miércoles, 23 de enero de 2019

23 enero: Mano paralizada


LITURGIA
                      Heb.7,1-3.15-17 nos explica por qué se dice que Jesucristo es sacerdote según el rito de Melquisedec. Melquisedec aparece en el Antiguo Testamento sin genealogía: sin antepasados ni descendientes. Jesús, en realidad, no proviene de padres humanos, y es hijo de María por acción misteriosa del Espíritu Santo. Por eso el sacerdocio de Jesucristo no es heredado como el de los sacerdotes de la antigua ley, sino que le ha sido concedido directamente  por Dios, y es un sacerdocio único que dura eternamente.

          Pasamos al evangelio (Mc.3,1-6), que es un episodio más de esa persecución que padece Jesús. Ha llegado a la sinagoga y participa como buen judío de la explicación de la palabra de Dios.
          Jesús observa que hay un hombre que tiene un brazo paralizado, y lo invita a ponerse en medio a la vista de todos, de modo que todos puedan ser responsables de la solución que se le dé a aquel hombre.
          Cuando lo tiene allí delante, Jesús pregunta a la asamblea si está permitido en sábado hacer el bien o si en sábado hay que no hacer el bien e incluso dejar morir… La pregunta era muy fácil de responder, pero eso supondría la buena fe de las gentes y el sentido común de los fariseos. La gente no se atreve a hablar porque allí están los inquisidores que serian capaces de expulsar de la sinagoga a quien respondiera que se puede hacer algo en sábado.
          Los fariseos no hablan. No pueden hablar, porque de cualquier manera se cogen los dedos. Si dicen que sí se puede actuar, le dejan campo libre a Jesús y para ellos eso es desdecirse de sus posturas extremosas que siempre defienden. Si dicen que no, están quedando mal ante la concurrencia que tiene otro sentido de la vida y de la necesidad de quien sufre. Y se quedan callados.
          Dice el texto, con una fuerza inmensa que Jesús echó una mirada sobre la concurrencia y que en su mirada había ira, la que explica con un añadido: dolido por su obstinación. Jesús no podía quedar indiferente en sus sentimientos ante aquella dureza –cabezonería- de los responsables religiosos.
          Y asume la responsabilidad y le dice al hombre que extienda su mano. Verdaderamente con aquello no había ninguna violación del sábado porque extender la mano no suponía trabajo. De hecho entre los asistentes, la gesticulación que estaban haciendo era una constante extensión de sus brazos, y nadie pensaba que por ello estaban violando el sábado.
          El hombre extendió el brazo y quedó restablecido. Y habrá que pensar que con harto contentamiento de la concurrencia, que estaba mucho más cerca de la compasión de Jesús que de la rigidez de sus dirigentes. Al fin y al cabo, si alguien hubiera tenido un familiar en las condiciones del hombre paralítico, hubiera deseado con todas sus fuerzas que apareciera un Jesús que le llevara a extender el brazo afectado.
          Sólo los fariseos, obcecados, no lo vieron bien. Diríamos que ni siquiera lo juzgaron “pasable” como una excepción caritativa. Por el contrario, en su testarudez, no tuvieron dificultad de aliarse con los herodianos –tan diferentes en sus ideas del ámbito religioso- con tal de pensar en el modo de acabar con Jesús. Era el modo que sabían de poner coto a la obra de aquel hombre bueno  que pasaba por el mundo haciendo el bien, para quien el sábado se ha hecho para bien del hombre y no que el hombre quede paralizado en función de una ley.

          Hoy estamos viviendo una involución en el plano religioso con una tendencia de vuelta atrás, que hace intransigentes y extremistas a aquellos que se han metido por ese túnel. Los efectos son semejantes a los que nos muestran los evangelios en torno al mundo farisaico: pactar, aunque sea con el demonio, con tal de hacer secuaces que ataquen a la Iglesia, al Papa, a los sentimientos de misericordia y compasión. Sólo importa “aplicar las leyes”, que, por otra parte quedan radicalizadas y presentadas en aspectos parciales para que digan lo que ellos quieren, y no lo que la buena doctrina enseña y presenta.
          Debemos estar muy atentos para no caer en esas posiciones. Los fariseos no cejaron en su aversión a Jesús y, contra toda justicia y contra todo sentido común, lo acabaron llevando a la muerte de cruz. También hoy se lleva a la cruz a la Iglesia y al Papa. La historia de los radicales modernos no difiere de la de aquellos de entonces.

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