jueves, 31 de enero de 2019

31 enero: Nada queda oculto


LITURGIA
                      El razonamiento de Heb.10,19-25 es muy consecuente, por lo que utilizo el medio de otras veces: dejar escrita la lectura, y hacerle algún comentario sobre la marcha.
            Teniendo libertad para entrar en el santuario, en virtud de la sangre de Jesús, contando con el camino nuevo y vivo que él ha inaugurado para nosotros a través de la cortina, o sea, de su carne, y teniendo un gran sacerdote al frente de la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero y llenos de fe, con el corazón purificado de mala conciencia y con el cuerpo lavado en agua pura. No se puede cortar la frase, sino seguir el discurso despacio. El “santuario” es el propio Cristo, su sangre, su vida que se nos ofrece como “camino nuevo y vivo”, que inaugura Cristo en su misión sacerdotal. En consecuencia somos invitados a acercarnos a Jesucristo con “corazón sincero, llenos de fe”, y a través de la dignidad de nuestro bautismo.
            Mantengámonos firmes en la esperanza que profesamos, porque es fiel quien hizo la promesa. Es una consecuencia que cae de su peso.
            Fijémonos los unos en los otros para estimularnos a la caridad y a las buenas obras; no faltemos a las asambleas, como suelen hacer algunos, sino animémonos tanto más cuanto más cercano veis el Día. Cada uno tenemos que ser un estímulo para el otro a la hora de vivir la caridad y realizar las buenas obras. Interesante la advertencia que hace de “no faltar a las asambleas”. Lo hacen algunos. Hoy día se ha echado manga ancha en eso de la participación en la Misa, y con menores razones se deja fácilmente pasar el domingo por alto, y se pretende “compensar” con otro día, perdiendo el sentido de la asamblea dominical, que tiene su sentido, su hondo sentido de DÍA DEL SEÑOR. La carta a los Hebreos nos advierte que “el Día”…, el día final de cada cual, debe estar más que preparado, tanto más cuanto que cada vez está más cercano.

            Evangelio de Mc.4,21-25 cuyo argumento es muy simple, y está llevado de una manera muy oriental: no hay nada que quede secreto. Todo en la vida se acaba sabiendo. Lo que se hace a escondidas, antes o después se descubre. Es como el candil que se enciende y no es para meterlo debajo de la cama sino para que se ponga sobre el candelero.
            Esta imagen implica varios sentidos: de una parte es el valor de las buenas obras, que nunca quedan ocultas y que de una u otra manera acaban iluminando. Aunque la mano izquierda no se haya de enterar de lo que hace la derecha, al final la buena obra sale a relucir en sí misma o en sus efectos. Es cierto que hace poco ruido lo bien hecho, pero acaba percibiéndose –cuando menos- el susurro de lo bueno.
            Dice el dicho popular que “Dios nos libre del día de las alabanzas”, refiriéndose a las alabanzas que se vierten sobre uno que acaba de morir. Pero es verdad que muchas veces esas alabanzas estaban ocultas y no se habían sacado a relucir en vida, y se advierten cuando la persona falta.
            El otro sentido del candil sobre el candelero va en la línea contraria. Toda crítica que se hace de otra persona, acaba apareciendo y poniéndose sobre el candelero, de modo que el que habló mal, queda mal a su vez y, a veces, disgustado, con la persona que había emitido un juicio negativo sobre él o sobre alguna de sus actuaciones. Y Jesús lo advierte: nada queda oculto. Lo que se dice en la oscuridad, aparece a plena luz. Y crea un efecto.
            De donde se sigue que se acabará usando con la persona que criticó, la misma medida que ella usó con los demás. Yo creo que es patente los disgustos de familia o de vecinos que se han provocado por esas costumbres bajas de comentarios poco amables, y que han provocado rupturas irreparables, porque una vez comentado con terceras personas lo ocurrido (o lo que se chismorrea que ha ocurrido), muchas veces no hay un “después” para poder explicarse, defender o pedir perdón. Y la medida que se recibe de desamor, es la misma que el primero utilizó.
            Lo que no considero acertado es el temor de algunas personas que creen que eso de la “misma medida” se refiere a Dios: Dios nos va a juzgar con la misma medida que nosotros usamos. ¡Pobres de nosotros si Dios utilizara el mismo modo de actuar que el que nosotros usamos! La verdad es que Dios siempre estará inclinado al perdón, a la misericordia, a considerar nuestra debilidad, a encontrar la justificación de un mal momento. Dios siempre utilizara una medida correctora del defecto que hemos cometido, y nos abrirá paso para que tengamos una segunda oportunidad. Donde se acaban las oportunidades es con la muerte.

miércoles, 30 de enero de 2019

30 enero: Parábola del sembrador


LITURGIA
                      Una vez más la contraposición entre los dos Testamentos (Heb.10,11-18) con la diferencia total entre aquel sacerdocio de la antigua Ley que diariamente había de ofrecerse, y así muchas veces, con los mismos sacrificios que, sin embargo, no podían borrar los pecados del pueblo.
          Pero Cristo ofreció por los pecados para siempre jamás, un solo sacrificio; y está sentado a la derecha de Dios y espera el tiempo en que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies. Es decir: Él sí ha vencido al pecado. Con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los que van siendo consagrados.
          Y acaba con una afirmación de importancia. Ya no son las leyes escritas las que rigen la vida de la persona, sino la Ley que el Espíritu Santo pone en los corazones.
          De ahí podemos deducir que la gravedad del pecado de nuestro mundo es haber acallado violentamente la propia conciencia y que esas leyes interiores que Dios imprime en los corazones se hayan aplastado por las conveniencias, los vicios, el dinero, el placer, y por el conjunto de apetencias que han arrasado los gritos de la conciencia.

          El evangelio de hoy nos lleva a la conocida parábola del sembrador (Mc.4,1-20). La  verdad es que poco nuevo puede decirse después de las muchas veces que se ha explicado. Habrá que resignarse a repetir argumento aunque en el fondo son los mismos “personajes”.
          ¿Por qué hablaba Jesús en parábolas? Es la pregunta que le hacen al Maestro sus propios discípulos. Jesús responde con un texto de Isaías aunque no es precisamente tomado al pie de la letra. Para entenderlo tenemos que cambiar algunos modos de los verbos para que diga lo que Jesús quiere decir y no diga lo contrario.
          Tal como suena la respuesta, Jesús diría que les habla en parábolas “para que no lo entiendan”. Cosa que suena a absurdo, porque para no ser entendido lo que basta es no hablar. Pero más absurdo aún que Jesús hable de modo que no sirva para hacer el bien, para enseñar. Copio el texto tal como suena: A vosotros se os han comunicado los secretos del Reino de Dios; en cambio a los de fuera todo se les presenta en parábolas “para que por más que miren, no vean; por más que oigan, no entiendan, no sea que se conviertan y los perdone”. Ahora hay que preguntar a cualquiera que tenga sentido común y sentido de fe: ¿es concebible Jesús dificultando que se conviertan y se les perdone? ¿No chirría eso con todo lo que es la obra de Jesucristo y para qué vino al mundo? ¿No es Jesús el misericordioso Señor que viene a salvar al mundo, y que se deja la vida para salvarlo?
          Entonces nos toca “leer” esa frase de Isaías de otra manera completamente distinta, y que encaja por lógica y por lo que es la misión salvadora de Jesucristo: les hablo en parábolas porque por más que miran, no ven y por más que oyen no entienden. Y precisamente la parábola era el modo sencillo de entenderse aquellas gentes, a base de cuentecillos con la riqueza oriental de la parábola, para las que –además- Jesús era un maestro que dibujaba los personajes y situaciones con verdadero arte.
          El pueblo judío, como pueblo oriental, estaba capacitado para sacarle el jugo a las parábolas. El relato parabólico los ayudaba a quedarse con la música y desde ahí descubrir el fondo de la letra, y aplicársela a lo personal. Por eso, hablarles en parábolas era una manera mucho más popular de hacerse entender, a la vez que atraer con el cuentecillo. Y aquí, con la parábola del sembrador dejar ese suspense que van provocando la presentación de nuevos “casos” y que cada cual debía reflexionarlos y preguntarse: ¿soy yo como ese? ¿Me parezco al que deja perder la semilla en la dureza del alma? ¡Y la semilla es la enseñanza que Jesús está esparciendo a derecha e izquierda!
          ¿Soy la persona sin arraigos, donde la semilla no encuentra tierra? ¿Y dejo así perder esa enseñanza que he recibido? ¿O pertenezco al grupo de los que tienen tantas ocupaciones y preocupaciones que acabo ahogando la Palabra que me llega desde la enseñanza de Jesús?
          Quiero ser del grupo de los que acogen la semilla y la semilla fructifica y da la espiga de los buenos efectos. Quiero ser la persona en la que cae la Palabra de Dios y arraiga. Quiero ser quien saca jugo a la parábola y me ayuda a reflexionar en personal, y hallar así la progresiva conversión que me salva.

martes, 29 de enero de 2019

29 enero: Hacer la voluntad de Dios


LITURGIA
                      Por activa o por pasiva, el argumento de la nueva lectura de la carta a los Hebreos (10,1-10), incide en lo de siempre: la contraposición entre el Antiguo y el Nuevo Testamentos, hoy centrado en el tema del sacrificio. En la antigua Ley se da solamente un vislumbre de lo que será en la Nueva, como la mera imagen de lo que luego será realidad.
          En la antigua Ley los sacrificios han de repetirse año tras año, y aun así no pueden purificar definitivamente a los pecadores. Es claro: si fuera de otra manera, no habría que repetir cada año con la sangre de los toros y de los machos cabríos.
          Por eso cuando Cristo entró en el mundo, dijo: -Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has dado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije; Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad.
          Y lo recalca resaltando la contraposición del ”antes” (no quieres sacrificios ni víctimas expiatorias), y el “ahora” (Aquí estoy para hacer tu voluntad). Niega lo primero y afirma lo segundo. Y todos quedamos santificador por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha de una vez para siempre.

          El hecho que nos narra el evangelio de hoy (Mc.2,31-35) no lo considero independiente del narrado hace poco, cuando los parientes de Jesús pretendieron llevarse a Jesús y sacarlo de su labor, pensando que tenía perdido el juicio. No lo lograron, pero no cejaron el su idea. Y hoy vuelven a la carga, con el intento de que, trayendo a la madre de Jesús, van a lograr su objetivo.
          Yo doy por supuesto que María viene con otros pensamientos absolutamente diferentes y que ella no participa en esa idea de llevarse a Jesús ni sacarlo de su obra. Yo diría que los parientes traen a María como señuelo, pensando que ante la madre, Jesús reaccionará de otra manera.
          Jesús estaba enseñando, con la gente sentada alrededor suyo. Y en esa situación de su enseñanza, los parientes le mandan el recado de que tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan. Jesús dio una respuesta de quien no se deja chantajear. Preguntó entonces, subiendo el sentido de las palabras: ¿Quiénes son mi madre y mis parientes? Y paseando una mirada por el corro que tenía delante, dijo: Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios ese es mi hermano y mi hermana y mi madre.
          Estaba dando una respuesta que abarcaba mucho más de lo que parecería a primera vista. Lo importante es hacer lo que Dios quiere. Yo estoy haciendo lo que Dios quiere y no me voy a bajar de ello. Las gentes que me escuchan están haciendo lo que tienen que hacer. Mi madre sabe perfectamente lo que es plegarse a la voluntad de Dios, y es modelo de ese hacer lo que Dios quiere. Mi madre no me apartaría de que yo me dedique a hacer la obra de Dios. El que quiera acertar con lo que tiene que hacer, tiene que buscar cuál es la voluntad de Dios. Y a partir de ahí estaremos en la misma onda para entendernos.
          Y Jesús no se movió de lo que estaba haciendo. Y María comprendió perfectamente la respuesta, y posiblemente pudo darse cuenta de que los parientes la habían utilizado para algo que a ella no se le hubiera pasado por el pensamiento. Era muy conforme con la obra del Hijo, con la misión que llevaba, y que era el deseo de Dios.

          Puede enlazarse la respuesta de Jesús con la que se le atribuye en la carta a los Hebreos: Aquí estoy para hacer tu voluntad y que el SALMO (39) nos ha brindado para que hagamos nuestra la misma respuesta, porque lo que realmente Jesús responde es que seremos cosa suya si hacemos la voluntad de Dios.
          ¿Cómo sabemos que algo es voluntad de Dios o que no lo es? No hay una voz del cielo que lo diga. No existirán muchas veces evidencias en una elección. Pero el interior de la conciencia nos inclina a una solución sobre otras también posibles. Y hemos de seguir el dictado de la conciencia que busca lo mejor y lo más perfecto. Y siempre estaremos en el ámbito de la fe, que da una seguridad –la seguridad de la fe- que no es evidencia matemática. Pero en ese campo tenemos que desenvolvernos.

lunes, 28 de enero de 2019

28 enero: Pecado contra el Espíritu Santo


LITURGIA
                      Nueva semana con la carta a los hebreos (9.15.24-28), continuando con el argumento repetitivo de la comparación entre el sacerdocio antiguo, el de los judíos en la Antigua Alianza, y el de Cristo. Cristo es mediador de una alianza nueva; en ella ha habido una muerte que ha redimido de los pecados cometidos durante la primera alianza. Así los llamados pueden recibir la promesa de la herencia eterna.
          La ALIANZA primitiva es el pacto de Dios con su pueblo Israel, que se sintetizaría en esas palabras que varias veces aparecen en el Antiguo Testamento: Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. La ALIANZA es un pacto gratuito, es decir: Dios lo da generosamente sin pedir nada a cambio. Lo da por propia iniciativa y porque él quiere: porque Dios es Dios y no se condiciona a nada. Lo que es de esperar, quiere Dios, es que el pueblo corresponda con su generosidad, y acepte esa realidad esponsal con Dios.
          El hecho fue que el pueblo rompió la Alianza. Que el pueblo protestó y se rebeló contra Dios innumerables veces. Fue adúltero contra el amor que Dios le había ofrecido. Pecó.
          Y Dios se inventó una NUEVA ALIANZA que no pudiera romper la criatura. Y el realizador de esa Alianza nueva y eterna es Jesucristo, quien se ofrece una sola vez, pero que es para siempre. Está firmada con la propia sangre de Jesucristo, y ya no hay que repetirla porque es definitiva, Lo que sí hay es que revivirla. Y esa es la celebración de cada Eucaristía, donde no se ofrece una víctima diferente, sino que se revive el único sacrificio, que es el de Cristo.
          Lo mismo que la vida de la persona se vive una sola vez y tras la muerte viene el juicio, así –razona el autor de la carta- es la vida y la muerte de Cristo, que es única. Porque la nueva venida de Cristo ya no será con relación al pecado, sino para salvar definitivamente a los que lo esperan.

          Jesús se vino a Jerusalén, y allí vuelve a toparse con los doctores de la ley (Mc.3,22-30), que con tal de no aceptar a Jesús, dicen el absurdo ofensivo de que tiene dentro a Belzebú y echa los demonios con el poder del jefe de los demonios
          Era un absurdo tan tonto que Jesús se limito a pedirles que se acercaran, y les intento razonar… Les decía: ¿Cómo  va a echar Satanás a Satanás? La cosa caía de su peso. Pero todavía Jesús lo explica más: Un reino dividido en guerra civil no puede subsistir; una familia dividida, no puede subsistir. Si Satanás se rebela contra sí mismo para hacerse la guerra, está perdido, no puede subsistir. Y sigue Jesús explicando con otro ejemplo más cercano: nadie puede meterse en casa de un forzudo para arramblar con su ajuar, si primero no lo ata. Si Jesús echa los demonios es porque ha atado a ese demonio forzudo…, es porque él puede más.
          Y ahora pasa Jesús a lo profundo de la cuestión: Creedme: todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que digan, pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón jamás.
          Ha distinguido Jesús la blasfemia como acto o pecado concreto que se comete, y que –como todo pecado- puede tener perdón si se arrepiente, de “la blasfemia contra el Espíritu Santo” que es una actitud de negación de la verdad, de atribuir pecado a Jesús mismo, de situarse frente a los hechos reales y no querer reconocerlo.
          El pecado de los fariseos no era un pecado cualquiera, del que podían arrepentirse y cambiar. El pecado de los fariseos era haberse situado contra los mismos hechos evidentes de Jesús, y juzgarlos al revés…; dominar Jesús al demonio y Satanás, y eso mismo –contra toda razón- decir que actúa con el poder del demonio.
          Mientras se mantengan en esa postura –esa blasfemia- no hay perdón posible. ¿Por qué? Porque no se arrepienten, no se vuelven atrás. Ni se les ocurre reconocer el error y pedir perdón
          Ese sería un pecado extendido hoy en la sociedad europea. La soberbia y endiosamiento humanos han llegado al punto de perder la conciencia y que ya así no tiene vuelta atrás. El mundo soberbio de hoy está muy en el ámbito del pecado contra el Espíritu Santo. Ni se reconoce pecador, ni da marcha atrás. No regresa a la casa del Padre. Y aunque el Padre querría salir al encuentro y lanzarse al cuello y perdonarlo, se mantiene el hombre en sus algarrobas y su vida licenciosa, sin buscar volver a la casa de donde salió.

domingo, 27 de enero de 2019

27 enero: Hoy se cumple esta palabra


LITURGIA
                      El marco en el que se desenvuelve la liturgia de este domingo es el del respeto y profunda devoción por la Palabra de Dios. La primera lectura (Nehemías 8,2-6.8-10) nos narra la emoción del sacerdote Esdras y del gobernador Nehemías ante el libro de la Ley que se han encontrado. Esdras convoca a todos los que pueden entender, y ante ellos, los levitas van leyendo pausadamente aquel libro sagrado, entre la emoción del pueblo, que cae de rodillas porque siente allí, en aquel libro, la presencia de Dios.
          Por su parte el gobernador invita a celebrar con fiesta de buen vino y buenas tajadas aquel encuentro con el libro de la Ley. Por ello, no lloréis ni hagáis duelo; éste es un día consagrado al Señor.

          El evangelio de Lucas comienza con la declaración del autor de su intento de ofrecer a los cristianos una narración de la vida de Jesús, trabajo ya iniciado por otros, y que él lo va a emprender también después de mucho investigar y consultar con los testigos de primera mano. (1,1-4). Luego salta la lectura que hemos tenido al capítulo 4 (14-21) para mostrarnos la visita que hace Jesús a su pueblo, Nazaret, donde se había criado, y al que quiere llevarles el tesoro de la Palabra de Dios.
          Le ofrecen a él, cuya fama ya se había extendido por la comarca, que sea el que lea la Palabra de Dios y la explique. Y le dan el pergamino del profeta Isaías en que se dice: El Espíritu del Señor sobre mí. Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad y a los ciegos la vista. Para dar libertad a los oprimidos, para anunciar el año de gracia del Señor. Jesús enrolló el pergamino, lo entregó al responsable y se sentó.
          Nos dice el texto que la gente estaba muy atenta y con los ojos fijos en él. Entre otras cosas había llamado la atención que había omitido un verso del texto del profeta, cosa no normal en uno que lea la Palabra de Dios. Sólo había leído las palabras de gracia, de perdón, de bendición… Y entonces dijo: Hoy se cumple esta palabra que acabáis de oír. Era presentarse a sí mismo como ese enviado de Dios sobre quien ha venido el Espíritu. Era algo admirable para aquellas gentes que habían convivido con Jesús casi 30 años, como uno más del pueblo, y que ahora se presentaba apropiándose una profecía mesiánica. HOY SE CUMPLE EN MÍ. Ahí se queda el texto que nos brinda hoy la liturgia.
          Es el papel propio de una verdadera homilía: leer la Palabra y hacerla presente ante los fieles. Y mostrar que la palabra no es sólo una enseñanza teórica sino que se realiza en Cristo y hay que vivirla como metidos dentro de Cristo. Es lo que intentamos cada domingo cuando la lectura que se ha hecho de la Palabra, se hace presencia en la Eucaristía, de la que participamos, y se hace hincapié en que no es una mera devoción de comulgar sino un incorporarse a Cristo que es el que enseña y se hace real para nosotros, que nos exhorta y nos acucia para que aquella Palabra tenga vida en nuestra vida personal. Lo que diríamos que es “aplicar la Palabra” a la realidad.

          La 2ª lectura es la doctrina de Pablo del CUERPO MÍSTICO. Pablo concibe la vida de la Iglesia semejante a la de un cuerpo humano: todos los miembros están relacionados y no cabe que un miembro pueda decirle a otro que no lo necesita porque todos los miembros dependen de todos, y el bienestar de uno es bienestar del conjunto, y el sufrimiento de uno es sufrimiento del conjunto.
          En ese cuerpo; Jesucristo es la cabeza, que es la que rige todo el cuerpo. Nosotros somos los miembros. Y lo que no podemos es prescindir unos de otros, ni menospreciar, porque todos somos parte de una misma realidad.
          La teoría es clara. Lo que nos queda es ver la manera de vivirlo y que la palabra y la vida se nos hagan una sola cosa.



          A Dios, que nos comunica su Palabra, rogamos.

-         Que la Palabra de Dios que se lee en la Misa nos suscite la devoción que tuvo aquel pueblo hebreo. Roguemos al Señor.

-         Que reconozcamos en la Palabra una presencia de Dios que nos habla al interior. Roguemos al Señor.

-         Que vivamos la Iglesia y nuestras relaciones como miembros de un mismo y único cuerpo. Roguemos al Señor

-         Que la Eucaristía nos haga sentir que hoy se cumple esa Palabra ante nosotros. Roguemos al Señor.

          Danos la firme decisión de que no pase un sólo día sin que hayamos dedicado un rato a la Palabra de Dios.
          Lo pedimos por medio de Jesucristo N.S.

sábado, 26 de enero de 2019

26 enero: Santos Timoteo y Tito


LITURGIA
                      Heb.9,2-3.11-14: Cristo ha venido como Sumo Sacerdote de los bienes definitivos. Su templo es más grande y más perfecto, no hecho por manos de hombre, es decir, de este mundo creado. El Templo es el propio Cristo. No lo ha construido ningún hombre, porque viene de Dios que ha realizado la encarnación de forma prodigiosa.
          El sacrificio que él ofrece no usa sangre de machos cabríos, ni de becerros, sino la suya propia. Como se ve hay siempre una referencia y contraposición con lo que venía del Antiguo Testamento. Jesús ofrece su propia sangre, su propio sacrificio, y con ella entra en el verdadero santuario, y lo hace de una vez para siempre, consiguiendo así la liberación eterna.
          Ya en el Antiguo Testamento la sangre de machos cabríos y de toros como vicarios del hombre, y el rociar de las cenizas de una becerra, tenían el poder de consagrar a los profanos, devolviéndoles la pureza externa… Eran sacrificios que se ofrecían en el lugar del sacrificio humano, puesto que el hombre no podía ofrecerse a sí mismo. Siendo así en un ritual anterior, ¡cuánto más la sangre de Cristo que, en virtud del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha, podrá purificar nuestra conciencia de las obras muertas, llevándonos al culto divino! Jesucristo, dueño de la vida y de la muerte, sí puede ofrecerse. Y su sangre purifica y consagra de verdad, y libera nuestras conciencias de lo que no tiene valor, y nos hace capaces de dar culto debido a Dios.

          El evangelio es muy breve: Mc.3,20-21. Toda la historia que estamos siguiendo en la vida de Jesús, con episodios concatenados, con persecuciones y huidas a lugares más seguros…, con ese poder de convocatoria de Jesús, que atrae a gentes de toda Palestina, y que no les deja tiempo ni para comer, crea un desasosiego en los parientes de Jesús, que llegan a pensar que Jesús ha perdido o va a perder el juicio… Lo que hay es que apartarlo de aquella vorágine en la que está metido. Y se presentan a Jesús con esa idea de llevárselo consigo. Ahí queda la narración. Pero bien vemos por el transcurso de los hechos que no lo consiguieron. Jesús sabía muy bien lo  que hacía y en razón de qué lo hacía, y naturalmente no cedió ante aquellos parientes. No volvió la cabeza atrás, que es lo que hace indigno del Reino. Jesús continuó su labor y los parientes hubieron de volverse.

         
          Como día de los Santos Timoteo y Tito, la liturgia ofrece una alternativa de lecturas, aunque no corresponde allí donde esos santos no tengan una veneración expresa. No obstante vamos a comentar esos textos. Puede elegirse de la 2ª carta a Timoteo o de la carta a Tito.
          En el primer caso, Pablo se presenta como “apóstol de Jesucristo por designio de Dios, llamado a anunciar  la promesa de vida que hay en Cristo Jesús”. (1,1-8). Alaba la fe del discípulo, que la ha recibido de su abuela y de su madre, y exhorta a “avivar el fuego de la gracia de Dios que recibiste cuando te impuse las manos” y a “tomar parte en los duros trabajos del evangelio, según las fuerzas que Dios te dé”.
          En el segundo caso (Tit.1,1-5) también hace Pablo una presentación personal: siervo de Dios y apóstol de Jesucristo para promover la fe en los elegidos de Dios, y el conocimiento de la verdad, según nuestra religión y la esperanza de la vida eterna…. Luego hay una delicada dedicación personal hacia el discípulo: Querido Tito, verdadero hijo mío en la fe: Te deseo la gracia y la paz de Dios nuestro Padre y de Cristo Jesús, Salvador nuestro, y le da la razón por la que lo dejaba en Creta: la de establecer presbíteros en aquella comunidad, o comunidades, de acuerdo a unas instrucciones que ya le tenía dadas.
          Como no es una liturgia propia, no se señala ningún texto evangélico especial. De hecho, o se tomaría uno cualquiera del Común de Pastores Obispos, o se seguiría el mismo que hemos comentado en la lectura continuada.

viernes, 25 de enero de 2019

25 enero: ¿Quién eres, Señor?


Pidamos por las intenciones del Papa
en la JMJ de Panamá.
LITURGIA: La conversión de San Pablo
                      Hay dos primeras lecturas de los Hechos de los Apóstoles, a elegir. Son dos relatos paralelos de la conversión; uno es una historia contada en primera persona. El otro es un relato que hace el autor del libro, pero que es casi un calco del primero. Podemos tomar uno u otro, aunque yo elijo el que es autobiográfico, con toda la fuerza del protagonista: 22,3-16.
          Se define Pablo como judío, nacido en Tarso, y discípulo del gran maestro Gamaliel. Aprendió hasta el último detalle de la Ley de sus antepasados y sirvió a Dios con toda su alma y con el mayor fervor.
          Perseguidor a muerte de los seguidores de Jesús, tuvo la idea de pedir cartas de recomendación y autoridad para ir a Damasco y traer presos a los cristianos para ser juzgados por los tribunales judíos.
          Pero en el camino se encontró con lo inesperado: un fuerte relámpago lo dejaba ciego y caído por los suelos. Y como era hombre noble y de mucho temperamento, advirtió que allí pasaba algo que no era normal. Y caído como estaba, preguntó a lo desconocido: ¿Quién eres, Señor?, porque estaba seguro de que allí había habido una fuerza sobrenatural, la única capaz de tronchar su soberbia y su propósito.
          Una voz, que los demás no entendieron, le respondió: Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Otro hubiera respondido que él no perseguía a Jesús, que era un muerto. Pero Pablo era más inteligente y optó por humillarse y preguntar ahora: ¿Qué debo hacer, Señor? Rendía su carácter y se entregaba.
          Pero no había acabado aquí la lección del Señor. Todavía hubiera sido para Pablo una compensación que la voz del Señor le dijese lo que debía hacer. Pero Jesús hace las cosas más hondas, y al perseguidor de los cristianos lo remite a un cristiano y que sea ese el que le diga lo que tenía que hacer.
          Se levantó y cogido de la mano de sus compañeros –porque él no veía- fue conducido a Damasco, donde Ananías le saludó afablemente: Saulo, hermano, recobra la vista. Y Saulo se encontró directamente con uno de los que él hubiera detenido para llevarlo preso a Jerusalén. Pero ahora Saulo dependía de él. Y Ananías le mostró el camino que el Señor marcaba. Por lo pronto, el bautismo cristiano. Y luego el anuncio profético de que toda la fuerza que había empleado para destruir, ahora la había de emplear para ser testigo de Jesús, ante todos los hombres, de lo que había visto y oído.
          Una historia apasionante, que de hecho se convirtió en inmensa realidad, y el Saulo perseguidor se convirtió en el potente Pablo, que sería apóstol y pieza angular para la construcción de la vida de la Iglesia que Jesucristo había fundado.
         
          El Evangelio (Mc.16,15-18) es el mandato de Cristo a sus Once, antes de subir al cielo, para que fueran por el mundo entero a predicar el evangelio y a hacer discípulos en el Reino. Se aplica a Pablo en esta liturgia para expresar la fuerza apostólica de aquel hombre, que fue el que abrió el reino a los gentiles, y el que llevó el evangelio a muchas partes. En Pablo se cumplen aquellas notas que Jesús expresó en lenguaje figurado, sobre la influencia de la fe en los creyentes: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos, y si beben veneno, no les hará daño. Impondrán las manos en los enfermos, y sanaran.
          “Demonio” es todo lo que se opone a Jesucristo. Todo lo que esclaviza el alma de los creyentes y no les deja caminar por el camino del reino. “Lenguas nuevas” es todo modo de actuar distinto al mundano. Es el nuevo lenguaje del evangelio, otra realidad diferente a lo que se había vivido hasta entonces. Las “serpientes”, toda tentación que proviene a la persona, pero que sin embargo no cae en ella porque esta agarrado a la fuerza poderosa de Jesús. “Veneno” es todo el planteamiento del mundo, que sólo busca dinero, placer y engreimiento. El creyente en Cristo tiene el antídoto potente de la Gracia de Dios, y no puede morir. Todo eso se resume fácilmente en esos “enfermos sanados” por la imposición de las manos de Jesús, y de la mano de la Iglesia que se acerca a los hombres para sanarlos.
          Todo eso será labor de Pablo en su gran magisterio sobre la doctrina de Jesús, sin querer saber ya otra cosa que a Cristo, y a Cristo crucificado.

jueves, 24 de enero de 2019

24 enero: Sencillez y bondad


El Papa  pide oraciones, en concreto el Rosario por la paz, para su viaje a JMJ.
LITURGIA
                      Hebreos 7, 25-8, 6. Jesús puede salvar definitivamente a los que se acercan a Dios por medio de él, pues vive siempre para interceder a favor de ellos. Es lo propio del sacerdote: servir de intermediario entre los hombres y Dios, entre Dios y los hombres.
            Y tal convenía que fuese nuestro sumo sacerdote: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y encumbrado sobre el cielo. Él no necesita ofrecer sacrificios cada día como los sumos sacerdotes, que ofrecían primero por los propios pecados, después por los del pueblo, porque lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. Jesucristo fue el sacerdote inmolado en el ara de la cruz; él no pagaba por pecados propios –que no tiene ni puede tener-, pero hasta allí llevó el pliego de multas que nos correspondía pagar a nosotros. Lo que pasa es que nosotros no podíamos pagar tamaña cuenta, y Jesús lo hace en lugar nuestro.
            Tenemos un sumo sacerdote que está sentado a la derecha del trono de la Majestad en los cielos y es ministro del Santuario y de la Tienda verdadera, construida por el Señor y no por un hombre. En efecto, todo sumo sacerdote está puesto para ofrecer dones y sacrificios; de ahí la necesidad de que también Jesús tenga algo que ofrecer. Mas ahora a Cristo le ha correspondido un ministerio tanto más excelente cuanto mejor es la alianza de la que es mediador: una alianza basada en promesas mejores.

          El conciliábulo de fariseos y herodianos para ver cómo acabar con Jesús, colma ya el vaso. Jesús está en peligro y Jesús no es un temerario que pretenda exacerbar a los que se han constituido en enemigos abiertos. Los últimos episodios en Mc.2 y en Mc.3 aconsejan quitarse de en medio y evitar la confrontación que ya ha subido de tono.
          Por eso la acción de Jesús, la que sigue a todos los hechos anteriores, es la de pasarse a la otra orilla del Lago (Mc.3,7-12), poner agua por medio y enfriar la temperatura que se había creado.
          La gente estaba con Jesús. La gente sintonizaba con los sentimientos y las acciones de Jesús, y lo siguieron. Al enterarse de las cosas que hacía, acudía a él mucha gente de Judea, de Jerusalén, de Idumea, de la Transjordania, de las cercanías de Tiro y Sidón. Prácticamente de toda Palestina, a un lado y otro del Jordán. Las obras que hacía y las enseñanzas que daba tenían un atractivo muy fuerte. Y su delicadeza y cercanía a la gente era algo que subyugaba.
          Jesús tuvo que pedirles a sus discípulos que le tuvieran una barca preparada donde refugiarse, porque estaba a punto de estrujarlo el gentío. Aquí no había el prejuicio de los fariseos, y Jesús actuaba con la libertad que le daba su buen hacer.
          Como había curado  a muchos, todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo. Incluso los espíritus inmundos lo aclamaban por su nombre de “Hijo de Dios”, aunque Jesús no les permitía hacerlo, prohibiéndoles severamente que le diesen a conocer.
          Y así acaba esta secuencia que nos trae hoy la liturgia, sin contarnos un hecho concreto pero dándonos una panorámica de la obra que  iba desenvolviendo Jesús en esta etapa de su vida. Los hechos concretos son siempre más llamativos y más vistosos para el comentario, pero tenemos que saber “leer” la profundidad de esta narración en la que queda patente cómo la gente se apegaba a Jesús por sus obras y por su modo de proceder.
          Milagros nosotros no hacemos. Hechos concretos llamativos no suele ser lo normal. Y sin embargo nuestro testimonio cristiano tiene que venir de lo diario: de nuestra sencillez, bondad, comprensión, prudencia, cercanía, paciencia…, y todo ese conjunto de realidades pequeñas que nos han de definir habitualmente.
          Digo “testimonio” y podemos también decir: nuestra paz personal. La vida de hoy se ha hecho extremadamente tensa, belicosa, reivindicativa, egoísta. Y la gente no se hace amable porque anda siempre a la gresca. En medio de todo eso es placentero encontrarse con agentes de paz, personas acogedoras, que sirven de atemperadores en medio de las tensiones. Personas que, al modo de Jesús, huyen de la confrontación y buscan trasmitir bondad y serenidad en palabras y actitudes.

miércoles, 23 de enero de 2019

23 enero: Mano paralizada


LITURGIA
                      Heb.7,1-3.15-17 nos explica por qué se dice que Jesucristo es sacerdote según el rito de Melquisedec. Melquisedec aparece en el Antiguo Testamento sin genealogía: sin antepasados ni descendientes. Jesús, en realidad, no proviene de padres humanos, y es hijo de María por acción misteriosa del Espíritu Santo. Por eso el sacerdocio de Jesucristo no es heredado como el de los sacerdotes de la antigua ley, sino que le ha sido concedido directamente  por Dios, y es un sacerdocio único que dura eternamente.

          Pasamos al evangelio (Mc.3,1-6), que es un episodio más de esa persecución que padece Jesús. Ha llegado a la sinagoga y participa como buen judío de la explicación de la palabra de Dios.
          Jesús observa que hay un hombre que tiene un brazo paralizado, y lo invita a ponerse en medio a la vista de todos, de modo que todos puedan ser responsables de la solución que se le dé a aquel hombre.
          Cuando lo tiene allí delante, Jesús pregunta a la asamblea si está permitido en sábado hacer el bien o si en sábado hay que no hacer el bien e incluso dejar morir… La pregunta era muy fácil de responder, pero eso supondría la buena fe de las gentes y el sentido común de los fariseos. La gente no se atreve a hablar porque allí están los inquisidores que serian capaces de expulsar de la sinagoga a quien respondiera que se puede hacer algo en sábado.
          Los fariseos no hablan. No pueden hablar, porque de cualquier manera se cogen los dedos. Si dicen que sí se puede actuar, le dejan campo libre a Jesús y para ellos eso es desdecirse de sus posturas extremosas que siempre defienden. Si dicen que no, están quedando mal ante la concurrencia que tiene otro sentido de la vida y de la necesidad de quien sufre. Y se quedan callados.
          Dice el texto, con una fuerza inmensa que Jesús echó una mirada sobre la concurrencia y que en su mirada había ira, la que explica con un añadido: dolido por su obstinación. Jesús no podía quedar indiferente en sus sentimientos ante aquella dureza –cabezonería- de los responsables religiosos.
          Y asume la responsabilidad y le dice al hombre que extienda su mano. Verdaderamente con aquello no había ninguna violación del sábado porque extender la mano no suponía trabajo. De hecho entre los asistentes, la gesticulación que estaban haciendo era una constante extensión de sus brazos, y nadie pensaba que por ello estaban violando el sábado.
          El hombre extendió el brazo y quedó restablecido. Y habrá que pensar que con harto contentamiento de la concurrencia, que estaba mucho más cerca de la compasión de Jesús que de la rigidez de sus dirigentes. Al fin y al cabo, si alguien hubiera tenido un familiar en las condiciones del hombre paralítico, hubiera deseado con todas sus fuerzas que apareciera un Jesús que le llevara a extender el brazo afectado.
          Sólo los fariseos, obcecados, no lo vieron bien. Diríamos que ni siquiera lo juzgaron “pasable” como una excepción caritativa. Por el contrario, en su testarudez, no tuvieron dificultad de aliarse con los herodianos –tan diferentes en sus ideas del ámbito religioso- con tal de pensar en el modo de acabar con Jesús. Era el modo que sabían de poner coto a la obra de aquel hombre bueno  que pasaba por el mundo haciendo el bien, para quien el sábado se ha hecho para bien del hombre y no que el hombre quede paralizado en función de una ley.

          Hoy estamos viviendo una involución en el plano religioso con una tendencia de vuelta atrás, que hace intransigentes y extremistas a aquellos que se han metido por ese túnel. Los efectos son semejantes a los que nos muestran los evangelios en torno al mundo farisaico: pactar, aunque sea con el demonio, con tal de hacer secuaces que ataquen a la Iglesia, al Papa, a los sentimientos de misericordia y compasión. Sólo importa “aplicar las leyes”, que, por otra parte quedan radicalizadas y presentadas en aspectos parciales para que digan lo que ellos quieren, y no lo que la buena doctrina enseña y presenta.
          Debemos estar muy atentos para no caer en esas posiciones. Los fariseos no cejaron en su aversión a Jesús y, contra toda justicia y contra todo sentido común, lo acabaron llevando a la muerte de cruz. También hoy se lleva a la cruz a la Iglesia y al Papa. La historia de los radicales modernos no difiere de la de aquellos de entonces.

martes, 22 de enero de 2019

22 enero: Espigas en sábado


LITURGIA
                      La secuencia que está desarrollando Marcos es muy significativa del ambiente contrario en el que tuvo que desenvolverse Jesús en este traer vino nuevo que no se podía echar en odres viejos. Se ha topado primero con la crítica de los fariseos por comer con publicanos y pecadores. Jesús sale de aquello afirmando que él viene a los que se saben pecadores; no a los que se creen justos, santones, por el hecho de muchos cumplimientos externos y llenos de prejuicios. Luego se ha encontrado con la duda, menos agresiva, de quienes no entienden que los discípulos de Juan y los de los fariseos cumplan con los ayunos rituales, muy de estilo de religión de prácticas externas, mientras que los discípulos de Jesús no ayunan con esos ayunos legalistas. Jesús responde que sus discípulos están de fiesta porque están con él. Tiempo tendrán de vivir el sufrimiento y el sacrificio cuando a él le quiten la vida.
          Y hoy la secuencia se completa con esa persecución solapada de los fariseos, que parecen surgir de debajo de las piedras, y que vienen a preguntarle a Jesús (Mc.2,23-28) por un hecho nimio y sin trascendencia objetiva: los discípulos han pasado por entre unos sembrados de trigo y han jugueteado con algunas espigas que han cortado y han desmenuzado entre sus manos… ¡Y era sábado! Ahí estaba la causa del escándalo: Por qué tus discípulos hacen en sábado lo que no está permitido?
          La cultura actual está muy lejos de los detalles agrícolas, y posiblemente habrá quienes no han pasado nunca por un sembrado de trigo con las espigas granadas. A los que hemos tenido la suerte de vivir esos hechos, nos resulta familiar ese gesto de cortar una espiga, triturarla en la palma de la mano y echarse los granos de trigo a la boca. Ni por hambre ni por necesidad. Y desde luego a nadie se le ocurriría pensar que esa acción era un trabajo. Era un juego, una fruición del mundo rural para quienes no están dedicados a esas labores pero participan de ellas momentáneamente.
          Ni más ni menos fue eso lo que hicieron los discípulos de Jesús, a pesar de que en algunos textos paralelos se habla de que tenían hambre. Es todo mucho más simple e inocente.
          Jesús les respondió sacando a colación un hecho del venerado David, quien en una de sus correrías con un puñado de valientes, se había acercado al sacerdote Abiatar a buscar comida para él y sus hombres. Y no había otro pan en aquella casa más que el que había sido presentado al Señor (del que sólo pueden comer los sacerdotes). Se trata de un hecho de mucha mayor envergadura, porque eran panes en alguna manera “consagrados” para Dios. Sin embargo David no tuvo empacho en tomar aquellos panes y comer él y sus acompañantes. Es decir: que las leyes no se han hecho para ahogar a los hombres, y que dado el momento oportuno, las leyes pueden saltarse en aras de un beneficio mayor.
          Concluye entonces Jesús con un principio básico para el comportamiento: que el sábado se hizo para beneficio del hombre y no el hombre esclavizado por el sábado; la ley está para favorecer y no para dificultar.
          Para concluir con una afirmación que debió sonarles a blasfemia, pero que para Jesús era una afirmación de su labor en el mundo: El Hijo del hombre es señor también del sábado. Por consiguiente estaba por encima de una ley, tanto más cuanto que ellos la habían llevado a un terreno ridículo y exagerado. Lo que en la mente de Moisés, que traduce el proyecto de Dios, el descanso sabático tenía una doble finalidad: de una parte lo que hoy llamaríamos “higiene del trabajo”: parar las labores de la semana para descansar y reponer fuerzas. De otra parte, ya que se tiene toda la semana para la utilidad de la persona, tener un día en blanco para poder dedicar un tiempo a Dios en el culto a Dios. Por eso ”el sábado está hecho para el hombre” en esas dos dimensiones, y no al hombre supeditado al sábado para atosigarlo más con preceptos vacíos de mera prohibición.

          No he tocado la 1ª lectura (Heb.6,10-20) porque es una disquisición de tipo rabínico muy oriental, que queda tan poco clara “en directo” como en lo que se puede intentar dar en explicaciones. Me ahorro y os ahorro el trabajo. Baste su lectura y lo que cada uno pueda encontrar de luz en alguna de sus afirmaciones.

lunes, 21 de enero de 2019

21 enero: El ayuno ritual


LITURGIA
                      La descripción de Heb.5,1-0 es muy clara y fluye sola desde el principio, expresando la situación del sumo sacerdote de la antigua Ley y llevándolo a la realidad del nuevo Sacerdote que es Cristo. Común a todo sumo sacerdote es: Todo sumo sacerdote, escogido entre los hombres, está puesto para representar a los hombres en el culto a Dios: para ofrecer dones y sacrificios por los pecados. Él puede comprender a los ignorantes y extraviados, porque también él está sujeto a la debilidad.
          Hay una diferencia substancial entre el sacerdocio de la antigua Ley y el de Cristo. El de antes, no sólo está puesto para el bien de los demás, sino que él mismo tiene que entrar en la línea de purificación personal: A causa de esa debilidad, tiene que ofrecer sacrificios por sus propios pecados, como por los del pueblo. También por los propios. Pero sea como sea, Nadie puede arrogarse este honor sino el que es llamado por Dios, como en el caso de Aarón.
            Hablando de Cristo, él no puede arrogarse por sí mismo la dignidad sacerdotal: Tampoco Cristo se confirió a sí mismo la dignidad de sumo sacerdote, sino que la recibió de aquel que le dijo: «Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy», o, como dice otro pasaje: «Tú eres sacerdote para siempre según el rito de Melquisedec».
            El Sacerdocio de Cristo no es sólo dignidad de sacerdote, sino sacrificio y víctima, en la que participa enteramente del sufrimiento humano, y ha de clamar al que puede salvarlo: Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, a Dios. Y ahora viene la parte admirable de esta realidad, porque sabemos muy bien que padeció hasta la misma muerte y muerte ignominiosa. Sin embargo nos dice la carta a los Hebreos que fue escuchado por su piedad filial. Y, aun siendo Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Aquí se consuma el misterio para nosotros, que no podemos entender a simple vista que fuera escuchado. Y sin embargo lo fue, Y, llevado a la consumación, se convirtió, para todos los que lo obedecen, en autor de salvación eterna, proclamado por Dios sumo sacerdote, según el rito de Melquisedec. Es el Sumo Sacerdote que ha pasado por la prueba del dolor, y así ha llevado a cabo su sacerdocio. Es sacerdote y víctima, pero víctima triunfal de victoria.

            En Mc.2,18-22 encontramos otra piedrecita en el camino de Jesús, que viene esta vez de parte de los discípulos de Juan, que coinciden con los de los fariseos. Es a propósito del ayuno ritual. Lo practicaban los fariseos y lo practicaban los discípulos de Juan. Sin embargo no lo practicaban los discípulos de Jesús. Éstos estaban instruidos en otra manera de concebir el sacrificio en honor de Dios, y se esforzaban por vivirlo en las actitudes de hombres íntegros. Dejando a un lado la forma externa que estaba en vigor en aquel pueblo religioso.
            La pregunta a Jesús cae de su peso: ¿Por qué eso así? ¿Por qué ayunamos los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos, y los tuyos no?
            Jesús responde que sus discípulos están en aire de fiesta y en la fiesta no se ayuna. Tiempo tendrán más adelante de ayunar cuando queden huérfanos.
            Pero Jesús se va a ir a más fondo que eso. El tema real es que ha acabado ya una etapa de la historia y ha llegado una nueva. En la etapa anterior valían las formas externas y en ellas se concretaban una buena parte de las actitudes religiosas. Pero ahora ha llegado el tiempo de lo nuevo, y ya no sirven las formas antiguas. Y como Jesús gusta de las parábolas, lo explica con esa corta parábola del vino nuevo y los odres nuevos, o del vestido viejo que no se puede reparar con un paño nuevo porque lo nuevo desgarra lo viejo. Ha llegado el momento del vino nuevo, y eso requiere odres nuevos. De lo contrario ni los odres aguantan, ni el vino se contiene, sino que se derrama.
            La experiencia da lo fácil que es a muchos conservar sus costumbres “de toda la vida”, y contentar con eso su mundo religioso, que tiene poco de espiritual y evangélico. Y también se comprueba cómo, cuando el alma rompe amarras y se pone a tomarse el evangelio en serio, aquellas costumbres antiguas se caen por su peso y ya no dicen apenas nada. Lo que pasa es que siempre es más fácil mantener la rutinilla de lo conocido y lo fácil de unos rezos y unas limosnas al paso, que adentrarse en la realidad interior y cambiar actitudes y planteamientos de vida.

domingo, 20 de enero de 2019

20 enero: Haced lo que Él os diga


LITURGIA
                      La 1ª lectura (Is.62,1-5) nos abre un espacio hacia el optimismo y el gozo. Es un anuncio de tiempos nuevos en los que la vida va a romper como aurora de santidad en la que el pueblo de Dios va a ser como corona fúlgida en la mano del Señor. Y para que quede patente, se van a cambiar los calificativos que indican un estado del pueblo. Eran devastados, abandonados y van a convertirse en desposados y amados porque los va a tomar el Señor de su mano. Y utiliza la imagen del desposorio, como el joven que se casa con su novia, o como la alegría que encuentra el marido con su esposa.
          Se están anunciando así tiempos nuevos, tiempos mesiánicos, en los que Dios va a tomar la iniciativa, con el amor que es propio del esposo enamorado de su esposa.

          Eso es lo que se realiza en la llegada de Jesús. (Jn.2,1-12). Lo que había era el agua de las purificaciones de los judíos. Eso va a quedar pasado y superado. Jesús va a dar un vino nuevo, que ya es signo de alegría y prosperidad, y todo eso va a realizarlo en el contexto de una boda. Un vino que sobrepasa el mismo vino anterior que se acaba, y desde unas coordenadas de amor, como es el ámbito en que lo realiza. Lo que viene nuevo es mucho mejor en calidad y en el significado de la vida que comienza. Ese es el sentido de este evangelio en este momento litúrgico. Se está empezando un año litúrgico y vamos avanzando en la Iglesia en el conocimiento de Jesús. Pues bien: Jesús no se limita a poner un poco de parche a la vida antigua de los creyentes, sino que pone su nota nueva en dar algo mejor de lo que había.
          Juan incluye un elemento en toda esta acción de Jesús, y es la intervención de María, su madre, y MUJER anunciada en el Génesis como parte del proyecto de Dios. Pone así la nota humana, afectiva y al mismo tiempo de referencia mesiánica. Porque la intervención de María no es presentada como una influencia maternal, sino como la MUJER que estaba destinada a dar a la vida un descendiente que aplastaría la cabeza de la serpiente. Su intervención queda, pues, a título mesiánico, y es una intermediaria ante los sirvientes de aquella boda para que no se extrañen de nada y que hagan todo tal como se lo pida Jesús. Iba a hacer falta, porque lo que se ha acabado es el vino y lo que Jesús pide es llenar tinajas de agua, y eso podía resultar absurdo. La palabra de María: Haced lo que él os diga es una palabra magisterial que nos queda a nosotros como orientación de nuestra vida ante las diferentes acciones de Jesús en lo corriente de cada día.

          La 2ª lectura nos pone ante el hecho de la acción de Dios en nosotros, a través del Espíritu Santo, que es gracia de Dios y dador de las gracias de Dios. 1Co.12,4-11 nos sitúa ante la acción de Dios en la Iglesia en los carismas o dones que da el Espíritu de Dios. Dios reparte sus dones de mil maneras, y va dando a unos, unos dones; a otros, otros dones. Pero en cualquier caso no son como tesorillos particulares para guardárselos, sino que todos están dados para la edificación del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia, en la que todos estamos para todos y en las que todos formamos una unidad, y lo que recibimos, lo recibimos para la construcción del conjunto.
          Todos tenemos unos valores y unas características. Lo penoso es el individualismo con que vivimos en la Iglesia esas dádivas de Dios, y cómo dejamos inoperantes muchos de los dones y carismas recibidos, cuando podíamos –y debíamos por vocación- ser miembros activos que, como nos dice el Papa, armáramos jaleo, fuéramos testigos vivos y activos en la vida de la Iglesia, aportando cada cual su pequeña parte, pero remando todos en la misma dirección.

           A eso nos lleva LA EUCARISTÍA como motor de acción común: eso es común-unión, en la que fuéramos cada uno un fuego que emprende otros fuegos por donde quiera que vayamos. Para eso cargamos pilas cada domingo. Eso es lo que nos pide el hecho de comulgar y participar de la Eucaristía, que no es una devoción sino una participación en la muerte y resurrección de Cristo.


          Que el inicio de una nueva etapa sea también revulsivo en nuestro vivir como miembros de Iglesia.

-         Por la Iglesia y por el Papa, y por la actitud abierta de colaboración de los fieles. Roguemos al Señor

-         Porque vivamos nuestra vida cristiana con alegría de fiesta, junto con María. Roguemos al Señor.

-         Que no enterremos los dones que estamos recibiendo del Señor. Roguemos al Señor.

-         Que la participación en la Misa nos haga cristianos activos en nuestra fe. Roguemos al Señor

          Aprendamos, Señor, a hacer lo que nos vas diciendo en el transcurso de nuestra vida diaria.
          Lo pedimos por Jesucristo N.S.