domingo, 31 de diciembre de 2017

31 diciembre: SAGRADA FAMILIA

Liturgia:
                      Nacido Jesús, el matrimonio de María con José ha quedado constituido FAMILIA, donde cada miembro guarda una relación con el otro, y donde todos dependen de todos. Lo que pasa en una familia normal es que hay una jerarquía: el padre de familia, la madre de familia (y esposa) y el hijo que depende de sus padres. En Nazaret la familia está constituida al revés de la dignidad de cada uno, porque de hecho el más importante, y el centro de todo y la razón de ser, es Jesús que, sin embargo es el que vive supeditado y obediente en todo. La madre de familia es la que ha engendrado a Jesús: es la que encierra la otra gran dignidad objetiva. Pero es la esposa, y por tanto es dependiente del padre de familia que, en una cultura patriarcal como aquella, es el que tiene la máxima autoridad, aunque él no es el padre de Jesús, y su misión queda en trasmitir la descendencia davídica y en ser el responsable de que aquella familia vaya adelante.
          Por tanto la familia no está en función de los valores personales individuales sino en la relación y dependencia natural que necesita para funcionar debidamente: el padre de familia es la máxima autoridad –aquí es José-; la madre es la que lleva adelante el funcionamiento del hogar, y el hijo está siendo siempre el que aprende y obedece.
          Según ese principio esencial, la 1ª lectura (Eclo.3,3-7.14-17( prioriza la labor del padre, más respetable que los hijos, y la madre cuya autoridad se ejerce sobre los hijos. De ahí que a los hijos les toque respetar a la madre (que eso acumula tesoros, y Dios escucha;  honrar al padre (lo que expía los pecados), lo que tendrá por premio una larga vida. Hijo mío, se constante en honrar a tu padre, no lo abandones mientras viva, aunque su mente flaquee. La piedad para con tus padres no se olvidará, será tenida en cuenta para pagar los pecados.
          Hay, pues, una llamada a vivir la vida familiar con ese respeto y amor profundo, en el que se superan todas las dificultades. Que si lo plasmáramos en la vida de familia de Nazaret, encontraríamos esa bondad y actitudes de máximo cariño y recíproco respeto, por el que aquella vivencia de familia era ejemplar.
          La 2ª lectura es una página sublime de San Pablo a los fieles de Colosas (3,12-21), que bien podríamos considerar un programa de vida para una vida de familia. Punto de partida o postura general, la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura y la comprensión. Una verdadera baraja de convivencia gozosa y cordial. Pero adentrándose en actitudes básicas y realistas, hay que sobrellevarse mutuamente y perdonarse cuando alguno tenga queja contra otro. La convivencia no es una balsa de aceite. Tiene sus momentos más difíciles, aunque sean momentáneos. Pero para que sean momentáneos, requieren actitudes de sobrellevarse y perdonar las situaciones en que algo se complica.
          Pero sobre todo y ante todo, hace falta, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada. Lo que aprieta filas es, por encima de todo, el amor. Y ese amor provocará la paz de Cristo para que actúe de árbitro en los corazones. Y el árbitro detiene la jugada defectuosa, rehace el plan correcto, y se sigue el juego con normalidad. Paz de Cristo que tiene que estar dentro de los corazones de cada uno de los miembros de la familia.
          Y sed agradecidos, que no sólo expresa el hecho de saber agradecer sino de estar atento a los pequeños detalles que fomentan la unión: recordar fechas, celebrar eventos de familia, tener un pequeño obsequio, un beso en el momento oportuno… Toda una manera de “agradecer” que no se queda en palabras sino que se plasma en lo diario de cada día.
          Y todo ello bajo la acción de Dios, vivida en la oración, agradecimiento a Dios, súplicas, cantos y Eucaristía.
          Fácil es en ese momento aconsejar a la esposa su actitud de esposa respecto de su marido, y al marido su actitud de esposo respecto a su mujer. O a los hijos, ocupando su lugar, que será sereno y plácido cuando el matrimonio vive una vida de unión ejemplar.
          Aterrizar en el evangelio (Lc 2,22-40) es hallar esa vida ordenada según la Ley de Dios, que es lo que vivieron José y María respecto al niño, cumpliendo con él todo lo prescrito por la ley. Y finalmente viviendo en Nazaret esa vida donde los padres ven crecer a su hijo y viven en función de él.
          Que la participación en la Eucaristía sitúe a cada miembro de la familia en su lugar, viviéndolo en gozo y plenitud.



          Pedimos a Dios con acento especial por la familia humana y por la familia cristiana, que necesita vivir el espíritu de amor y sacrificio.

-         Por los esposos, para que en ellos reine la misericordia entrañable, la bondad, la dulzura y la comprensión, Roguemos al Señor.

-         Por los padres y madres para que eduquen a sus hijos con cariño y firmeza, Roguemos al Señor.

-         Por los hijos para que sepan acoger a sus padres, y valoren sus enseñanzas, Roguemos al Señor.

-         Porque el amor sea la fuerza que impere como verdadera autoridad en la familia, Roguemos al Señor.

-         Porque sepa cada uno ser agradecido, con detalles delicados que expresen el amor mutuo, Roguemos al Señor.


Vela, Señor, por las familias actuales; ábreles el sentido del recíproco sacrificio para que cada uno piense en el otro, y da generosidad a los padres jóvenes para abrirse a la vida.

          Lo pedimos por Jesucristo N.S.

sábado, 30 de diciembre de 2017

30 dic.: Mundo hostil al evangelio

Liturgia:
                      La 1ª lectura -1Jn.2,12-17- es una exhortación concreta en la que Juan aconseja a mayores y menores, a padres e hijos, y a jóvenes y fieles discípulos en general, a los que nombra como “hijos míos”. Les escribe a todos como orientación personal. A sus discípulos, porque se le perdonan los pecados por el nombre de Cristo; a los jóvenes, porque han vencido al maligno y porque son fuertes y la Palabra de Dios permanece en vosotros; a los padres porque conocen al que vive desde el principio. Bella descripción que ya quisiéramos poder aplicar a nuestro mundo actual: a los mayores y a los jóvenes, a los padres y a los hijos. Porque ¿realmente se puede decir que han vencido al maligno…, que son fuertes para resistir los envites de un mundo que se mete a los cuatro vientos?
          La palabra con la que previene, es más aplicable a la realidad: advertir que no améis al mundo ni lo que hay en el mundo. Y lo que hay en el mundo lo describe después: las pasiones del hombre terreno, la codicia de los ojos y la arrogancia del dinero. Lo que traducido a conceptos inteligibles para nosotros, indican esas pasiones con las que el mundo –el hombre terreno- se ha emborrizado en la suciedad del sexo, de la droga, de la pornografía… La codicia de los ojos, que es el dinero, la avaricia, la riqueza que corrompe, que avasalla, que da pábulo a las otras “pasiones del hombre terreno”, y “la arrogancia” que da el dinero y que se traduce por soberbia, por engreimiento, corrupción, abuso de poder.
          Concluye San Juan diciendo que todo ese “mundo” hostil al evangelio, pasa. Eso domina ahora pero se esfuma, no deja nada, cambia como la arena de las dunas, mientras que el que hace la voluntad de Dios, permanece para siempre.
          Es evidente que esto se entiende desde la fe, desde el pensamiento espiritual, desde la concepción sobrenatural de la vida. Y no se entiende en absoluto desde la concepción mundana, que está vacía para poder entender los valores espirituales. Ya nos dice San Pablo que el mundo nos considera unos desgraciados (“crucificados”) porque no tiene más altura y no saca la mirada por encima de su propia ceguera. Por el contrario, nosotros vemos que el mundo es el que es un desgraciado, privado de esa visión de tejas arriba en la que los hombres espirituales podemos encontrar el gozo más profundo y duradero. Porque al final, gozamos en este mundo con nuestra fe y esperanza, y luego encontraremos la paz infinita y la posesión del cielo.
          Le preguntaron una vez a un compañero misionero en América, qué podría experimentar si luego, tras la muerte, no hubiera nada. Y el misionero respondió: que si no hubiera nada, no se iba a enterar. Pero mientras tanto había gozado aquí en la espera de ese mundo mejor.
          Podemos concluir, pues, con las mismas palabras de esa 1ª lectura: El mundo pasa con sus pasiones, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.

          En el evangelio –Lc.2,36-40- se completa la experiencia del día de la presentación del Niño en el templo. Simeón fue el varón que descubrió en Jesús al Mesías deseado. Pero San Lucas procura sacar a una mujer donde ha intervenido también un hombre. Y nos habla de aquella viuda, de vida meritoria, mujer que estuvo siete años casada, muy joven, pero que al morir el marido ella se dedica al culto del templo, día y noche, con ayunos y oraciones. Y a la par que Simeón tomaba al Niño y profetizaba y daba gracias a Dios, Ana (que así se llamaba la hija de Fanuel), daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel.
          Hay después un punto final en el evangelio de Lucas, que no debe pasarse por alto a la hora de entender mejor otros determinados relatos. Nos dice Lucas que cuando cumplieron todo lo prescribía la Ley de Moisés, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.

          Y allí, asentados en Nazaret a partir de los 40 días del nacimiento, el niño iba creciendo y robusteciéndose y se llenaba de sabiduría (conocimientos que van dándose poco a poco en aquel niño, como podría ser en cualquier niño), y la gracia de Dios le acompañaba. Volverá a repetir lo mismo más adelante para expresar que Jesús era un niño normal que fue creciendo al paso de su edad y de la educación familiar, con unos padres tan excelentes y cumplidores de la voluntad de Dios.

viernes, 29 de diciembre de 2017

29 diciembre: Purificar más

Liturgia:
                      Hoy es el primer día, tras la Navidad de Jesús en que la liturgia vuelve a los evangelios de la infancia. Naturalmente que no a evangelios del nacimiento porque esos se han acabado con lo visto el día de Navidad. Hoy, pues, pasa al hecho de la presentación del Niño en el templo (Lc.2,22-35), que había de producirse, según Ley, al acabar la cuarentena de la madre, y por tanto a los 40 días del nacimiento del hijo primogénito. Hemos dejado atrás alguna narración de Belén –que ya veremos próximamente- y nos entramos en este suceso de la presentación del Niño primogénito, que los padres (pobres en este caso) habían de rescatar mediante el ofrecimiento de un par de tórtolas o pichones.
          Había en Jerusalén un anciano que había suplicado a Dios no morir sin ver al Mesías. El día que José y María entraban en el templo para presentar al niño, aquel anciano les sale al paso, pide a María que ponga al niño en sus brazos y canta con emoción un canto de despedida de la vida, porque sus ojos ya han visto al Salvador: Ahora ya puedo morir en paz.
          Pero no se quedó sólo en eso; hizo dos profecías, una sobre el niño, a quien define como bandera ante la que toman partido –a favor o en contra- las gentes, y por tanto, ante quien no van a quedar indiferentes los hombres: va a ser amado y odiado con la misma intensidad. La segunda profecía, muy ligada con la primera, se refiere a la madre, a la que le augura una espada de dolor que le va a atravesar el corazón. Y no es para menos, porque es la madre de ese hijo cuya vida va a ser tan difícil.

          La 1ª lectura es muy práctica y lleva a una revisión profunda de la propia conciencia: 1Jn.2,3-11 no pone una línea divisoria clara para saber si estamos en la luz o en la tinieblas: en esto sabemos que conocemos a Dios, si guardamos sus mandamientos. La cosa es clara. Y los mandamientos son diez y nos obligan y exigen los diez. Y nos hemos de examinar según los diez. De ahí lo improcedente de tantas confesiones, que quedan en vacío: Quien dice: ‘Yo le conozco’ y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso…, se está mintiendo a sí mismo, y la verdad no está en él. Creo que ya este comienzo es suficiente para una reflexión más a fondo sobre nosotros mismos.
          Quien guarda su Palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a plenitud. En esto conocemos que estamos en él. Quien dice que permanece en él, debe vivir como vivió él. Aquí está ya hablando claramente de Jesús, que es el que vivió en la tierra y vivió de una determinada manera en fidelidad a Dios.
          De donde se deduce que no es escribo un mandamiento nuevo, sino un mandamiento antiguo, que tenéis desde el principio: la Palabra que habéis escuchado. Y sin embargo os escribo un mandamiento nuevo, pues las tinieblas pasan y la luz verdadera brilla ya.

          Estamos en ese binomio tan propio de San Juan, de la luz y la tiniebla. Y quien dice que está en la luz y aborrece a su hermano, está aun en las tinieblas. Es cierto que “aborrecer” al hermano es un término muy fuerte. Pasado al sentido de la palabra original, expresa amar menos. Y aquí aparecen en la vida de cada uno una serie de briznas que dan sombra…, que aunque no sean tinieblas cerradas, expresan aversiones, recelos, suspicacias. Yo no me excluiría de esa realidad. Creo que en el fondo del alma son posibles ráfagas de menor amor y menor acogida. No dejan a oscuras pero tampoco dejan diáfano el cielo de la propia conciencia. Hay que purificar. Creo que tomar entre manos estas reflexiones de San Juan, obligan a una limpieza más fina de nuestros propios sentimientos (o resentimientos, si los hay)…, esas briznas que quedan en los repliegues del alma, y que si Dios nos da la luz para ver, posiblemente vamos a encontrarlas. Es lo que San Ignacio llama desorden que, sin poderse catalogar como pecado o tiniebla, sin embargo son realidades que no están tan limpios en la dirección hacia Dios. Y que hay que conocer internamente para que me enmiende y ordene.

jueves, 28 de diciembre de 2017

28 diciembre: Santos Inocentes

Liturgia:
                      De alguna manera volvemos más al tema de la Navidad, en cuanto que la muerte de los SANTOS INOCENTES está directamente relacionada con el nacimiento de Jesús. Eso lo recoge el evangelio de San Mateo (2,13-18) y tiene su paralelismo con la persecución que hizo el Faraón de los niños de los hebreos, de la que se salvó solamente Moisés. Aquí es Herodes el que quiere acabar con todos los niños de Belén, menores de 2 años, y se salva solamente Jesús por una intervención de Dios, que habla en sueños a José para darle la terrible advertencia de que Herodes busca al niño para matarlo y que debe huir a Egipto, y quedarse allí hasta nuevo aviso.
          Aquellos niños fueron los inocentes que mueren por razón de Jesús, aunque sin poder tener conciencia de ello. Quienes sufren  inmensamente son sus padres, y ahí se aplica la profecía de Jeremías: Un grito se oye en Ramá, llantos y lamentos grandes: es Raquel que llora por esos hijos y rehúsa el consuelo porque ya no viven.
Copio el Oficio de Lectura de San Quodvultdeo en la fiesta de los Inocentes:
El gran Rey nace como un niño pequeño. Vienen los magos desde tierras lejanas; vienen para adorar al que está todavía acostado en un pesebre, pero que reina ya en el cielo y en la tierra. Cuando los magos hacen saber a Herodes que ha nacido el Rey, Herodes se altera y, para no perder su reino, quiere matar al recién nacido; y, sin embargo, si hubiese creído en él hubiera podido reinar tranquilo aquí en la tierra y para siempre en la otra vida. ¿Por qué temes, Herodes, al oír que ha nacido el Rey? Él no ha venido para destronarte, sino para vencer al diablo. Pero esto tú no lo entiendes y por esto te alteras y te llenas de furor; y, para perder al único niño que buscas, te conviertes en el cruel asesino de muchos. No te detienen ni las lágrimas de las madres ni el dolor de los padres que lloran la muerte de sus hijos ni los gritos y quejidos de los niños. Matas los cuerpos de los niños, porque a ti el temor te mata el corazón; y piensas que, si logras tu objetivo, podrás vivir por largo tiempo, cuando en realidad pretendes matar al que es la Vida en persona. Aquel que es la fuente de la gracia, que es pequeño y grande a la vez, que está acostado en un pesebre, te hace temer por tu trono; por medio de ti, y sin que tú lo sepas, realiza sus designios y libra a las almas de la cautividad del demonio. A los que habían nacido en pecado los recibe en el número de sus hijos adoptivos. Aquellos niños, sin saberlo, mueren por Cristo, y sus padres lloran la muerte de aquellos mártires; Cristo, cuando eran todavía incapaces de hablar, los convierte en idóneos testigos suyos. Así es el reinado de aquel que ha venido para ser rey. Así libera aquel que ha venido a ser libertador, así salva aquel que ha venido a ser salvador. Pero tú, Herodes, ignorando todo esto, te alteras y te llenas de furor; y, al llenarte de furor contra aquel niño, le prestas ya tu homenaje sin saberlo.
           ¡Cuán grande y gratuito es el don! ¿Qué merecimientos tenían aquellos niños para obtener la victoria? Aún no hablan y ya confiesan a Cristo. Sus cuerpos no tienen aún la fuerza suficiente para la lucha y han conseguido ya la palma de la victoria.

La 1ª lectura de 1Jn.1,5 a2,2) es la luz en medio de aquella oscuridad. Mentiríamos si dijéramos que estamos en la luz y mantuviéramos internamente una oscuridad. Vivir en la luz es vivir en Jesús y, por tanto, unidos entre nosotros.
Luz es aceptar que hemos pecado. Confesarnos pecadores es acogernos a Dios, que es justo y fiel. Jesús nos lavará de nuestras injusticias y delitos. El que dice que no peca hace a Dios mentiroso y no poseemos su palabra.
Y reconocernos pecadores no es haber perdido la batalla, porque tenemos un abogado defensor ante el Padre, y ese es Jesucristo, el Bueno, Santo, Justo y Misericordioso. Él es la víctima que se ha ofrecido en lugar nuestro para pagar nuestras deudas, y no sólo las nuestras –los que vivimos más cercanos- sino las del mundo entero: Jesucristo es redentor de toda la humanidad.

miércoles, 27 de diciembre de 2017

27 diciembre: San Juan apóstol

Liturgia:
                      Se ha situado en este día 27 de diciembre la celebración de San Juan evangelista y apóstol, y con ello se introduce en la 1ª lectura la primera carta de San Juan, que nos acompañará varias fechas. Hoy 1,1-4, con un “paralelo” al prólogo del evangelio suyo, con una referencia a lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que contemplaron y palparon nuestras manos: la PALABRA DE LA VIDA (pues la Vida se hizo visible). San Juan evangelista concreta aquello que había dicho en el Prólogo y lo hace en esa experiencia íntima de haberlo vivido en primera persona: nosotros lo hemos visto y oído, os damos testimonio y os anunciamos la vida eterna que estaba con el Padre y se nos manifestó. Es testigo presencial, lo ha vivido durante años y lo que en el Prólogo era una realidad en el seno de Dios, ahora lo puede él testimoniar como convivencia en la realidad terrena.
          Eso que hemos visto y oído os lo anunciamos para que estéis unidos con nosotros en esa unión que tenemos con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Se llena la boca con esa vivencia: lo que hemos visto y oído, lo que le es experiencia directa, lo que le ha dado estar junto a Jesús, viéndolo ir y venir, hablar y orar, observar sus hechos, admirar sus maravillas, sentirlo como alguien íntimo con quien se convive y acaba uno sabiendo lo que le es agradable y lo que le desagrada, lo que piensa y lo que siente. Algo de lo que escribe para que su alegría sea completa, porque es dar a conocer lo que a él le ha llenado el alma, de quien recuerda mil detalles, de quien recoge sus palabras, de quien no puede separarse ya, aunque en este momento ya Jesús se ha ido al Cielo. Pero Juan lo rememora con todo su cariño y como quien se relame con su recuerdo.

          El evangelio del propio Juan (20,2-8) recoge un episodio en el que no se nombra al apóstol, sino al otro discípulo, a quien la tradición ha identificado con el propio Juan, y que es el primero en creer que Jesucristo ha resucitado. Porque ese “otro discípulo”, que sube con Simón Pedro al sepulcro, alertados por la alarma de María Magdalena, es el que llega primero arriba, el que deja paso a Simón, pero es el que antes que nadie vio y creyó. Hasta entonces no habían entendido la Escritura: que Él había de resucitar de entre los muertos. El discípulo en  cuestión “ha entendido la Escritura”, y de los lienzos plegados y el sudario doblado aparte, deduce con toda la fe de su alma que Jesús es realmente un resucitado. Y esa experiencia le marca definitivamente para trasmitir al mundo el sublime 4º evangelio, que va por otros caminos diferentes a los de los sinópticos, escritos hasta entonces.
          Se piensa que Juan, al conocer los otros evangelios, ya no repite lo que está escrito, salvo cuando de un hecho concreto puede sacar todo un tratado de dichos del Señor.
          Otros piensan que él se propuso otra cosa: escribía ya desde la atalaya de sus 90 años y lo que pretende es recoger el legado espiritual de Jesús, ya divinizado y más allá de los hechos en sí. Y es evidente que su evangelio ya contiene las vivencias profundas de una comunidad cristiana ya constituida y madura, que expresó con redoblada riqueza el pensamiento de su maestro.
          Hay autores que han descubierto un cierto “paralelismo” con la línea conductora del Antiguo Testamento, que va expresándolo en narraciones apropiadas para demostrar que en efecto Jesucristo es el anunciado y deseado de las naciones.


          No me resisto a volver la mirada a la Navidad, y recojo la carta a Tito, cuya cita ocupa la 2ª lectura de la Misa de la Aurora: Ha aparecido la bondad de Dios y su amor al hombre. San Jerónimo traduce en una sola palabra: “ha aparecido la humanidad de Dios”. Lo que puede ir en dos sentidos: el Dios humanado, o el Dios tan humano que se ha metido en la realidad humana para podernos entender y ayudar desde la proximidad y la cercanía. Como cuando decimos: “Qué humano es Fulano”. Estamos expresando la forma en que se acerca a la necesidad de otros, a captar los sentimientos de ellos… Dios, en Belén, se ha hecho tan cercano a los hombres que ha asumido los mismos pequeños detalles de los hombres. Es el Niño…, será el adolescente, el joven, el adulto, el hombre maduro que se ha metido en el corazón de cada criatura para poder saber desde dentro las muchas necesidades y situaciones por las que pasamos. Eso lo vemos a las claras en los evangelios, y descubrimos las reacciones de ese Jesús que no soporta ver una necesidad sin intervenir a favor del afectado.

martes, 26 de diciembre de 2017

26 diciembre: San Esteban

Liturgia:
                      No puedo menos que confesar lo incómodo que me resulta cada año la inflexión total que me produce pasar del día de ayer –la Navidad y el ambiente espiritual de la Navidad- a la fiesta del martirio de San Esteban, que la liturgia nos sitúa hoy. Pero es lo que hay y por ahí vamos a empezar.
          San Esteban es el primer mártir consciente de su fe en Cristo. El primer mártir tras la eclosión de Pentecostés. Si tomamos en serio lo que apunté en una de mis últimas reflexiones en el blog, de que sobre el pesebre de Jesús se dibuja ya la sombra de la cruz, el martirio de San Esteban encuentra ahí su encaje en este momento del año. El nacimiento de Jesús a la vida humana, “atrae” el pensamiento del nacimiento para el cielo del primer testigo de la Iglesia que dio su vida por Cristo, precisamente por ese Cristo que nace en Belén y que llega al Jordán para tomar los pecados de la humanidad y llevarlos hasta la cruz, donde los deja colgados como protocolo que expresa el por qué de la muerte de Jesús.
          Ahí está la razón de Esteban en este día siguiente a la Navidad. Esteban defendía la doctrina aprendida de Jesús, y lo hacía con grandes conocimientos y argumentos, a los que no podían resistir todas las intentonas farisaicas para derribar la doctrina de Jesús. (Hech. 6,8-10; 7,54-59). Y donde no hay razones para defender una idea, entra la violencia. Y cuando Esteban pronuncia aquellas palabras: Veo el Cielo abierto y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios, los que escuchan se rasgan las vestiduras como corresponde a la reacción frente a una blasfemia. Y como a blasfemo tratan a Esteban, a quien sacan de la ciudad para apedrearlo. Así muere Esteban, quien expira pronunciando las palabras de perdón de sus enemigos, pidiendo a Dios que no les tenga en cuenta ese pecado.
          El evangelio correspondiente (Mt.10,17-22) toma el anuncio de Jesús a sus apóstoles del trato que van a recibir “de la gente”, que les entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante pueblos y reyes: así daréis testimonio ante ellos y ante los gentiles. Y todo eso no va a venir de “los enemigos” declarados sino de los mismos padres hacia sus hijos y de los hijos hacia sus padres. Todos os odiarán por mi nombre. He ahí el secreto y razón suprema de toda esa persecución: por el nombre de Jesús, por causa de Jesús. Ahí encaja ya esa celebración de San esteban con la inmediatez de la Navidad. Muere Esteban porque Jesús ha nacido y porque con su nacimiento ha establecido otro orden de cosas.

          Esto nos retrotrae a la lectura 2ª de la Misa de Nochebuena (Tit.2,11-14), que no debe pasarse de largo porque es de una profundidad, y llamada, muy fuertes. Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos. O dicho en la simplicidad de la Vulgata: Ha aparecido la Gracia salvadora de Dios. Ha aparecido el Dios salvador. Jesús ha nacido como salvador. Pero una salvación a la que no podemos asistir pasivamente, esperando que “nos caiga”. Ese Jesús que “ha aparecido”, ese Niño que no habla, sin embargo viene enseñándonos, en lo que hay que quitar y en lo que hay que poner. Hay que renunciar a los deseos mundanos y a la vida sin religión Esto se dice muy pronto pero es todo el comienzo de un programa de vida. Es la parte purificatoria, lo que hay que quitar, lo que hay que renunciar. Y hoy día no está tan fuera de lugar el plantear la renuncia a los deseos mundanos, precisamente en una situación en la que nos invaden esa serie de reclamos que llevan al camino más contrario a Dios y a las enseñanzas de Dios. Momentos, pues, en los que muchos cristianos y piadosos, están envueltos en esos planteamientos humanos, vacíos y pecaminosos.
          Y no digamos lo que invade el ambiente: la vida sin religión, sin referencia a Dios, a las enseñanzas de Dios.
          Por eso, el Niño que nos ha nacido –que “ha aparecido”- nos conduce hacia la creación de formas positivas de respuesta: vivir desde ahora una vida sobria, honrada y religiosa, aguardando la dicha que esperamos: la aparición gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro: Jesucristo.

          Una vida sobria: casi una palabra que esta desterrada del léxico popular. ¿Quién entiende hoy de sacrificio, temperancia, dominio de sí…, en una palabra, SOBRIEDAD? Y sin embargo es el camino para vivir una vida honrada…, un paso hacia esa vida “religiosa”, que no sólo es “piadosa” sino abierta a la atención hacia los otros. Bien podría traducirse por “una vida según el evangelio”. Aguardando un encuentro final que hemos de tener con Jesucristo. Que la cosa no es para pasarla por alto.

lunes, 25 de diciembre de 2017

25 diciembre: NAVIDAD

Liturgia:
                      Me voy a permitir la licencia de situarme en la MISA DE LA AURORA, en vez de la DEL DÍA, con tal de mantener el ambiente navideño en las lecturas y en el sentir de los fieles.
          Vaya por delante que la liturgia del día de Navidad es tan rica que tiene 4 formularios: uno para la tarde anterior (Misa de la vigilia), otro para la medianoche (la llamada “Misa del Gallo”), otro para el amanecer (Misa de la aurora) y otro para el día de Navidad. Pero como digo, me voy a retrotraer a la AURORA para conservar el calor espiritual de esta fiesta.
         
          Las lecturas centran la fiesta de este día. Is.62,11-12 nos presenta con brevedad el hecho que ha ocurrido: Mira a tu Salvador que llega, y eso ha de proclamarse hasta el confín de la tierra. Haber nacido Dios en nuestro mundo es algo que no puede callarse, no hay pueblo que no oiga ese hecho sublime de que el Dios del Cielo ha abierto sus ojos en nuestra tierra, que será llamada ahora “pueblo santo”, “redimidos del Señor”, tierra “buscada”, “ciudad no abandonada”.

          Porque –como nos dice la 2ª lectura (Tit.3,4-7), ha aparecido la bondad de Dios y su amor al hombre, no por nuestras obras santas sino según su propia misericordia, por la que nos ha regenerado y nos ha levantado a otra vida superior a la biológica por la renovación por el Espíritu Santo. Con la venida de Jesús al mundo, hemos sido elevados a la dignidad de hijos de Dios.

          Y todo eso se plasma en aquella llegada de los pastores al lugar del nacimiento (Lc.2,11-20), llamados por el ángel de Belén, al que responden ellos con toda le fe y la humildad de hombres sencillos y admirados de lo que se les ha anunciado.
          Y encontraron a María y a José, y al Niño recostado en el pesebre. Es ese momento en que declaran lo que les ha ocurrido y cómo los ángeles les han dicho que les había nacido el Salvador. Los primeros admirados son María y José; admirados por el anuncio a los pastores, y admirados de las ocurrencias de Dios, que se ha buscado a aquellos adoradores de entre los pastores de la comarca.
          El evangelista nos dice –y no será la única vez- que María conservaba todas estas cosas meditándolas en su corazón. Había que meter en esa arca profunda los sucesos que estaban ocurriendo Había que rumiarlos y que digerirlos. Pero no sólo para comprenderlos con la mente sino como el gran abismo de la fe, de la que María irá extrayendo toda su vida para poder asumir el misterio que se le había encomendado: meditar en el corazón.
          Los pastores también estaban absortos. Y se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído, tal como les habían anunciado.

          Hemos culminado el adviento. Hemos desembocado en la Navidad. Jesús nos sigue esperando para que esta venida suya tenga efectos en nosotros. Y que el hecho de ver a Dios hecho un Niño, nos mueva a hacernos nosotros más niños delante de Dios para vivir la obediencia y la fidelidad.

          Hoy recibiremos a Jesús en la EUCARISTÍA con un sentimiento más especial El beso a una imagen del Niño nos es devoto. Pero recibirlo dentro y poderlo abrazar con el alma es muchísimo más porque es real…, porque es reproducir el momento aquel en que María y José recibieron al Niño. Ojalá que también nosotros meditemos en el corazón todo este misterio de amor.

          Máxime, cuando sabemos que toda la ternura de Belén no se queda ahí, porque el misterio del amor de Dios traspasa la vida de Jesús y lo deposita un día –ya muerto- en el mismo regazo que ahora lo recibe niño en Belén. Para entender Belén hay que ver sobre el pesebre la sombra de la cruz. Y eso es un programa de vida que nos llega a nosotros, si queremos vivir completa nuestra vocación cristiana.

domingo, 24 de diciembre de 2017

24 diciembre, noche: NOCHEBUENA

Liturgia: NOCHEBUENA
                      La liturgia nos pone ante la luz. (Is.9,2-7). El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande, una luz les brilló. “Nochebuena” es el momento en que, en el mundo, se enciende la luz. Se ha acabado la violencia de la vara del opresor y la bota que pisa con estrépito. Lo que ahora se anuncia es algo tan delicado y tierno como un Niño: Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado…, y es Príncipe de la paz…, una paz sin límites sobre el trono de David.

          El evangelio de esta noche es la narración del Nacimiento: Lc.2,1-14. El hecho en sí no se explica con detalles. Sencillamente se narran las circunstancias que llevaron a José y María a desplazarse a Belén, para afirmarnos ya, sin más, que mientras estaban allí le llegó a María el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada. Así, con esa corta descripción se narra el acontecimiento inmenso del nacimiento en nuestra tierra del Hijo de Dios. Y no tenemos más detalles.
          Dicen comentaristas de mucha profundidad que es pretendido esa carencia de datos, porque Dios no quiso pertenecer en propiedad ni a la posada ni a algún lugar concreto. Nacía el Hijo de Dios para el mundo entero, y por tanto nadie podía atribuirse haber sido el protagonista de aquel suceso.
          Si alguien puede sentirse directamente aludido son los pobres pastores que velaban sobre sus rebaños en parajes cercanos, a quienes se les anuncia que os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor. ¿Y cuál es la señal para encontrarlo? –Un niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre. Todo en esa humildad absoluta que sólo entiende Dios y los pobres. Porque si se hubiera hecho una encuesta en Jerusalén para barruntar dónde y cómo iba a aparecer el Mesías, jamás hubieran dado en el clavo.
          Acto seguido Dios se monta su fiesta y el ángel que anuncia se desdobla en miríadas de ángeles de luz –una legión del ejército celestial- que cantan el primer villancico de la historia: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que Dios ama. Ahí se detiene la liturgia de esta noche santa.

          Pienso que podemos hoy utilizar la explanación que el Papa ha hecho de este día, con el título: NAVIDAD ERES TÚ: cuando decides nacer de nuevo cada día y dejar entrar a Dios en tu alma. El pino de navidad eres tú, cuando resistes vigoroso a los vientos y dificultades de la vida. Los adornos de navidad eres tú, cuando tus virtudes son colores que adornan la vida. La campana de navidad eres tú cuando llamas, congregas y buscas unir. Eres también luz de navidad cuando iluminas con tu vida el camino de los demás con la bondad, la paciencia, alegría y la generosidad. Los ángeles de navidad eres tú cuando cantas al mundo un mensaje de paz, de justicia y de amor. La estrella de navidad eres tú cuando conduces a alguien al encuentro con el Señor. Eres también los Magos cuando das lo mejor que tienes sin importar a quién. La música de Navidad eres tú cuando conquistas la armonía dentro de ti. El regalo de Navidad eres tú, cuando eres de verdad amigo y hermano de todo ser humano. La tarjeta de Navidad eres tú, cuando la bondad está escrita en tus manos. La felicitación de Navidad eres tú, cuando perdonas y restableces la paz, aun cuando sufras. La cena de Navidad eres tú, cuando sacias de pan y de esperanza al pobre que está a tu lado. Tú eres, sí, la noche de Navidad, cuando humilde y consciente, recibes en el silencio de la noche al Salvador del mundo sin ruidos ni grandes celebraciones; tú eres sonrisa  de confianza y de ternura, en la paz interior de una Navidad perenne que establece el Reino dentro de ti. Una muy Feliz Navidad para todos los que se parecen a la Navidad.

          No me he resistido a repetir este texto porque me parece que puede ser un gran resumen y enfoque de la Navidad verdadera, la que celebramos los cristianos con conciencia de lo que estamos celebrando. Y que vivido en la EUCARISTÍA hoy es como un reclamo de gran fuerza para preguntarnos en el fondo del alma, si estamos celebrando la Navidad de Jesús.


          AHORA SÍ: CUANDO HEMOS CELEBRADO ESTA NOCHE SANTA, OS DESEO FELICIDAD ÍNTIMA DEL ALMA. Y todo lo demás, que se os dé como añadidura.

24 diciembre: Está para llegar

Liturgia del 4º domingo de adviento - B
                      En un mismo día tenemos dos celebraciones: por la mañana, a la espera. Por la noche, el momento sublime de la Nochebuena. Por la mañana el anuncio de la encarnación. Por la noche, el Nacimiento. Este año ha caído así y la verdad es que resulta vertiginoso el paso de la liturgia, respondiendo a las fechas del calendario que ha tocado este año.
          Hay una contraposición de situaciones entre la 1ª lectura (2Sam7,1-5.8-11.16) y el evangelio (Lc.1,26.38). En la 1ª lectura David se apropia el honor de construir un templo al Señor: Mira, yo estoy viviendo en casa de cedro, mientras el arca del Señor vive en una tienda. Natán, el profeta lo ve bien y le impulsa a hacerlo, pensando que Dios está de acuerdo con aquel pensamiento del rey.
          Sin embargo Dios se dirige a Natán para que le comunique a David que él no va a ser quien construya aquella morada para el arca de Dios. Y le hace un resumen de acciones de Dios con David por las que Dios ha sido  quien tomaba la iniciativa. Pero tras todo eso hay una realidad: David ha sido un rey guerrero, y Dios le anuncia algo esencial a Dios: la paz: Te pondré en paz con todos tus enemigos… Pero sobre todo, más allá que la propia realidad personal de David, Dios lo proyecta hacia una promesa de mucha mayor envergadura: tu trono durará por siempre…, tu casa y tu reino durarán siempre en mi presencia. Es evidente que esa eternidad no podía caberle a David…: hay una mirada mucho más allá, hacia la promesa mesiánica. Y eso no depende de los planes y proyectos de David, por más nobles que fueran.

          En el evangelio, María no dice: “voy a hacer la voluntad de Dios”, sino “hágase en mí lo que Dios quiere”. María se ofrece pero deja a Dios la iniciativa. Que sea Dios el que haga. María se hace puro cristal que, al no poner nada de su propia voluntad, deja transparentar total y solamente a Dios. Todo el evangelio que hemos tenido hoy –una vez más la enorme poesía del misterio de la encarnación- es una manifestación de la actitud de María ante el anuncio del ángel. Ella se hace a un lado y acoge humildemente lo que Dios le va manifestando. La única pregunta que Maria necesita saber es si ella ha de actuar de alguna manera: es muchacha prometida en matrimonio pero no ha convivido con varón. ¿Qué es lo que Dios le está pidiendo y qué actuación tiene que tener ella? Y como el mensajero le dice que Dios llevará la iniciativa, y que es Dios quien va a actuar, ella se pliega plenamente y acoge la acción de Dios tal como Dios quiera realizarla: Hágase en mí… Se siente esclava de Dios, y por eso a ella no le toca más que acoger la voluntad de su Señor. Y no cómo quien se resigna, sino festejando en alegría admirada la maravilla que el Dios grande ha hecho en su pequeñez.

          La 2ª lectura (Rom.25-27) recoge el misterio y lo agradece a Dios, a quien sea dada la gloria por los siglos.

          Vivamos la EUCARISTÍA con esa actitud de dejarnos hacer por Jesús que viene a nosotros. Nosotros no podemos ofrecerle otra cosa que nuestra humildad, nuestra fe, nuestra esperanza, nuestro deseo de que anide en nuestro corazón. Y que él sea el que actúe como desee. Nosotros ofrecemos la pequeñez de nuestra cueva de Belén personal. Él será el que la ocupe en la forma que él quiera. “Hágase” va a ser también nuestra palabra rendida en este día. Ojalá sepamos rezar de verdad la oración de Carlos de Foucold, que se entrega sin condiciones a que se realicen en él los planes de Dios: Padre, me pongo en tus manos; haz de mí lo que quieras; sea lo que sea, te doy las gracias. Te confío mi alma, te la doy, con tal que tu voluntad se haga en mí y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Padre.

          Acéptanos, Padre, nuestras peticiones.
-          Que la Iglesia te acoja en tu venida, y se prepare a recibirte con humilde actitud de esclava. Roguemos al Señor.
-          Que nosotros estemos abiertos a recibir tus planes sobre cada uno de nosotros. Roguemos al Señor.
-          Que preparemos la celebración de la Navidad con el alma abierta a los otros. Roguemos al Señor.
-          Que el centro y motor de nuestra fiesta sea Jesús, al que celebramos. Roguemos al Señor.

Nuestra súplica de hoy abarca a tantas personas que vivirán estas fiestas al margen de su verdadero sentido; pedimos por todos ellos para que descubran siquiera la razón de ser de la alegría de  que celebramos el Nacimiento de Jesús.

          Lo pedimos, Padre, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

sábado, 23 de diciembre de 2017

23 diciembre: Juan ES su nombre

Liturgia:
          El relato que hoy tenemos en el evangelio ha dejado en medio tres meses, desde la llegada de María con los exaltados momentos de emoción que allí se vivieron, hasta que llegara el tiempo del parto de Isabel. Los días en el pueblo de la montaña entraron en la normal monotonía de la vida cotidiana. Zacarías, en su mudez, tuvo mucho tiempo para pensar, sopesar, redescubrir más en profundidad a Dios, al Dios que él no había captado del todo antes de todo esto.          
Isabel y María realizaban las labores de la casa. Isabel desde su pesadez natural; María desde esa agilidad de sus pocos años. ¡Y luego, los ratos gozosos en que hablaban de muchas cosas…, de “sus cosas”, que tanto coincidían en el misterio de Dios!
Y pasaron los breves tres meses y le llegó a Isabel su momento. María, siempre junto a ella, fue un auténtico ángel de Dios.
Lc.1,57-66: Y cuando nació el niño y vinieron de tantas partes familiares y amigos (no era sólo un niño que nacía, sino unas circunstancias especiales de padres mayores), todos empezaron a llamarlo Zacarías, costumbre normal de los primogénitos. Isabel se yergue decididamente y dice que no: porque se va a llamar JUAN.
No les valió mucho su afirmación, que venía de una mujer (lo que en aquella cultura no tenía valor de credibilidad), y le preguntaron a Zacarías. [Observen aquí lo que pudiera decirse un “lapsus” de redacción: Zacarías estaba mudo, pero no sordo; sin embargo el texto dice que le preguntaban por señas]. Zacarías pidió una tablilla y escribió con letras grandes, “JUAN ES SU NOMBRE”. No dice que “se llamará Juan”, que sería como un capricho de familia. Es mucho más: ese Niño TIENE YA SU NOMBRE: “su nombre ES Juan”. Y Zacarías rompe a hablar y a gritar: “Juan es su Nombre”… Para un israelita eso eran palabras mayores. Algo grande ocurría. Y les hace preguntarse, admirados, qué será de ese niño. Y la noticia corre como reguero de pólvora por todos los pueblos y aldeas de la comarca. Hay una convicción honda de que la mano de Dios está sobre él. Y, al estilo bíblico, tantas veces empleado en la Escritura, Zacarías prorrumpe en un cántico de alabanza y reconocimiento de la acción misteriosa de Dios: “Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor para preparar sus caminos, para enseñar al pueblo el camino de la verdad y el perdón de los pecados”].
          Este año no se leerá en la liturgia porque correspondería al día 24, y ese día es 4º domingo de adviento. Es un himno triunfal de alabanza de Dios porque ha visitado y redimido a su pueblo. ¿Cómo? –Suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo. Evidentemente es un cántico mesiánico, una predicción de esa salvación que va a llegar y que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian. Lleva a realidad actual la misericordia que tuvo con nuestros padres, en razón de su Alianza y sus promesas, para que libres de temor, sirvamos a Dios con santidad y justicia.
          Y al llegar aquí es donde se hace referencia expresa a Juan, como ya ha quedado reseñado: Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.


          Encaja aquí la 1ª lectura (Malaquías 3,1-4; 4,5-6) que anuncia a distancia la palabra que trasmite el Señor: Mirad, yo envío mi mensajero para que prepare el camino ante mí. Ese es el anuncio del nuevo “Elías…: el profeta Elías que Dios enviará antes de que llegue el día grande y terrible..., que convertirá el corazón de los padres hacia los hijos y el corazón de los hijos hacia los padres: palabras que reprodujo el ángel en su anuncio a Zacarías. Y tras ese anunciador que cambiará los sentimientos de los corazones, de pronto entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis, el mensajero de la alianza que vosotros deseáis. Jesús, en efecto ya está llamando a las puertas, y lo que es necesario es que nos hayamos dejado tocar por el mensaje de adviento de Juan Bautista, para recibir pronto al Señor, que ya está llegando.

viernes, 22 de diciembre de 2017

22 diciembre: Alabanzas a Dios

Liturgia:
                      Hoy nos abre boca la 1ª lectura 1Samuel 1,24-28. Ana, una mujer que había suplicado fervorosamente tener un hijo, había recibido de Dios la respuesta afirmativa: nació Samuel y lo llevó al sacerdote Elí. Y su agradecimiento lo expresó cediendo el niño al Templo, al servicio de Dios mientras viva.
          Ella y Elí, con el niño Samuel adoraron a Dios. Es la respuesta de la mujer que, una vez realizado su sueño, todo lo “devuelve” a Dios.

          Con esa lectura entramos en el evangelio de hoy, Lc.1,46-56, que encierra ese cántico de agradecimiento y reconocimiento de María al Dios que la ha elegido y bendecido, admirada por la maravilla que ha hecho Dios en ella.
          María ha escuchado las alabanzas de Isabel. María acepta todas aquellas palabras de exaltación de su pariente, y no niega nada de lo que Isabel ha dicho en alabanza de María. Pero María no se apropia nada, no se envanece por ninguna de aquellas admirables alabanzas. Lo que hace es referirlas todas a Dios.
          Me gusta decir “voltea” todo aquel panegírico y lo hace llegar a Dios. [Es posible que la palabra entrecomillada no tenga exactamente el sentido que yo le veo, y que me llamó la atención en una persona que se sentía denostada y maltrecha por acusaciones de otra, y expresaba así su reacción: “volteaba” –echaba aquellos improperios por encima-, y no se sentía ofendida. A mí me resultó sugerente aquella imagen, y la vi reflejada en este episodio de María. María recibe todas las alabanzas pero las “voltea” –las hace llegar a Dios- y ella se queda sin vanidad alguna por todas esas loas].
          De ahí que la oración de María en este instante sea así: Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador, porque ha mirado la pequeñez de su esclava.
          Otra imagen oriental. Las esclavas sentadas en el suelo junto a la pared, esperando “la dignidad” de que el amo le encargue alguna cosa…, que el amo “la mire” como persona útil. Dios miró a su esclava y le dio el sublime encargo de ser la Madre del Hijo de Dios. Y María se admira y agradece. Y sabe que aquella “mirada de Dios” le eleva por encima de todas las personas y la hace foco de admiración: Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí.
          María extiende sus ojos hacia el mundo… Lo que Dios ha hecho en ella va a ser beneficio para todos: La misericordia de Dios llega a sus fieles de generación en generación… Él hace proezas con su brazo. Y María, recopilando dichos de los profetas, asegura que Dios dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despides vacíos.
          En un país sudamericano rezaba un colectivo esa oración y se le presentó la policía por subversivos. Ignoraban los policías que era una oración de la Virgen. Es que María recogía la gran tradición de Israel en defensa de los pobres de Yawhé, y la bendición de Dios sobre los que están padeciendo la necesidad. Ella sabía lo que era eso, y lo recogió en su cántico de alabanza a Dios, que así lo ha querido. En definitiva era “explicar” aquello de la “pequeñez de su esclava”, como ella se sentía en el fondo de su corazón, pero que precisamente por eso había sido acogida y ensalzada por Dios. Ese Dios que auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia, como lo había prometido a nuestros padres.
          María había expresado su alma ardiente en aquella oración, en aquel momento de exaltación de Isabel y de ella misma. Había quedado expresado su sentimiento, su fe, su convicción.
          El relato concluye ya en la línea plana de la vida diaria, que nos presenta a María que se queda con Isabel unos tres meses –el tiempo que restaba hasta el parto de Isabel- y luego volvió a su casa. María hizo aquello para lo que había ido. Ahora en esos tres meses no hay nada que se salga de lo vulgar de un servicio sencillo. Ahora ya no hay manifestaciones especiales. María vive junto a Isabel y Zacarías todo el tiempo que es útil allí. Y cuando ha cumplido su cometido, regresa a Nazaret.

          San Lucas suele tener el estilo de que, al tocar un tema, lo redondea. Con eso parecería que María no estuvo en los tiempos importantes del nacimiento de Juan, cuya narración será mañana. Pero es lógico que María estuvo más especialmente presente en esos momentos que más la necesitaba Isabel.

jueves, 21 de diciembre de 2017

21 diciembre: María e Isabel

Liturgia:
                      Vamos siguiendo a Lucas, que es el evangelista de la Infancia, y que ha narrado más aspectos de aquellos hechos preliminares a la infancia de Jesús. Nos acaba de mostrar las dos anunciaciones, la de Zacarías en el templo y la de María, en Nazaret. Dos anuncios en la misma línea de presentación de la venida del Mesías, primero con la gestación de Juan, que Zacarías no llegó a creerse totalmente, y pidió señal… El mensajero divino le dio la señal de su mudez. Al fin y al cabo era una señal inequívoca de que Dios estaba detrás del anuncio.
          La otra anunciación, a María. Y en María plena disponibilidad a los proyectos de Dios. Sólo necesitaba saber en concreto cómo quería Dios desarrollar su proyecto. No pide señal, aunque el ángel se la da: su pariente Isabel está de seis meses, aunque era una mujer consideraba estéril.
          En cuanto María se rehace del impacto de su anuncio, María decide irse a ayudar a Isabel. [Lc.1,39-45]. Y marchó a la montaña, donde vivía el matrimonio. En cuanto el saludo de María llegó a su parienta mayor, se levanta una catarata de emociones en los que Isabel nota claramente que el hijo de sus entrañas da saltos en su vientre. Y a voz en grito, –muy propios de la cultura hebrea- comienza a decir, llevada por un Espíritu superior (“había quedado llena del Espíritu Santo”, dice el evangelista): “bendita Tú entre las  mujeres, y bendito el fruto de tu vientre”. 
Zacarías salió precipitadamente, entre asustado y curioso: ¿qué pasaba allí? ¿Qué le había ocurrido a su mujer? Yo no sé si Isabel tuvo siquiera en ese momento una palabra explicativa de que aquella muchachita era su pariente María… Más bien fue María la que se adelantó a saludar a Zacarías. Seguía Isabel en sus mil revoluciones por segundo, como abstraída de todo lo demás.
Podemos imaginar la cara de sorpresa y admiración de María. No había mediado palabra ni explicaciones. Ella no había hecho más que saludar, y no salía de su asombro. Pero es que Isabel seguía en su paroxismo místico (allí solamente podía haber hablado Dios), y a María se le viene encima aquello, que es un reconocimiento público del misterio que había guardado con tanto celo... ¿Quién soy yo –sigue exclamando Isabel- para que me visite la Madre de mi Señor? ¡Dichosa tú, que has creído, porque lo que ha dicho el Señor, se cumplirá".  Zacarías mismo estaba absorto. No podía hablar pero se hacía plenamente consciente de las palabras de su mujer. Y él también estaba emocionado porque estaba comprendiendo que el Mesías Salvador se le metía por sus puertas, bajo el claustro de María.
Isabel se calmaba. María estaba con los ojos bajos, entre extasiada y pudorosa. Y cuando ya pudo hablar, lo que más me encanta es que María no dijo a nada que no… No podía decirlo. (Existen personas que parecen quererse como quitar de encima las alabanzas que reciben. Por supuesto María no es así). Cuanto Isabel le ha dicho es verdad. ¿Qué es bendita y agraciada entre todas las mujeres? - Es verdad. ¿Qué es bendito el fruto de su vientre? - ¡Sin la menor duda! ¿Qué la llamarán bienaventurada todas las generaciones? - Lo más seguro. ¿Qué el niño de Isabel dio saltos en el seno de su madre al saludar Ella, que llevaba dentro al propio Hijo de Dios? - Pues no le extraña nada… Está envuelta en la esfera de lo sobrenatural, y ya sabe ella lo que Dios es capaz de hacer…

Las dos posibles primeras lecturas, a elegir, no narran ningún episodio paralelo en el Antiguo Testamento. Lo que narran son emociones ante las visitas de Dios o –también- refiriendo la visita de María a Isabel. Si es el Cantar (2,8-14) es la búsqueda que el Amado hace de su amada, con bellas y poéticas (=místicas) imágenes. Reflejan la maravilla que luego se verificará en el encuentro de María, con su Hijo en su seno, llegando a la casa de Isabel. Levántate, Amada mía, hermosa mía, Paloma mía…: ven a mí, déjame oír tu voz; tu voz es dulce, tu figura, hermosa.

Si es la lectura tomada de Sofonías (3,14-18) es el grito de satisfacción por el encuentro: Regocíjate, grita de júbilo y gózate de todo corazón…: el Señor tu Dios, en medio de ti, es un guerrero que salva; él se goza y se compadece de ti, y se alegra con júbilo como en día de fiesta. Doble alegría: en Isabel, admirada ante María; María que también se regocija en aquella alegría de isabel. Y que, como veremos mañana, se convierte en un emocionado canto de agradecimiento a Dios.

miércoles, 20 de diciembre de 2017

Biografía del P. Arnaiz

El 10 de octubre de 2016, el papa Francisco autorizó la promulgación de los decretos sobre las virtudes heroicas de Tiburcio Arnáiz Muñoz, sacerdote de la Compañía de Jesús muy querido en Málaga, cuyos restos reposan en la iglesia del Sagrado Corazón, en calle Compañía. El 18 de diciembre de 2017, el papa Francisco recibió en audiencia al Prefecto de la Sagrada Congregación para las Causas de los Santos, Cardenal Ángel Amato autorizando la publicación del milagro atribuido a la intercesión del Venerable Padre Tiburcio Arnaiz, SJ. El padre Luque, muy implicado en su causa de canonización, es el autor de la siguiente biografía.
Nace en Valladolid el 11 de agosto de 1865. Recibe la ordenación sacerdotal el 25 de abril de 1890. Fue párroco, primero de Villanueva de Duero, en Valladolid y posteriormente de Poyales del Hoyo, en Ávila.
Entra en la Compañía al morir su madre, en el Noviciado de Granada, el 30 de marzo de 1902, después de dejar a su única hermana como religiosa en las Dominicas de Valladolid.
Fue destinado a Málaga al terminar la Cuaresma del año 1912 y permaneció aquí hasta su muerte, el 18 de julio de 1926, salvo el curso 1916-1917, que lo pasó en Cádiz.
Entre 1912 y 1916 comienza sus Doctrinas en los corralones malagueños, ayudándose de un grupo de señoritas que colaboran en sus catequesis y misiones.
Doctrinas rurales
Al volver a Málaga inicia lo que había de ser característico de su ingente apostolado: las Doctrinas Rurales. La primera fue la de la Sierra de Gibralgalia. Sus catequistas pasan meses en aldeas o cortijadas, donde no había llegado la cultura, enseñando las nociones más elementales, leer y escribir, y la doctrina cristiana, preparando a los niños a la Primera Comunión, etc.
El P. Arnáiz se desplaza continuamente, de un lado a otro, para sostener estas “Doctrinas” y alentar a sus colaboradoras. Lo que en un principio fue criticado, posteriormente fue reconocido como un método eficacísimo de apostolado rural. El Sr. Obispo de entonces, el ya san Manuel González, lo aprueba y bendice, con gran entusiasmo.
Entrega continua
Durante todos estos años, desde que dejó la casa de formación de Granada, su entrega a toda clase de gente es continua e incansable, especialmente hacia los más pobres: da misiones, predica novenas y triduos, retiros a toda clase de personas. Muy significado entre todas estas actividades fue su atención a los sacerdotes, a los que daba ejercicios espirituales; así como a las religiosas, maestros, a sus catequistas y colaboradores, etc. Eran continuas sus visitas a los hospitales y a la cárcel.
Era voz común que, en las misiones, el padre Arnáiz no dormía en la cama y el tiempo que dedicaba al descanso, sentado en una silla o en el suelo, era siempre breve. Lo mismo se dice de su comida, poca y empleando el menor tiempo posible, para no restarle nada al que dedicaba a su trabajo de confesiones, predicación, atención a los enfermos, etc.
Su fallecimiento fue de gran sentimiento para todos los que le conocieron, que fueron muchos, en las ciudades y pueblos por donde pasó. El Sr. Obispo, en la oración fúnebre que pronunció ante su cadáver, lo puso como modelo a todo el pueblo. Y éste pidió que su cadáver, antes de ser inhumado en la iglesia del Sagrado Corazón, fuera llevado por el recorrido que hacía la procesión del Corazón de Jesús, que él organizaba cada año.
Su fama de santidad ha perdurado durante tantos años y, cada día crece más el número de devotos que acuden a su sepultura para rogarle que interceda desde el cielo ante el Señor, en socorro de sus tribulaciones o enfermedades.
A continuación LA LITURGIA DEL DÍA