lunes, 27 de agosto de 2018

27 agosto: ¡Ay de vosotros...!


LITURGIA
                        Entramos en la 2ª carta de San Pablo a los fieles de Tesalónica (1, 1-5. 11-12), con un exordio solemne en el saludo y en el ruego a favor de esa comunidad. Escribe en nombre propio y de Silvano y Timoteo, a la iglesia de los tesalonicenses que forman parte de la Iglesia de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
            Os deseamos la gracia y la paz…; damos continuas gracias a Dios por vosotros, pues vuestra fe crece vigorosamente y vuestro amor recíproco.
            Y Pablo se siente orgulloso de aquellos cristianos, porque ve que su fe es constante en medio de las persecuciones y luchas, que ponen de manifiesto la madurez de aquellos creyentes.
            Por eso pide a Dios que considere dignos de su vocación a aquellos fieles, y pide para ellos la fuerza de permanecer en esa tarea de la fe, y así den gloria a Dios.

            El evangelio recoge la diatriba de Jesús contra los  fariseos y doctores de la ley (los escribas), a los que les hace el examen de conciencia que ellos son incapaces de hacerse. (Mt.23,13-22).
            Les pone delante su hipocresía, que cierra a los hombres el reino de los cielos; ni entráis ni dejáis entrar a los que quieren. Ellos no entran porque rechazan a Jesús y a su enseñanza. Y ya con eso tendrían bastante para vivir lejos de la verdad. Pero no se conforman con eso sino que provocan en los otros una necesidad de seguir sus propias doctrinas y así apartan de Jesús. También otro sentido: ponen tan difícil la vida de fidelidad al Señor que le presentan a los fieles un panorama insuperable de prácticas y exigencias, de sacrificios y limosnas que apenas pueden arrostrar: devoráis los bienes de las viudas con pretexto de oraciones. Y Jesús que sale siempre a favor de los débiles, les advierte que por eso tendrán una sentencia más severa. En esa misma línea de exigir y cerrar puertas a los que quieren entrar en el reino, les pone delante el hecho de recorrer tierra y mar por atraer un prosélito, y cuando lo logran, lo hacen peor que ellos mismos.
            Otro punto de examen es el absurdo de sus normas sobre juramentos, que obligan si se jura por el oro del templo pero no si se jura por el templo. O vale jurar por la ofrenda que está encima del altar pero no obliga jurar por el altar. Es el absurdo total de considerar lo de fuera más importante que lo que sustenta a lo exterior. Es ceguera y necedad, pero era la concepción farisaica por la que lo externo es lo que cuenta, mientras que lo más substancial queda en segundo lugar.
            Ese es el examen de conciencia que hace hoy Jesús a aquellos fariseos. Y no deja de ser útil escucharlo de su boca porque nos llama la atención sobre nuestras realidades internas que son siempre mucho más importantes que las externas. Y no es que no vamos a vivir también prestando atención a lo exterior sino que lo exterior en tanto tiene valor cuanto que responda a un interior comprometido.

            Jesús califica de “ciegos” a los que se pierden en lo exterior y no profundizan en lo interno, porque en realidad no ven lo que está a la claras y ante los ojos. La introspección es básica para estar alerta sobre nuestras formas de vivir no sólo lo religioso sino lo relacional con los semejantes. Es cierto que hay que cuidar las formas externas y que más de una vez esas formas externas expresan el interior de la persona. Pero hay que mirar mucho a los sentimientos más profundos porque ahí es donde se cuecen las realidades internas del corazón de cada uno, y lo que luego puede salir a flote.
            El pueblo –incluidas personas piadosas- ha perdido muchas expresiones externas de su actitud religiosa. Eso de las gentes que entran al templo sin hacer un mínimo gesto de adoración y reverencia ante la presencia de Jesús Sacramentado… Esa forma de estar en la iglesia hablando conversaciones que nada tienen que ver con el lugar en que están…, en voz alta…, sin la menor consideración a quienes están orando… Ese responder a los móviles como si estuvieran en plena calle… Son formas externas que expresan una falta de mundo interior y de  conciencia de lo sagrado…, y de respeto a quienes están en la iglesia anhelando el silencio y la paz.
            Merecería la pena hacer una reflexión personal sobre el particular.

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