viernes, 17 de agosto de 2018

17 agosto: Lo que Dios une


Liturgia:
                      Hay dos opciones en la 1ª lectura. Una es Ez.16,1-15.60.63, narración que resulta desagradable para ser leída en público, aunque tenga unas connotaciones muy bellas en su sentido profundo. Porque es la doble narración de Israel desnudo y abandonado por su pecado, chapoteando en su propia sangre, y luego mirado por Dios como una moza de juventud a la que atrae y viste y arregla con el amor que es propio de Dios, que hace con él una alianza, acordándose de la alianza que ya había hecho anteriormente. Lo que la lectura concluye es que en adelante no vuelva a abrir la boca por la vergüenza del mal hecho.

          Dado que esa lectura suena mal, se da la oportunidad de leer otro texto (16,59-63) que contiene el mismo argumento pero muy distintamente presentado. Israel menospreció a Dios con sus acciones y quebró la alianza. Pero Dios se acordará de la alianza que él hizo cuando era moza y llegaré a hacer alianza eterna. Tú te acordarás de tu conducta y te sonrojarás. Vuelve a repetirse el sentido de la vergüenza por el mal hecho. Un sentido que puede muy bien encajarse con el sentimiento que debe tener la persona que ha abandonado el camino de Dios, y que no debe quedarse tan tranquila porque se confiesa. La vergüenza debe llenar el alma, máxime cuando se es reiterativo en el fallo, y realmente no se ha alcanzado el arrepentimiento verdadero o el propósito verdadero.
          Existe el “síndrome de la confesión”… La persona se mantiene suficientemente bien durante un tiempo, pero llegado el día en que se va a hacer la confesión, se bajan todas las guardias y se cae en lo mismo que se había evitado durante un tiempo. Y es que falta el sentido auténtico de que la confesión no es una pastilla tranquilizante, ni se puede jugar con el sacramento. Y por tanto, dentro de la ventaja de una confesión frecuente, no se puede bajar la guardia porque está llegando al final ese período que se ha trazado la persona para volver al Sacramento y renovar fuerzas.

          El evangelio (Mt,19,3-12) es la cuestión que los fariseos plantean a Jesús sobre el matrimonio y el divorcio: ¿Es lícito a uno despedir a su mujer por cualquier motivo? El planteamiento está hecho sobre la mujer por la cultura patriarcal judía. Pero lo mismo podríamos hoy plantearlo en el varón. ¿Es lícito divorciarse?, sería la pregunta. Se trata no sólo del hecho del divorcio en sí, que puede tener sus razones graves y de peso. Se trata del divorcio y nuevas nupcias.
          A lo que Jesús responde con referencias bíblicas: ¿No habéis leído que el Creador en un principio los creó hombre y mujer, y dijo: “Por eso se abandonará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne? De modo que ya no son dos sino una sola carne. Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.
          Insistieron los fariseos con la excepción que permitió Moisés de dar el libelo de repudio y divorciarse. Respondió Jesús: Por vuestra terquedad os permitió Moisés, pero al principio no fue así.
          Ahora os digo yo que si uno se divorcia (hombre o mujer) y se casa con otro, comete adulterio.
          Los discípulos replicaron que si es esa la situación de los casados, más vale no casarse. A lo que Jesús respondió con algo muy serio: No todo el mundo tiene vocación de casado. No todo el mundo sirve para casarse. Y pone el ejemplo de eunucos, a los que él llama así genéricamente, para expresar los que desde el vientre de su madre no están para casados, y los que lo hacen por propia convicción. Y esos miran al Reino de los Cielos y a unos motivos superiores. Para concluir con una afirmación que es para pararse a pensar: El que pueda con esto, que lo haga.

          Me limito ahora a una cuestión ante la que no tomo partido pero que está ahora mismo en manos de los estudiosos del tema: ¿qué debe entenderse por una unión que ha hecho Dios? ¿Ha hecho Dios una unión de hombre y mujer que no se soportan, ni se entienden, ni se quieren? ¿No será que “lo que Dios ha unido” tiene que desenvolverse en el amor verdadero de la pareja? Lo que explicaría la mayor facilidad con que la Iglesia declara nulos matrimonios que en efecto no estuvieron unidos bajo el amor de Dios

1 comentario:

  1. Los fariseos estaban convencidos de la legalidad del divorcio y, Jesús para situar el problema, tuvo qu situar al hombre y a la mujer en el mismo plano.Un hombre no puede divorciarse de su mujer si no ha cometido adulterio. La igualdad en las relaciones entre ambos sexos no fue comprendida por los Discípulos ni por muchísimas personas de nuestros días y es que, gracias a Dios la mujer se siente Esposa y Madre y se siente capaz de construir el hogar, peueña iglesia doméstica, tal es el Amor que siente por los suyos, que le permite anonadarse para que reine la PAZ que da Dios

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