martes, 2 de enero de 2018

2 enero: ANTICRISTOS

Liturgia:
                      San Juan, repetitivo como es su estilo, nos aporta en la 1ª lectura (1ª, 2,22-28) una lección sobre el anticristo. Por supuesto que él lo refiere a situaciones mayores y a un “anticristo” de mucha influencia que ataca los valores de la naciente religión cristiana. Por lo pronto es del anticristo el mentiroso que niega que Jesús es el Cristo. Y no es del anticristo el que confiesa a Jesús como Hijo del Padre. Y si esa fe permanece, no hay miedo al anticristo.
          El “anticristo” no es un personaje concreto; es todo un modo de influencia cuyos principios básicos están en la destrucción de los valores substanciales de la fe, de la moral, del orden natural. En la línea de “anticristos” está la desviación que se está dando en la educación como adoctrinamiento, y un adoctrinamiento que va a alterar el orden natural. Anticristos en las escuelas, colegios, universidades…, en esa terrible deformación a la que llevan las televisiones y otros medios de comunicación, que parecen al servicio del desorden y de la alteración de la verdad. No cabe duda que esos hilos están movidos por un ANTICRISTO que ha sabido muy bien llegar a la línea de flotación de aquellos principios que movían la vida cristiana.
          Lo que pienso es que el anticristo no es sólo esa negación de Jesús como el Cristo, sino todos esos “anticristos” que se dan en la vida diaria, que están lijando las bases de la fe y acaban por vivir al margen de la fe. No hay que buscarlos en lo lejano, en lo misterioso…; están a un paso de cada uno de nosotros y están poniendo en solfa las bases mismas de la fe.
          Mucho me preocupa la descristianización del ambiente, la lejanía del mundo actual de la fe y de la Iglesia, y de Cristo y de Dios. Pero me preocupa mucho más los que no aparecen como anticristos sino como “más papistas que el Papa” que vienen en discusiones inútiles y teorizaciones que, lejos de clarificar, meten muchas más dudas en las mentes ya dubitantes de muchos que son cristianos pero que les falta el canto de un duro para dudar de las mismas verdades reveladas.
          Los “anticristos” de la Iglesia son los que hacen una dicotomía substancial entre Cristo y la Iglesia, entre el evangelio y la doctrina de la Iglesia. Creo que hacen más daño que los mismos anticristos que van por la vida negándolo todo Y es que el día que nos quiten la fe en la Iglesia, acaban tumbando la misma revelación y por tanto el evangelio. San Juan nos advertirá que os he escrito esto respecto a los que tratan de engañarse. Y desgraciadamente son muchos y hasta es posible que desde la buena fe. Pero es terriblemente delicado establecer las dudas porque luego esas dudas hay que resolverlas desde la fe y la fe no se improvisa.
          La conclusión es: Hijos míos, permaneced en él para que cuando se manifieste, tengamos plena confianza y no quedemos avergonzados lejos de él en su venida.
          Aquí es donde yo pretendo hacer parada para advertirnos a “la gente de a pie”, que hay engendros de “anticristo” en muchas medias actitudes en las que no comprometemos de verdad nuestra verdad personal, nuestra fe a machamartillo, y nuestra actitud básica de fe en la Iglesia, donde el magisterio del Papa es algo substancial para poder entender dónde está Cristo y cuál es el modo de hacer de Cristo.
          El evangelio de San Juan, que es también el que se está siguiendo en estos días, nos vuelve a Juan Bautista (1,29-34) porque es lo que corresponde a un seguimiento continuado del texto. Se despega del ambiente en que estamos viviendo la Navidad y nos retrotrae a mensajes de adviento, con el anuncio que hace el Bautista sobre el Cordero de Dios, que viene tras de mí pero que está por delante de mí porque existía antes que yo. Yo he salido a bautizar con agua para preparar a Israel.
          En efecto aquel bautismo de Juan sólo era un símbolo al que se acogían los israelitas fervorosos para mostrar su deseo de una realidad nueva, que había de traer el Mesías. No tenía más efectos. Era un mero signo, pero con la fuerza de un “bautismo” que expresa una actitud comprometida.
          A su vez, el Bautista confiesa que “yo soy el Mesías, ni Elías ni el Profeta, y que sólo soy ‘la voz que clama en el desierto: Allanad el camino al Señor’.
          La verdad es que esto adelanta acontecimientos porque la celebración del bautismo del Señor se va a celebrar a continuación del día de Epifanía, y entonces entraremos de lleno en ese punto. Mientras tanto seguimos la lectura de Juan pero sin una connotación de historia litúrgica.


Es posible que en los próximos días, estas reflexiones lleguen con retraso. Y por lo pronto, espero que lleguen.

1 comentario:

  1. Juan prdica en el desierto. Dice que él "no es el Mesías, ni Elías ni el Profeta...que sólo es la voz que clama en el desierto"Para cambiar de vida necesitamos hacer silencio y eliminar las distracciones. En un mundo como el nuestro, tan ruidoso, cuesta entrar dentro de nosotros mismos y escuchar al Señor cuando se acerca para decirnos lo que quiere de cada uno.Esto nos ayudará a vivir como mensajeros del Evangelio y no creernos poseedores de la verdad.

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