sábado, 14 de abril de 2018

14 abril: Soy Yo, no temáis


Liturgia:
                      Es un momento interesante y nuevo en la vida de los primeros cristianos. Al principio todo se vivía de modo muy espontáneo y emocionado en el seguimiento de la persona de Jesús. Valía por sí sola la fe y el entusiasmo que provocaba la nueva religión. Eran  pocos en número y todo se podía resolver en la forma que quedó recogido en la descripción del grupo de los creyentes. Luego fue ampliándose el número y la procedencia y hubo que buscar dividir las funciones. Es lo que nos aporta la lectura 1ª de hoy (Hech.6,1-7) en donde aparecen dificultades dentro de la comunidad. Hay ciertos piques entre los de lengua hebrea y lengua griega en el tema de la atención a las viudas.
          Los apóstoles tienen que buscar una solución, que ya no es la primera espontaneidad. Los apóstoles parten del supuesto de que no pueden dejar la predicación; que la Palabra de Dios tienen que atenderla. Y sin embargo hay que acudir a las dificultades que se han presentado. Y optan por dividir las funciones. Encargan a la comunidad elegir a 7 varones, hombres de buena fama, llenos de espíritu de sabiduría, para que ellos se encarguen de esa administración. Los apóstoles seguirán en su vida de oración y predicación.
          En efecto la propuesta se aceptó y eligieron a aquellos varones apostólicos, hombres llenos de Espíritu Santo, que se encargaran de esa misión en la comunidad de los creyentes. Los presentaron a los apóstoles que “los bendicen” imponiéndoles las manos y orando a Dios. Había una clara conciencia de que la obra de la fe naciente no era cosa de hombres y requería de esa bendición de parte de los apóstoles.
          Éstos se dedicaron a enseñar al pueblo que iba engrosando al grupo de los seguidores de Jesús, dándose el caso de que incluso algunos sacerdotes del templo aceptaron la fe. Realmente, como había sugerido Gamaliel, el fariseo, aquella obra era obra de Dios, y Dios se encargaba de sacarla adelante.

          San Juan no ha utilizado un adverbio que sí utilizan los otros evangelistas en el momento de resolverse el tema de la reacción de las gentes ante la multiplicación de los panes. San Juan se limita a dar el hecho de que los discípulos bajaron al Lago y se embarcaron solos. (&,16-21), lo que no se explica fácilmente, puesto que Jesús no hacía ya nada sin ellos. ¿Cómo es que ahora Jesús se queda orando en el monte y los discípulos se van a atravesar el mar? Dicen los sinópticos que Jesús apremió perentoriamente a los apóstoles a embarcarse… Y eso tendría su explicación muy lógica si pensamos que las gentes que han comido los panes se han emocionado con el hecho y han pensado hacer “rey” a Jesús (aunque ese “rey” no fuera mucho más que un alcalde que les solucionara los problemas). Y muy posiblemente los propios apóstoles se ven envueltos en esa idea, que no les era muy lejana a sus pretensiones (“estar a la derecha o izquierda cuando estés en tu reino”).
          Y Jesús tiene que obligar a los apóstoles a marcharse en la barca solos, mientras él –con arte- despide a la gente y les baja sus pretensiones.
          Se explica ahora que los apóstoles van contrariados, y para más inri la tormenta que llevan dentro se hace real en el Lago, y se encuentran en la barca, zangarreados por las olas, y sin Jesús.
          Llevaban 5 ó 6 kilómetros en el mar cuando vieron, entre la oscuridad de la noche, acercarse a alguien por el agua con su túnica blanca. Ellos, muy dados a creer en los fantasmas, llegan a creer que aquella figura que se les acerca es realmente un fantasma sobre el mar. La realidad era que Jesús, orando en el monte, no perdía ojo de sus discípulos. Y dentro de su orar al Padre, tenía el cuidado de ellos. Y cuando se ha levantado la tempestad, Jesús ha dejado su oración y su retiro y se ha venido a ellos para auxiliarlos. Ya tenían bastante con lo que habían pasado, y ahora Jesús se les acerca, y les grita para tranquilizarlos: Soy Yo, no temáis.
          La verdad es que con los vaivenes de la tormenta debían estar mucho más cerca de la playa que en alta mar, pues nos aclara el evangelista que pretendieron que Jesús subiera a la barca, pero la barca tocó tierra enseguida. Debían estar prácticamente a la vera de la playa y no fue ni necesario que Jesús subiera. Así, la narración de Juan.
          Nos deja para pensar cuántas veces nos creemos que nos hundimos y sin embargo Jesús ha venido y estamos mucho más cerca de la tierra firme que en las olas de alta mar.

1 comentario:

  1. La Presencia del Señor es cuestión de FE.Si alguna vez hemos intentado explicar una de nuestras experiencias, sencillamente: no hemos podido. La FE y el Amor no se pueden explicar; son ciertas para el que las vive...La Presencia del Señor en nuestra vida es un Don. Es como que Dios quiere estar más pendiente de un alma que podría ser díscola por su naturaleza y la convierte en más activa y eficiente...el lago se iba encrespando...la barca llegó a tierra, porque el Señor , que parecía que no estaba, la empujó.

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