miércoles, 30 de enero de 2019

30 enero: Parábola del sembrador


LITURGIA
                      Una vez más la contraposición entre los dos Testamentos (Heb.10,11-18) con la diferencia total entre aquel sacerdocio de la antigua Ley que diariamente había de ofrecerse, y así muchas veces, con los mismos sacrificios que, sin embargo, no podían borrar los pecados del pueblo.
          Pero Cristo ofreció por los pecados para siempre jamás, un solo sacrificio; y está sentado a la derecha de Dios y espera el tiempo en que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies. Es decir: Él sí ha vencido al pecado. Con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los que van siendo consagrados.
          Y acaba con una afirmación de importancia. Ya no son las leyes escritas las que rigen la vida de la persona, sino la Ley que el Espíritu Santo pone en los corazones.
          De ahí podemos deducir que la gravedad del pecado de nuestro mundo es haber acallado violentamente la propia conciencia y que esas leyes interiores que Dios imprime en los corazones se hayan aplastado por las conveniencias, los vicios, el dinero, el placer, y por el conjunto de apetencias que han arrasado los gritos de la conciencia.

          El evangelio de hoy nos lleva a la conocida parábola del sembrador (Mc.4,1-20). La  verdad es que poco nuevo puede decirse después de las muchas veces que se ha explicado. Habrá que resignarse a repetir argumento aunque en el fondo son los mismos “personajes”.
          ¿Por qué hablaba Jesús en parábolas? Es la pregunta que le hacen al Maestro sus propios discípulos. Jesús responde con un texto de Isaías aunque no es precisamente tomado al pie de la letra. Para entenderlo tenemos que cambiar algunos modos de los verbos para que diga lo que Jesús quiere decir y no diga lo contrario.
          Tal como suena la respuesta, Jesús diría que les habla en parábolas “para que no lo entiendan”. Cosa que suena a absurdo, porque para no ser entendido lo que basta es no hablar. Pero más absurdo aún que Jesús hable de modo que no sirva para hacer el bien, para enseñar. Copio el texto tal como suena: A vosotros se os han comunicado los secretos del Reino de Dios; en cambio a los de fuera todo se les presenta en parábolas “para que por más que miren, no vean; por más que oigan, no entiendan, no sea que se conviertan y los perdone”. Ahora hay que preguntar a cualquiera que tenga sentido común y sentido de fe: ¿es concebible Jesús dificultando que se conviertan y se les perdone? ¿No chirría eso con todo lo que es la obra de Jesucristo y para qué vino al mundo? ¿No es Jesús el misericordioso Señor que viene a salvar al mundo, y que se deja la vida para salvarlo?
          Entonces nos toca “leer” esa frase de Isaías de otra manera completamente distinta, y que encaja por lógica y por lo que es la misión salvadora de Jesucristo: les hablo en parábolas porque por más que miran, no ven y por más que oyen no entienden. Y precisamente la parábola era el modo sencillo de entenderse aquellas gentes, a base de cuentecillos con la riqueza oriental de la parábola, para las que –además- Jesús era un maestro que dibujaba los personajes y situaciones con verdadero arte.
          El pueblo judío, como pueblo oriental, estaba capacitado para sacarle el jugo a las parábolas. El relato parabólico los ayudaba a quedarse con la música y desde ahí descubrir el fondo de la letra, y aplicársela a lo personal. Por eso, hablarles en parábolas era una manera mucho más popular de hacerse entender, a la vez que atraer con el cuentecillo. Y aquí, con la parábola del sembrador dejar ese suspense que van provocando la presentación de nuevos “casos” y que cada cual debía reflexionarlos y preguntarse: ¿soy yo como ese? ¿Me parezco al que deja perder la semilla en la dureza del alma? ¡Y la semilla es la enseñanza que Jesús está esparciendo a derecha e izquierda!
          ¿Soy la persona sin arraigos, donde la semilla no encuentra tierra? ¿Y dejo así perder esa enseñanza que he recibido? ¿O pertenezco al grupo de los que tienen tantas ocupaciones y preocupaciones que acabo ahogando la Palabra que me llega desde la enseñanza de Jesús?
          Quiero ser del grupo de los que acogen la semilla y la semilla fructifica y da la espiga de los buenos efectos. Quiero ser la persona en la que cae la Palabra de Dios y arraiga. Quiero ser quien saca jugo a la parábola y me ayuda a reflexionar en personal, y hallar así la progresiva conversión que me salva.

1 comentario:

  1. "queridos alumnos, les voy a explicar la lección de hoy, y para ello les voy a facilitar las cosas: "no vayan a entenderme y les tenga que aprobar"(guiño). ¿Ilógico?

    No.

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