miércoles, 28 de marzo de 2018

28 marzo: El relato de San Mateo


Liturgia:
                      Repetimos parte del tercer cántico del Siervo de Yavhé que tuvimos el domingo de Ramos. Is.50,4-9, en el que el Siervo –que anuncia al Mesías- se presenta con una lengua de persona que ha aprendido en las fuentes de Dios: Cada mañana me espabila el oído para que escuche como los iniciados; el Señor me ha abierto el oído y no me he rebelado ni me he echado atrás. Permanece fiel en medio de la lucha, en fidelidad completa respecto de Dios.
          Y en esa fidelidad ofrecí mi espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que mesaban mi barba; no oculté el rostro a insultos y salivazos. Un presagio de la noche del prendimiento de Jesús, entre los criados del Sumo Sacerdote. En medio de esa situación, tengo cerca a mi abogado. Tiene la seguridad de su inocencia y de que nadie podrá argüirle de pecado, nadie podrá declararlo culpable. Son pinceladas que van preparando el clima espiritual de los fieles ante la Pasión de Jesús.

          El evangelio cambia hoy a Mateo (26,14-25) y hace un poco de vuelta atrás sobre lo que hemos ido siguiendo en San Juan. En Juan habíamos llegado ya a la salida del traidor. Hoy San Mateo nos reproduce aquel momento tan tenso en el que Jesús anuncia que uno de vosotros me va a entregar. Jesús había sido informado, posiblemente por Nicodemo, uno del Senado judío pero que era amigo de Jesús, que uno del grupo, un tal Judas, le había vendido a los sacerdotes; que se había presentado a ellos para tratar la traición: ¿qué me dais y yo os lo entrego? En parte era la venganza por lo ocurrido en casa de Lázaro en la que Jesús le corrigió y en donde defendió la acción de María que había derramado sobre los pies de Jesús el perfume de nardo puro. En parte era ya la salida de un hombre que no estaba de acuerdo con los planteamientos mesiánicos de Jesús, y pretende apartarlo de la vida pública. Lo más seguro es que Judas no calibró el alcance que podía tener su venta.
          Jesús, informado ya de la situación, tiene que resguardarse y a la hora de preparar la Cena en la que va a reunirse con sus discípulos, lo hace de manera que no se sepa dónde. Él se ha puesto ya de acuerdo con el discípulo dueño del Cenáculo, y crea un entramado en el que los dos apóstoles que van a preparar la cena han de encontrarse con Fulano, quien les llevará a la casa y les mostrará la sala espaciosa y amueblada. Allí acudirán a la caída de la tarde, sin que ninguno sepa –por tanto, tampoco Judas- dónde iban.
          Y puestos ya a la mesa, Jesús se descuelga con una afirmación que les hiela la sangre: Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar. Ya sabemos detalles de ese momento por el evangelio de ayer. Pero quedaban otros detalles que nos cuenta San Mateo, uno de los discípulos que vivió aquello. Todos empezaron a preguntar con horror: Soy yo acaso, Señor. Estaban bien convencidos de que no porque ellos amaban a su Maestro. Pero en este momento no se fían de sí mismos y preguntan con dolor.
          Responde Jesús –aquí varía la versión que nos dio San Juan- que uno que moja en la misma fuente que yo. El Hijo del hombre se va, como está escrito, pero ¡ay de aquel que le va a entregar! Más le valdría no haber nacido. Pero lo que es curioso y mordaz es que el propio Judas se atreve a preguntar con un cinismo exagerado: ¿Soy yo, acaso, Maestro?
          Imagino que la respuesta de Jesús fue tan disimulada que no se hicieron eco los demás. Jesús respondió a Judas: Así es. Lo que juntamente con aquello de “más le valdría no haber nacido”, Judas se encuentra con que Jesús sabe que él es quien le va a entregar, y que peor que no haber nacido equivalía al desastre de su propia persona. Se comprende ahora perfectamente el relato de ayer, en el que Judas, con el bocado, tuvo también dentro a Satanás, y debió ponerse muy alterado. Ya no tenía sitio allí. Estaba descubierto y Jesús se lo había hecho saber con aquel escueto: ‘así es’. Se comprende que Jesús le diera salida, como nos contaba Juan, para que Judas pudiera salirse del grupo aquel, en el que los demás estaban de parte de Jesús.
          Lo que sigue en Mateo es ya la institución de la Eucaristía. Pero eso ya queda para mañana, día de Jueves Santo.

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