martes, 29 de enero de 2019

29 enero: Hacer la voluntad de Dios


LITURGIA
                      Por activa o por pasiva, el argumento de la nueva lectura de la carta a los Hebreos (10,1-10), incide en lo de siempre: la contraposición entre el Antiguo y el Nuevo Testamentos, hoy centrado en el tema del sacrificio. En la antigua Ley se da solamente un vislumbre de lo que será en la Nueva, como la mera imagen de lo que luego será realidad.
          En la antigua Ley los sacrificios han de repetirse año tras año, y aun así no pueden purificar definitivamente a los pecadores. Es claro: si fuera de otra manera, no habría que repetir cada año con la sangre de los toros y de los machos cabríos.
          Por eso cuando Cristo entró en el mundo, dijo: -Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has dado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije; Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad.
          Y lo recalca resaltando la contraposición del ”antes” (no quieres sacrificios ni víctimas expiatorias), y el “ahora” (Aquí estoy para hacer tu voluntad). Niega lo primero y afirma lo segundo. Y todos quedamos santificador por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha de una vez para siempre.

          El hecho que nos narra el evangelio de hoy (Mc.2,31-35) no lo considero independiente del narrado hace poco, cuando los parientes de Jesús pretendieron llevarse a Jesús y sacarlo de su labor, pensando que tenía perdido el juicio. No lo lograron, pero no cejaron el su idea. Y hoy vuelven a la carga, con el intento de que, trayendo a la madre de Jesús, van a lograr su objetivo.
          Yo doy por supuesto que María viene con otros pensamientos absolutamente diferentes y que ella no participa en esa idea de llevarse a Jesús ni sacarlo de su obra. Yo diría que los parientes traen a María como señuelo, pensando que ante la madre, Jesús reaccionará de otra manera.
          Jesús estaba enseñando, con la gente sentada alrededor suyo. Y en esa situación de su enseñanza, los parientes le mandan el recado de que tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan. Jesús dio una respuesta de quien no se deja chantajear. Preguntó entonces, subiendo el sentido de las palabras: ¿Quiénes son mi madre y mis parientes? Y paseando una mirada por el corro que tenía delante, dijo: Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios ese es mi hermano y mi hermana y mi madre.
          Estaba dando una respuesta que abarcaba mucho más de lo que parecería a primera vista. Lo importante es hacer lo que Dios quiere. Yo estoy haciendo lo que Dios quiere y no me voy a bajar de ello. Las gentes que me escuchan están haciendo lo que tienen que hacer. Mi madre sabe perfectamente lo que es plegarse a la voluntad de Dios, y es modelo de ese hacer lo que Dios quiere. Mi madre no me apartaría de que yo me dedique a hacer la obra de Dios. El que quiera acertar con lo que tiene que hacer, tiene que buscar cuál es la voluntad de Dios. Y a partir de ahí estaremos en la misma onda para entendernos.
          Y Jesús no se movió de lo que estaba haciendo. Y María comprendió perfectamente la respuesta, y posiblemente pudo darse cuenta de que los parientes la habían utilizado para algo que a ella no se le hubiera pasado por el pensamiento. Era muy conforme con la obra del Hijo, con la misión que llevaba, y que era el deseo de Dios.

          Puede enlazarse la respuesta de Jesús con la que se le atribuye en la carta a los Hebreos: Aquí estoy para hacer tu voluntad y que el SALMO (39) nos ha brindado para que hagamos nuestra la misma respuesta, porque lo que realmente Jesús responde es que seremos cosa suya si hacemos la voluntad de Dios.
          ¿Cómo sabemos que algo es voluntad de Dios o que no lo es? No hay una voz del cielo que lo diga. No existirán muchas veces evidencias en una elección. Pero el interior de la conciencia nos inclina a una solución sobre otras también posibles. Y hemos de seguir el dictado de la conciencia que busca lo mejor y lo más perfecto. Y siempre estaremos en el ámbito de la fe, que da una seguridad –la seguridad de la fe- que no es evidencia matemática. Pero en ese campo tenemos que desenvolvernos.

1 comentario:

  1. El tema de los parientes debería servir a la reflexión de tal vez esas familias católicas que "impiden" el desarrollo de la vocación correcta de sus hijos por creer que "ha perdido el juicio". Por otro lado tenemos que hacer la voluntad de Dios está por encima de todo para un cristiano, incluso de la propia familia de sangre si esta es un impedimento para ello. Cuestión de conciencia. De como saber la voluntad de Dios, pues como me dijo alguien hace poco, quizás sea mejor darle la vuelta: ¿sabemos como no hacer la voluntad de Dios? A lo mejor también pudiera ser difícil así, pues bien: al menos tenemos las Sagradas Escrituras, ahí seguro encontramos la guía.

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