jueves, 30 de mayo de 2019

30 mayo: Un poco y no me veréis


Como niño pequeño dormir. Quiero, Madre, en tus brazos queridos, como niño pequeño dormir Una tierna canción mariana en la que el alma se siente “niña” y tiende sus brazos hacia la Madre, sabiendo que en esos brazos queridos, la seguridad es absoluta. Puede dormir tranquilo una vez que está acogido por ese abrazo maternal que acuna al niño pequeño, o deja reposar la cabeza sobre el regazo sagrado de la madre al que ya es adolescente. Y escuchar los ardientes latidos de tu pecho de madre nacidos, que laten por mí. Ante María prefiere uno seguir siendo niño, aunque en esa mezcla del niño que crece bajo la mirada y la mano de tal madre.

LITURGIA
                      Pablo dejó Atenas. No le había dejado buen sabor aquella estancia, y se fue a Corinto (Hech.18,1-8). Se encontró con un judío llamado Aquila, que ejercía el mismo trabajo de Pablo: tejedor de lona, y trabajaba en su misma casa.
          Los sábados actuaba en la sinagoga, discutiendo con los judíos y procurando convencer a unos y otros, judíos y griegos, que Jesús es el Mesías, dedicándose totalmente a la Palabra. Como los oyentes reaccionaban violentamente con blasfemias contra Pablo y Silas, les hizo saber que se dedicaba a los paganos. La culpa no es mía; caiga vuestra sangre sobre vuestras cabezas (expresión nada extraña, y que reproduce la de los sacerdotes en la plaza del Pretorio).
          Encontró eco en su nuevo lugar, la casa de Ticio Justo que estaba contigua a la sinagoga, y Ticio daba culto a Dios. También Crispo, el jefe de la sinagoga, que creyó en el Señor, con toda su familia, y también muchos que acogieron la acción de Pablo y se bautizaron.

          En el evangelio (Jn.16,16-20) Jesús vuelve a anunciar su muerte en forma que no habla de muerte pero que sus discípulos tienen que intuir, si bien es verdad que aquellos hombres parecían poco avispados para comprender. Jesús les dice: Dentro de un poco ya no me veréis; dentro de otro poco me volveréis a ver. Porque voy al Padre. Para nosotros es muy fácilmente comprensible, porque sabemos ya la historia. Pero ellos no captaban lo que era ese “poco”, y se preguntaban entre ellos qué podía ser. Y dicen expresamente: No sabemos de qué habla. La verdad es que a estas alturas deberían ya de intuir lo que Jesús les quiere anunciar. Pero está visto que sus mentes estaban cerradas.
          Tiene Jesús que intervenir para aclararles los efectos de ese “poco” en que no lo verán: vosotros lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre. Vosotros estaréis tristes pero vuestra tristeza se convertirá en gozo.
          Nosotros diríamos que es un acertijo que casi está dando la solución a la par que se plantea. ¿Se enteraron aquellos apóstoles? No parece a tenor de las siguientes explicaciones que tiene que darles Jesús. ¿No se enteraban? ¿O se resistían a enterarse? Ese es el punto. Y ahí cabe la reflexión. Muchas personas, cuando se les pregunta si leen y meditan el evangelio, tienen la rápida respuesta de que no lo entienden. Es claro que habrá cosas que no se entienden a la primera o sin una explicación o comentario. Pero hay muchas otras cosas que se entienden perfectamente, pero que no se quieren entender, porque llevarían más lejos, porque exigirían posturas decisivas, huyendo de ciertas ocasiones…, y a eso no se está dispuesto. No digo que no hay buena fe, pero digo que hay veleidad. Que no hay posturas drásticas, que muchas veces son las únicas verdaderas soluciones. Se lucha mucho con la parte emocional y afectiva, y “se querría” adoptar postura, pero es un “querría” absolutamente vacío y carente de decisión verdadera.
          Por eso insisto tanto en que el propósito de enmienda tiene que ser muy concreto y muy sincero, sobre la materia también concreta sobre la que hay que actuar. Que las frases hechas no valen: “Quisiera ser mejor”; “quiero no pecar”… Todo eso o se concreta en realidades y medios, o se queda en agua de borrajas. Y como suelo advertir, convierte la confesión en beberse un vaso de agua. De ahí esas confesiones repetitivas, en las que la misma persona reconoce que viene a confesarse de lo mismo de la vez anterior, y sin haber hecho nada por mejorar y corregir en siquiera alguna cosa.

1 comentario:

  1. Hay verdad en la frase: "Que las frases hechas no valen: “Quisiera ser mejor”; “quiero no pecar”… Todo eso o se concreta en realidades y medios, o se queda en agua de borrajas." Ciertamente, yo entiendo que ir a la confesión a justificar nuestras cosas con intenciones no concretas y sinceras, ante todo haría la confesión invalida, es decir que seguiríamos en nuestro pecado aunque el sacerdote nos haya dado la absolución. Otra cosa diferente es a mi juicio el caso de la debilidad. Puede haber algún caso de alguien que verdaderamente quiera pero no consigue llegar al punto. Trata de poner remedio y no parece que se avance. Algo se le opone y no se vence. Desde luego, como dice el padre Cantero, entiendo que para que nuestro fracaso no se convierta en un engañarnos a nosotros mismos, hacernos trampas a nosotros mismo, es preciso que "tratemos" de hacer nuestra parte. Poner algo para avanzar. Aunque sea poco. Yo siempre pienso que lo que realmente vale es la sinceridad de nuestras intenciones. ¿De verdad quieres cambiar eso o te estás engañando? Ciertamente la meditación del Evangelio, y yo diría que más que el Evangelio, cualquier palabra que sale de la boca de Dios, se hará imprescindible. Lectura si, pero lectura que cale porque te dice algo, y no lectura que se lee y se cierra el libro y se dice: "¡que bonito!". Oír la Palabra con atención en la Misa. A veces me sorprende mucho la nula capacidad de atención de algunas personas a mi alrededor en la Misa durante la proclamación de la Palabra. ¡Hay que prestar atención, que es muy rápida esa parte de la Misa! Luego, podremos coger algo o no, podremos no entender o si, pero hay que intentar ser sinceros.

    ResponderEliminar

¡GRACIAS POR COMENTAR!