a quien nos necesita, mostrar benevolencia y acogida a un prójimo más desamparado! Un vaso de agua no queda sin recompensa; una palabra oportuna es mucho más que un vaso de agua.
          Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le encajasen en el cuello una rueda de molino y lo echasen al mar. El escándalo no es sólo inducir a pecado. Puede ser escándalo no dar ese vaso de agua, o no dedicar un rato a un enfermo… Y Jesús, que gusta de poner las cosas en el extremo, expresa que el escándalo de otros es peor que la misma muerte propia.
          Y sigue una secuencia de enorme valor y muy aplicable a los momentos actuales. El ambiente que estamos viviendo está enfermizamente materializado. Parece que del sexo y del dinero se ha hecho el “dios” al que hay que satisfacer a toda costa. Y personas, por otra parte probas y ejemplares, se han metido en ese túnel del que no saben ya salir.
          Jesús no se anda con paños calientes. Si tu pie o tu mano o tu ojo te son ocasión de pecado, córtatelos, arráncatelo…, que más te vale entrar manco, cojo o tuerto en el cielo, que con los dos pies, las dos manos y los dos ojos ser arrojado fuera, allí donde el gusano no muere y el fuego no se apaga.
          No pretende Jesús dejar cojos, mancos y ciegos…, sino advierte la necesidad de soluciones drásticas en donde son necesarias. ¡Y hoy día hay que planteárselo con mucha sinceridad, porque el ambiente arrastra malamente!

          Santiago (5,1-6) ha centrado el tema en los ricos, y en esos ricos que se enriquecen a costa de los mismos pobres. Y advierte el apóstol que los gritos de los segadores han llegado a los oídos del Señor. Es el escándalo de los necesitados frente a los poderosos, cuando los poderosos se enriquecen a costa del jornal injusto que pagan a los pobres.

          Un domingo nuevo nos pone de cara a la EUCARISTÍA para plantearnos ante ella nuestra sinceridad de conciencia. Para tener el corazón grande y aceptar también a los que no piensan como nosotros. Para saber poner soluciones a nuestras debilidades y vicios, con la fuerza de Jesús que viene a nosotros. Para que evitemos todo aquello que puede dar mal ejemplo y en el fondo escandaliza. [Bajar a las realidades concretas es obra de la conciencia de cada cual, pero con la osadía santa de afrontar las propias situaciones para ponerles remedio eficaz].




          Danos, Señor, un corazón grande para vivir de acuerdo a tu  santa voluntad.

-          Para que tengamos actitud de acogida a quienes piensan distinto de nosotros. Roguemos al Señor.

-          Para que se cuide al máximo el respeto a la conciencia ajena y no se le escandalice. Roguemos al Señor.

-          Para saber dar solución cierta a las tendencias pecaminosas que ponen en peligro la Gracia de Dios. Roguemos al Señor.

-          Para que se viva con verdadera exigencia la participación en la Eucaristía. Roguemos al Señor.


Dios de misericordia: concédenos la fuerza de voluntad que necesitamos para ser fieles a tus enseñanzas y deseos.
          Por Jesucristo N.S.

sábado, 29 de septiembre de 2018

29 septbre.: Los Santos Arcángeles


Liturgia:
                      San Gregorio Magno, papa, escribió lo que puedo dejar aquí mejor que con mis propias palabras.
          Hay que saber que el nombre de «ángel» designa la función, no el ser, del que lo lleva. En efecto, aquellos santos espíritus de la patria celestial son siempre espíritus, pero no siempre pueden ser llamados ángeles, ya que solamente lo son cuando ejercen su oficio de mensajeros. Los que transmiten mensajes de menor importancia se llaman ángeles, los que anuncian cosas de gran trascendencia se llaman arcángeles.
Por esto a la Virgen María no le fue enviado un ángel cualquiera, sino el arcángel Gabriel, ya que un mensaje de tal trascendencia requería que fuese transmitido por un ángel de la máxima categoría.
Por la misma razón se les atribuyen también nombres personales, que designan cuál es su actuación propia. Porque en aquella ciudad santa, allí donde la visión del Dios omnipotente da un conocimiento perfecto de todo, no son necesarios estos nombres propios para conocer a las personas, pero sí lo son para nosotros, ya que a través de estos nombres conocemos cuál es la misión específica para la cual nos son enviados. Y, así, «Miguel» significa: «¿Quién como Dios?», «Gabriel» significa: «Fortaleza de Dios» y «Rafael» significa: «Medicina de Dios».
Por esto, cuando se trata de alguna misión que requiera un poder especial, es enviado Miguel, dando a entender por su actuación y por su nombre que nadie puede hacer lo que sólo Dios puede hacer. De ahí que aquel antiguo enemigo, que por su soberbia pretendió igualarse a Dios, diciendo: ‘Escalaré los cielos, por encima de los astros divinos levantaré mi trono, me igualaré al Altísimo’, nos es mostrado luchando contra el arcángel Miguel, cuando al fin del mundo será desposeído de su poder y destinado al extremo suplicio, como nos lo presenta Juan: Se entabló una batalla con el arcángel Miguel.
A María le fue enviado Gabriel, cuyo nombre significa: «Fortaleza de Dios», porque venía a anunciar a aquel que, a pesar de su apariencia humilde, había de reducir a los Principados y Potestades. Era, pues, natural que aquel que es la fortaleza de Dios anunciara la venida del que es el Señor de los ejércitos y héroe en las batallas.
«Rafael» significa, como dijimos: «Medicina de Dios»; este nombre le viene del hecho de haber curado a Tobías, cuando, tocándole los ojos con sus manos, lo libró de las tinieblas de su ceguera. Si, pues, había sido enviado a curar, con razón es llamado «Medicina de Dios».

          Sabemos que los nombres hebreos tienen una significación que expresa la misión o destino que lleva ese individuo. Las terminaciones en “-EL” están refiriendo claramente la relación con Dios. “Enmanu-EL es “Dios con nosotros”. Isra-EL es “pueblo de Dios”. De los ángeles no tenemos nombres salvo de esos tres que tienen una misión especial definida por Dios, que ha quedado expresada en el texto de San Gregorio, y que los tres acaban en “–EL”.

          El Papa invitó –en su homilía de este día en 2014- a rezar a los tres arcángeles, como espíritus de especial valor en la obra de Dios, pues a ellos se les encargaron misiones de mayor importancia. Y en estos momentos en que la Iglesia es más furibundamente atacada por las fuerzas del mal, nuestra oración a San Miguel debe ser más intensa. Él ya defendió del ataque de los ángeles perversos y soberbios, y lo que está expresado es que vence. Miguel, envió a los infiernos a aquellos malos espíritus que se habían rebelado contra Dios. Dicen los teólogos que porque no admitieron que un hombre, el Hombre Jesús, pudiera estar por encima de sus dignidades angélicas espirituales.
          La adoración al misterio de la Encarnación tiene en San Gabriel su paladín, porque él vino a anunciar a María el enorme misterio que había decidido Dios: que Dios se hiciera hombre y habitara en nuestro mundo. Agradecemos a Gabriel aquella misión que trajo a María y que de todas-todas nos implica a nosotros.
          Y todos estamos necesitados de la protección de Rafael, el ángel que acompañó a Tobías y le proporcionó la medicina que curara la ceguera de su padre. ¡Cuánto necesitamos nosotros de medicina que cure este mundo enfermo en el que nos estamos desenvolviendo, y a veces nos llegamos a sentir agónicos bajo la epidemia de ateísmo y agnosticismo que se expande por todas partes!

viernes, 28 de septiembre de 2018

28 septiembre: El Mesías de Dios


Liturgia:
                      Llegamos a un texto muy conocido del libro del Eclesiastés: 3,1-11, en el que el autor, con su realismo ya manifestado en la lectura de ayer, nos lleva a esa realidad de que en la vida hay un tiempo para cada cosa, y lo que hace falta es vivir cada situación en su momento oportuno, y no pretender forzar los tiempos y los ritmos y no pretender quemar etapas en las que se quiere alterar la realidad de la vida.
          Hoy es muy corriente, enfermizo diría yo, pretender que las soluciones a cualquier problema se den “YA”. Hay un verdadero vicio de inmediatez, cuando la realidad es que las cosas requieren su tiempo, y que no se puede resolver en el instante lo que lleva tiempo sin poder resolverse.
          De ahí que el Predicador y autor de este libro nos lleve a esa enumeración prolija de los tiempos de cada eventualidad: tiempo de nacer, tiempo de morir. Y como eso, todo lo demás que depende de la voluntad del hombre: tiempo de sembrar, tiempo de arrancar, y ni puede precipitarse el principio ni el final. Tiempo de construir y tiempo de derruir…, y así todo el conjunto de posibilidades que detalla el autor, queriendo con ello darnos pie a que no tengamos las prisas del “YA”, porque no ha llegado la hora de ese punto que se reclamaba.
          Y termina ese largo párrafo diciendo: no temáis… Dadle a cada cosa su tiempo, y los resultados irán llegando.
          ¿Qué saca el obrero de sus afanes? Todo lo hizo Dios hermoso para que pensaran, pero el hombre no puede abarcar la obra de Dios del principio al fin. A todo hay que irle dando sus tiempos, y que el hombre tenga ocasión de pensar e ir avanzando poco a poco al modo que le es factible y que las cosas requieren.

          Aterrizamos una vez más en ese evangelio en el que Jesus indaga lo que se piensa de él. La descripción de Lucas es más corta y no se mete en detalles posteriores: 9,18-22. Jesús pregunta a sus discípulos: ¿quién dice la gente que soy yo? Y las respuestas, en una sociedad religiosa e imbuida de Escrituras Santas, se queda en los personajes más llamativos: unos dicen que es Juan Bautista; otros, que Elías; otros que uno de los antiguos profetas.
          Podía ser que a Jesús le interesara saber lo que opinaba la gente. Pero también pienso que fue una manera de llegar a lo que realmente quería él llegar: Y vosotros ¿quién decís que soy Yo? Eso era lo que de veras interesaba a Jesús, porque eran sus seguidores y los que estaban llevando adelante la obra de Jesús. Pero verdaderamente ¿qué idea tienen de Jesús?
          Podían haber ido respondiendo poco a poco y que cada cual expusiera su idea de Jesús. Hoy nos sería muy interesante, y en esas respuestas podríamos habernos sentido identificados nosotros. Pero Simón Pedro nos privó de ese conocimiento porque él se adelantó y respondió en nombre de todos y con contundencia: El Mesías de Dios.
          Jesús prohibió determinadamente que eso lo publicaran a las gentes, porque Jesús pretendía realizar su obra mesiánica y ser descubierto por las obras, y no por el posible contagio emocional de que alguien lanzara el grito de que “tú eres el Mesías”.
          Lo que sí hizo Jesús fue concretar lo que eso suponía: ser el Mesías no era un título de triunfo ni de dominio. Tenían las gentes que irlo descubriendo desde las obras mesiánicas que realizaba y que ya estaban anunciadas desde siglos atrás. Pero lo que Jesús sí quiso que sus discípulos conociesen al detalle, era la realidad que suponía ser el “Mesías de Dios”: tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y doctores de la ley, ser ejecutado y resucitar al tercer día.
          El texto no nos dice la reacción que aquello provocó en los discípulos. Mañana, con la fiesta de los Arcángeles, no seguiremos la lectura continuada. Pero si la adelantamos, encontraremos que los  apóstoles no se enteraron o no se quisieron enterar. Y tiene Jesús que martillearles la idea: Meteos esto bien en la cabeza: al Hijo del hombre lo van a entregar en manos de los hombres. Ellos no entendían este lenguaje y les resultaba tan oscuro que no cogían su sentido. Les escandalizaba. Huían de conocer esa realidad. Casi que pensaban que no lo habían oído bien. Pero les daba miedo preguntarle sobre el asunto, y se metían dentro de su caparazón, pretendiendo ignorar lo que habían oído. Era difícil aceptar lo que Jesús les estaba anunciando sobre su verdadero mesianismo. El eterno tema: pretender manipular a Jesús.

jueves, 27 de septiembre de 2018

27 septbre.: La vaciedad de la vida


Liturgia:
                      Pasamos al libro del Eclesiastés (1,2-11). Deja una sensación de fatalismo aunque lo más seguro es que es muy realista y presenta la vida de tajas abajo con su falta de mordiente y su repetición cíclica. Oigamos esa palabra que nos deja el autor:
¡Vanidad de vanidades!,  dice Qohelet (el Predicador). ¡Vanidad de vanidades; todo es vanidad! El comienzo no proyecta precisamente optimismo. Y sin embargo no va muy lejos de la realidad. Todo es un vacío si no tiene una mirada sobrenatural…, si se queda en la realidad de las cosas.
¿Qué saca el hombre de todos los afanes con que se afana bajo el sol? Una generación se va, otra generación viene, pero la tierra siempre permanece. Estamos en la misma línea. Las personas se afanan en tener, en adquirir, en medrar, en sobresalir… Al final de todo eso, ¿qué les queda? Las generaciones van desapareciendo y viniendo otras…  Lo que permanece es la tierra, que cambia pero no desaparece.
Sale el sol, se pone el sol, se afana por llegar a su puesto, y de allí vuelve a salir. Sopla hacia el sur, gira al norte, gira que te gira el viento, y vuelve el viento a girar. Todos los ríos se encaminan al mar, y el mar nunca se llena; pero siempre se encaminan los ríos al mismo sitio. Otras realidades del orden natural: el sol sale y se pone una y otra vez. Cada día aparece y se dirige a su ocaso, para volver a aparecer mañana.
Los ríos siguen su curso. Acaban en el mar, y lo curioso es que el mar no se llena aunque está recibiendo constantemente de miles de ríos. La vida también fluye y va caminando hacia una realidad abierta más grande, a la que, sin embargo, no la hace mayor ni menor. Siempre se dice que cualquier tiempo pasado fue mejor, y la verdad es que la vida sigue adelante y sigue avanzando y no se detiene.
Todas las cosas cansan y nadie es capaz de explicarlas. No se sacian los ojos de ver ni se hartan los oídos de oír. Lo que pasó volverá a pasar; lo que ocurrió volverá a ocurrir: nada hay nuevo bajo el sol. La historia se repite…, es la afirmación constante. Y sin embargo todo el afán de las generaciones es inventar una nueva realidad, como si antes no se hubiera hecho nada. Y al final está cayendo en los mismos tópicos que pretendían eliminar. De algunas cosas se dice: «Mira, esto es nuevo». Sin embargo, ya sucedió en otros tiempos mucho antes de nosotros. Es una manera de minimizar ese afán de las generaciones que llegan ahora y que pretenden inventar la historia. Y sin embargo en vez de avanzar, están volviendo a mirar atrás y a vivir del “atrás”, de lo que ya nadie se acordaba ni hacía mención. Le llaman “memoria histórica” y en realidad es complejo de inferioridad. Habría más bien que tomar la última frase de este discurso del Predicador: Nadie se acuerda de los antiguos, y lo mismo pasará con los que vengan: sus sucesores no se acordarán de ellos. La verdad es que el complejo del pasado rompe esa afirmación del autor, porque ahora parece que la vida tiene que hacerse de recuerdos y de recuerdos tétricos, y cuanto más se revuelven, más importunan. Y más dejan ver la parcialidad de esos “históricos” para quienes sólo existe una parte de la historia, y dejan en el silencio la otra parte, que es tan verdadera –al menos- como la que pretenden defender.

El evangelio es de Lucas: 9,7-9. Se centra en la figura de Herodes, quien, tras la muerte del Bautista, que él había ordenado-, no concilia el sueño. Y como oye hablar de las obras que hacía Jesús, no sabía a qué atenerse porque le rondaba el fantasma de que podía suceder que el Bautista hubiera resucitado de entre los muertos. Herodes se decía a sí mismo: A Juan lo mandé decapitar yo; ¿quién es éste de quien oigo semejantes cosas? Son los efectos de una conciencia que no está tranquila. Y deseaba ver a Jesús: tenía ganas de verlo.
La realidad fue que se lo vino a encontrar en la Pasión, y pretendió jugar con Jesús, tomándolo como quien podría divertir a su corte haciendo allí públicamente algunas de sus muchas obras llamativas de las que se oían de él. Y no obtuvo respuesta, porque Herodes representaba la falsía, el oportunismo, la maldad recalcitrante, y la suciedad de la vida. Y ahí no entraba Jesús ni de lejos.
Es una nota fácil de comprobar que cuando Jesús envía a sus apóstoles a la misión, el evangelista no cuenta hechos de la vida de Jesús. Es como una manera de decirnos que Jesús ha formado un bloque con sus apóstoles, y que no estando ellos, él no actúa. Lo que es muy sugerente para entender la Iglesia, que no es sólo Cristo actuando directamente, sino a través de los enviados de Jesús. Cristo y la Iglesia forman un bloque.

miércoles, 26 de septiembre de 2018

26 sepbre.: Más de voluntad de Dios


Liturgia:
                      Prov.30,5-9: Las palabras de Dios son de fiar, él es escudo para los que esperan en él. Lo que Dios habla, es seguridad para el que escucha. Es un escudo protector contra las asechanzas del enemigo. ¿Y cómo habla Dios? –A través de su palabra. Y su palabra está expresada por las palabras que nos brinda la Sagrada Escritura.
No añadas nada a sus palabras, te replicará y quedarás por mentiroso. Una advertencia importante. No se pueden desvirtuar las palabras de Dios. La palabra de Dios dice lo que dice y lo que queda es que aplicarla a la realidad concreta. Y todo lo que fuera añadir o quitar es hacerse mentiroso, porque Dios es la Verdad y la verdad no puede alterarse.
Dos cosas te he pedido, no me las niegues antes de morir: aleja de mi falsedad y mentira; no me des riqueza ni pobreza.  Dos valores que expresan la actitud de la persona: por supuesto, que Dios aleje falsedad y mentira, que se oponen a Dios mismo y a la honradez de la persona. Pero hay un camino para esa realidad: la sencillez y humildad del pobre, que sólo pide mi ración de pan; el que necesito para subsistir; no más de sobra, no sea que me sacie y reniegue de ti, diciendo: «¿Quién es el Señor?»; ni tampoco me falte, no sea que robe por necesidad y ofenda el nombre de mi Dios.
           
            El evangelio de hoy encaja muy bien en ese pensamiento de la 1ª lectura. Lc.9,1-6 es el envío que hace Jesús de sus apóstoles en la misión que les encarga para ir por ciudades y aldeas, con el poder y autoridad sobre toda clase de demonios y para curar enfermedades. Pero a esa misión han de ir en pobreza: ni bolsa para el camino en la que llevaran viandas para su sustento, ni bastón, ni alforja, ni pan ni dinero, ni túnica de repuesto. Van en esa desnudez de ofrecer sus personas y las obras encomendadas de expulsar demonios con la autoridad que les ha dado Jesús, y de curar a los enfermos, con ese mismo poder que han recibido para la ocasión.
            Cuando Mateo nos narraba este episodio, decía que podían llevar bastón, elemento que no era ningún lujo sino la ayuda para las largas caminatas. Lucas ha extremado la situación y ¡ni eso!
            Deberán quedarse en la casa donde sean recibidos y allí establecer su cuartel general, hasta que partan para otro lugar. ¿Y si alguien no los recibe? –Pues sacuden el polvo bajo sus pies en señal de la culpa de aquellos que no lo recibieron, y se marchan a otra casa donde los reciban.
            Ellos se pusieron en camino y fueron de aldea en aldea anunciando la Buena Noticia y curando todas las enfermedades. Hicieron como el Señor les había mandado y realizaron la obra que les encomendaron.
            Ayer tocábamos el punto de hacer la voluntad de Dios, como el aspecto básico de respuesta al plan de Dios. Hoy tenemos que incidir en el mismo aspecto al ver a los discípulos haciendo lo que Jesús les manda y como se lo manda. El resultado es que ellos llegan a curar a los enfermos, siendo como eran unos hombres sencillos y rudos en su mayoría, y por supuesto que –con sus fuerzas humanas- no hubieran alcanzado nunca nada de eso.

            No es fácil saber cuál es la voluntad de Dios en muchas de las encrucijadas de nuestra vida. Y sin embargo en todo momento hemos de vivir la vida haciendo la voluntad de Dios. Hay una parte muy clara de lo que Dios quiere con solo mirar sus diez mandamientos (y recalco que son los diez, y no es poco lo que ya tenemos ahí). Seguimos con la enseñanza de las Bienaventuranzas y de todo el Sermón del Monte, y tantos detalles como nos deja Jesús a través del evangelio. Las cartas de san Pablo, San Pedro, Santiago y San Juan nos añaden muchísimos datos de lo que es el camino señalado por Dios. La Iglesia también nos trasmite voluntad de Dios a través de su Magisterio. Es decir: elementos tenemos para ir encontrando respuestas a muchas de nuestras preguntas y dudas sobre el modo que hemos de tener en nuestro proceder.
            Y habrá ocasiones en las que la clarificación concreta del caso particular ha de encontrar respuesta mediante la consulta a un tercero, sobre todo más experto en los caminos de Dios, para que él asesore, oriente, abra luces para encontrar las vías de respuesta a esas posibles dudas que se presentan

martes, 25 de septiembre de 2018

PARA FERNANDO de Coín

No tenemos libros sobre el rosario al Sagrado Corazón, tal como Vd lo expresa.
Las reuniones del APOSTOLADO DE LA ORACIÓN son
El primer viernes de cada mes a las 5'30 de la tarde en el Salón de Actos del Centro Arrupe (Jesuitas), al que le sigue UNA HORA SANTA en la Iglesia a la 7.

El tercer viernes de mes hay ESCUELA DE ORACIÓN para mejor orar, en el mismo SALÓN DE ACTOS, seguido de una EUCARISTÍA.

Para alguna aclaración, envíenos su propio e-mail para poder comunicarnos con Vd.

25 septbre: Hacer la voluntad de Dios


Liturgia:
                      Como decía ayer, el libro de los Proverbios es un conjunto de máximas, afirmaciones y, en el fondo, juicios que lo que hay es que leerlos y entenderlos y aplicarlos. 21,1-6.10-13 sigue esa línea, que yo opto por copiar y hacerles a las frases algún que otro comentario.
El corazón del rey es una acequia que el Señor canaliza adonde quiere. Diremos que ¡ojalá fuera así!
El hombre juzga recto su camino, pero el Señor pesa los corazones. El que procede de una manera, cree llevar razón, pero Dios es quien ve realmente dónde está la verdad.
Practicar el derecho y la justicia el Señor lo prefiere a los sacrificios. Es una afirmación fácil de entender
Ojos altivos, corazón ambicioso; faro de los malvados es el pecado. El pecado es todo eso. Quien vive sumergido en una situación de pecado, quiere llevar la razón; está henchido de su soberbia.
Los planes del diligente traen ganancia, los del atolondrado, indigencia. Otra expresión que firmaríamos todos.
Tesoros ganados con boca embustera, humo que se disipa y trampa mortal. La mentira acaba descubriéndose, No se sostiene, Y acaba siendo una trampa contra el mentiroso.
El malvado se afana en el mal, nunca se apiada del prójimo.
Castigas al cínico y aprende el inexperto, pero el sabio aprende oyendo la lección. El hombre prudente aprende estudiando, escuchando a los maestros. El cínico requiere de castigos.
El honrado observa la casa del malvado y ve cómo se hunde en la desgracia. Sería aquello de la casa construida sobre arena.
Quien cierra los oídos al clamor del pobre no será escuchado cuando grite. Una afirmación de mucha importancia, y muy rayando ya en el evangelio de Jesús. El pobre que clama es voz de Dios mismo que se nos hace presente desde la necesidad.

Un breve evangelio (Lc.8,19-21) y muy conocido y mil veces tratado. Un texto que cae mal a algunas personas porque interpretan que Jesús deja en menos atención a su madre. Aunque entendido en su realidad no es menos aprecio de nadie, pero sí profundo aprecio de la voluntad de Dios.
          Jesús se hallaba enfrascado en su predicación a un gentío de personas que le escuchaban y recibían el mensaje del reino. En esa circunstancia vienen a él su madre y sus parientes con el deseo de verlo, y le mandan recado: Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte.
          Podríamos imaginar a Jesús que suelta su manto y deja a las gentes con tres palmos de narices y él se va a ver a sus parientes y a su madre. ¿Nos gustaría esa escena? ¿Nos resultaría ejemplar? Es claro que no. Si Jesús está en una labor y con un auditorio, lo normal es que siga en aquello hasta que concluya normalmente su obra.
          Hace unos días estábamos dos hablando y resolviendo temas. De pronto mi interlocutor saca el whats-aap y se pone a escuchar sus cosas y me deja con la palabra en la boca. ¡Eso es lo que no hizo Jesús con sus oyentes, a pesar del aviso que le daban!
          Entonces, con una de esas salidas que a él le gustan en orden a dejar clara una posición, señala al auditorio y afirma que en ese momento su madre y sus parientes son aquellos que tiene delante, que escuchan la palabra de Dios y la ponen por obra.
          Hay quienes consideran que la importancia de María es ser Madre de Jesús y Madre de Dios. Otros lo sitúan en su privilegio de ser Inmaculada en su concepción. La realidad que Jesús nos deja muy clara es que la grandeza de María fue la de la mujer que escuchó la palabra de Dios, y se dispuso toda entera a llevarla a la práctica.
          El anuncio del ángel era muy bonito, elevaba la vida de aquella muchacha y a nosotros nos parecería un sueño. Pero más allá del anuncio de la maternidad divina, María –mujer hebrea que tenía en su mente la Sagrada Escritura, como cualquier judío- sabe que el anuncio que se le está haciendo encierra todo el sufrimiento del Siervo de Yawhé anunciado por Isaías, y tantos detalles mesiánicos que no anunciaban un camino de rosas. Y no obstante, si Dios se dirigía a ella en este momento y contaba con ella, no le quedaba más respuesta noble que la del . Y María, que escuchó la voz de Dios, aceptó de plano todo lo que se venía con aquel fiat incondicional.
          Pues eso exactamente es lo que Jesús dejó claro en aquella respuesta. Y todo el que escucha la palabra de Dios y la cumple, es la madre y los hermanos de Jesús.

lunes, 24 de septiembre de 2018

24 septbre.: Luz para iluminar


Nuestra Señora de la Merced
          Una conmemoración mariana con arraigo popular por aquello de mirar a María como dadora de mercedes y dones, de los que siempre estamos tan necesitados.
          Patrona de los encarcelados, que suplican la merced de su liberación, y Patrona también de Cataluña. Razón por la cual hemos de dedicarle una especial mirada para que su intercesión bendiga e ilumine, y eleve el pensamiento de sus patrocinados, para la solución de sus problemas y para que una ráfaga de espíritu aliente la vida de ese pueblo.
Liturgia:
                      El libro de los Proverbios nos pone delante unas  máximas de vida, por lo que es menos apto para aportar comentarios y más apto para irlos leyendo y pensando en orden a una aplicación a la vida personal.
          3,27-34 dice así: Hijo mío: No niegues un favor a quien lo necesita, si está en tu mano concedérselo. Muy humano el consejo. No se pide más de lo que se puede. Pero se pide hacer lo que está en la mano de la persona.
Si tienes, no digas al prójimo: «Anda, vete; mañana te lo daré». Hace poco leíamos cosa parecida en Santiago: a un necesitado que va sin ropa y no tiene comida, no se le puede decir: Anda, vístete y come. Lo que hay es que darle el vestido y el alimento.
No trames daños contra tu prójimo, mientras vive confiado a tu lado; no pleitees con nadie sin motivo, si no te ha hecho daño alguno; no envidies al hombre violento, ni trates de imitar su conducta, porque el Señor detesta al perverso y pone su confianza en los honrados; el Señor maldice la casa del malvado y bendice la morada del justo; el Señor se burla de los burlones y concede su gracia a los humildes.
          Cuando llegó Jesús se superaron mucha de esas maneras de pensar, porque también cuando uno ha recibido daño –abofeteado en la mejilla derecha- debe responder con el bien a quien le hizo el mal. Y el Señor no quiere la muerte del pecador sino que cambie de conducta y que viva. Dios bendice la morada del justo y quiere misericordia y no sacrificios con el pecador.

          Jesús se dirige al gentío que le acompañaba (Lc.8, 16-18) y les dice: Nadie que ha encendido una lámpara, la tapa con una vasija o lo mete debajo de la cama, sino que la pone en el candelero para que los que entren vean la luz. Estamos llamados a hacer el bien, y el bien no debe ocultarse. Ni irse propalando para hincharse en vanagloria. Pero lo bueno que hacemos y el bien que vivimos debe quedar como un ejemplo: Así vean los hombres vuestras buenas obras, que glorifiquen al Padre que está en los cielos. La luz no se enciende para esconderla sino para que luzca.
Pues nada hay oculto que no llegue a descubrirse ni nada secreto que no llegue a saberse y hacerse público. En lo bueno y en lo malo. Si nos fijamos en la realidad actual sociopolítica, veremos que esto es verdad. No hay nada que se quede oculto. Antes o después, de una manera o de otra, con unas intenciones u otras, todo sale a la luz.
Mirad, pues, cómo oís, pues al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener. Se me viene a la mente la angustia de un conocido ante esta afirmación, porque era persona proclive a la negatividad y se veía reflejado en esa situación de perder aun lo poco que él se atribuía de bueno. Como se me pone delante otro conocido cercano que se las da de valioso, pero al que le he pedido una actuación y se ha declarado no apto para ella. Y yo sé que no lleva razón porque valores tiene para haberlo realizado. Pero ahí se cumpliría con razón que perdiera hasta lo que cree tener, porque no se puede ser capaz de actuaciones en una dirección, y no ser capaz en ese mismo campo aunque sea en otra dirección. Ante mí, realmente ha perdido aun lo que cree tener.
Creo que Jesús nos está poniendo delante que tenemos que dar de nosotros aun un poco más del límite. Porque somos capaces. Porque podemos. Porque más de una vez nos hemos quedado cortos por pusilanimidad o comodidad…, por no haber sido capaces de dar ese pequeño saltito que nos hubiera puesto en la otra ribera. Creo que la luz que debe brillar y no taparla con una vasija, es una exigencia a dar de nosotros mismos lo que buenamente podemos…, y el poquito más de los decididos y los valientes, que son capaces de arrostrar riesgos y crecer en su natural estatura. Y Jesús no pide lo imposible.


domingo, 23 de septiembre de 2018

23 septbre.: El Mesías va a padecer


Liturgia:
                      La primera lectura del libro de la Sabiduría (2,17-20) nos ha presentado un panorama muy turbio en lo que es el pensamiento de los enemigos del justo, ese justo que está anunciando al Mesías de Dios, al Cristo que está por venir, y que presagia de alguna manera el rechazo que Jesús iba a tener de parte de los dirigentes de su tiempo.
          Lo que ven esos malvados es que el Justo se opone a sus  acciones y les descubre sus pecados, y reprende la mala vida que ellos llevan, Afirma ese Justo que conoce a Dios y se da el nombre de hijo del Señor y se gloría de tener por padre a Dios.
          La sola presencia de ese Justo es un reproche para nuestras ideas, y sólo verlo da grima. Lleva una vida distinta a los demás y su conducta es diferente. Como puede verse hay una animadversión manifiesta contra la persona del Mesías, lo que recogerá luego el anuncio del mismo Jesús, que avisa de la persecución que va a padecer.
          Por eso los malvados concluyen que lo someteremos a la prueba de la afrenta y la tortura, para comprobar su moderación y apreciar su paciencia. No se ha buscado la verdad, no se ha procedido con justicia. Sólo aparecen las aversiones que ellos –los malos- han concebido en sus pensamientos. Y concluyen fríamente que si es inocente, Dios lo auxiliará, pero ellos habrán hecho su obra de muerte.

          Jesucristo anunció en diferentes ocasiones que iba a padecer. Hoy tenemos uno de esos anuncios en Mc.9,29-36, en que concreta que va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará. Aquel anuncio ya se lo sabían los apóstoles e intentaban ignorarlo. Nos dice el texto que no entendían aquello. Los apóstoles, imbuidos en el pensamiento judío, albergaban una idea del Mesías  como un personaje triunfador sobre los enemigos y que iba a liberar a Israel del dominio extranjero. Por eso no entendían que Jesús, reconocido Mesías, pudiera anunciar un fracaso tan fuerte como el de ser entregado en manos del pueblo y de sus dirigentes, y aun de los paganos, y que éstos le llevaran a la muerte. Eran dos concepciones que chocaban frontalmente entre sí. Por eso no entendían.
          Es más: se situaban en postura de resistencia. Cuando llegaron a Cafarnaúm, Jesús les preguntó de qué discutían por el camino, y ellos no respondieron porque su discusión era sobre quién de ellos era el más importante. Es decir: seguían en su idea de alcanzar más importancia en ese supuesto reino que ellos imaginaban, y que no coincidía en absoluto con lo que predicaba su Maestro. Por otra parte se ve claro lo lejos que estaba el pensamiento de ellos del de Jesús, pues mientras Jesús hablaba de su muerte, ellos se enfrascaban en “ser importantes”
          Entonces Jesús tiene que volver a sentarse con ellos y volver a explicarles que quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos. El sistema del Reino que enseña Jesús es diametralmente opuesto a los planteamientos humanos. Si ellos discutían por ver quién es el más importante, Jesús les lleva al terreno de que el más importante es el que sirve y se sitúa en el último lugar.
          Y para hacerlo más gráfico, toma a un niño, lo pone en medio, y les advierte que el que acoge a un niño como ese, en nombre de Cristo, acoge al propio Cristo, y acoge a Dios, que envió a Cristo. El niño era el símbolo de lo menos importante humanamente. El niño en aquella sociedad no era considerado apenas, porque el niño no produce y entonces es como si no existiera. Pues precisamente esa imagen es la que le sirve a Jesucristo para expresar lo que vale en su Reino: la pequeñez de un niño. Y lo que hace falta ir haciéndose para tener cabida en ese Reino de Dios.

          Como siempre, Santiago aporta lo concreto (2ª lectura, 3-16 a 4,3): donde hay envidias y peleas, hay desorden y toda clase de males. Por el contrario la sabiduría que viene de arriba es pura y amante de la paz. Y le atribuye una serie de características que dignifican: es comprensiva, dócil, llena de misericordia y buenas obras, constante, sincera, y su fruto es la paz y la justicia. Ha marcado así la línea que distingue el proceder de acuerdo con la sabiduría de Dios, y lo que es contrario a esa sabiduría: las luchas, los conflictos, los deseos de placer, la codicia, la ambición. La consecuencia es que pedimos mal porque no pedimos desde la actitud reverente y humilde, y como pedimos mal, no alcanzamos lo que pedimos.


          Danos, Señor, un corazón limpio para alcanzar tu misericordia.

-         Para que entendamos a Jesús que, como Mesías, tiene que padecer, para redimir de las maldades  del corazón. Roguemos al Señor.

-         Para que no nos situemos como malvados que piensan mal y causan daño. Roguemos al Señor.

-         Para que sepamos que ser importantes se alcanza en la sencillez y la humildad. Roguemos al Señor.

-         Para que desterremos de nosotros la envidia y las tensiones, y seamos comprensivos y llenos de misericordia. Roguemos al Señor.

-         Para que la EUCARISTÍA nos lleve a una imitación más verdadera de Jesucristo. Roguemos al Señor.


Danos, Señor, un corazón de niño para saber descubrir la bondad y que nuestros juicios sean bondadosos.
          Por Jesucristo N.S.

sábado, 22 de septiembre de 2018

22 sepbre.: ¿Cómo resucitan los muertos?


Liturgia:
                      Una vez defendido el hecho de la resurrección de los muertos, como algo que implica la misma resurrección de Jesucristo y, por tanto, nuestra fe y nuestra propia resurrección, San Pablo se mete ahora en explicar lo que él puede afirmar sobre esa resurrección nuestra: 1Co.15,35-37.42-49. ¿Cómo resucitarán los muertos?¿Qué clase de cuerpo traerán? La verdad es que no es una pregunta ajena a la manera de pensar de muchos actualmente, que querrían tener respuesta muy concreta a ese modo de resurrección que habremos de tener. Y lo cierto más cierto es que no hay respuesta a ello porque entra dentro de otras dimensiones que no está en nuestra mente poder captar. San Pablo lo explica con una comparación: el grano de trigo que muere, resucita de una forma muy distinta a como se enterró. Y es el mismo grano pero con toda la variedad de una vida nueva.
          Y lo quiere concretar con unas contraposiciones: se siembra lo corruptible, resucita incorruptible: se siembra lo miserable, resucita glorioso; se siembra un cuerpo animal, resucita un cuerpo espiritual.
          Y en forma rabínica se va a la comparación del primer Adán, que fue terreno y pecador y destruyó el plan de Dios, pero de esa estirpe nació el nuevo Adán que fue celestial y causa de la santidad. Pues nosotros que somos imagen del Adán terreno, ahora somos ya imagen de este nuevo Adán celestial.
          Todo ha de desenvolverse por vía de comparaciones porque lo que sea la realidad de ese mundo nuevo no lo sabemos ni lo podemos captar con nuestras categorías humanas. Lo que tenemos seguro es que resucitaremos, y que esta resurrección será a otra realidad que nos pone en el campo de lo celestial.

          El evangelio ya es hasta difícil de comentar cuando es un tema tan conocido y tratado como la parábola del sembrador: Lc.8,4-15. Por eso no puede esperarse que yo vaya a dar muchas ideas nuevas sobre el caso. Mi pensamiento está siempre en esa aplicación personal que hemos de tener para no hacer de la parábola una distinción maniquea de buenos y malos sino una reflexión profunda sobre cada uno de nosotros, en quienes se dan o se pueden dar esos diversos “terrenos” donde cae la semilla de la Palabra, y sin embargo tiene tan diversas respuestas. Porque hay temas que los hemos asimilado y los estamos llevando decentemente adelante, con una respuesta del ciento por uno (Lucas no pone situaciones intermedias del 30 o del 60), y temas que los tenemos en la recámara, de lo que somos más o menos conscientes, pero parece que nunca aterrizamos sobre el modo concreto de vivir aquella Palabra, aquella llamada del Señor.
          Pero yo apunto siempre a más todavía: en cada uno de nosotros hay zonas que han quedado como terreno duro en el que la Palabra ha rebotado y se la llevan “los pájaros”…, que Cristo explica por la acción del demonio que arrebata la Palabra que tendría que asimilarse. Ya conocéis mi dicho: Son “zonas no bautizadas”, zonas a las que no ha llegado el bautismo santificador que tiene que ablandar esas durezas que se dan en nuestro inconsciente profundo. Zonas que no es que no se tengan conocidas y concretadas, pero a las que no les toca el Espíritu y quedan impermeables a la conversión.
          Jesús lo explicaba con parábolas a la gente del pueblo porque eran así más capaces de enterarse de lo que Jesús quería trasmitir. Y no cabe duda que nos sirve también a nosotros la parábola y nos deja la imagen para rumiarla en nuestra oración.
          A los discípulos se la explicaba para que comprendieran con más profundidad y porque así ellos podían también darla a las gentes. A los discípulos les es concedido penetrar en los secretos del Reino con la influencia directa de las explicaciones de Jesús. Las gentes que, tantas veces ven sin ver y oyen sin oír, hay que dosificarles la enseñanza.

          Quiera Dios que encontrarnos con esta parábola, y pese a ser tan conocida, la afrontemos con valentía del alma para plantearnos la llamada de Jesús con toda la fuerza. Que echemos raíces y no nos agoste el fruto la superficialidad de la vida, ni que las preocupaciones y temas del mundo nos ahoguen esa siembra de Dios en nuestros corazones. Sabemos que hay muchos cardos y brozas que nos están estorbando nuestro caminar, pero de ello hemos de salir victoriosos por la decisión de un corazón blando, permeable a la acción de Dios, capaz de dar el ciento por uno. El que tenga oídos para oír, que oiga.

viernes, 21 de septiembre de 2018

21 sepbre.: Los muertos resucitan


Comienza HOY en Málaga
la ESCUELA DE ORACIÓN,
con su formato habitual de TEMA, seguido de EUCARISTÍA,
a las 5’30 de la tarde en el Salón de actos de la casa de los jesuitas.
ABIERTO A TODO EL QUE QUIERA ORAR MEJOR.

Liturgia:
                      Seguimos con el capítulo 15 de la primera carta de Pablo a los fieles de Corinto, que es uno de los capítulos más  importantes de la fe cristiana. Ayer lo veíamos en la proclamación del kerigma, que abarca los puntos esenciales de la doctrina cristiana. Hoy, en 12-20 Pablo fundamenta la fe en el hecho de la resurrección de Jesús, porque si Cristo no hubiera resucitado, nuestra fe sería vana y seriamos los más desgraciados de todos los humanos porque habríamos puesto nuestra fe en lo que no existe.
          Pero hay que ir más a la base: algunos decís que los muertos no resucitan. Si eso fuera así, tampoco Cristo habría resucitado lógicamente. Y entonces, ¿nuestra fe dónde se apoyaría? ¿A quién estaríamos siguiendo? ¿A un muerto?
          Pero vamos a otras consecuencias: decimos que los cristianos somos testigos de Dios. ¿Testigos de qué? Damos testimonio de una resurrección que no sería realidad… Resultaríamos unos embusteros y en algo tan básico y fundamental.
          Y más todavía: si los muertos no resucitan y Cristo no ha resucitado, estamos en nuestros pecados sin haber sido redimidos, y los que murieron antes que nosotros se han perdido.
          Para una comunidad cristiana –y a ella se dirige Pablo- no cabe pensar –ni remotamente- que los muertos no resucitan, porque nuestra fe está fundamentada sobre la resurrección de Jesucristo. Y Jesucristo ha ido delante como primicia, y los demás seguimos sus pasos. Cristo resucitó de entre los muertos el primero de todos.

          Es curioso que el SALMO (16) escrito tantos siglos antes de Jesucristo, ya apunta la esperanza de la resurrección: Al despertar, me saciaré de tu semblante. Habrá ciertamente un “despertar” que no sólo será volver a la vida sino que pondrá de cara al encuentro de Dios, a ver el semblante de Dios. Para lo cual, ya ahora aquí en vida, necesita el salmista que Dios le guarde como a las niñas de sus ojos…, a la sombra de sus alas, de manera que haya un paso hacia ese despertar en la presencia de Dios.

          El evangelio de hoy no da mucho juego para un desarrollo. Lc.8, 1-3, nos narra con toda simplicidad que Jesús iba recorriendo pueblos y ciudades y aldeas predicando la Buena Noticia del reino de Dios. La novedad que nos ofrece el breve texto de hoy es que no era una obra que  desarrollaba él solo, y ni siquiera él con sus apóstoles, sino que se había formado un grupo más amplio en el que entraban unas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades. Esto es muy típico de Lucas, que suele meter a la mujer en muchas ocasiones en que ha contado algo de los varones. Aquí ha nombrado a los apóstoles que acompañaban a Jesús, y pone entonces a algunas mujeres que le servían y ayudaban. Aquellas mujeres, en las que Jesús había obrado sus obras de sanación, servían de testimonio abierto de la obra de Jesús. Y tiene un valor especial que el evangelista nombre a esas mujeres con sus propios nombres, porque eso da una prestancia a su presencia en aquel grupo. Iba María Magdalena, de la que Jesús había echado siete demonios; Juana, la mujer de Cusa, intendente de Herodes; y Susana. Y otras muchas de las que dice expresamente que ayudaban “con sus bienes”. La mujer, pues, tiene una misión en la obra de Cristo, y eso quedará patente a través de la historia en la vida de la Iglesia, donde la mujer ha tenido una importancia en ese papel de ayuda para la expansión del Reino de Dios.

          Otra línea de la LITURGIA iría por la fiesta de hoy, día del apóstol y evangelista San Mateo. Véase detrás.