viernes, 17 de mayo de 2019

17 mayo: Yo soy el camino


ESCUELA DE ORACIÓN.- 5’30, Málaga
IDEAL DE SANTIDAD.- La santidad no consiste en hechos extraños ni en cualidades sobrehumanas. La santidad no es un privilegio de algunas almas sobre otras que no lo poseen. La santidad es la disposición de la persona que, con la gracia de Dios que a nadie se niega,  vive haciendo la voluntad de Dios, en lo pequeño o en lo grande que se va presentando en la vida de la persona.
            María fue modelo en esa fidelidad a Dios. En los grandes retos que Dios le presentó, y en lo trivial de los años simples de Nazaret. El distintivo de María está ya en el FIAT permanente que ella dirigió a Dios desde aquel día que Dios irrumpió en su vida, y que mantuvo siempre intacto, cuando los años de orfandad durante la vida pública de Jesús, y en el punto culminante del Calvario, en el que ella se mantuvo en pie sin doblegarse ante el dolor. Por eso María es ideal de santidad, porque sin aspavientos en toda su vida, se plegó siempre a lo que Dios le fue mostrando como su voluntad. Y siempre obtuvo Dios la misma respuesta: hágase en mí según tu palabra.

LITURGIA
                        Pablo en Antioquía (Hech.13,26-33) sigue hablando en la sinagoga; ayer nos quedamos en la primera parte de su discurso, que fue una síntesis de la Historia de la Salvación en sus pasos esenciales del Antiguo Testamento. Hoy continúa ya su presentación de la historia de Jesucristo, poniendo al corriente a aquellos oyentes del misterio de la muerte y de la resurrección de Jesús, como núcleo esencial de la fe cristiana. Y todo ello avalado por aquellas veces en que sus discípulos lo vieron después de la resurrección, con lo que quedaba cumplida la promesa hecha por Dios a los padres.
            Se cierra el discurso con la cita del Salmo 2: Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy.

            En el evangelio de Juan (14,1-6), Jesús les dice a los Once: No perdáis la calma: Creed en Dios y creed también en mí. Hay que tener en cuenta –como veíamos ayer- que les está preparando para los difíciles momentos que se avecinan. Cuando lleguen esos momentos, no perdáis la calma, sino mantened la fe en Dios y la fe en mí, aunque abatido por los enemigos.
            Yo me voy a prepararos sitio: en la casa de mi Padre hay muchas estancias. Cuando yo vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo para que donde yo esté, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino. De hecho todo lo vivido con Jesús era el camino que ellos habían de vivir.
            Pero Tomás no se ha enterado bien y le dice: No sabemos adónde vas; ¿cómo vamos a saber el camino? Jesús entonces le concreta en su propia persona todo lo que supone su vida. Y le responde: Yo soy el camino.
            Jesús, con su vida y su obra es el camino. El que imita a Jesús ya está en la órbita. Y a ello es a lo que somos llamados: el que quiera venir detrás de mí o conmigo… es la invitación a la que nos llama él. Y como él ha caminado toda la vida con su cruz…, primero la de cada día, después con el madero pesado del Calvario, el que quiere ir por el camino que es Cristo, no tiene más remedio que hacerlo tomando cada uno su cruz, esa que pone la vida ordinaria, y las que luego van surgiendo con las limitaciones, las carencias, las soledades, la edad…
            Añade Jesús que es el camino y la verdad y la vida, de modo que recorrer el camino en seguimiento de Jesús es caminar en la verdad y caminar hacia la vida. Una vida que tiene su primera etapa en este momento, pero cuya plenitud llega después de la muerte. En este momento hay que vivirla a tope, sin echarse atrás. Y siempre con la ilusión de que “mañana será mejor”, que es la traducción de la fe.

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