domingo, 12 de agosto de 2018

12 agosto: Yo soy el Pan de Vida


Liturgia: Domingo 19-B del T.O.
                      Elías ha vivido una emocionante presencia de Dios cuando la discusión con los profetas de Baal, a los que ha ganado la partida porque a la hora de la verdad quien ha salido triunfador ha sido el Dios de Israel.
          Pero consecuencia de ello ha quedado amenazado de muerte por la comunidad de los profetas de Baal, y Elías entra en una fuerte depresión (1Re.19,4-8) y se lanza al desierto una jornada de camino, echándose a la sombra de una retama y deseándose la muerte, diciendo: basta ya, Señor: quítame la vida, pues yo no valgo más que mis padres. Y en su depresión, se acostó y se quedó dormido.
          De pronto un ángel del Señor le tocó y le dijo: Levántate, come. Y Elías se encuentra de nuevo de cara con Dios, que le ha preparado un pan cocido en las brasas y una jarra de agua. Elías se levanta, come, bebe y se echa de nuevo en tierra, Pero el ángel del Señor le toca por segunda vez, diciendo: Levántate, come, que el camino es superior a tus fuerzas.
          Se puso en camino Elías con la fuerza de aquel alimento y caminó 40 días por el desierto hasta el monte de Dios.

          Esta lectura está preparando el terreno para acoger el evangelio (Jn.6,41-52) en el que Jesús habla del PAN DE LA VIDA. Criticaban los judíos que Jesús hubiera dicho que yo soy el pan bajado del cielo porque lo conocían y sabían que era el hijo de José, y conocían a su madre, a sus parientes…, como había sido tantos años reconocido y tratado. ¿Cómo dice ahora que ha bajado del Cielo?
          Jesús les conmina: No critiquéis. Y advierte que conocerlo a él va más allá de los conocimientos humanos. Necesitan de la iluminación de Dios. Porque nadie puede venir a mí si el Padre no lo trae; el Padre es el que me ha enviado. Es una nueva procedencia, algo que está más allá de lo que conocéis con conocimientos humanos. Todo el que escucha lo que dice el Padre, y aprende, viene a mí. Os lo aseguro: el que cree, tiene vida eterna. Estamos, pues, en otra dimensión de los conocimientos naturales. Hay que entrar en el camino de la fe para poder tener la otra visión. Y en esa otra visión, Yo soy el Pan de la Vida. Vuestros padres comieron del mana y murieron; éste es el pan bajado del cielo para que el hombre coma y no muera. Queda claro que estamos en otro lenguaje, y que Jesús ha dado el salto a otra dimensión.
          Lo que se hace mucho más llamativo cuando Jesús afirma que el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo. Enlaza con la 1ª lectura en ese nuevo alimento que da fuerzas para recorrer el desierto de la vida. Elías recorrió su desierto y cada creyente en Cristo, PAN DE VIDA, ha de recorrer su propio desierto con la fuerza de la EUCARISTÍA. A eso es a lo que nos ha llevado la liturgia de hoy.

          Al lado de esa realidad del alimento espiritual y de la presencia de Cristo en la vida del creyente, la 2ª lectura (Ef.4,30 a 5,2) nos concreta actitudes propias del que cree en Cristo: No pongáis triste al Espíritu Santo. Dios os ha marcado con él para el día de vuestra liberación final. Consecuencia, pues, de esa presencia permanente de Dios en nosotros, que es el Espíritu Santo, desterrad de vosotros la amargura, la ira, los enfados e insultos y toda clase de maldad. Eso, es lo que hay que dejar. Pero hay una tarea creativa por delante: sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo. Sed imitadores de Dios, como hijos queridos. ¿No es poner el listón tan alto que se hace inasequible? ¿Cómo imitar a Dios si a Dios nadie le ha visto?
          Pues tiene su respuesta a continuación: vivid en el amor. El que vive en el amor, ya imita a Dios, que Dios es amor. y un amor que se manifiesta en el amor de Cristo, que se entregó por nosotros como oblación y víctima de suave olor. Ese es el amor que hay que imitar. Lo tenemos vivido y manifestado por Cristo, que nos exhorta a vivir en esa línea de amor y sacrificio o de amor sacrificado. Lo más parecido en la tierra al amor de una madre, que es amor que da de sí misma la vida, la sangre, el tiempo, la dedicación, el cuidado, el mimo y todo lo que da de sí amar más que a uno mismo. Es lo que Pablo ha expresado en ese: vivid en el amor.


          Danos, Señor, el saber pedirte para ser por ti escuchados.

-         Que la Iglesia viva la fe en Cristo, atraída por la mano del Padre: Roguemos al Señor.

-         Que seamos “discípulos de Dios”, que escuchamos su palabra y aprendemos, Roguemos al Señor.

-         Que más aún, seamos “imitadores de Dios” viviendo en el amor, Roguemos al Señor.

-         Que demos valor y respuesta a nuestra participación del Pan de la Vida, Roguemos al Señor.

Señor Dios nuestro: danos tu  gracia para recorrer el desierto de cada día, en el que sin tu alimento, no podremos sobrellevar.
          Por Jesucristo N. S.

1 comentario:

  1. ¡Ay, mi querido Espíritu Santo, como te podemos entristecer...! Parece que solo nos acordamos de Tí por Pentecostés. Tú nos has marcado el día del Bautismo, nos has puesto un Sello el dia de la Confirmación...Tú estás siempre con nosotros ayudándonos a crecer. Tú nos preservas del error, del egoísmo; siempre nos animas a buscar la Verdad. Tú nos enseñas a amar sin esperar recompensa. Tú nos enseñas a encontrar la Paz y el camino de la vida siguiendo los pasos de Jesús que nos conduce hacia el Padre.No nos permitas que te entristezcamos nunca...

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