lunes, 15 de mayo de 2017

15 mayo: El que ama

Estrella de la mañana
          Los marinos tenían un punto fijo de orientación en sus arribadas a puerto cuando regresaban de sus faenas. Una estrella en el horizonte le marcaba el rumbo. Era lo que ellos llamaban “la estrella de la mañana”. Y les era señal inconfundible para llegar de nuevo a su hogar.
          A María se le vio entonces como la Estrella de la mañana, como ese punto que siempre marca el camino para llegar sin tropiezos al Puerto y desembarcar felizmente en el punto de la salvación. Durante la faena y la lucha diaria, en medio de temporales más  o menos favorables o peligrosos, un punto en el horizonte les estaba siempre diciendo al pescador la dirección que tenía que tomar para no errar y no naufragar.
          El día que las nubes ocultaban la estrella, el pescador tenía que ir a tientas y dejarse guiar por su propio instinto. Pero en el caso de María, la Estrella no se oculta nunca y siempre aparece en el más allá de las nubes, y siempre sirve de orientación.
          Hoy, con los elementos modernos de que se sirve un pescador, María podría llamarse “brújula” o “radar”. Y siempre estaría haciendo la misma función que por siglos enteros estuvo dirigiendo los remos de aquellos pecadores que se buscaron la vida en los mares, y siempre siguieron el rumbo de la estrella de la mañana.
          Hoy, con todos los adelantos, María –La Virgen del Carmen- viene a estar en cada embarcación y acompañar a sus hombres en sus faenas, de mucho calado, a veces en tierras y tiempos alejados, en los que el punto común de apoyo es LA ESTRELLA DE LA MAÑANA, la Virgen Santa María, la Virgen del Carmen, que los marinos de creencias cristianas conservan en lo más hondo de sus corazones, y muchas veces en las proas de sus embarcaciones.
          Ocasión para todos los creyentes de encomendar a las gentes del mar, que viven la mayor parte de su vida en un medio tan lábil, el que les da el sustento –por una parte-, el que los mantiene en vilo en tantas otras ocasiones, el que acaba siendo el sepulcro de muchos… A todos ellos tenga consigo María, y les conduzca al último Puerto donde encuentren el Hogar donde vivan la firmeza de lo que ya no se hunde, y en los brazos de aquella Señora de los mares a la que veneraron con especial devoción.

          En evangelio de hoy deja poco margen a una explicación porque prácticamente repite por dos veces la misma idea. Pero intentaremos sacarle jugo para que San Juan nos deje el néctar de su exposición. 14, 21-26. Afirma Jesús a sus Once que “el que sabe mis mandamientos y los guarda, ese me ama”. Primera parada digna de reflexión. ¿Cuál es el termómetro del amor de la persona a Jesús: ¡guardar sus mandamientos! Y los mandamientos de Jesús no se reducen a 10. El evangelio entero con “mandamientos” de Jesús. Y estrechando el círculo, el amor a Dios y el amor al prójimo como yo os he amado (expresión que encierra todo el evangelio). El que eso vive, ese es el que ama a Jesús.
          Y al que me ama, lo amará mi Padre y lo amaré yo y me mostraré a él. Dos nuevas realidades. A ese que ama, a ese que vive los mandamientos de Jesús, lo ama el Padre y lo ama Jesús. Pero un amor tan cercano y tan fuerte que se concretará en que Jesús se mostrará a él. Punto interesante para muchos de los que creen que no saben sacar nada del evangelio. Jesús se muestra al que ama. Y ama al que cumple sus mandatos. Penetrar en el evangelio es cuestión de amor.
          Y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en él. Al que ama –al que vive los mandamientos de Cristo- se le asegura algo inaudito: que Dios va a vivir dentro de él. Que el Padre y el Hijo van a hacer murada en él. Y explicita de nuevo lo que es ese amor: el que escucha esa palabra que estáis oyendo, que no es mía sino del Padre que me ha enviado.
          La intervención de Judas (no el Iscariote) no influye demasiado en la línea de explicación, a no ser para que se explicite un tanto más la línea esencial del texto.

          Y para remate, y porque estas alturas de la Palabra necesitan de un Maestro que esté ahí iluminando la palabra, Jesús promete la venida del Espíritu Santo, que será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho.  De ahí la enorme importancia de la Iglesia, como el vehículo a través del cual la verdad de Cristo y el Padre se va clarificando a lo largo de los siglos, y en el desarrollo constante de la vida interior del que ama y cumple los mandatos de Jesús.

1 comentario:

  1. El Espíritu Santo nos va corrigiendo de nuestros errores y, si somos fieles a nuestro Bautismo, y cumplimos los Mandamientos, nos vamos santificando día a día. Nos convertimos en morada de Dios. La santidad es un Don que el Señor da a todos los cristianos. No es un privilegio. Sólo es un deseo y una decisión formal de seguir el Evangelio.Es imprescindible que la escucha sea atenta a lo largo de la vida, todos los días. No se aprende de una vez.Hay que actualizar la escucha.

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