domingo, 5 de mayo de 2019

5 mayo: Día de la madre


Día de la Madre. Yo veneré a mi madre. Y sin embargo tengo que confesar que siempre tuve el pensamiento, en día como hoy, en la Madre del Cielo. Entonces se celebraba este día el día de la Inmaculada. Cuestiones prácticas de la vida de los negocios, provocaron el cambio a Mayo. Diciembre ya llenaba los comercios con la Navidad y “reyes”, y mayo quedaba vacío a efectos de ventas. Y entonces se “aconsejó” pasar a esta fecha actual el día de la Madre. Pero yo sigo remitiéndolo a María, con tanta más razón cuanto que ya no tengo a mi madre de la tierra. Por tanto, FELICIDADES a mi Madre del Cielo, parabienes y alabanzas, y amor filial.
          Y a todas las madres de la tierra, mi recuerdo lleno de veneración por su inmensa grandeza y valor humano, insustituible.
LITURGIA
                      Repetimos 1ª lectura, de los Hechos (5,27-32.40-41). Los sacerdotes y los senadores judíos –los ancianos del pueblo- han conminado a los apóstoles a no hablar en nombre de ese; “en cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre”. Advertimos que no nombran a Jesús, y lo sustituyen por “Ese”. Es que el llevarlo hasta la cruz fue para que su nombre no se pronunciara ya nunca más, porque era maldito el que colgaba de un madero. Entonces hablan de “Ese”, pretendiendo callar a los apóstoles.
          Pedro y los demás, replicaron: Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. Y le pone nombre propio a “ese”: El Dios de nuestros padres resucitó a JESÚS, a quien vosotros matasteis colgándolo de un madero. La diestra de Dios lo exaltó, haciéndolo jefe y salvador, para otorgarle a Israel la conversión y el perdón de los pecados. Testigo de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen.
          Esta respuesta exasperó a los jefes religiosos, pero no tenían argumentos para hacerles callar. Y tomaron la cobarde venganza de hacerlos azotar y soltarlos.
          Y los apóstoles salieron gozosos de haber padecido ese ultraje por el nombre de Jesús.

          En el evangelio (Jn.21) nos encontramos con ese capítulo añadido al evangelio por el propio Juan o por su comunidad en la que se nos cuenta la tercera aparición de Jesús a sus apóstoles, a 7 de ellos, que se encuentran junto al lago y se van con Pedro a pescar.
          Pedro lo ha decidido y los demás asienten. Pero la pesca no se da y pasan la noche en blanco, recordando, hablando o dormitando, o intentando alguna que otra vez nuevamente la pesca.
          Y es a la madrugada siguiente cuando aparece el personaje desconocido en la playa, preguntando si tienen pescado… Una forma de ratificar que no han conseguido pescar  nada. Y la respuesta escueta del “No”, dada por aquellos hombres, manifiesta el estado de ánimo de aquella noche baldía.
          El personaje les indica que echen la red a la derecha de la barca, y –como ya no tienen nada que perder- la echan y obtienen una pesca tan abundante que les cuesta trabajo sacar la red.
          Ante este hecho inesperado, el discípulo amado del Señor alza la voz y dice: ES EL SEÑOR.
          ¿Por qué el evangelista no se nombra a sí mismo y habla del “discípulo a quien Jesús tanto quería”? ¿Es por humildad? La realidad es más significativa: no quiere personalizar en un nombre concreto porque quiere que toda su comunidad de cristianos encuentre sitio en ese personaje. Son todos “discípulos amados” y todos tienen que descubrir en la vida y en los hechos de la vida, que ES EL SEÑOR.
          Pero no sólo aquella comunidad a la que se dirigía el evangelio y que toma parte activa en él. También nos llega a nosotros la misma realidad: hemos de descubrir al Señor en todos los momentos y hechos de nuestra vida. Lo que vivimos, lo vivimos en la presencia del Señor y reconociendo su mano en los acontecimientos. Que a veces nos resultarán misteriosos y aun dolorosos, pero que siempre MÁS ALLÁ, aparece la mano del Señor.

          La gran presencia del Señor en nuestras vidas es LA EUCARISTÍA. En ella reconocemos claramente que ES EL SEÑOR: esto es mi Cuerpo; éste es el cáliz de mi sangre. Tratemos de hacer de la Eucaristía un centro de atracción de las realidades de todos los días, para que la presencia real de Jesucristo nos impulse a vivir mejor, más acordes con su voluntad santa.



          Oremos a Dios, nuestro Padre

-         Por la Iglesia y por el Papa y por los cristianos perseguidos, Roguemos al Señor.

-         Por la firmeza de nuestra fe y la defensa de nuestras creencias, Roguemos al Señor.

-         Para que sepamos descubrir la mano de Dios en los acontecimientos, Roguemos al Señor

-         Para que la Eucaristía nos haga más actual e influyente la presencia de Jesús, Roguemos al Señor.


          Danos la fe sincera y comprometida que se refleje en nuestras obras y en nuestras actitudes y pensamientos.
          Por Jesucristo N.S.

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