lunes, 11 de diciembre de 2017

11 diciembre: Un mundo nuevo

Liturgia:
                      Una vez más la liturgia nos sorprende con una serie de comparaciones atrevidas para anunciar la dicha que traerán los tiempos mesiánicos. Is.35,1-10 merece la pena ser leído con fruición porque nos pone delante un verdadero paraíso: el desierto y el yermo se regocijarán, se alegrarán el páramo y la estepa, florecerá como flor de narciso, se alegrará con gozo y alegría. Sólo este comienzo ya es un botón de muestra de lo que va a ser esta perícopa bíblica.
          Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes, decid a los cobardes de corazón: ‘sed fuertes, no temáis’. Mirad a vuestro Dios que trae el desquite, viene en persona, resarcirá y os salvará.
          La presencia de ese Dios es la que cambiará todo el panorama y hará que la vida adquiera una dimensión salvadora. Y como eso había de hacerse patente a los ojos de aquel pueblo deprimido, lo plasma el profeta en una serie de hechos extraordinarios en la vida corriente: Se despegarán los ojos de los ciegos, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará. Para una mente tan imaginativa como la oriental, estas afirmaciones eran inmensamente significativas de la nueva realidad que iba a traer la llegada del Mesías salvador, y les expresaba de modo evidente el cambio radical que iba a producirse en la vida del pueblo.
          Y por si fuera poco, brotarán las aguas en el desierto; el páramo será un estanque; lo reseco, un manantial. Toda una revolución de la misma naturaleza. Para concluir con una afirmación que desciende ya a lo normal: Vendrán a Sión con cánticos; en cabeza, alegría perpetua; siguiéndolos, gozo y alegría. Y para poner negro sobre blanco, Pena y aflicción se alejarán.
          El más imaginativo poeta no hubiera podido describir mejor el triunfo del bien sobre el mal, el nuevo mundo que vendrá cuando el hombre haya colocado a Dios en el centro de su historia. Un mensaje que si ahora los medios de comunicación empezaran a extender, acabaría atrayendo a muchas personas a este nuevo paraíso que sobrevendría al colocar a Dios en el centro de la vida. Porque no otra cosa pretende ponernos delante el adviento, que nos anuncia el nuevo mundo que surgirá a partir de la llegada de Jesús. Si los medios de comunicación hicieran la labor de aquellos profetas, heraldos de la verdad, darían que pensar a esas masas de gentes que hoy viven alejadas de la salvación de Dios.

          “Saltará como un ciervo el cojo”. Es el tema que apuntala el evangelio de hoy (Lc.5,17-26) con el hecho real de un paralítico imposibilitado de todo, al que Jesús le sale al paso. Lo traían unos hombres en una camilla, porque el enfermo no podía valerse por sí solo. Se toman el trabajo de descolgarlo desde la terraza que había sobre el porche en que estaba hablando Jesús. Y Jesús ve descender al enfermo y le dice: Hijo, tus pecados son perdonados. De hecho es el fondo principal de la acción de Jesús: perdonar el pecado, liberar el alma, tan paralizada como el propio cuerpo del enfermo. Máxime en una mentalidad como aquella en la que se consideraba la enfermedad como un castigo del pecado. Jesús se fue a la raíz: a perdonar el pecado, a atacar a la causa, con lo que se seguirían los efectos y el cuerpo paralizado adquiriría su elasticidad.
          Los fariseos se escandalizan. Como no ven en Jesús más que a un hombre, y no precisamente al hombre al que se acepta, acaban pensando que es una blasfemia que un hombre diga que “perdona los pecados”. Y visto así, llevaban razón. ¿Qué hombre puede perdonar pecados sino solo Dios? Y Jesús les sale al paso y les demuestra que dice aquello porque puede decirlo. No se puede demostrar que él pueda perdonar pecados…, pero él puede demostrar que tiene el poder de Dios. Y lo hace dirigiéndose al paralítico y diciéndole: A ti te lo digo, ponte en pie, toma tu camilla y vete a tu casa. Y él, levantándose al punto, a la vista de ellos, tomó la camilla donde estaba tendido y se marchó a su casa dando gloria a Dios.

          En efecto, la presencia de Jesús en la vida de las personas, las transforma. Y ese quiere ser el efecto de este período de esperanza que marca el Adviento. Quiere ser un momento en el que el que no ve, vea; el que no oye, oiga; el paralítico se ponga en pie… Y como eso no va a ser en lo físico, el fiel cristiano está llamado a vivirlo y hacerlo eficaz en lo interior y en la forma de actuar. Un mundo nuevo que podemos soñar, apoyados en la verdad de Dios. Ojalá el mundo abra un portillo por el que deje entrar esa Gracia de Dios. Dios es respetuoso y no fuerza. Pero entra donde se le deja entrar.

1 comentario:

  1. A tí te lo digo:ponte en pie, toma tu camilla y echa a andar....Los que llevan al paralítico ante Jesús, son personas buenas; dejan de lado su comodidad y por la salud del tullido, se exponen al juicio de las autoridades judías. Ponen en relieve su FE, Ellos creen que Jesús puede curar al paralítico.Y, Jesús, tal vez lo ve desesperanzado y acomodado a su situación y ha querido que el tullido hiciera el esfuerzo de ponerse en pie...Los cristianos cometemos muchísimos pecados de omisión.

    ResponderEliminar

¡GRACIAS POR COMENTAR!