sábado, 26 de enero de 2019

26 enero: Santos Timoteo y Tito


LITURGIA
                      Heb.9,2-3.11-14: Cristo ha venido como Sumo Sacerdote de los bienes definitivos. Su templo es más grande y más perfecto, no hecho por manos de hombre, es decir, de este mundo creado. El Templo es el propio Cristo. No lo ha construido ningún hombre, porque viene de Dios que ha realizado la encarnación de forma prodigiosa.
          El sacrificio que él ofrece no usa sangre de machos cabríos, ni de becerros, sino la suya propia. Como se ve hay siempre una referencia y contraposición con lo que venía del Antiguo Testamento. Jesús ofrece su propia sangre, su propio sacrificio, y con ella entra en el verdadero santuario, y lo hace de una vez para siempre, consiguiendo así la liberación eterna.
          Ya en el Antiguo Testamento la sangre de machos cabríos y de toros como vicarios del hombre, y el rociar de las cenizas de una becerra, tenían el poder de consagrar a los profanos, devolviéndoles la pureza externa… Eran sacrificios que se ofrecían en el lugar del sacrificio humano, puesto que el hombre no podía ofrecerse a sí mismo. Siendo así en un ritual anterior, ¡cuánto más la sangre de Cristo que, en virtud del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha, podrá purificar nuestra conciencia de las obras muertas, llevándonos al culto divino! Jesucristo, dueño de la vida y de la muerte, sí puede ofrecerse. Y su sangre purifica y consagra de verdad, y libera nuestras conciencias de lo que no tiene valor, y nos hace capaces de dar culto debido a Dios.

          El evangelio es muy breve: Mc.3,20-21. Toda la historia que estamos siguiendo en la vida de Jesús, con episodios concatenados, con persecuciones y huidas a lugares más seguros…, con ese poder de convocatoria de Jesús, que atrae a gentes de toda Palestina, y que no les deja tiempo ni para comer, crea un desasosiego en los parientes de Jesús, que llegan a pensar que Jesús ha perdido o va a perder el juicio… Lo que hay es que apartarlo de aquella vorágine en la que está metido. Y se presentan a Jesús con esa idea de llevárselo consigo. Ahí queda la narración. Pero bien vemos por el transcurso de los hechos que no lo consiguieron. Jesús sabía muy bien lo  que hacía y en razón de qué lo hacía, y naturalmente no cedió ante aquellos parientes. No volvió la cabeza atrás, que es lo que hace indigno del Reino. Jesús continuó su labor y los parientes hubieron de volverse.

         
          Como día de los Santos Timoteo y Tito, la liturgia ofrece una alternativa de lecturas, aunque no corresponde allí donde esos santos no tengan una veneración expresa. No obstante vamos a comentar esos textos. Puede elegirse de la 2ª carta a Timoteo o de la carta a Tito.
          En el primer caso, Pablo se presenta como “apóstol de Jesucristo por designio de Dios, llamado a anunciar  la promesa de vida que hay en Cristo Jesús”. (1,1-8). Alaba la fe del discípulo, que la ha recibido de su abuela y de su madre, y exhorta a “avivar el fuego de la gracia de Dios que recibiste cuando te impuse las manos” y a “tomar parte en los duros trabajos del evangelio, según las fuerzas que Dios te dé”.
          En el segundo caso (Tit.1,1-5) también hace Pablo una presentación personal: siervo de Dios y apóstol de Jesucristo para promover la fe en los elegidos de Dios, y el conocimiento de la verdad, según nuestra religión y la esperanza de la vida eterna…. Luego hay una delicada dedicación personal hacia el discípulo: Querido Tito, verdadero hijo mío en la fe: Te deseo la gracia y la paz de Dios nuestro Padre y de Cristo Jesús, Salvador nuestro, y le da la razón por la que lo dejaba en Creta: la de establecer presbíteros en aquella comunidad, o comunidades, de acuerdo a unas instrucciones que ya le tenía dadas.
          Como no es una liturgia propia, no se señala ningún texto evangélico especial. De hecho, o se tomaría uno cualquiera del Común de Pastores Obispos, o se seguiría el mismo que hemos comentado en la lectura continuada.

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