martes, 30 de enero de 2018

30 enero: Fe milagrosa

Liturgia:
                      Un nuevo ejemplo de delicadeza de sentimientos de David es lo que nos trae la 1ª lectura de hoy: 2Sam.18,9-10.14.24-25.30 a 19,3. Absalón, el hijo de David que se ha rebelado contra su padre, en la persecución de éste se queda colgado del cuello en la cruz de una encina. Se lo avisan a Joab quien lo remata con tres venablos en el corazón.
          David es avisado de la muerte de Absalón y llora su muerte y se lamenta profundamente, pensando que él debía haber muerto en lugar de su hijo.
          Y tal fue el duelo, que el ejército, que volvía victorioso, acaba entrando abochornado en la ciudad porque saben que el rey está desolado por la muerte de su hijo.

          Nueva travesía de Jesús (Mc.5,21-43) y nuevamente queda rodeado de gentes que se estrujan para ir a su lado. De entre aquella multitud se destaca un individuo, jefe de una sinagoga, Jairo, que acude a Jesús ante la gravísima enfermedad de su hija, pidiéndole que baje a su casa y ponga las manos en la niña, para que cure. Jesús se adapta a la fe de ese hombre que cree que se necesitan esas condiciones, y emprende el camino hacia la casa.
          Pero simultáneamente surge una mujer enferma de hemorragias, quien se había gastado toda su fortuna buscando la curación, sin conseguirlo, y no sólo no lo había conseguido sino que iba a peor.
          Piensa entonces que la solución está en aquel hombre que pasa por el mundo curando y haciendo el bien, y que a ella, conforme a su fe, le bastaba tocar el filo del manto para quedar curada.
          Dos situaciones tan dispares en la forma de creer, la de Jairo y la de la mujer.
          Caminaba Jesús hacia la casa del padre de la niña enferma, mientras que la hemorroísa se abría paso a codazos para poder acercarse a Jesús en medio de aquel tumulto de gente. Hasta que logra acercarse y poder tocar el manto de Jesús. Y en ese instante queda curada de su hemorragia, y se dispone a retirarse pasando desapercibida.
          Pero la cosa no podía quedarse así. Jesús se detuvo, con dolor para Jairo que tenía prisa por llegar a su casa. Jesús se vuelve y pregunta: ¿Quién me ha tocado? Parece de broma la pregunta y así la toman los propios apóstoles, que llegan a llamarle la atención, porque es un hecho que todo el mundo aquel le va apretujando. Pero Jesús no se refería a los achuchones de un gentío. Jesús había notado que había salido fuerza de él…, que alguien le “había tocado” –realmente TOCADO más con el alma que con el cuerpo-, y eso es lo que él buscaba saber.
          La mujer se asusta porque puede haberlo hecho mal y se viene a Jesús y le confiesa su verdad. Y Jesús le responde: Hija, tu fe te ha curado; vete en paz y con salud.
          Y coincide con el momento en que Jairo recibe la terrible noticia de que la hija ha muerto y que no moleste ya más al Maestro porque ya no hay solución. Jesús alcanza a oír el mensaje y le dice a Jairo: Tú cree. No temas. Basta que tengas fe. Y Jesús continuó el camino hacia la casa mortuoria, donde halló a las gentes revueltas, gritando y llorando muy al estilo pomposo oriental.
          Y Jesús se atreve a decirles: ¿Qué estrépito y qué lloros son esos? La niña no está muerta. Está dormida. Lo tomaron a mal y se reían de él. Jesús dejó a la puerta a los nueve y entró con Pedro, Santiago y Juan y los padres de la niña. Llegaron donde yacía y Jesús la tomó de la mano y le dijo: Contigo hablo, niña. Levántate. Y ante el estupor de todos los asistentes, la niña de doce años se incorporó, y Jesús le dijo a sus padres que le dieran de comer.
          Se quedaron viendo visiones. Y donde a mí me gusta pararme es en Jesús, que sale de la casa entre los que se habían reído de él y sin aspavientos, se va camino adelante sin dar lugar a más comentarios. Ha hecho lo que tenía que hacer. A los padres los ha dejado con la niña, emocionados y pendientes de ella. Las gentes de los llantos se han quedado sin resuello. Jesús con sus apóstoles se retira y entre ellos se van produciendo las preguntas y el mismo asombro de lo que han sido testigos.

          Una jornada muy llena y que invita a la fe, sea cual sea la forma de esa fe. Que la fe es la que salva y la que Jesús ha pedido a Jairo o ha admirado en la mujer de las hemorragias.

1 comentario:

  1. Jesús, después de haber resucitado a la niña hizo salir a las plañideras que se resistían , antes ya las habia hecho salir...estaban todos llenos de estupor. Jesús les insistió que nadie se enterase...Les pidió que dieran de comer a la niña.Para interpretar estos hechos, hace falta la luz de la Fe. Necesitamos descubrir al Señor que se ha quedado cerca de nosotros para curarnos nuestras heridas. No hay atajos. Él es el camino. Sólo Él puede curarnos.

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