jueves, 27 de septiembre de 2018

27 septbre.: La vaciedad de la vida


Liturgia:
                      Pasamos al libro del Eclesiastés (1,2-11). Deja una sensación de fatalismo aunque lo más seguro es que es muy realista y presenta la vida de tajas abajo con su falta de mordiente y su repetición cíclica. Oigamos esa palabra que nos deja el autor:
¡Vanidad de vanidades!,  dice Qohelet (el Predicador). ¡Vanidad de vanidades; todo es vanidad! El comienzo no proyecta precisamente optimismo. Y sin embargo no va muy lejos de la realidad. Todo es un vacío si no tiene una mirada sobrenatural…, si se queda en la realidad de las cosas.
¿Qué saca el hombre de todos los afanes con que se afana bajo el sol? Una generación se va, otra generación viene, pero la tierra siempre permanece. Estamos en la misma línea. Las personas se afanan en tener, en adquirir, en medrar, en sobresalir… Al final de todo eso, ¿qué les queda? Las generaciones van desapareciendo y viniendo otras…  Lo que permanece es la tierra, que cambia pero no desaparece.
Sale el sol, se pone el sol, se afana por llegar a su puesto, y de allí vuelve a salir. Sopla hacia el sur, gira al norte, gira que te gira el viento, y vuelve el viento a girar. Todos los ríos se encaminan al mar, y el mar nunca se llena; pero siempre se encaminan los ríos al mismo sitio. Otras realidades del orden natural: el sol sale y se pone una y otra vez. Cada día aparece y se dirige a su ocaso, para volver a aparecer mañana.
Los ríos siguen su curso. Acaban en el mar, y lo curioso es que el mar no se llena aunque está recibiendo constantemente de miles de ríos. La vida también fluye y va caminando hacia una realidad abierta más grande, a la que, sin embargo, no la hace mayor ni menor. Siempre se dice que cualquier tiempo pasado fue mejor, y la verdad es que la vida sigue adelante y sigue avanzando y no se detiene.
Todas las cosas cansan y nadie es capaz de explicarlas. No se sacian los ojos de ver ni se hartan los oídos de oír. Lo que pasó volverá a pasar; lo que ocurrió volverá a ocurrir: nada hay nuevo bajo el sol. La historia se repite…, es la afirmación constante. Y sin embargo todo el afán de las generaciones es inventar una nueva realidad, como si antes no se hubiera hecho nada. Y al final está cayendo en los mismos tópicos que pretendían eliminar. De algunas cosas se dice: «Mira, esto es nuevo». Sin embargo, ya sucedió en otros tiempos mucho antes de nosotros. Es una manera de minimizar ese afán de las generaciones que llegan ahora y que pretenden inventar la historia. Y sin embargo en vez de avanzar, están volviendo a mirar atrás y a vivir del “atrás”, de lo que ya nadie se acordaba ni hacía mención. Le llaman “memoria histórica” y en realidad es complejo de inferioridad. Habría más bien que tomar la última frase de este discurso del Predicador: Nadie se acuerda de los antiguos, y lo mismo pasará con los que vengan: sus sucesores no se acordarán de ellos. La verdad es que el complejo del pasado rompe esa afirmación del autor, porque ahora parece que la vida tiene que hacerse de recuerdos y de recuerdos tétricos, y cuanto más se revuelven, más importunan. Y más dejan ver la parcialidad de esos “históricos” para quienes sólo existe una parte de la historia, y dejan en el silencio la otra parte, que es tan verdadera –al menos- como la que pretenden defender.

El evangelio es de Lucas: 9,7-9. Se centra en la figura de Herodes, quien, tras la muerte del Bautista, que él había ordenado-, no concilia el sueño. Y como oye hablar de las obras que hacía Jesús, no sabía a qué atenerse porque le rondaba el fantasma de que podía suceder que el Bautista hubiera resucitado de entre los muertos. Herodes se decía a sí mismo: A Juan lo mandé decapitar yo; ¿quién es éste de quien oigo semejantes cosas? Son los efectos de una conciencia que no está tranquila. Y deseaba ver a Jesús: tenía ganas de verlo.
La realidad fue que se lo vino a encontrar en la Pasión, y pretendió jugar con Jesús, tomándolo como quien podría divertir a su corte haciendo allí públicamente algunas de sus muchas obras llamativas de las que se oían de él. Y no obtuvo respuesta, porque Herodes representaba la falsía, el oportunismo, la maldad recalcitrante, y la suciedad de la vida. Y ahí no entraba Jesús ni de lejos.
Es una nota fácil de comprobar que cuando Jesús envía a sus apóstoles a la misión, el evangelista no cuenta hechos de la vida de Jesús. Es como una manera de decirnos que Jesús ha formado un bloque con sus apóstoles, y que no estando ellos, él no actúa. Lo que es muy sugerente para entender la Iglesia, que no es sólo Cristo actuando directamente, sino a través de los enviados de Jesús. Cristo y la Iglesia forman un bloque.

1 comentario:

  1. En verdad solo estoy de acuerdo con el párrafo del Eclesiastés con la primera frase "Vanidad de vanidades y todo vanidad" luego, el texto, viene en explicar los sucesos que se repiten para demostrarnos aquella realidad que es valida en el mundo vanidoso que habitamos y donde personas muy pequeñas parecen muy grandes por su soberbia y por todos los que las encumbran, la realidad creo que en el mundo ha habido grandes personas que han aportado mucho a la mejora de la humanidad y cuyos nombres aun conocemos aunque hayan pasado muchos años y sin los cuales la evolución del mundo hubiera sido otra, han logrado que la vida de las personas pueda ser mas larga y mas confortable, me refiero a la medicina que junto a un desarrollo tecnológico han logrado un mundo mejor, lo mismo hay que aplicar a las personas que han sacrificado su vida para mejorar la de los demás haciendo que países subdesarrollados mejoren notablemente y tenemos una constelación de santos que han dado su vida por el bien de los demás en su compromiso con Dios.

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