sábado, 6 de enero de 2018

6 enero: Ofrecer dones

LITURGIA
                                    Hoy me es más difícil abordar el tema de acuerdo con la liturgia porque no tengo a mano las lecturas correspondientes. Y aunque haga alusión a ellas, no las voy a seguir detenidamente. Más me voy a quedar en la narración de los Magos, que San Mateo nos trae en el capítulo 2,1-12.
            Por los días del nacimiento del Niño Jesús, a los pastores, que eran del pueblo judío, Dios les convoca por medio de ángeles, porque para ellos eran parte de su fe y de sus creencias. Jesús les había nacido a ellos, como Mesías y Señor. Y lo entendieron perfectamente y fueron a adorarlo.
            Pero Jesús no es sólo para los judíos. También los otros pueblos han de conocerlo y han de saber que viene para ellos. ¿Cómo presentar la llegada de ese Salvador a pueblos que no entienden de los símbolos y creencias judías? San Mateo nos lo expresa con la curiosa aparición de una estrella, allá en los países orientales. O bien – que también puede ser- una estrella que aparece en el oriente del firmamento. El hecho entonces es que unos estudiosos del mundo sideral advierten aquella extraña estrella y la interpretan como un signo sobrenatural. Y no cualquier significado sino que para ellos expresa el signo de haber nacido el Rey de los judíos. He aquí un misterio para nosotros porque no podríamos comprender que una estrella –por extraña que fuera- podría remitir a un hecho tan concreto como que en Israel ha nacido un rey. Así lo dice el relato
            Y aquellos estudiosos de los astros deciden ponerse en camino para rendir vasallaje al recién nacido rey. Y surge todo ese mundo fantástico de una caravana de camellos y dromedarios (aplicación de un texto bíblico) y un variopinto cortejo de hombres de diversa piel y vestimenta, que se vienen a Jerusalén, el lugar donde reside la monarquía de Israel. Allí tendría que estar ese rey recién nacido.
            Pero ya de entrada se topan con la realidad de que ni allí hay un rey recién nacido, ni el rey Herodes tiene noticia de él. La estrella, que –también misteriosamente les había guido por el camino- aquí desaparece. Y ahora están sin estrella y sin que nadie sepa nada del tal rey. Y sólo a base de estudio de los entendidos, se puede sacar en claro que en Belén de Judá había de nacer un jefe que pastoreará a Israel. Mala noticia para el sanguinario Herodes, que  había matado a 30 personas, incluida su esposa, en cuanto sospechaba que podían ser una amenaza para su trono.
            Encaminó a los magos hacia Belén, y con ladina maldad les encomendó que se enteraran bien de aquel niño, porque así iría él a adorarlo. Astucia con la que pretendía eliminar a aquel que podía amenazar su reinado. Bien visto, aquellos orientales debían estar muy recelosos de Herodes, que se había mostrado nervioso (y toda Jerusalén con él…, nos dice el autor del relato para expresar el problema que se ha creado).
            Los magos tienen la alegría de ver de nuevo la estrella, que marcha delante de ellos… (otro dato no menos curioso), y que para remate viene a posarse sobre la casa sobre la que estaba el Niño. No deja de ser una estrella muy original.
            Y entrando, hallan al Niño, con María su madre y José. Y resulta que el “Rey” es un niño de pobre familia, cuya casa es una habitación pobre y en donde todo habla de pobreza. Y no obstante, los magos se postran y adoran, y ofrecen los dones que traen: oro, incienso y mirra. Los santos Padres de la Iglesia primera le buscaron el sentido del oro como a un rey, incienso que corresponde a Dios, y mirra que es propio de hombre porque con mirra se embalsamaban los cadáveres.  Si eso lo pretendió lo evangelista es cosa que estaría por ver. De suyo se trata de especies propias de aquellas tierras de donde proceden los magos, y expresan su vasallaje a ese recién nacido rey.
            Ahora surge la comunicación del cielo a aquellos hombres para que no vayan a Herodes, y se vuelven a sus tierras por otro camino. Ahí acaba el tema de hoy, FIESTA DE EPIFANÍA, palabra que indica MANIFESACIÓN, porque fue la revelación que Dios hizo de la presencia de Jesús, el Salvador, a los pueblos paganos.

            Llevado al tema nuestro, ya en la EUCARISTÍA, nos indicaría que no podemos presentarnos ante Jesús con las manos vacías y que hemos de saber ofrecer lo mejor que podemos tener en “nuestra tierra” personal. Si ofrecemos lo que tenemos, lo mejor que tenemos, habremos llegado a la Comunión con algo más que la devoción.

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