miércoles, 2 de enero de 2019

2 enero: Yo no soy el Mesías


        Entro en unos días que mantienen la incógnita de poder conectarme a través del blog. Lo intentaré. Pero si no pudiera hacerlo, quedamos citados para el día 8.

LITURGIA
                      Hay una mentira que pudiéramos llamar “de rango superior” en la mente de San Juan: 1ª,2,22-28: negar que Jesús es el Cristo. Y es una mentira de tal calibre que, el que eso hace, es el anticristo.
          Pero la cosa va a más: negar que Jesús es el Cristo es negar también al Padre. Ese tal no posee al Padre. Por el contrario posee al Padre quien confiesa al Hijo. Perseverad en lo que habías oído desde el principio y permaneceréis en el Hijo y en el Padre. Permaneced en él para que cuando se manifieste Jesús, tengamos plena confianza y no quedemos avergonzados.
          No es una lectura fácil ni las argumentaciones tienen la lógica occidental; bien mirado sólo tienen la lógica de la fe, y se lee entonces la lectura desde un lenguaje espiritual, e incluso teológico.

          Hay una vuelta atrás en el evangelio: Jn.1,19-28 es regresar a los principio de la presentación del Bautista. Los sacerdotes y doctores de la ley se dirigen a Juan para preguntarle quién es él, porque en el fondo queda la impresión de que pudiera ser el Mesías. Y Juan afirma rotundamente que él no es el Mesías, ni Elías ni un profeta antiguo que se haya reencarnado.
          Insisten los judíos: y si no eres nada de eso, ¿quién eres? (porque la vida y la predicación de Juan Bautista está expresando que es un ser enviado para una misión especial a cargo de Dios mismo). Y Juan responde honradamente que él sólo es la voz del que grita en el desierto, el pregonero que prepara el camino.
          Entonces –preguntan los sacerdotes- ¿por qué bautizas? A lo que responde Juan que él sólo bautiza con agua. Su bautismo es sólo simbólico. No tiene efectos más que de recordatorio o advertencia. En medio de vosotros está uno que no conocéis, que viene detrás de mí, que existía antes que yo, y del que yo no soy ni digno de sur su criado. Y les ha dado varias pautas que les deben hacer reflexionar: Está ya en medio de vosotros y vosotros no le conocéis. No habéis parado vuestra atención. Existía antes que yo. Yo le preparo el camino pero él va delante. Y no soy digno ni de desatarle la correa de la sandalia (que era el oficio de los esclavos).
         
          La presencia de Jesús es todavía un misterio para aquellos dirigentes judíos, pero ya deben ocuparse en descubrirlo, puesto que “en medio de vosotros está”.

          Y la verdad es que no queda mucho más que decir de ese evangelio. Hay que tener en cuenta que estamos en unos días que no tienen materia propia para hablar de Jesús y que la liturgia está usando de los prolegómenos que le brindan las referencias del Bautista, que es el personaje que ahora mismo ocupa un período de preparación y transición.

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