miércoles, 4 de abril de 2018

4 abril: Tenía que padecer


Liturgia:
                      Otro día lleno de contenido en las lecturas litúrgicas de la Misa. En la 1ª lectura (Hech.3,1-10) estamos ante un día cualquiera en el que Pedro y Juan entran en el templo para orar. En la puerta, un paralítico al que traen todos los días para que pida limosna a los que entran. Llegan Pedro y Juan como dos personas más de las que entran y les pide limosna.
          Pedro se queda fijo en él y le dice: Míranos. Pensó el tullido que le iba a dar una moneda pero Pedro le dice: No tengo plata ni oro. Lo que tengo, eso te lo doy: en el nombre de Jesucristo Nazareno, echa a andar. Y le toma por las manos y le ayuda a ponerse en pie, y el hombre se siente curado. Se consolidan sus piernas y y entra en el templo gritando de alegría y dando brincos alabando a Dios.
          La gente, que le había visto pedir limosna –y que lo conocían de otras veces- también alababan a Dios al ver al hombre caminando y saltando de gozo, y quedaron admirados con lo que había sucedido.
          Es un hecho que JESÚS NAZARENO vive y continúa haciendo las obras que él mismo había realizado personalmente cuando andaba entre las gentes. Jesús Nazareno vive y en su nombre se le ha devuelto al hombre el movimiento de sus piernas. Bajo la curación del defecto físico, está anunciando su misión salvadora de las almas, y que su poder permanece a través de sus discípulos, que pueden levantar al caído y ofrecerle su brazo y el nombre de Jesús, para hacer posible que camine de nuevo por la senda del bien.

          Aunque son diferentes evangelistas los que nos dan la materia de ayer y la de hoy –hoy es San Lucas 24,13-35- podemos hacer la composición de que los discípulos de hoy, los que se marchan hacia la aldea de Emaús, se salieron del Cenáculo antes de la llegada de María Magdalena con el anuncio de que Jesús vivía y ella lo había visto y tocado. Pues una de las razones que aducen para su hundimiento anímico es que hay diversas noticias sobre posible resurrección de Jesús, pero a él no lo han visto. Y toman las noticias como un solivianto porque la verdad fehaciente para ellos es que Jesús, el profeta poderoso en obras y palabras, ha sido llevado a la muerte por los jefes de Israel. Eso es lo que tienen como cierto, y eso les ha hundido todas sus expectativas porque nosotros esperábamos que él salvaría a Israel, pero la verdad de los hechos ha mostrado algo muy distinto: y ya estamos en el tercer día… [Este dato no es superfluo pues la muerte oficial se declaraba al tercer día, y ese “tercer día” no se ha cumplido aún].
          Lo curioso es que toda esa conversación la están teniendo con el propio Jesús, sin descubrir ellos que era Jesús. Y es que, ofuscados como estaban con el Jesús muerto, no podían ni imaginarlo vivo y caminando junto a ellos.
          Pero Jesús los escuchó, los dejó desahogarse…, y al final intervino llamándolos tercos y duros de mollera, a la vez que les abría las Escrituras y les ponía ante los ojos lo que estaba escrito del Mesías, y cómo tenía que padecer para entrar en su gloria. Es el mensaje básico del misterio pascual. La muerte de Jesús no fue un accidente sino una realización de los misteriosos proyectos de Dios, anunciados desde antiguo en la Sagradas Escrituras.
          Y dentro de aquel rapapolvos que “el peregrino” les había echado, ellos iban sintiéndose aliviados, e incluso con sus corazones emocionados y como descubriendo tenuemente una luz.
          Por eso, cuando ellos se iban a tomar la desviación hacia la aldea de Emaús y el peregrino hizo además de seguir su camino, ellos le instan a quedarse con ellos aquella tarde, y le dan la razón de que pronto anochece y el día va de caída. En realidad es que habían experimentado un consuelo en sus deteriorados ánimos, con todo aquello que le había abierto en las Escrituras.
          Lo invitaron a cenar y tuvieron la deferencia de que él repartiera. Y en su forma de tomar el pan, de partirlo y repartirlo, a ellos se les abrieron los ojos y descubrieron que el personaje aquel ERA JESÚS. Y en ese instante, cuando hubieran querido echarse a sus pies, desaparece. Pero les deja el alma abierta, y aquellos pies que les pesaban tanto en el camino de venida, se hacen ágiles y rápidos para regresar a Jerusalén y anunciar a los discípulos y apóstoles que ellos han visto al Señor y que está vivo.
          Lo que pasa es que para cuando ellos regresan, ya hay nuevas experiencias, y tan importantes, como que Simón Pedro ha recibido ya también la visita y aparición del Señor. Era verdad: ha resucitado el Señor.

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