viernes, 24 de mayo de 2019

24 mayo: Sois mis amigos


ACUÉRDATE, oh piadosa Virgen María, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a ti, implorado tu asistencia y reclamado tu socorro, haya sido abandonado de ti. Animado con esta confianza, a ti también  acudo, oh Virgen Madre de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante tu presencia soberana. Oh Madre Dios, no deseches nuestras súplicas, antes bien escúchalas y acógelas benignamente. Amén. Oración atribuida a San Bernardo y que puede ser una bella súplica a María y es muy apta para incorporarla a nuestra oración diaria a la Madre de Dios, entre ese florilegio de oraciones con que la piedad se ha dirigido a María a través de los tiempos. San Bernardo fue un enamorado de la Virgen, a quien dedica una buena parte de sus escritos y sermones. Ojalá que nosotros encontremos también ese calor humano filial que nos lleve a dirigirnos a María con esa confianza. Y que cada oportunidad nos ayude a ofrecer a la Virgen nuestra flor espiritual de este mes de mayo.

LITURGIA
                        Hoy tenemos la aplicación concreta a la Iglesia de Antioquía de las conclusiones del concilio de Jerusalén. En Hech. 15,22-31 los apóstoles determinan enviar a Antioquía a Pablo, Silas y Bernabé, junto a otros miembros eminentes de la comunidad, para comunicar autoritativamente aquellas conclusiones, y saldar así definitivamente las dudas que algunos habían llevado a aquella iglesia sobre la necesidad de circuncidar a los gentiles.
            Hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros…, fórmula solemne y de magisterio extraordinario por el que se zanja la cuestión. Y lo decidido –ya lo conocemos- es que no se impongan más cargas que las indispensables: que no os contaminéis con la idolatría, que no comáis carne de animales estrangulados y que os abstengáis de la fornicación. Idolatría que hace referencia a los ídolos, que no son sólo muñequitos u objetos, sino todo lo que supone atribuir a cosas o animales…, o al propio yo, un valor que ocupa el lugar de Dios. Y eso no es tan lejano ni tan ajeno. Merece la pena examinarse.
            La vida, que está significada en esa carne de animales estrangulados, pero que para nosotros ya no es el problema en sí, sino toda la proyección que tiene en lo tocante al respeto a la vida en todas sus etapas. No se puede matar nunca: ni al feto concebido, ni al anciano decrépito, como no se puede matar a un semejante cualquiera. Tan sensibles como somos a la “pena de muerte”, y tan laxos en el aborto (que es pena de muerte a un inocente).
            Y abstenerse de la fornicación, que abarca todo uso del sexo para puro placer egoísta. La sociedad está muy concienciada contra la pederastia y la pornografía. ¿Pero concienciados en primera persona, ante la oferta diabólica del Internet o las películas? Porque roza el peligro quien flirtea con esas realidades tan a la mano.

            Una vez más el evangelio de hoy incide en el amor mutuo: como yo os he amado (Jn.15,12-17). Y Jesús ha amado hasta entregar su vida. Pues bien: Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por el amigo. Y entonces se viene Jesús a lo cordial: vosotros sois mis amigos. Por vosotros doy la vida. Por todos los hombres doy la vida…, todos los hombres son mis amigos si hacéis lo que yo os mando.
            Ya no os llamo siervos sino amigos. El amigo sabe todo lo que yo he oído a mi Padre y lo he dado a conocer.
            Yo os he elegido; no vosotros a mí sino yo a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto y vuestro fruto dure. De este modo lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo dé.
            Para acabar con lo mismo que ha empezado: esto os mando, que os améis unos a otros.

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