lunes, 1 de enero de 2018

1 enero: AÑO NUEVO

FELIZ 2018
Liturgia:
                      La liturgia de hoy encierra varios aspectos que vamos a intentar ir desglosando para provecho de nuestro espíritu y para comprender una fiesta que abarca diversas facetas.
          Comienza la liturgia con una FELICITACIÓN de parte de Dios, [Num.6,22-27] que nos desea ese año nuevo feliz, con la felicidad que procede de Dios: Que el Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor; el Señor se fije en ti y te conceda la paz. Un panel de gracias del Señor: bendición, protección, iluminación de la fe, favor amoroso de Dios. Y PAZ, como signo evidente de que algo marcha en el plano de Dios y nos hace a Dios presente.
          Y concluye la lectura invitándonos a repetir nosotros esa fórmula en nuestros deseos de bien que tengamos para con los demás.

          Sigue avanzando la liturgia y centra ahora la fiesta que hoy celebramos: LA MATERNIDAD DIVINA DE MARÍA. San Pablo escribe a los gálatas [4,4-7] y les dice que cuando se cumplió el tiempo señalado, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción. Se señala ahí el gran misterio de una mujer que engendra al Hijo de Dios. En lo que es humano, ella no hace sino ofrecer su vida, su disponibilidad. Lo que hace Dios es el misterio inefable de encerrarse en el seno de una mujer, de manera que esa mujer es no sólo madre del Jesús humano sino del Hijo de Dios que hay en Jesús. Y todo lo ha hecho Dios con la sencillez de seguir la ley, por la que la generación  se produce  según las leyes humanas de la gestación de una criatura. Pero Dios estaba haciendo algo tan sublime como hacerse pequeñito y nacer de una mujer, y en ese momento todos los hombres somos de la misma naturaleza que el Hijo de María, y Dios nos mira como hijos, hijos de adopción. Y por tanto poseedores del espíritu, y capacitados para sentir y hablar a Dios como nuestro ABBA, PADRE, que nos ha engendrado para una vida nueva.

          Remata la liturgia el evangelio de Lucas (2,16-21), leído recientemente, pero que hoy viene a acentuar que a Jesús, el Hijo de Dios,  lo encuentran los pastores con su madre María, para centrar así el sentido titular de esta fiesta que hoy estamos celebrando.
          Pero hay otra connotación de no menor importancia, que se recoge al final de este evangelio, que corresponde al 8º día después del nacimiento, y por tanto al momento de la circuncisión del niño, que es el momento de IMPONERLE EL NOMBRE. Y el nombre venía dado por Dios, que dijo a María y a José (ambos por separado) que se llamaría JESÚS, porque él salvaría al mundo de sus pecados. Un nombre determinado por Dios para expresar la misión y la personalidad de ese niño.
          De siempre a mí me ha subyugado la consideración de una pregunta: ¿Cuál es el nombre por el que me conoce Dios? Porque una cosa es mi nombre de pila, que eligieron mis padres. Y otro es el nombre por el que Dios me conoce y me quiere conocer. Un nombre cuyas letras van saliendo a través de mi historia: mi nacimiento, MI BAUTISMO (que se escribe con letras mayúsculas), mi mayoría de edad, la elección de mi estado de vida, la realización de pasos concretos que me han traído hasta aquí y me hacen ser el que soy y no otro. ¿Qué letras de Dios fueron componiendo ese NOMBRE? Hoy y mañana se van completando esas letras… ¿Realmente las que van dando el nombre que Dios quiso para mí? En la presencia de Dios, ¿cómo me llamo?

          La EUCARISTÍA de hoy nos abarca muchas facetas que merece la pena leer ante ese Jesús que viene a nosotros para felicitarnos, para constituirnos herederos de Dios y para ponernos UN NOMBRE por el que Dios nos pueda conocer e identificar.




          Agradeciendo la bendición que hemos recibido de Dios al comienzo de esta liturgia, pedimos humildemente para vivir de acuerdo con su voluntad.

-         Por la Iglesia, el Papa, el mundo, los fieles cristianos, los miembros de otras religiones, para que el nuevo año conduzca a un conocimiento de la VERDAD, Roguemos al Señor.

-         Para que vivamos como hijos de Dios e hijos de María, Roguemos al Señor.

-         Para que sepamos ir descubriendo y realizando el NOMBRE por el que Dios quiere conocernos, Roguemos al Señor.

-         Para que la EUCARISTIA de hoy y de cada día nos ayude a conocer y practicar lo que Dios vaya poniendo en nuestros corazones, Roguemos al Señor.


Te damos gracias, Señor, por haber visto un nuevo año, y te pedimos la gracia de vivirlo en paz y en fidelidad a ti.

          Que vives y reinas por los siglos de los siglos.

1 comentario:

  1. Te damos gracias, Señor, por el año que termina, por haber visto el nuevo año, y te pedimos la gracia de vivirlo en paz y en fidelidad a Tí. AMÉN.
    Al entrar en el nuevo año, imploramos la bendición de Dios para nosotros y para todos los hombres, como lo hacía el pueblo de Israel.Imploramos, pero con los ojos de la fe vimos que la bendición de Dios ya se ha materializado entre nosotros en la persona de Jesús.
    Con la Encarnación del Hijo de Dios el tiempo ha llegado a su plenitud. ya hemos entrado en la etapa definitiva de la historia humana.No lo comprendemos; pero es una etapa buena, que acabará muy bien: llegará a su culminación cuando Dios sea TODO en todos.
    La tierna y estremecedora escena del Hijo de Dios acostado en un pesebre nos hace reflexionar cuanto nos ama el Señor, Se queda con nosotros para salvarnos.Que, en las situaciones difíciles que nos puede traer este año, no nos falte la esperanza en la presencia salvadora del Enmanuel entre nosotros.

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