miércoles, 22 de mayo de 2019

22 mayo: Yo soy la vid


Oh, Señora mía…, oh Madre mía, yo me ofrezco del todo a ti, y en prueba de mi filial afecto te ofrezco mis ojos, mis oídos, mi lengua y mi corazón; en una palabra, todo mi ser. Ya que soy todo tuyo. Oh madre de bondad, guárdame y defiéndeme como cosa y posesión tuya.
            Es el ofrecimiento del día a María Santísima, “Del todo”, sin querer reservarme nada para mí. Un abandono total en el corazón de la madre. Eso comporta una serie de actitudes personales: mis ojos tienen que mirar como miraba María, y apartarse de aquello de que María apartaba su mirada; por ejemplo de lo que podían ser defectos ajenos. Mis oídos para solo prestar atención a lo que construye, a lo positivo. Mi lengua, que no debe pronunciar palabra que desdore al hermano, al semejante, y debe hablar palabras edificantes, acordes con la palabra de Dios. Mi corazón: un corazón  puro, limpio, abierto, servicial. Que es la manera de que todo mi ser esté puesto en las manos de María y le venga a obsequiar con cariño filial.

LITURGIA
                        Lo habitual: al cabo de un tiempo en que ya se ha consolidado bastante un nuevo orden de cosas, que han superado las prácticas antiguas, surgen los retrógrados que pretenden volver a esas prácticas, y vienen como iluminados que traen la verdad. Pablo y Bernabé se encuentran que en su misión entre los gentiles, no han considerado que hubiera que circuncidarlos para abrazar la nueva fe. Y ellos están convencidos de que es así. Pero para fundamentarse y caminar acordes con el resto de los apóstoles, se vienen a Jerusalén para dilucidar qué valor tiene la novedosa exigencia de circuncidar a los que van a abrazar la fe cristiana. (Hech.15,1-6)
            Los recibieron cordialmente en Jerusalén. Y ante la insistencia de algunos fariseos sobre la necesidad de circuncidar, se reunieron los apóstoles y los presbíteros para estudiar el caso y dictaminar. Estamos a las puertas del primer concilio ecuménico de la Iglesia naciente.

            Entramos en Juan en el capítulo 15, que comienza con la nueva “personalidad” o identidad que Cristo dice de sí: Yo soy la vid. De hecho es una comparación porque la vid no es una persona y Cristo es persona. De ahí que se trate de una alegoría o comparación, para expresarse una manera de actuar de Jesús. La vid se compone del tronco principal y de las ramas. El tronco es el que lleva la fuerza y la distribuye en sus sarmientos, que tienen vida por estar entroncados en el tronco central. Y pierden toda su razón de ser cuando son cortados y separados de la vid. Los sarmientos se llenan de hojas que dificultan el desenvolvimiento del fruto. De ahí que el viñador tiene que despampanar…, quitarle hojas al sarmiento, e incluso cortar aquellos sarmientos que perjudican a los más desarrollados.
            He ahí el punto de comparación que busca Jesús: Yo soy la vid y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto, lo corta y a todo el que da fruto, lo poda para que dé más fruto. Es la descripción sencilla del desenvolvimiento de una vid.
            Jesús ahora se dirige a sus apóstoles y les dice que ellos están ya limpios por las palabras que les ha comunicado. Lo que les toca es permanecer en mí y yo en vosotros, como sarmientos unidos a la vid y la vid sosteniendo y vitalizando a sus sarmientos. “Permanecer en” es una imagen muy rica, que va mucho más allá de ser sarmientos de la vid. Encierra la idea de “inhabitación”, que es uno de los temas preferidos por los místicos, y que encierra una imagen muy agrícola del INJERTO. Sobre el tronco vigoroso principal, se incrusta un esqueje de otra especie, que acabará soldándose y formando parte inseparable del tronco vigoroso. Nosotros somos injertados a la vid de Cristo, de manera que ya no somos nosotros sino que es Cristo quien vive en mí.
            Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que deseáis y se realizará. Otro misterio de la oración, por el que Jesús nos dice algo que luego tiene su modo de ejecución, pues muchas cosas pedimos que no se realizan. Seguramente es que no pedimos “permaneciendo en él”, ajustándonos a la voluntad del Padre. Pero nunca nos desanimemos porque lo que hoy no se ha realizado, está ahí a las puertas de realizarse al modo de Dios.

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