domingo, 31 de diciembre de 2017

31 diciembre: SAGRADA FAMILIA

Liturgia:
                      Nacido Jesús, el matrimonio de María con José ha quedado constituido FAMILIA, donde cada miembro guarda una relación con el otro, y donde todos dependen de todos. Lo que pasa en una familia normal es que hay una jerarquía: el padre de familia, la madre de familia (y esposa) y el hijo que depende de sus padres. En Nazaret la familia está constituida al revés de la dignidad de cada uno, porque de hecho el más importante, y el centro de todo y la razón de ser, es Jesús que, sin embargo es el que vive supeditado y obediente en todo. La madre de familia es la que ha engendrado a Jesús: es la que encierra la otra gran dignidad objetiva. Pero es la esposa, y por tanto es dependiente del padre de familia que, en una cultura patriarcal como aquella, es el que tiene la máxima autoridad, aunque él no es el padre de Jesús, y su misión queda en trasmitir la descendencia davídica y en ser el responsable de que aquella familia vaya adelante.
          Por tanto la familia no está en función de los valores personales individuales sino en la relación y dependencia natural que necesita para funcionar debidamente: el padre de familia es la máxima autoridad –aquí es José-; la madre es la que lleva adelante el funcionamiento del hogar, y el hijo está siendo siempre el que aprende y obedece.
          Según ese principio esencial, la 1ª lectura (Eclo.3,3-7.14-17( prioriza la labor del padre, más respetable que los hijos, y la madre cuya autoridad se ejerce sobre los hijos. De ahí que a los hijos les toque respetar a la madre (que eso acumula tesoros, y Dios escucha;  honrar al padre (lo que expía los pecados), lo que tendrá por premio una larga vida. Hijo mío, se constante en honrar a tu padre, no lo abandones mientras viva, aunque su mente flaquee. La piedad para con tus padres no se olvidará, será tenida en cuenta para pagar los pecados.
          Hay, pues, una llamada a vivir la vida familiar con ese respeto y amor profundo, en el que se superan todas las dificultades. Que si lo plasmáramos en la vida de familia de Nazaret, encontraríamos esa bondad y actitudes de máximo cariño y recíproco respeto, por el que aquella vivencia de familia era ejemplar.
          La 2ª lectura es una página sublime de San Pablo a los fieles de Colosas (3,12-21), que bien podríamos considerar un programa de vida para una vida de familia. Punto de partida o postura general, la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura y la comprensión. Una verdadera baraja de convivencia gozosa y cordial. Pero adentrándose en actitudes básicas y realistas, hay que sobrellevarse mutuamente y perdonarse cuando alguno tenga queja contra otro. La convivencia no es una balsa de aceite. Tiene sus momentos más difíciles, aunque sean momentáneos. Pero para que sean momentáneos, requieren actitudes de sobrellevarse y perdonar las situaciones en que algo se complica.
          Pero sobre todo y ante todo, hace falta, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada. Lo que aprieta filas es, por encima de todo, el amor. Y ese amor provocará la paz de Cristo para que actúe de árbitro en los corazones. Y el árbitro detiene la jugada defectuosa, rehace el plan correcto, y se sigue el juego con normalidad. Paz de Cristo que tiene que estar dentro de los corazones de cada uno de los miembros de la familia.
          Y sed agradecidos, que no sólo expresa el hecho de saber agradecer sino de estar atento a los pequeños detalles que fomentan la unión: recordar fechas, celebrar eventos de familia, tener un pequeño obsequio, un beso en el momento oportuno… Toda una manera de “agradecer” que no se queda en palabras sino que se plasma en lo diario de cada día.
          Y todo ello bajo la acción de Dios, vivida en la oración, agradecimiento a Dios, súplicas, cantos y Eucaristía.
          Fácil es en ese momento aconsejar a la esposa su actitud de esposa respecto de su marido, y al marido su actitud de esposo respecto a su mujer. O a los hijos, ocupando su lugar, que será sereno y plácido cuando el matrimonio vive una vida de unión ejemplar.
          Aterrizar en el evangelio (Lc 2,22-40) es hallar esa vida ordenada según la Ley de Dios, que es lo que vivieron José y María respecto al niño, cumpliendo con él todo lo prescrito por la ley. Y finalmente viviendo en Nazaret esa vida donde los padres ven crecer a su hijo y viven en función de él.
          Que la participación en la Eucaristía sitúe a cada miembro de la familia en su lugar, viviéndolo en gozo y plenitud.



          Pedimos a Dios con acento especial por la familia humana y por la familia cristiana, que necesita vivir el espíritu de amor y sacrificio.

-         Por los esposos, para que en ellos reine la misericordia entrañable, la bondad, la dulzura y la comprensión, Roguemos al Señor.

-         Por los padres y madres para que eduquen a sus hijos con cariño y firmeza, Roguemos al Señor.

-         Por los hijos para que sepan acoger a sus padres, y valoren sus enseñanzas, Roguemos al Señor.

-         Porque el amor sea la fuerza que impere como verdadera autoridad en la familia, Roguemos al Señor.

-         Porque sepa cada uno ser agradecido, con detalles delicados que expresen el amor mutuo, Roguemos al Señor.


Vela, Señor, por las familias actuales; ábreles el sentido del recíproco sacrificio para que cada uno piense en el otro, y da generosidad a los padres jóvenes para abrirse a la vida.

          Lo pedimos por Jesucristo N.S.

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