jueves, 17 de enero de 2019

17 enero: Si quieres.


Viernes 18: ESCUELA DE ORACIÓN. Málaga
LITURGIA
                      Heb.3,7-14. Se queja el Señor de la dureza de corazón de un pueblo que ha roto las expectativas y con ello todo lo que el Señor quería realizar en él. La reacción humana, puesta en labios de Dios, es que no entrarán en mi descanso. Sin embargo eso que ha ocurrido “ayer” puede cambiarse en el HOY, si hoy escucha la voz del Señor. Pues bien: que ninguno de vosotros-dice la carta- tenga un corazón malo que lo lleve a desertar del Dios vivo. Por el contrario, día tras día, mientras dure el “hoy” que ninguno de vosotros se endurezca engañado por el pecado.
          Todo ello tiene un fundamento esencial: que somos partícipes de Cristo que tenemos que conservar hasta el final el temple primitivo de la fe.
          Muchas personas tienen la sensación de que han perdido la fe primera. Hay que advertir que a medida que madura la personalidad, aquellas emociones de la fe y de la piedad se van atemperando, como pasa en el amor humano, que no es lo mismo en la fogosidad de los 25 ó 30 años que en los 60. Pero también es verdad que muchas veces ha enfriado la fe porque no se ha defendido y cultivado debidamente. Esto es lo que hay que analizar. Hay que “conservar el temple primitivo de la fe”, que no equivale a las emociones primeras sino a la fuerza interior. Y esa debe madurar con la maduración de la persona.
          El evangelio de hoy (Mc.1,40-45) repite el que hace poco hemos tenido en la semana de epifanía. Se trata del leproso que se presenta humildemente ante Jesús, se postra y le presenta una oracion que es un  verdadero reto a Jesús: Señor, si quieres, puedes limpiarme. Que puedes, lo doy por supuesto, pues has hecho cosas mayores. Ahora queda en tus manos que quieras… Que si tú quieres, puedes limpiarme de mi lepra.
          Jesús no se limita a su querer. Pone amor y cercanía: extiende la mano y le toca, lo que ya era una clara afirmación de su querer. Y el leproso queda limpio de la lepra. Lo que le falta para que su curación sea oficial es que se presente al sacerdote y sea declarado hombre curado. Y a partir de ese momento reincorporarse a la vida social, de la que estaba excluido por el temor del contagio. Debía el enfermo recién curado hacer una ofrenda, según lo prescrito.
          Otro de los “mandatos” de Jesús era ineficaz, porque Jesús quiere que no divulgue el hecho, pero como era lógico, el hombre lo proclama con grandes ponderaciones.
          Por esa circunstancia Jesús tenía que quedarse en las afueras de los poblados, o entrar de forma que no llamara la atención, porque la gente acudía a él de todas partes. O sea: que aunque Jesús pretendía pasar desapercibido, no lo lograba. Y es natural y lógico. El mundo está hambriento de humanidad, de calor y cercanía, de sanaciones de tantas cosas…, y eso lo encontraba en Jesús. Por ley natural la gente lo buscaba desde todos los rincones.
          Podríamos preguntarnos por qué hoy no salen las personas de su frialdad y soledad…, por qué no buscan el calor de Jesús… Y desde luego es fácil la respuesta: porque no lo conocen. Porque no se les ha dado a Jesús. Porque no les hemos presentado al Jesús del evangelio. Porque el mundo de hoy ha ignorado a Jesús. Porque el mundo está asentado en el Malo. Porque la vida moderna tiende a lo cómodo e inmediato, y es muy fácil presentar la vida como mero placer. Porque se ha eliminado de la vida el sentido del compromiso y de la trascendencia. Porque se ha eliminado la religión. Porque se ha dejado a Dios. Porque las fuerzas del mal han sido más capaces de destruir la fe, y los hijos de la luz no hemos sabido iluminar con la verdad.
          Seguro que pueden añadirse más razones, y que cada cual puede tener las suyas. Unos con un sentido culpabilizante y otros con una visión mucho más amplia de la realidad, que es mucho más compleja, y que no se trata ahora de darse golpes de pecho. San Pablo en la carta a los romanos señala tres razones de mucho fuste: porque la vida mundana ha exacerbado el ídolo del sexo; porque el hombre ha perdido el sentido de la vida y del valor de la vida. Y porque se ha perdido la razón, la vida razonable. Y cuando se ha llegado a esa situación, se ha eliminado a Dios de la historia. Y la historia sin Dios es un despropósito completo. Ya dijo Jesucristo que “Dios o el dinero”, y “conmigo a contra mí”. O sea: un dilema en el que hay dos términos que se contraponen evidentemente: y haber elegido las cosas del mundo, es haber rechazado el valor “Jesucristo”.

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