jueves, 3 de enero de 2019

3 enero: El NOMBRE DE JESÚS


LITURGIA: NOMBRE DE JESÚS
                      Las lecturas que se seguirán en las diferentes iglesias será continuación de las de hoy. En las iglesias de los jesuitas habrá lecturas diferentes y rito de solemnidad litúrgica porque celebramos el nombre y la fiesta titular de la Compañía del NOMBRE DE JESÚS. Es la fiesta más grande en esta Compañía, que San Ignacio no quiso que se llamara con su nombre personal (“ignacianos”) sino con la del nombre mismo de Jesús. El de “jesuitas” vino después y no precisamente con buena intención por parte de los que nos designaron así en un principio, aunque nos sentimos muy orgullosos de llevar ese nombre que nos remite inmediatamente a Jesús, nuestro Rey y Maestro, nuestro Superior e ideal de vida, al que “estudiamos” con el alma en la oración continuada sobre el evangelio (que es el tesoro que nos ha dejado la práctica del mes de ejercicios espirituales, que es el comienzo de nuestra formación, desde que entramos en el seminario, y que es la fragua qie forma discípulos y seguidores de Jesucristo).

          La 1ª lectura es del Ecclo.51,8-14: Me acordé, Señor, de tu misericordia y de tus obras, que son desde siempre las que sostienen a los que esperan en ti. Buen comienzo y buena definición de los que queremos que sea nuestro espíritu, el que defina al jesuita.
          Desde la tierra elevé mi plegaria…, clamé al Señor: “Tú eres mi Padre, no me abandones el día de la tribulación, cuando acosan los orgullosos y estoy indefenso”.
          Y mi oración fue escuchada, pues tú me salvaste y me libraste. Por eso te daré gracias y te alabaré, bendeciré el nombre del Señor. Busqué sinceramente desde joven la sabiduría en la oración y la busqué hasta el último día.

          La 2ª lectura es de San Pablo a los Filipenses: 2,1-11, en la que expresa el sentido del amor fraterno que ha de presidir la vida del jesuita. Dice Pablo: Si queréis darme el consuelo de Cristo y aliviarme con vuestro amor…, si nos une el mismo Espíritu y tenéis entrañas compasivas, dadme esta gran alegría: manteneos unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir. No obréis  por rivalidad ni por ostentación, considerando a los demás como superiores a vosotros. No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás. Tened entre vosotros los mismos sentimientos de Cristo Jesús.
          Para desembocar en el himno cristológico por excelencia que es una verdadera oración y que resume magistralmente la vida de Cristo. El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante en todo a los hombres, menos en el pecado. Y así, reconocido como hombre por su presencia, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y muerte de Cruz.
          Por eso Dios lo exaltó y le concedió el ‘Nombre sobre todo nombre’ de modo que L ANOMBRE DE JESÚS se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: JESUCRISTO ES SEÑOR, para gloria de Dios Padre.
         
          El evangelio de Lc.2,21-24 comienza con la imposición al Niño del nombre JESÚS, tal como lo había llamado el ángel antes de su concepción. Es decir: con el nombre que ponía el mismo Dios.
          Nombre de misión, de vocación, que apunta al destino, porque –como el angel del suelo le dijo a José- él salvará al mundo de sus pecados. Jesús=Salvador.
          De ahí el logotipo de la Compañía de Jesús: Jhs, que no es propiamente –como se suele ver- “Jesús hombre salvador” sino que son las tres primeras letras griegas del nombre de JESÚS. (La aparente “h” es la “eta” del alfabeto griego que es una “e”).
          Y de camino comento que las siglas con que firmamos los jesuitas: S.I. no significan “sacerdote jesuita” sino Societatis Iesu, que expresan el latín: “de la Compañía de Jesús”. Por eso mismo esas siglas las usan igualmente los jesuitas que no son sacerdotes.

          Cuantos viven en afinidad con nosotros, encomendadnos con vuestra oración para que seamos lo que debemos ser. Pío XII lo expresó de una forma muy fuerte y hermosa: que sean lo que son, o que no sean. O ser lo que somos por carisma o dejar de ser porque habríamos perdido nuestra razón de vivir como orden religiosa en la Iglesia

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