lunes, 15 de octubre de 2018

15 octubre: Signos del Cielo


Liturgia:
                      En Gal.4,22-24.26-27.31-5,1 Pablo utiliza una interpretación simbólica y lo hace con un razonamiento rabínico que a nosotros nos convence poco, desde nuestra mentalidad y forma de razonar. Establece dos realidades, partiendo de las dos esposas de Abrahán, una la verdadera y otra la concubina. La verdadera es la que sigue la línea de la promesa hecha por Dios. La esclava sigue el ritmo natural. De ahí que los hijos de una o de otra las interprete Pablo como las dos realidades que se expresan en la vida del pueblo de Dios. Agar, la esclava, da hijos esclavos, dependientes de la alianza del Sinaí. Sara, la libre, da hijos libres en la Jerusalén de arriba, y a esa pertenecemos nosotros. Y concluye así: Cristo nos ha liberado para que vivamos en libertad. De donde deduce para los gálatas que se mantengan firmes en esa línea para no someterse al yugo de la esclavitud, que es adonde quería llegar.

          En el evangelio (Lc,11,29-32) Jesús define a aquella generación como perversa. Está pidiendo un signo por parte de Jesús: la cantinela constante con las que se encontró el Señor, quien con tantos signos como había dado ya, nunca le bastaba a esa generación pervertida.
          Ahora dice Jesús, ya como punto final, que la señal que se le dará es la de Jonás. Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, y ellos se convirtieron.
          Y añade: Cuando sean juzgados los hombres de esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que los condenen, porque ella vino de los confines de la tierra escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón. A aquella reina del Sur le bastó ver actuar a Salomón para reconocer su sabiduría, y no necesitó ya más signos. Pues más grande que todo eso es lo que Yo hago (era el argumento de Jesús).
          Y los habitantes de Nínive se alzarán y harán que condenen a esta generación, porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí a uno que es más que Jonás.
          La señal de Jonás es también otra muy significativa: Jonás, arrojado al mar, permanece tres días en el vientre del cetáceo, quien finalmente lo devuelve a la playa de Nínive, que él había intentado eludir. Jesús permanecerá el transcurso de tres días en el sepulcro, y de allí saldrá con vida nueva. Esa será la señal más llamativa y convincente de cuantas señales pudiera dar.
          La verdad es que poco más puede añadirse a esta disquisición de Jesús, y que ha sido un razonamiento perfectamente comprensible para nuestra mentalidad. No ha habido imágenes ni parábolas.
         
          El mundo nuestro contemporáneo podría también catalogarse en generación pervertida, que ignora las señales de Dios. Las normales, que van viniendo del día a día, de la santidad de tantos miembros de la Iglesia, de la ejemplaridad de los Papas, sobre todo los últimos (que son los que tenemos más en candelero, con tres canonizados –ayer lo fue Pablo VI-).
          Pero habría que tener ojos de lince y de sentido sobrenatural para saber traducir los últimos acontecimientos naturales y pensar que –como dice San Pablo- la naturaleza está retorcida y grita con dolores de parto. Porque una mirada espiritual puede intuir que hay múltiples avisos de Dios para comprender que la vida no se puede plantear solamente desde el progreso humano y la ciencia humana, tan incapaces de evitar los fenómenos naturales que dejan a la criatura reducida a la total impotencia.
          Cierto que para otros, el argumento se convertirá en una blasfemia contra Dios: ¿Por qué Dios no impide estos desastres? Y no se plantea el hombre inculto de la falsa cultura de nuestro tiempo que haría falta un milagro continuado, una vida de pleno milagro, para que la naturaleza no reviente por alguna parte, después de la violencia a la que la está sometiendo la mano del hombre. ¿Por qué no volver el argumento contra el hombre en vez de buscar en Dios una especie de chivo expiatorio al que acusar de todos los males?
          Seguirá el hombre pidiendo señales para creer en Dios, y Dios seguirá haciéndose presente…, y sin embargo no será reconocida su mano, porque el hombre endiosado ha llegado a levantar su puño contra Dios. ¡Y así nos va!

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