jueves, 25 de mayo de 2017

25 mayo: La sabiduría bíblica

Morada de la sabiduría
          En la Sagrada Escritura se habla de la sabiduría de forma tan elocuente que más de una vez no sabe uno si debajo de esa expresión se está hablando del mismo Dios: de LA SABIDURÍA increada, del Dios que es Sabiduría y que por tanto existe desde siempre.
          En ese sentido la liturgia, más de una vez, utiliza en las Misas de la Virgen una referencia a María como una expresión de la sabiduría de Dios, y así ya existió en la mente de Dios desde la eternidad: “El Señor me estableció al principio de sus tareas, al comienzo de sus obras antiquísimas. En un tiempo remotísimo fui formada, antes de comenzar la tierra. Antes de los abismos fui engendrada, antes de los manantiales de las aguas. Todavía no estaban aplomados los montes, antes de las montañas, fui engendrada. No había hecho aún la tierra y la hierba, ni los primeros terrones del orbe. Cuando colocaba los cielos, allí estaba yo; cuando trazaba la bóveda sobre la faz del abismo; cuando sujetaba el cielo en la altura, y fijaba las fuentes  abismales. Cuando ponía un límite al mar y las aguas  no traspasaban sus mandatos; cuando asentaba los cimientos de la tierra, yo estaba junto a él como aprendiz, yo era su encanto cotidiano, todo el tiempo jugaba en su presencia…, gozaba con los hijos de los hombres. [Prov 8,22-31].
          Es una descripción mística de la Virgen en donde se juega con los conceptos del Dios supremo y sabio que es autor de la Sabiduría, y la obra de bolillos de esa sabiduría la ha plasmado en María. Así lo presenta la liturgia y así nos pone en el cenit del pensamiento de Dios. La liturgia todavía concreta más en el Eclesiástico 24: “Desde el principio,  antes de los siglos, me creó y no cesaré jamás. En la santa morada, en su presencia ofrecí culto y en Sión me estableció; en la ciudad escogida me hizo descansar, en Jerusalén reside mi poder. Eché raíces en un pueblo glorioso, en la presencia del Señor, en su heredad. Venid a mí los que me amáis y saciaros de mis frutos; mi nombre es más dulce que la miel, y mi herencia mejor que los panales. El que me escucha no fracasará; el que me pone en práctica no pecará.
          Ahora aterricemos en lo que fue la vida de María, en su prudencia, obediencia, escucha de Dios…, en sus pasos siempre en la línea de la voluntad divina, y estaremos encontrándonos con la gran sabiduría de María, que es el reflejo exacto de esa mística narración que nos ha brindado la referencia a la SABIDURÍA que la liturgia le ha aplicado a ella en esas vibrantes descripciones que he transcrito (y que no son las únicas en las que podemos hallar el retrato de la Virgen).
          Ella nos quiere comunicar sabiduría. De ella no podemos sacar más que orientaciones que nos conducen a Jesús y a hacer como ella misma. El día que en Caná le advirtió a los sirvientes: haced lo que él os diga, no hacía otra cosa que reflejar sobre nosotros su personalidad. Y con ella su gran sabiduría, lo mejor que podía enseñarnos.
          Gocemos paladeando los textos de la liturgia y ofrezcamos a la Virgen esa flor de mayo que expresa ternura y delicadeza del alma, para embelesarnos con la misma Palabra de Dios en su proyección mística hacia María, morada de la sabiduría. Y que luego se torne en aplicaciones concretas en nuestras realidades diarias, en las que la Sabiduría de Dios nos está diciendo lo que debemos hacer y lo que debemos evitar.


          Dentro de poco no me veréis y dentro de otro poco volveréis a verme. (Jn 16, 16-20) No lo entienden los apóstoles. ¡Qué tardos eran para tragarse la realidad de la muerte de Jesús, con su resurrección, en dos espacios de “poco”! Pero Jesús se lo está avisando. Y tiene que explicitarles que dentro de un poco lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre. Para aquel mundo en el que se estaban desenvolviendo, llevar a Jesús al patíbulo va a ser una alegría, una victoria. Para vosotros, llanto y lamentación. Pero es un “primer poco”, porque vuestra tristeza se convertirá en alegría, mientras que ese mundo que creía haber triunfado se encontrará con que allí donde sembró la muerte, floreció la vida. ¿Qué va a ser de ese mundo actual que no sólo no ve a Jesús sino que se ha vuelto hostil y ofensivo contra todo lo que supone la fe en Jesucristo, y que vive totalmente al margen de la fe y de la esperanza en la resurrección? Se dirige a “un poco” muy largo de tristeza y fracaso total.

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