jueves, 18 de octubre de 2018

18 octubre: El Corazón de Dios


Vísperas de la ESCUELA DE ORACIÓN (Málaga)
A las 5’30 tarde en Salón de Actos
de los PP. Jesuitas. Con Eucaristía.

San Lucas.
                      Hoy celebramos la fiesta del evangelista San Lucas, con su evangelio tan cercano, y con su maravillosa descripción de la misericordia de Dios. A San Lucas le debemos esas piezas inconfundibles del pastor que busca a su oveja perdida y cuando la encuentra, convoca a los otros pastores para que celebren con él la alegría de haber encontrado su oveja. O la mujer que ha perdido la moneda y barre y limpia hasta que la encuentra. Y cuando la encuentra no se conforma con haberla encontrado sino que llama a sus vecinas para que festejen el encuentro de la moneda. Y se saldrá San Lucas cuando describa al padre bueno de aquel hijo pródigo, al que no sólo se le recibe cuando vuelve humillado y destruido, sino que el padre organiza la fiesta del encuentro y deben alegrarse todos porque el hijo que se había perdido ha sido encontrado.
          La nota no se queda, pues, en el encuentro de lo perdido sino en la alegría contagiosa con la que quiere cada actor que los demás se unan a su alegría por el hallazgo final de aquellas realidades perdidas.
          Cierto que el artista de esas narraciones es el propio Jesús, que contó aquellas parábolas. Pero tuvo que ser la sensibilidad de Lucas quien las plasmara en su evangelio y nos diera esa maravilla de lo que es el Corazón de Dios, el Dios Bueno que no sólo perdona el pecado sino que monta una fiesta por el encuentro de lo que se había perdido. Así nos trasmite los sentimientos del propio Dios, que casi nosotros no hubiéramos sido capaces de imaginar con esas características.
          Todavía, hace sólo unos días, nos encontrábamos con otra narración emocionante para manifestarnos la delicadeza de la misericordia de Dios, en la parábola del buen samaritano que acude al herido, víctima del ataque de unos bandidos, y al que el samaritano auxilia con delicadeza y cuidados y se encarga de que se le atienda en la posada, costeándolo él. Es toda una descripción del amor de Dios, que sale en ayuda del necesitado, con una atención y ternura singulares.
          Y será luego en la cruz donde presentará al ladrón que suplica la compasión de Jesús, al que Jesús le promete estar esa misma tarde con él en el paraíso. No le exige nada. Basta que el hombre ha leído la causa de la condena: “Jesús Nazareno, REY”, y que haya recurrido a él y le ha suplicado que se acuerde de él cuando esté en su reino. Repito: es la sensibilidad del evangelista.
          Para más insistencia, gracias a Lucas tenemos la historia de los primeros pasos de la Iglesia en el segundo libro (los Hechos de los Apóstoles) donde nos deja realidades tan importantes como Pentecostés, o la presencia de María aglutinando al grupo de los discípulos de Jesús.

          La LITURGIA de la fiesta nos deja una 1ª lectura poco enjundiosa (2Tim.4,9-17) en la que no hay mucho que explicar. Está escogida por la referencia que hace San Pablo a LUCAS. En medio de una queja por infidelidades de otros, sólo Lucas está conmigo. Es lo que ha hecho que se escoja ese trozo, que es más bien descriptivo de una situación que vive Pablo.
          Y como no hay en los evangelios ninguna referencia a este evangelista, se ha tomado como evangelio de la fiesta la designación que hizo Jesús de otros 72 discípulos (10,1-12.17-20), a los que envía a predicar e ir preparando el terreno delante de Jesús, por aquellos lugares por los que luego iba a ir el propio Jesús.
          Es claro que Lucas no estaba entre ellos, porque el autor escribe su evangelio investigando los hechos de los testigos oculares, y sopesando los datos y redactándolos por su orden, con el fin de que los que vengan detrás puedan tener una narración fidedigna de las cosas que vivió Jesús de Nazaret.

          Personalmente yo recomiendo a quienes se quieren introducir en la meditación de los evangelios que empiecen por San Lucas, por la mayor posibilidad de adentrarse cordialmente en los entresijos del Corazón de Jesucristo.

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