lunes, 5 de agosto de 2019

5 agosto: Traed los panes


LITURGIA
                      En el libro de los Números (11,4-15) echamos marcha atrás y volvemos al momento en que el pueblo protesta a Moisés porque no tienen ni carne ni pan. Y ahora se acuerdan con nostalgia de la comida que tenían en Egipto. Pero ahora se nos quita el apetito de no ver más que maná. Y el autor abre un paréntesis para explicar de qué estaba hecho el maná: era una semilla de coriandro, que el pueblo recogía y molía en el almirez, y amasaban y cocían en la olla, sacando hogazas que sabían a pan de aceite.
          Moisés oyó el clamor de aquel pueblo y se dirigió al Señor, rogándole por ellos. Él no puede hacer nada, y sin embargo está de responsable de aquel pueblo. Por ello le dice al Señor: Yo solo no puedo cargar con todo este pueblo, pues supera mis fuerzas. Me vale más morir, y no tendré que pasar tales penas.
          Como se nos ha dicho en otra ocasión, Moisés hablaba a Dios como un hombre habla a su amigo. Y entonces Moisés está explayándose con el Señor cuando tiene el alma amargada por las quejas del pueblo. Prefiere morir a tener que sobrellevar esta situación. Y así se lo dice en confianza a Dios.

          El SALMO 80 vuelve a salir y repite: Aclamad a Dios, nuestra fuerza, como la única solución de un creyente en medio de la tribulación. Concluye este Salmo hoy con el deseo de Dios: Ojalá me escuchase mi pueblo y caminase Israel por mi camino. En un momento humillaría a sus enemigos. Por tanto, en vez de la queja a Moisés –la queja a Dios, que a veces ocurre-, la palabra que Dios nos dirige es la de escuchar a Dios y seguir sus caminos. Que Dios saldrá a favor de ese pueblo, aunque no significa que salga “a nuestro modo”. De suyo el paso por el desierto, tantos años, era una pedagogía de Dios para ir modelando a un pueblo tan endurecido, que necesitaba la humillación del aparente fracaso para que finalmente se volviera a Dios. Ese vaivén se vive varias veces en el desierto y el pueblo va encontrando que la solución a sus problemas viene del Señor.

          La muerte violenta del Bautista fue un golpe muy fuerte en el corazón de Jesús. Jesús optó, como en otros momentos difíciles, por subir a la barca y pasar a la otra orilla (Mt.14,13-21).
          La gente, que lo vio marcharse, se fue por la costa caminando hacia el lugar donde apuntaba la dirección de la barca, y cuando desembarcaron, vio Jesús el gentío y le dio lástima, y curó a los enfermos. Y atendió a aquella muchedumbre a través del día, hasta que ya, avanzada la jornada, los apóstoles se ponen ante Jesús y le piden que despida a la gente porque están en un despoblado, y la gente debe tener tiempo de volverse a zonas habitadas y comprarse de comer. Era la visión de los discípulos, que humanamente llevaban razón.
          Pero Jesús les sorprende con su afirmación: No es menester que se vayan, dadles vosotros de comer. La admiración y la respuesta fue unánime en los Doce. ¡Aquí no tenemos más que 5 panes y dos peces!
          Jesús los pidió: Traédmelos. Ahora ya no tenían ni eso. Ahora están todos necesitados. Y Jesús manda que distribuyan a la gente en grupos sobre la hierba, y tomando los 5 panes y los dos peces, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos y los discípulos a la gente.
          Se había producido el milagro, que dejaba admirados y perplejos a los apóstoles, y que no sabemos si la gente se hizo consciente en principio. El hecho es que comieron todos y se saciaron y hasta sobró, cuando sólo los varones eran cinco mil.
          Todo este episodio lo referirá San Juan a la Eucaristía, y viene a ser como el anuncio de esa “multiplicación” que sucede en cada iglesia donde todos comulgan y sigue habiendo para la ocasión siguiente.
          Y también es una llamada a dar lo que se tiene y compartir lo que se tiene, porque poniendo cada uno un poco, comen muchos. Lo que hubiera dificultado aquel hecho es que el que tenía los 5 panes no los hubiera entregado. La lección está patente.

2 comentarios:

  1. De nuevo un hecho de Jesús que me llena de significado vital y personal. La importancia de la caridad fraterna, el suplir las carencias del otro, el compartir de lo que se tiene para que el otro tenga algo también. Jesús está tratando con el aspecto material, el del alimento, y es que la vida del ser humano está marcada por unas necesidades básicas, que no todos pueden cubrir. "No llego a fin de mes" desde una perspectiva cristiana podría ser un motivo para ayudar al otro, siempre y cuando no se despilfarre o se gaste en lo que no se necesita. ¿Pero somos sensibles a las necesidades del hermano? ¿No hacemos a veces como si quisiéramos más bien callar a nuestra conciencia cuando decidimos "socorrer" al que está lejos y no vemos, antes que al que tenemos al lado sentado en ese lugar donde estaban con Jesús toda esa multitud, y si vemos? ¿Cuando damos la "limosnita" a la puerta, le estamos dando a alguien o robando a un verdadero necesitado al que conocemos y tratamos incluso? Como decía anteriormente en otro comentario, hay que hacerse preguntas. Es bueno. ¿No sería mejor invitar al de la puerta a pasar a la Iglesia a conocer a Jesús y dar la ayuda económica a quien es tu hermano o hermana en la fe y está necesitado? Preguntas.

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  2. Enfoque 2º: Decía recientemente que no sólo de pan vive el hombre, y hoy Jesús da en el Evangelio "materialmente" ese pan. Que es un signo espiritual también es cierto, y tiene que ver con la Eucaristía como ha dicho el padre Cantero, pero para mi es también una clara alusión al hecho de que al hombre también le hace falta el pan para vivir su día a día, y por eso por un lado se manda "ganar el pan con el sudor de uno mismo", y por otro se dice: "Ayuda al necesitado".

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