Liturgia:
Continuando la lectura de ayer, esta
1ª lectura de hoy (Hech.5,27-33) nos dice que los guardias condujeron a los
apóstoles ante el Consejo de los judíos. Y allí, sin más preámbulo, espetan a
los discípulos de Jesús: ¿No os habíamos
prohibido formalmente enseñar en nombre de ese? Era una realidad que les
habían prohibido hablar de Jesús. Y obsérvese que ellos no lo nombran. Dicen
“ese” porque de un ajusticiado en la cruz no debía ni pronunciarse su nombre. Y
vosotros, le dicen los jefes, habéis
llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la
sangre de ese hombre. Pretenden quedarse al margen, aunque bien sabemos por
la historia de la pasión que ese senado y esos jefes habían sido quienes
buscaron a toda costa la muerte en cruz de Jesucristo.
Los apóstoles responden a la pregunta que le han hecho,
afirmando que hay que obedecer a Dios
antes que a los hombres, que es la misma respuesta que ya habían dado la
primera vez. Pero además. Nombran a Jesús y vuelven a señalar a aquellos jefes
como causantes de la muerte de ese Jesús: El
Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándolo
de un madero. Es evidente que los apóstoles poseen una fuerza que no es
humana, y una firmeza que exacerba a los judíos.
Y añaden: La diestra
de Dios lo exaltó haciéndolo jefe y salvador, para otorgarle a Israel la
conversión con el perdón de los pecados. Testigos
de esto somos nosotros y el Espíritu Santo ¡Esa es la fuerza que les
sostiene y les da valentía y decisión!: están movidos por el mismo Espíritu
Santo, que Dios da a quienes le obedecen.
No tenían respuesta los judíos. Quedaron exasperados. Y
como no podían argüir nada contra aquellos hombres, pensaron que la manera de
quitarse aquella pesadilla era acabando con ellos. En eso sí eran duchos. No
podían resistir a las razones, pero la violencia era su sinrazón.
Seguirá la secuencia que tenemos entre manos y que se nos
va entregando día a día.
El evangelio sigue también la respuesta de Jesús a
Nicodemo. (Jn.3,31-36). Jesús se va metiendo cada vez en mayores profundidades,
que seguramente agradaban a Nicodemo, bien avezado en aquel tipo de
conversaciones. Le dice Jesús: El que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de
la tierra es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo está por
encima de todos. Hay una contraposición muy
clara: el que viene del cielo y el que es
de la tierra. Las verdades sobrenaturales no se pueden captar con los
criterios de la tierra. Lo divino está por encima de todo, y el que viene de lo alto es el que lo
entiende y puede enseñarlo: De lo que ha
visto y ha oído da testimonio, y nadie acepta su testimonio. El que acepta su
testimonio certifica que Dios es veraz. Está comprometiendo al rabino:
Jesús trae el testimonio de lo alto.
Nadie acepta. ¿Nicodemo acepta? Porque para poder seguir la conversación hace
falta aceptar la palabra que es veraz porque es palabra del propio Dios.
El que Dios
envió habla las palabras de Dios, porque no da el Espíritu con medida. Nicodemo se está encontrando con la revelación que Jesús le
hace: Jesús, el Hijo del hombre, habla palabra de Dios. El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano.
Concluirá con la misma afirmación que acababa ayer. El
secreto de todo está en la fe en el Hijo. El
que cree en el Hijo posee la vida eterna; el que no crea al Hijo no verá la
vida. Creer en el Hijo no se impone por la fuerza. Dios propone, habla al
corazón. El deseo de Dios es que de la misma manera que Jesús es la palabra de
vida, también nosotros lo seamos. Eso es “creer en el Hijo”: repetir en
nosotros los rasgos del Hijo, las palabras del Hijo. Entre tantas palabras que hoy invaden los oídos, Dios nos propone ser
su Palabra nueva (González Buelta).
Por el Bautismo todos hemos muerto y hemos resucitado con Cristo. Tambien ,todos poseemos un poco reyes, profetas...nuestros cuerpos y nuestras personas quedaron tocadas por la eternidad de Jesús y ya son Templos del Espiritu Santo. Toda persona merece respeto y veneración. En la vida histórica y en el tiempo historico que nos toca vivir constatamos la acción de Dios Vivir del pasado y vivir, intentar vivir el futuro, nos impiden ver a Dios;pero la FE NOS PERMITE VIVIR SU pRESENCIA Y ANTICIPARNOS A LA pLENITUD PARA LA QUE HEMOS SIDO CREADOS.
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