miércoles, 8 de mayo de 2019

8 mayo: Providencia


MODELO DE ENTREGA A DIOS es una de las advocaciones que las letanías aplican a nuestra madre del cielo. La advocación reza propiamente como “vaso de insigne devoción”. Pero su sentido castellano está mucho más claro en el título que he destacado al principio.
            La “devoción” no es la piedad, la emoción espiritual, como puede entenderse demasiado popularmente. La etimología de la palabra devoción nos lleva a un sentido de “voto”, compromiso, rendición a la voluntad de Dios. María es pues un recipiente sin fronteras de esa actitud de quien se pliega a la voluntad de Dios, y asiente incondicionalmente a la propuesta que Dios le hace, y que le fue renovando desde muy diversas formas a lo largo de la vida de María. Y María fue respondiendo fielmente en cada oportunidad. Por eso ella es MODELO de esa entrega a Dios. Modelo que nos invita a reproducirlo nosotros desde nuestras realidades diarias.

LITURGIA
                        La persecución contra Esteban no acabó en la muerte del diácono. De hecho la violencia llama a la violencia y la persecución se extendió virulentamente por Jerusalén, de modo que muchos seguidores de Jesús hubieron de huir y refugiarse en ciudades limítrofes. Casi todos los apóstoles permanecieron allí. Saulo se fue distinguiendo en esa persecución, penetrando en las casas y arrastrando a la cárcel a hombres y mujeres.
            Pero la providencia de Dios siempre es activa y donde los hombres buscaban acabar con la fe en el Señor, la dispersión de los fieles por otras ciudades vino a ser el gran momento de testimoniar un género de vida que llamaba la atención. Incluso Felipe hizo signos que atrajeron la atención de muchos, y echó  demonios. Curaron paralíticos y lisiados, y un movimiento de alegría vino a inundar la ciudad de Samaria. Quizás ese sea el signo más palpable de la nueva y Buena Noticia que se iba extendiendo. La alegría de la fe, la alegría de Jesús.
            Una vez me regalaron un libro y su título era: DIOS ES ALEGRE, que me hizo pasar muy buenos momentos de hilaridad porque su contenido era de chistes religiosos de muy buena índole, como publicados por una editorial religiosa, que trataba de hacer constar que la religiosidad no está reñida con la alegría, sino todo lo contrario.

            El evangelio (Jn.6,35-40) comienza con lo mismo con que acababa ayer: la confesión de Jesús que se declara PAN DE VIDA. Y por tanto que el que viene a mí no pasará hambre y el que cree en mí no pasará nunca sed. Pero la conclusión de esa afirmación lleva una queja: Os lo he dicho y no creéis.
            Luego continúa el discurso, sin relación directa a lo anterior: Todo lo que me da el Padre, viene a mí, y al que venga a mí, yo no lo echaré fuera, porque he bajado del cielo no para hacer mi voluntad sino la voluntad del que me ha enviado.
            Y ésta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite el último día. ¿Y qué es lo que le dio? Que todo el que cree en mí, tenga vida eterna, y yo lo resucitaré el último día.
            Esa es nuestra vocación: CREER EN JESÚS, enviado del Padre. Y una vez más hay que acentuar lo que es creer en Jesús, como algo que va mucho más lejos que la creencia y se plasma en el compromiso de una vida que vive en actitudes y hechos muy acordes con el estilo de Jesús.

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