martes, 12 de diciembre de 2017

12 diciembre: Dios sigue hablando

Liturgia:
                        Me voy a permitir hoy copiar una lectura que tuvimos ayer en el Oficio divino, por considerarlo muy apto para la comprensión de por qué hoy no habla Dios como habló a los profetas                      
Del Tratado de san Juan de la Cruz, presbítero, Subida
del monte Carmelo
La principal causa por que en la ley de Escritura eran
lícitas las preguntas que se hacían a Dios y convenía
que los profetas y sacerdotes quisiesen revelaciones y
visiones de Dios era porque aún entonces no estaba bien
fundamentada la fe ni establecida la ley evangélica, y así
era menester que preguntasen a Dios y que él hablase,
ahora por palabras, ahora por visiones y revelaciones,
ahora en figuras y semejanzas, ahora entre otras muchas
maneras de significaciones. Porque todo lo que respondía,
y hablaba, y revelaba eran misterios de nuestra fe y
cosas tocantes a ella o enderezadas a ella.
Pero ya que está fundada la fe en Cristo y manifiesta
la ley evangélica en esta era de gracia, no hay para qué
preguntarle de aquella manera, ni para qué él hable ya
ni responda como entonces, porque en darnos, como nos
dio, a su Hijo, que es una Palabra suya —que no tiene
otra—, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola
Palabra, y no tiene más que hablar.
Y éste es el sentido de aquella autoridad con que
comienza san Pablo a querer inducir a los hebreos a que
se aparten de aquellos modos primeros y tratos con Dios
de la ley de Moisés y pongan los ojos en Cristo sola-
mente, diciendo: Lo que antiguamente habló Dios en los
profetas a nuestros padres de muchos modos y de muchas maneras, ahora, a la postre, en estos días nos lo ha
hablado en el Hijo todo de una vez. En lo cual da a
entender el Apóstol que Dios ha quedado como mudo y no
tiene más que hablar, porque lo que hablaba antes en
partes a los profetas ya lo ha hablado en él todo,
dándonos al Todo, que es su Hijo.
NOTA: En tiempos de San Juan de la Cruz se atribuía a San Pablo la carta a los Hebreos, que de hecho no lo es.
Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios o
querer alguna visión o revelación, no sólo haría una necedad,
sino haría agravio a Dios no poniendo los ojos
totalmente en Cristo, sin querer otra alguna cosa o novedad.
Porque le podría responder Dios de esta manera: «Si
te tengo ya habladas todas las cosas en mi Palabra, que
es mi Hijo, y no tengo otra, ¿qué te puedo yo ahora responder o revelar que sea más que eso? Pon los ojos sólo
en él, porque en él te lo tengo todo dicho y revelado, y
hallarás en él aún más de lo que pides y deseas.
Porque desde aquel día que bajé con mi Espíritu sobre él
en el monte Tabor, diciendo: Éste es mi amado
Hijo en que me he complacido; a él oíd, ya alcé yo la
mano de todas esas maneras de enseñanzas y respuestas
y se la di a él. Que si antes hablaba, era prometiendo a
Cristo; y si me preguntaban, eran las preguntas encaminadas
a la petición y esperanza de Cristo, en que habían
de hallar todo bien como ahora lo da a entender toda la
doctrina de los evangelistas y apóstoles.»

            La lectura 1ª de hoy repite la del domingo. Preparad los caminos al Señor. Acababa con la comparación: Como un pastor apacienta el rebaño, su mano lo reúne. Lleva en brazos los corderos, cuida de las madres. [Ésta última expresión está cambiada en la traducción litúrgica actual].
            Esa expresión ha atraído el texto evangélico de hoy (Mt.18,12-14), y nos ha brindado la imagen que Jesús da del pastor, que si se le pierde una oveja de entre cien, deja a buen recaudo las 99 y va en busca de la perdida.
Imagen del Corazón del Padre Dios, que no quiere que se pierda ni uno de los pequeños…, en definitiva, los hombres.

Y si la Iglesia nos pone estos tiempos litúrgicos fuertes que estamos viviendo, es porque se siente mensajera de ese Dios Salvador que quiere recuperar a ovejas perdidas del rebaño. Nos toca a nosotros disponernos a ser “encontrados” por Dios y por la Iglesia, como “pequeños” que necesitamos mucho de ese Corazón misericordioso y paciente que nos quiere atraer al buen camino. Y nos clama: Preparad el camino a la llegada del Señor.

1 comentario:

  1. Hay animales que saben volver a la manada cuando se pierden. Las ovejas son incapaces de hacerlo; a ellas nos parecemos nosotros. A veces rompemos con algo que nos oprime y aunque quisiéramos volver, nos lo impide nuestro orgullo o el miedo al qué dirán.Sin embargo todos podemos ser buenos pastores para los demás, bien sea con el ejemplo, bien sea con la oración. Señor, Tú no me dejes nunca aunque yo me pierda...

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