viernes, 31 de agosto de 2018

31 agosto: Sabiduría de Dios


LITURGIA
                        Estamos en la 1ª carta a los fieles de Corinto (1,17-25). El texto que nos ocupa hoy es de los que se pueden llamar “clásicos” por el tema que aborda Pablo: la necedad en la que gusta a Dios actuar para confundir precisamente las falsas sabidurías humanas. El texto merece la pena transcribirlo con algunas acotaciones.
         No me envió Cristo a bautizar, sino a anunciar el Evangelio, y no con sabiduría de palabras, para no hacer ineficaz la cruz de Cristo. Pues el mensaje de la cruz es necedad para los que se pierden; pero para los que se salvan, para nosotros, es fuerza de Dios. “Los que se pierden” son precisamente los que se sitúan de espaldas al mensaje evangélico. Y el mensaje evangélico es mensaje de un Cristo que muere crucificado por no haber condescendido con la “sabiduría” del mundo, que lleva otros derroteros diametralmente opuestos.
Pues está escrito:
«Destruiré la sabiduría de los sabios, frustraré la sagacidad de los sagaces».
¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el docto? ¿No ha convertido Dios en necedad la sabiduría del mundo? Desde que Dios eligió otro camino para salvar a la humanidad, tan distinto de los caminos del mundo, esos caminos del mundo han sido hecho necios
Y puesto que, en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios por el camino de la sabiduría humana, quiso Dios valerse de la necedad de la predicación para salvar a los que creen. La “necedad de la predicación” indica un medio tan frágil como es la trasmisión del mensaje de Dios con la pobreza de la expresión y los conceptos humanos, tan variopintos según las culturas. Pues los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; pero para los llamados - judíos o griegos -, un Cristo que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios.
            No deja de ser una contradicción humana que a las alturas de esas otras culturas de los otros pueblos, la nueva sabiduría que se propone sea la de un crucificado, un ajusticiado, y que precisamente ese sea la fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Pues lo necio de Dios es más sabio que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres. He ahí el gran argumento de Pablo, con el que quiere llegar a esas comunidades de cristianos que él ha fundado.

            En el evangelio, otro “clásico”: el de las diferentes actitudes de muchachas que esperan al novio. Hace unos días me llegaba un cuento que era ni más ni menos que esta parábola. Se trataba de un joven que se enamora de dos hermanas y no sabe por cuál decidirse. Y opta por la estratagema de citarlas a una determinada hora en un sitio idílico.
            Allí acuden las dos, muy compuestas y arregladas. Pero son de muy distinta manera de ser. Una es detallista y la otra descuidada, y mientras la primera ha cuidado todos los detalles y viene armada de ilusión y prudencia, la otra se impacienta fácilmente y quiere las cosas hechas ya.
            El joven quiere probarlas y por eso se retrasa y no tiene prisa en llegar, lo que origina dos reacciones en  las muchachas. Una permanece a pie quieto, la otra se sienta en el primer lugar que encuentra, y se adormece. Y se despeina y se aja el vestido y el adorno, cuando ya se deja caer vencida por el sueño. Su hermana está muy cansada pero se mantiene en pie, pasea y mata el sueño como mejor puede, pero conservando el palmito.
            Cuando se da la voz de que va a llegar el joven, la que se había quedado dormida tiene que salir al primer sitio posible donde arreglar el cabello y el maquillaje de su rostro. La otra está en pie y conserva su elegancia. Cuando llega el joven la encuentra en buenas condiciones y admira su porte y su paciencia y la lleva a un restaurante de lujo. La otra hermana no está. Y el muchacho acaba prendándose de la que supo esperar.
Cuando aparece la otra hermana recompuesta, ya no está el muchacho. Y se queda ella fuera y sin tener dónde ir ni qué hacer. Valió la pena la actitud de la hermana diligente. Para el joven, mujeres así son las que merecen la pena y por tanto con esa  hermana es con la que él va a construir un hogar.
Aplicar el cuento a nuestra realidad: vivir preparados.

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