miércoles, 19 de septiembre de 2018

19 septiembre: El amor no se pasa


Liturgia:
                      El texto de 1Co.12,31-13,1-13 es casi sacramental e intocable. Lo copio íntegro en su parte más elocuente. Texto muy escuchado, muy repetido en las bodas, y muy esencial en la vida diaria:
Ambicionad los carismas mayores. Y aún os voy a mostrar un camino más excepcional.
Si hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, pero no tengo amor, no sería más que un metal que resuena o un címbalo que aturde.
Si tuviera el don de profecía y conociera todos los secretos y todo el saber; si tuviera fe como para mover montañas; pero no tengo amor, no sería nada.
Si repartiera todos mis bienes entre los necesitados; si entregara mi cuerpo a las llamas, pero no tengo amor, de nada me serviría.
El amor es paciente, es benigno; el amor no tiene envidia, no presume, no se engríe; no es indecoroso ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasa nunca.
          Lo que sería necesario es sacar las palabras de su poesía –que la tiene- y empezar a hacer examen de conciencia sobre cada una de las características del amor. Porque basta que se falle a una de ellas para que el amor en nosotros ya no sea limpio. Bien se entiende ahora que está por encima de hablar lenguas de hombres y de ángeles, más que ser profeta y conocedor de los secretos de la vida, y de repartir los bienes a los necesitados. Todo eso es muy importante pero si está hecho con amor. Si falta el amor, falta la substancia, aunque fuera muy bueno el condimento.
          Por eso resulta chusco y hasta ofensivo el dicho moderno que describe el acto sexual como “hacer el amor”, como si el amor se pudiera “hacer” como se hacen unos churros. El amor es algo mucho más hondo, más profundo, más fruto del corazón, y más expresivo de una relación que es estable y que no se rompe ni se desecha ni se identifica con la genitalidad y el sexo. El amor está muy por encima de ello. Y aunque lo incluye en determinadas situaciones, no se identifica con ello.
          Continúa San Pablo explicando y contrapone su ciencia y conciencia de niño con la actual de adulto, y es natural que ahora sabe lo profundo que es el amor. Que al fin y al cabo es realidad tan sublime que a la hora de definirse a Dios, San Juan dice que Dios es Amor. Hasta dónde se habla de algo sublime, aunque nosotros ahora sólo veamos al amor como en un espejo, y nos queda poderlo experimentar “cara a cara” cuando hayamos purificado totalmente el sentido de nuestro amor.
          Y característica definitiva de ese amor es que no pasa nunca, no se pierde nunca, permanece por encima de las contrariedades y de las dificultades. ¡Qué lejos de eso está el dicho fácil actual: “se nos ha ido el amor”. ¿Qué amor hubo ahí? ¿Cómo se defendió ese amor si es que lo hubo? El amor no pasa nunca. El amor defiende al amor frente a toda adversidad. Entre otras cosas, porque el amor es sacrificado y no es egoísta, no lleva cuentas del mal…

          Tenemos un evangelio (Lc.7,31-35) en el que Jesús ridiculiza la actitud de los fariseos que no saben lo que quieren. Y lo hace, según su estilo, con una parábola, de niños que se culpan en la plaza porque hemos tocado la flauta y no habéis bailado; hemos cantado lamentaciones y no habéis llorado. Ni se alegran con lo alegre ni se entristecen con lo triste. ¿Qué es lo que realmente quieren?
          Y Jesús les dice a los fariseos que a ellos les pasa igual, porque vino Juan Bautista con su austeridad y que ni comía ni bebía, y dijisteis que tiene demonio. Llego yo, que como y bebo, y decís: ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores. Con ello acreditáis vuestra sabiduría.
          Habría que llevar el caso a la realidad de la vida, al juicio que emitimos ante determinados sucesos o palabras; generalmente enjuiciamos negativamente. Y lo curioso es que si las cosas fueran al contrario, también juzgaríamos negativamente. Y muchas de esas cosas que enjuiciamos son actitudes de la Iglesia. Si Jesús se pusiera en medio, nos iba a tener que decir la misma parábola que les dijo a aquellos fariseos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡GRACIAS POR COMENTAR!