lunes, 8 de mayo de 2017

8 mayo: La "Puerta"

Puerta del Cielo
          A la Virgen María se le invoca en las letanías como “Puerta del Cielo”. Esto nos viene muy a pelo con la “definición” que Jesús hacía ayer de sí mismo: Yo soy la puerta de las ovejas. La “puerta” por la que las ovejas salen a los pastos y la puerta tras la que quedan las ovejas a buen recaudo cuando ya está el pastor atravesado en el umbral para que ninguna oveja pueda salir del aprisco.
          Pues bien: en el Cielo Dios ha constituido a María “PUERTA” que también ejerce la función de abrirse para la entrada de sus hijos al recinto  de la gloria, y puerta que queda bien guardada para que ninguno  de los hijos que entraron salga ya nunca de allí. Ella es “Puerta” que se abre para hacer felices a sus hijos en las inmensidades del Cielo, pero que es –podríamos decir- “puerta giratoria” que siempre deja dentro y protegidos a esos hijos suyos que ya llegaron allí, a los que ella recibió de una vez para siempre, y para dejarlos siempre en los pastos frondosos del Corazón de su Hijo.
          De niño, oí una predicación que hoy día no me satisface. Decían que la Virgen tenía la llave de la puerta “falsa” del Cielo, y que por allí introducía a sus devotos que no habían merecido por sus obras llegar al Cielo. Pero ella los introducía, poco más o menos que “haciéndole trampas” a su Hijo.
          Muy recientemente he leído uno de esos mensaje modernos en los que Dios llega a reprochar a Pedro que quizás está viejo y por eso se le cuelan más indeseables que lo que debe haber en el Cielo. Pedro averigua que la Virgen les “cuela” de matute a muchos de ellos, y así se lo comunica a Dios, quien acaba aceptando que “son cosas de madre”.
          Yo no acepto ninguna de esas versiones de “trampeo” por parte de María, “Puerta del Cielo”·, pero sí me hago cargo que aquella buena Portera logra que muchos hijos desarrapados que llegan sucios y haraposos hasta allí, pero que fueron sus devotos en le tierra, tengan una sala de baño espiritual, una posibilidad de purificación con el gel del amor de hijos que finalmente pueden dar el paso a través de la “Puerta” del Cielo, una puerta única y sin trampas, una puerta por la que María lleva la limpieza del alma, por el arrepentimiento y la conversión, a tantos hijos díscolos que vivieron de cualquier manera, pero que siempre se acogieron –a su modo- a la devoción a la Madre del Cielo. Para muchos fue la cadena del Rosario, para otros la de las 3 avemarías, para otros la medalla al cuello, y para muchos ese “no sé qué” que ató su corazón al corazón de la Madre. Y la Madre, “Puerta del Cielo”, encontró la forma de que finalmente aquellos hijos llegaran con el corazón preparado para poder entrar de pleno derecho –aunque “obreros de la última hora”… Todo muy de acuerdo con el Hijo.

          El Hijo se describía ayer “puerta” de las ovejas. Una comparación posiblemente menos “humana” y menos cordial. Hoy ya aterriza en algo mucho más íntimo: Yo soy el buen Pastor…, el que cuida a sus ovejas, el que las busca, el que las conduce y recoge, el que conoce a cada una y a quien cada una conoce, con una relación mucho más íntima. Hasta el punto de ser el Pastor que está dispuesto a dar su vida por sus ovejas. El Pastor que tantas veces había rezado el Salmo 22: El Señor es mi Pastor, nada me falta…, en verdes praderas me hace sestear…, me conduce hacia fuentes tranquilas; su vara y su cayado me sostienen… Ese Salmo le traducía muy bien a Jesús la idea del Dios “Pastor de Israel”, y con esa imagen creció Jesús en su vida de oracion, en su imagen del Dios del Cielo, del Dios de Israel…, en contraposición con aquellas otras imágenes de pastores egoístas que se aprovechaban de las ovejas, a las que no servían para  bien de las ovejas sino  de las que se servían para bien de ellos. Y esa realidad, que la tenía Jesús vivida día a día con las actuaciones de los fariseos, era la que ahora le levantaba el sentimiento profundo de sentirse BUEN PASTOR, en otra dimensión absolutamente diferente: él da la vida por sus ovejas, busca a la descarriada y la recupera. Y tiene el poder de dar él mismo la vida y poder recuperarla después.. Ese es el mandato que ha recibido del Padre, y esa es la misión que él lleva a cabo,

          Es evidente que no hacen falta ni “puertas falsas” ni “llaves falsas” para introducir las ovejas en el Cielo. María, colaboradora con la obra de Jesús, es “puerta del Cielo” para acoger maternalmente a tantos hijos que podrían haberse perdido, pero por los que Jesús, Buen Pastor, dio también su vida: ovejas de otro redil…, pero por la que él lo dio también todo.

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