domingo, 23 de septiembre de 2018

23 septbre.: El Mesías va a padecer


Liturgia:
                      La primera lectura del libro de la Sabiduría (2,17-20) nos ha presentado un panorama muy turbio en lo que es el pensamiento de los enemigos del justo, ese justo que está anunciando al Mesías de Dios, al Cristo que está por venir, y que presagia de alguna manera el rechazo que Jesús iba a tener de parte de los dirigentes de su tiempo.
          Lo que ven esos malvados es que el Justo se opone a sus  acciones y les descubre sus pecados, y reprende la mala vida que ellos llevan, Afirma ese Justo que conoce a Dios y se da el nombre de hijo del Señor y se gloría de tener por padre a Dios.
          La sola presencia de ese Justo es un reproche para nuestras ideas, y sólo verlo da grima. Lleva una vida distinta a los demás y su conducta es diferente. Como puede verse hay una animadversión manifiesta contra la persona del Mesías, lo que recogerá luego el anuncio del mismo Jesús, que avisa de la persecución que va a padecer.
          Por eso los malvados concluyen que lo someteremos a la prueba de la afrenta y la tortura, para comprobar su moderación y apreciar su paciencia. No se ha buscado la verdad, no se ha procedido con justicia. Sólo aparecen las aversiones que ellos –los malos- han concebido en sus pensamientos. Y concluyen fríamente que si es inocente, Dios lo auxiliará, pero ellos habrán hecho su obra de muerte.

          Jesucristo anunció en diferentes ocasiones que iba a padecer. Hoy tenemos uno de esos anuncios en Mc.9,29-36, en que concreta que va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará. Aquel anuncio ya se lo sabían los apóstoles e intentaban ignorarlo. Nos dice el texto que no entendían aquello. Los apóstoles, imbuidos en el pensamiento judío, albergaban una idea del Mesías  como un personaje triunfador sobre los enemigos y que iba a liberar a Israel del dominio extranjero. Por eso no entendían que Jesús, reconocido Mesías, pudiera anunciar un fracaso tan fuerte como el de ser entregado en manos del pueblo y de sus dirigentes, y aun de los paganos, y que éstos le llevaran a la muerte. Eran dos concepciones que chocaban frontalmente entre sí. Por eso no entendían.
          Es más: se situaban en postura de resistencia. Cuando llegaron a Cafarnaúm, Jesús les preguntó de qué discutían por el camino, y ellos no respondieron porque su discusión era sobre quién de ellos era el más importante. Es decir: seguían en su idea de alcanzar más importancia en ese supuesto reino que ellos imaginaban, y que no coincidía en absoluto con lo que predicaba su Maestro. Por otra parte se ve claro lo lejos que estaba el pensamiento de ellos del de Jesús, pues mientras Jesús hablaba de su muerte, ellos se enfrascaban en “ser importantes”
          Entonces Jesús tiene que volver a sentarse con ellos y volver a explicarles que quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos. El sistema del Reino que enseña Jesús es diametralmente opuesto a los planteamientos humanos. Si ellos discutían por ver quién es el más importante, Jesús les lleva al terreno de que el más importante es el que sirve y se sitúa en el último lugar.
          Y para hacerlo más gráfico, toma a un niño, lo pone en medio, y les advierte que el que acoge a un niño como ese, en nombre de Cristo, acoge al propio Cristo, y acoge a Dios, que envió a Cristo. El niño era el símbolo de lo menos importante humanamente. El niño en aquella sociedad no era considerado apenas, porque el niño no produce y entonces es como si no existiera. Pues precisamente esa imagen es la que le sirve a Jesucristo para expresar lo que vale en su Reino: la pequeñez de un niño. Y lo que hace falta ir haciéndose para tener cabida en ese Reino de Dios.

          Como siempre, Santiago aporta lo concreto (2ª lectura, 3-16 a 4,3): donde hay envidias y peleas, hay desorden y toda clase de males. Por el contrario la sabiduría que viene de arriba es pura y amante de la paz. Y le atribuye una serie de características que dignifican: es comprensiva, dócil, llena de misericordia y buenas obras, constante, sincera, y su fruto es la paz y la justicia. Ha marcado así la línea que distingue el proceder de acuerdo con la sabiduría de Dios, y lo que es contrario a esa sabiduría: las luchas, los conflictos, los deseos de placer, la codicia, la ambición. La consecuencia es que pedimos mal porque no pedimos desde la actitud reverente y humilde, y como pedimos mal, no alcanzamos lo que pedimos.


          Danos, Señor, un corazón limpio para alcanzar tu misericordia.

-         Para que entendamos a Jesús que, como Mesías, tiene que padecer, para redimir de las maldades  del corazón. Roguemos al Señor.

-         Para que no nos situemos como malvados que piensan mal y causan daño. Roguemos al Señor.

-         Para que sepamos que ser importantes se alcanza en la sencillez y la humildad. Roguemos al Señor.

-         Para que desterremos de nosotros la envidia y las tensiones, y seamos comprensivos y llenos de misericordia. Roguemos al Señor.

-         Para que la EUCARISTÍA nos lleve a una imitación más verdadera de Jesucristo. Roguemos al Señor.


Danos, Señor, un corazón de niño para saber descubrir la bondad y que nuestros juicios sean bondadosos.
          Por Jesucristo N.S.

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