viernes, 25 de enero de 2019

25 enero: ¿Quién eres, Señor?


Pidamos por las intenciones del Papa
en la JMJ de Panamá.
LITURGIA: La conversión de San Pablo
                      Hay dos primeras lecturas de los Hechos de los Apóstoles, a elegir. Son dos relatos paralelos de la conversión; uno es una historia contada en primera persona. El otro es un relato que hace el autor del libro, pero que es casi un calco del primero. Podemos tomar uno u otro, aunque yo elijo el que es autobiográfico, con toda la fuerza del protagonista: 22,3-16.
          Se define Pablo como judío, nacido en Tarso, y discípulo del gran maestro Gamaliel. Aprendió hasta el último detalle de la Ley de sus antepasados y sirvió a Dios con toda su alma y con el mayor fervor.
          Perseguidor a muerte de los seguidores de Jesús, tuvo la idea de pedir cartas de recomendación y autoridad para ir a Damasco y traer presos a los cristianos para ser juzgados por los tribunales judíos.
          Pero en el camino se encontró con lo inesperado: un fuerte relámpago lo dejaba ciego y caído por los suelos. Y como era hombre noble y de mucho temperamento, advirtió que allí pasaba algo que no era normal. Y caído como estaba, preguntó a lo desconocido: ¿Quién eres, Señor?, porque estaba seguro de que allí había habido una fuerza sobrenatural, la única capaz de tronchar su soberbia y su propósito.
          Una voz, que los demás no entendieron, le respondió: Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Otro hubiera respondido que él no perseguía a Jesús, que era un muerto. Pero Pablo era más inteligente y optó por humillarse y preguntar ahora: ¿Qué debo hacer, Señor? Rendía su carácter y se entregaba.
          Pero no había acabado aquí la lección del Señor. Todavía hubiera sido para Pablo una compensación que la voz del Señor le dijese lo que debía hacer. Pero Jesús hace las cosas más hondas, y al perseguidor de los cristianos lo remite a un cristiano y que sea ese el que le diga lo que tenía que hacer.
          Se levantó y cogido de la mano de sus compañeros –porque él no veía- fue conducido a Damasco, donde Ananías le saludó afablemente: Saulo, hermano, recobra la vista. Y Saulo se encontró directamente con uno de los que él hubiera detenido para llevarlo preso a Jerusalén. Pero ahora Saulo dependía de él. Y Ananías le mostró el camino que el Señor marcaba. Por lo pronto, el bautismo cristiano. Y luego el anuncio profético de que toda la fuerza que había empleado para destruir, ahora la había de emplear para ser testigo de Jesús, ante todos los hombres, de lo que había visto y oído.
          Una historia apasionante, que de hecho se convirtió en inmensa realidad, y el Saulo perseguidor se convirtió en el potente Pablo, que sería apóstol y pieza angular para la construcción de la vida de la Iglesia que Jesucristo había fundado.
         
          El Evangelio (Mc.16,15-18) es el mandato de Cristo a sus Once, antes de subir al cielo, para que fueran por el mundo entero a predicar el evangelio y a hacer discípulos en el Reino. Se aplica a Pablo en esta liturgia para expresar la fuerza apostólica de aquel hombre, que fue el que abrió el reino a los gentiles, y el que llevó el evangelio a muchas partes. En Pablo se cumplen aquellas notas que Jesús expresó en lenguaje figurado, sobre la influencia de la fe en los creyentes: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos, y si beben veneno, no les hará daño. Impondrán las manos en los enfermos, y sanaran.
          “Demonio” es todo lo que se opone a Jesucristo. Todo lo que esclaviza el alma de los creyentes y no les deja caminar por el camino del reino. “Lenguas nuevas” es todo modo de actuar distinto al mundano. Es el nuevo lenguaje del evangelio, otra realidad diferente a lo que se había vivido hasta entonces. Las “serpientes”, toda tentación que proviene a la persona, pero que sin embargo no cae en ella porque esta agarrado a la fuerza poderosa de Jesús. “Veneno” es todo el planteamiento del mundo, que sólo busca dinero, placer y engreimiento. El creyente en Cristo tiene el antídoto potente de la Gracia de Dios, y no puede morir. Todo eso se resume fácilmente en esos “enfermos sanados” por la imposición de las manos de Jesús, y de la mano de la Iglesia que se acerca a los hombres para sanarlos.
          Todo eso será labor de Pablo en su gran magisterio sobre la doctrina de Jesús, sin querer saber ya otra cosa que a Cristo, y a Cristo crucificado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡GRACIAS POR COMENTAR!