Liturgia:
La descripción del Génesis 2,18-24 es
definitiva para un creyente. Dentro de todo el estilo parabólico utilizado por
el autor, nos deja una visión muy completa del proyecto de Dios sobre el hombre
y la mujer, como pareja natural.
Primero se ha fijado en la idea del primer varón, modelado
por Dios, y al que Dios quiere darle compañía en la historia de la creación. Y
Dios le hace pasar ante él a todos los seres vivientes “para que les ponga nombre”. Para nosotros, occidentales, “poner
nombre” sería llamar a cada animal con un nombre: perro, león, águila… Para un
oriental “poner nombre” es tomar posesión de eso que se nombra. Con lo que nos
está dando a conocer que Dios puso toda la creación en las manos del hombre,
que sería el dueño de todo lo creado para servirse de ello según su necesidad.
Pero hay algo que el hombre echa de menos: entre todos los
animales que han pasado ante él no hay ninguno que se le parezca. Y entonces
Dios crea a la mujer, describiéndose el momento con imágenes muy significativas:
la mujer tiene la misma dignidad del hombre, porque ha salido de él, modelada
por el mismo Dios. No ha salido ni de la cabeza ni de los pies, sino del
costado, cerca del corazón, para que se establezca entre aquellos dos seres una
relación de amor. Y ahora el varón puede exclamar con satisfacción que “ésta sí es carne de mi carne y hueso de mis
huesos. Su nombre será “Hembra” porque ha salido del hombre.
Y la consecuencia que establece Dios es que ellos serán la
pareja humana completa, y que por eso
abandonarán a su padre y a su madre y se unirán entre sí y serán los dos una
sola carne.
Contrasta esa visión primitiva de los planes de Dios con la
pregunta que vienen a hacer a Cristo los fariseos (Mc.10,2-16): “¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su
mujer?” Jesús responde mirando a aquellos planes de Dios que hemos visto en
la 1ª lectura: ¿Qué os mandó Moisés?
Y ellos se agarran a la excepción en vez de acogerse al texto esencial, y
responden: Moisés permitió divorciarse,
dándole a la mujer un acta de repudio. A lo que Jesús responde que eso lo permitió Moisés por vuestra
terquedad, pero que al principio no fue
así. Jesús está mirando a la descripción que hemos visto nosotros. Y
completa Jesús para aclarar las ideas: Al
principio de la creación Dios los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el
hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán los dos una sola
carne. De modo que ya no son dos, sino
una sola carne. Para concluir de modo taxativo que LO QUE DIOS HA UNIDO, NO PUEDE
SEPARARLO EL HOMBRE.
Las leyes humanas pueden decir lo contrario pero lo
natural, lo que da la naturaleza, lo que Dios ha instituido, es eso. Y las
leyes humanas no pueden cambiar la naturaleza de las cosas. Decía el P. Jorge
Loring: aunque la ley humana determine que los burros vuelen, los burros no
tendrán nunca alas.
Llegaron a casa y allí los discípulos volvieron a
preguntarle sobre lo mismo. Y Jesús les concretó: Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio
contra la primera. Y ella, si se divorcia de su marido y se casa con otro,
comete adulterio. Se pretenderá hoy dulcificar estas afirmaciones, se
cambiarán los nombres de las cosas. Pero la palabra de Jesús es muy clara, y
nosotros tenemos que conservar las ideas con la misma claridad. Luego,
mostraremos nuestra mayor misericordia con las realidades contrarias, pero
nuestros criterios han de adecuarse al evangelio, y no manipular el evangelio
para justificar actuaciones contrarias.
Nuestra participación en la EUCARISTÍA tiene que ir acorde
con la Palabra de Dios y, por tanto, con esta Palabra de Dios, tan verdadera y
definitiva como otra. Y asumirla en la vida personal, cuando se presenta, y
llevarla adelante en nuestro pensamiento cuando nos encontramos con situaciones
diferentes de las marcadas por Jesús. No es “la iglesia” la que ha inventado
sobre el tema; la Iglesia trasmite la Palabra de Dios. Y a Dios no le podemos
discutir su verdad y su proyecto.
Pidamos a Dios tener la mente y el corazón abiertos a la verdad.
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Por la Iglesia, el Papa y las necesidades actuales de la Iglesia de
Dios, Roguemos al Señor
-
Por los matrimonios cristianos para que sean testigos del proyecto de
Dios, Roguemos al Señor.
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Por los matrimonios que sufren crisis y dificultades de convivencia, Roguemos al Señor.
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Por lo divorciados que viven situaciones anómalas, Roguemos al Señor.
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Porque la EUCARISTÍA nos mantenga en los criterios evangélicos, Roguemos al Señor.
Concédenos,
Padre, la gracia de ser miembros fieles de la Iglesia y pensar de acuerdo con
el pensamiento de Jesús.
Lo pedimos por el mismo Jesucristo N.S.
Dos ideas al hilo de lo dicho:
ResponderEliminarLO QUE HA UNIDO DIOS NO PUEDE SEPARARLO EL HOMBRE.
Eso es claramente indicado al matrimonio entre un hombre y una mujer. Único válidamente instituido por Dios porque es lo natural, lo lógico y lo razonable. El hombre se podrá empeñar en desautorizar a Dios, pero aunque en lo civil cambien las leyes, la verdad sigue siendo la misma.
Segundo: EL SELLO DE DIOS.
Cuando Dios pone un sello, este no se borra aunque se quiera quitar. Es como esos tatuajes que hoy se hace la gente. Como un día no les guste, lo van a tener difícil para quitarse de la piel lo tatuado. Ejemplo: el bautismo. Es un sello perpetuo. El hombre podrá rechazar o vivir de espaldas a Dios pero el sacramento no lo puede invalidar el hombre.